Desde el Oriente Antiguo a la actualidad (2/4)
La escritura
La escritura fue el recurso básico usado para plasmar el pensamiento de Oriente a través de los letrados; los lugares destinados a redactar las tablillas y los papiros eran sitios apacibles que permitían la reflexión.
Estamos acostumbrados a releer libros antiguos, abrir las páginas de otro nuevo y descubrir que reconocemos signos escritos: son iguales a los nuestros, aunque transcritos; se trata en definitiva de nuestra misma lengua. Son oraciones que rompen las barreras del tiempo y el espacio gracias al dominio de la escritura. La invención de la escritura, fruto de una evolución gradual guiada por la lógica, tuvo una extraordinaria importancia para la humanidad.
A finales de los años sesenta, Denise Schmandt-Besserat comenzó un proyecto de investigación sobre los orígenes y la formas de la utilización de la arcilla en Oriente Próximo, repasando todos los materiales fechados entre 19000 y el6000 a.C. Algunos de los objetos estudiados, con forma de fichas esféricas o triangulares, presentaban incisiones, marcas y singulares adscripciones y todas se habían realizado con una pasta muy pura, modelada a mano y después cocida. Dichas fichas estaban descritas como talismanes o piezas de juegos. Denise Schmandt-Besserat relacionó estos elementos con los orígenes de la escritura.
Denisse recordaba un objeto de Susa, fechado en torno al 3000 a.C. Se trataba de una especie de pelota hueca de arcilla cuya superficie había sido impresa con fichas, conos y discos, elementos guardados en su interior. Se trataba de un sistema contable dada su similitud con otro hallazgo semejante en el palacio de Nuzi, en Mitanni. El objeto de Nuzi, una especie de huevo hueco, cuyo exterior se había grabado con unos cuarenta y ocho animales, y que albergaba en su interior el mismo número de fichas.
Durante el desarrollo de su estudio, D. Schmandt-Besserat constató que el uso de las fichas había sido semejante al de la producción de alimentos, guardando relación con la economía agrícola. El crecimiento de los núcleos humanos y la complejidad entre bienes e intercambios entre el 5000 y el 3500 a.C., dio lugar a nuevos tipos de fichas y distintas incisiones sobre las mismas. Ya a comienzos del cuarto milenio, con el desarrollo de la cultura urbana, debió surgir la necesidad de simplificar y realizar los registros de forma más concreta; aparecieron entonces esas pelotas de arcilla hueca, llamadas “bullae”, cuyo función sería equiparable a la de los actuales sobres. Se remitía una mercancía a un destinatario lejano, a través de un mensajero.
Las primeras tablillas de barro descubiertas en Uruk presentan un perfil convexo heredado de las “bullae”. Los primeros signos de escritura parecen inspirados en las fichas: números, conos, discos, etc.
Así pues, a mediados del cuarto milenio aparecieron las primeras tablillas. Al principio eran pequeñas y elementales, mostrando una escritura rudimentaria compuesta por marcas de fichas y nuevos signos pictográficos que evolucionarían con el tiempo y la necesidad. Las tablillas más antiguas fueron halladas en Uruk, Yedem Nasr, Kish y Tell Brak en el entorno de edificios de ámbito administrativo, religioso o comercial.
En 1936, A. Falkenstein publicó el primer estudio sobre estas tablillas y sus signos, catalogando hasta 891. Más adelante, H. J. Nissen reúne en su catálogo unos 1.500 signos. En las primeras tablillas, los signos que no eran impresiones se grababan con un punzón sobre la arcilla fresca; se hacía uso de esquemas rectilíneos dada la dificultad de marcar. Así se hizo hasta la adopción de una verdadera escritura, al tiempo que las necesidades de expresión demandarán el proceso hacia la fonetización.
A comienzos del tercer milenio se culminaría la escritura de las palabras con el fonetismo, transformando los ideogramas en fonogramas. A partir de entonces, la escritura cuneiforme se desarrolló y comenzó a perfeccionarse, disminuyendo el número de signos. El sumerio primero y el acadio después fueron las lenguas que conformaron la escritura.
La escritura cuneiforme tiene apariencia de cuñas o clavos y era escrita con un cálamo o estilo de caña o metal, de izquierda a derecha, sobre tablillas de arcilla de múltiples formas. Esta escritura sería adaptada por otras lenguas, como el eblaíta y el elamita durante el tercer milenio: el hitita, el luvita, el palaíta, el hurrita y el ugarítico durante el segundo; y el urarteo y el persa antiguo en el primer a. C. Pero en el curso del mismo milenio, con la introducción del alfabeto y el dominio creciente de otras lenguas, como el arameo, la escritura cuneiforme fue dejando paso a la cursiva.
Aparte de estas formas de escritura y como singularidad, los hititas y sus ilerederos luvitas hacían uso de unos signos jeroglíficos particulares; se fundaban en pictogramas de animales, objetos, partes del cuerpo y símbolos religiosos. Pero con la introducción del alfabeto lineal y la escritura cursiva vehiculada por la difusión general del arameo, el jeroglífico luvita desapareció. La difusión del alfabeto fue una nueva revolución cultural.
En la segunda mitad del segundo milenio, en Ugarit se desarrolló otro alfabeto para transcribir la lengua ugarítica. Asequible y sin problemas de aprendizaje, este fue acogido por todos. Con el alfabeto fenicio se escribiría el arameo, el hebreo, el moabit y el púnico, entre otras lenguas.
La universalización del alfabeto y la lengua aramea planteó un modelo sencillo a partir del cual otros pueblos desarrollaron sus propias escrituras, como la palmirena, nabatea, armenia, georgiana y algunas más.
Un mosaico de lenguas
La lengua más antigua es la sumeria y en su entorno se concibió la escritura sobre tablillas y el sistema cuneiforme. Es una lengua difícil, cohesiva y monosilábica. Los letrados iniciaron el proceso de derivación del cuneiforme y el fonetismo, pues era complejo expresar mediante pictogramas algo como por ejemplo nombres propios. En torno al 230 a.C., de los 600 signos empleados, únicamente 150 eran silábicos. Fue la lengua dominante de Mesopotamia durante el tercer milenio, luego quedaría relegada al papel de lengua culta, igual que ocurriría con el Latín del Medievo y Renacimiento.
Si el cuneiforme evolucionó fue gracias al partido que los acadios le sacaron al adaptarlo a su lengua. Después, Sargón impuso con su victoria sobre las ciudades estado sumerias la lengua de su nación: el acadio, es la más antigua de las lenguas semíticas orientales. Su rasgo principal es la triliteralidad de sus raíces: el significado de las palabras se halla en las tres consonantes que forman la raíz. El sumerio y el acadio se convirtieron en lenguas fundamentales en el mundo de los letrados, aunque existían otras lenguas, como el eblaita o el elamita.
Durante el tercer milenio, con el descubrimiento de Ebla, aparece el eblaita, asociado a los archivos de palacio. El elamita fue un sistema de escritura pictográfica e ideográfica propio (aunque algunos letrados usaban logogramas sumero-acadios), distinto al de Uruk, que pervivió desde la segunda mitad del cuarto milenio hasta la segunda mitad del primero. En la segunda mitad del tercer milenio los suso-elamitas adoptaron la escritura cuneiforme al elamita.
Del segundo milenio fue protagonista la lengua hurrita. Empleaban el silabario acadio pero la documentación importante se escribía en acadio internacional. La cultura hurrita pasó a los hititas y sirios (Amarna, Hattusa, Ugarit, Mari, Emar, etc.). La lengua hurrita era aglutinante, sin relaciones evidentes con el sumerio o el elamita y cuenta con textos e inscripciones escritos en el silabario cuneiforme del asirio de la época. Con el hurrita se relacionó la lengua de Urartu, estado de las montañas armenias, rival de Asiria.
La lengua hitita, por su parte, posee un gran archivo oficial hallado en la capital del Imperio Hitita, Hattusa. Los escribas adaptaron el silabario para escribir su propia lengua, que era indoeuropea. El sistema se adecuaba mal, por lo que es una lengua difícil de leer. Otras lenguas hermanas son el palaíta, el luvita, el cananeo, el amorrita y el ugarítico. La lengua hitita era partícipe de un mundo cultural peculiar, en contacto directo con otras culturas de Oriente y con sentimientos de un pueblo indoeuropeo, cuyos mitos alcanzarían el universo griego. Después, el arameo y el hebreo demostraron un gran espíritu cultural respaldado por la sencillez de su escritura. Con el tiempo, el arameo sería la lengua franca del Oriente hasta el latín y las lenguas parto-sasánidas. Cabe destacar también el persa antiguo del Imperio Aqueménida y el persa medio de partos y sasánidas.
En lengua aria hay una célebre inscripción, la de Behistum de Darío. Con el imperio de los partos aparecerá el pahlevi parto, con un alfabeto derivado del arameo. Existen inscripciones en óstraco, pero pocas. El sogdiano llegó a ser lengua franca del Asia Central.
Los escribas
Los artífices de la cultura y el pensamiento del Oriente antiguo fueron los letrados, un grupo complejo de persona expertas en conocimientos diversos, pero unidas, al fin y al cabo, por la escritura. Las gentes distinguían los distintos saberes y sus letrados. Los letrados son descritos como sabios, genios civilizadores, que enseñaron a lo hombres la escritura, las ciencias y las técnicas.
Convertirse en letrado o escriba no era sencillo. Se presupone que era una formación costosa, probablemente fruto de una decisión familiar, aunque existía la continuidad de las profesiones familiares entre generaciones. Había cierta dignidad y orgullo en esta profesión; los escribas eran admirados por su conocimiento.
Los jóvenes acudían a ‘la casa de las tablillas’ para aprender a escribir. Era una profesión tanto para hombres como para mujeres, como fue el caso de Enhheduanna. Probablemente la enseñanza era libre aunque también existía la docencia privada en las casas de los propios letrados. Y en los archivos de los templos y los palacios se llevaban a cabo los estudios más complejos. Quizá en el patio de la casa del maestro, como lo fue Ur-Utu, los alumnos se sentaban en el suelo y aprendían primero a hacerse sus tablillas, después a preparar los cálamos y por fin a escribir, practicando primero incisiones. El maestro escribía una línea y el discípulo copiaba debajo o atrás y también se impartían clases orales. Sus salidas, una vez dominada la escritura, la lectura y también la matemática, eran la administración estatal, los templos, el servicio de particulares o el ejercicio libre en las puertas de la ciudad. Después adquirían estudios de especialización con maestros importantes o escuelas reputadas, como las de Nippur o Abu Salabikh, o bibliotecas como las de Kalhu, Babilonia o Nínive.
Acabada su formación básica, las salidas profesionales no se limitaban únicamente a la ‘lista de profesiones de Uruk’, sino a saberes diversos. Con el tiempo se iba ampliando el número de personas capaces de hablar y escribir, al menos los documentos más sencillos relacionados con su profesión.
Un simple escribano público, Nabu-ahhe-erib, llegó a alcanzar la confianza del rey asirio Asarhaddon. La cima de la carrera lo formaban los llamados ‘gran escriba’. Los sacerdotes guardaban en sus casas archivos más allá de sus obligaciones.
Siglos después, la corte Asiria estaría formada en gran parte por letrados que mantenían fuertes rivalidades por alcanzar el favor real. Algunos monarcas parecen haber recibido verdadera formación de letrados, como Assurbanipal. Más tarde, bajo los sasánidas, príncipes reales y nobles aprendían a leer, escribir y contar… Incluso el rey Bahram Gor fue instruido por letrados persas y bizantinos y llegó a ser un rey poeta.
En ocasiones, los letrados dedicados a ciertos servicios reservados, exponían su vida, son los "mutir temi". En las guerras persas murieron muchos letrados pues su misión consistía en contar las operaciones acontecidas en el campo de batalla. Así debió ocurrir en la batalla en la que muriera Ciro o en Termópilas.
Bibliotecas y archivos en palacios y templos
La cultura y el pensamiento necesitaban entornos de sosiego y meditación, pues incluso la luminosidad del ingenio precisa de la calma del estudio a posteriori. En el Oriente Antiguo, la cultura y el pensamiento se creaban bajo la serenidad de los templos, en bibliotecas y en los archivos de los palacios y santuarios.
Los hallazgos de las primeras excavaciones en Oriente ocuparon los almacenes de diversos museos con cientos de tablillas en un estado muy deteriorado. Desconocemos cómo eran los archivos y bibliotecas pero podemos suponer que, en los lugares donde abundaba la madera, las tablillas se colocaban en baldas y, donde era escasa, se guardaban en nichos abiertos en el muro o en cestos y tinajas. Estaban ordenadas y clasificadas en las salas por temas. Utilizaban catálogos que relacionaban los títulos y existían indicaciones para ayudar a la localización. Sobre la parte visible se escribía el tema y la fecha de las tablillas contenidas. Esta descripción se la debemos a Ebla.
Entre los años 70 y 80 se descubrieron tres salas de archivos. En las dos primeras los textos estaban clasificados en estanterías de madera y en la sala de forma trapezoidal adosados al muro y en armarios de madera. Aquí se conservaba la documentación político-administrativa más variada que quepa imaginar.
De forma parecida han de estar los archivos de Mari y Ugarit o Nínive donde parece haber una verdadera colección digna de denominarse literatura. El trabajo de W.Andrae nos ha facilitado información sobre el ambiente letrado de Assur. En los años 80 se descubrió la biblioteca del templo de Shamash en Sippar con miles de tablillas y documentos diversos que están pendientes de estudio.
Un caso aparte: los eruditos
Los eruditos conservaban en sus viviendas auténticas bibliotecas y archivos privados. Son conocidos los de la ciudad hurrita de Nuzi y los de Assur, con 800 documentos de la casa de una familia de exorcistas y también el archivo de una familia de escribas.
En la ciudad de Sippar-Amnanum se encontraron en la casa del sacerdote Ur-Utu su archivo y biblioteca con tres mil documentos. Éste incorporó a sus funciones religiosas un puesto de prestigio en la administración de la diosa Annunitum, impartía clases en el patio de su casa.
Una de las ciudades con más archivos privados es Ugarit. En la casa de Rap’anu, notario y recaudador de impuestos, se encontraron textos mitológicos, listas de ofrendas y escritos en lengua ugarítica, acadia y sumeria. Destaca ‘el libro de sabiduría’ y un fragmento del Diluvio. Las tablillas estaban en lengua hurrita pero transcrita por el sistema alfabético ugarítico. Además, resultan de gran interés una tablilla con un sistema de notación musical muy complejo y dos documentos: el ‘Justo sufriente’ y ‘la Sabiduría’.
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