Athanasia y yo
Conocí a mi amiga Athanasia en mi primera casa como estudiante erasmus. He contado esa historia mil veces, pero siempre tengo ganas de contarla de nuevo y así poder recordarla.
Pues, yo había reservado una habitación por internet antes de irme de erasmus (y repito: no lo recomiendo). La casa esa estaba bastante lejos de todo y solo cerca de mi Universidad y de la playa. Pero justo mi primera noche en España, vino Athanasia a ver la casa con Elena. Una de las dos alquilaría la habitación que era libre en el momento. Ellas se conocían ya, porque durante el curso 2011-2012 estuvieron de erasmus en la Universitat Politécnica de Valencia y antes eran compañeras de Universidad en Larissa -una pequeña ciudad al centro de Grecia. Entonces, después de su erasmus en Valencia, decicieron de quedarse para hacer sus prácticas en el laboratorio de la Universidad Politécnica, con el programa Erasmus Prácticas. Por eso, estaban buscando piso. Han visto el piso y luego se fueron, diciéndonos que nos escribirían. Yo estaba muy sorprendida de la casualidad de conocer a unas griegas desde mi primer día en una ciudad del extranjero. Eso, los italianos o los alemanes, no lo entenderían, porque hay muchos estudiantes que van de erasmus, así que a lo mejor ven mucho a sus compatriotas. Pero los griegos no van tanto de erasmus y especialmente en Valencia. Así que cada encuentro fue una sorpresa.
Después de unos días, Athanasia me escribió por facebook, diciéndome que a lo mejor Elena vendría en la casa. El día que me escribió, vino a ver la casa un chico español y era evidente que quería alquilar la habitación. Yo le dije de responderme definitivamente esa noche, porque ya había otra chica que estaba interesada. Mi compañero de piso, que era también el propietario de esa primera casa, me preguntó que pensaba. Yo le dije que prefería una chica en la habitación libre, porque ya había dos chicos y sería mejor ser dos chicos y dos chicas, que tres con una, porque yo compartiría mi baño con la persona que vendría a la casa. Además creía que sería lo mejor para nuestra convivencia. El propietario estaba de acuerdo, pero me dijo que las chicas tendrían que respondernos pronto para ver que haríamos. Por eso, escribí un mensaje a Athanasia, diciéndole que nos tienen que decir algo. Athanasia me dijo que al final viviría ella en nuestra casa. Así empezo una amistad muy importante para mí que no solo viví durante de mi erasmus, sino sigo viviéndola.
Después de un mes en esa primera casa, no estábamos contentas. Primero porque estaba fuera de la zona universitaria y siempre teníamos que volver a casa solas, porque los demás de nuestro grupo de amigos vivían más o menos en el mismo lugar, cerca de Blasco Ibañez y además teníamos que caminar mucho para llegar en casa y eso no era algo que nos gustaba, especialmente por la noche. También teníamos otros problemas de convivencia que ahora ya no son importantes, porque sabemos que quizás en esta casa no lo pasamos muy bien, pero nos conocimos y por eso tenemos sobre todo buenos recuerdos de nuestras risas y conversaciones. Al final del mes, decidimos de irnos para vivir en algún piso en otra zona, no neceseriamente juntas, porque ya sabíamos que sería más difícil encontrar un piso con dos habitaciones libres y exactamente como lo queríamos.
La busqueda de casa no fue simple. Al contrario, era bastante difícil. Vimos unas casas muy viejas y conocímos a unas personas bastante extrañas que tenían sus propias ideas sobre la convivencia que no estaban las mismas que las nuestras. Así, seguimos nuestra busqueda. Después de tres días yo pude encontrar a una habitación. Estaba justo al lado de la plaza del Cedro, en un piso pequeño con dos personas más. Una semana después, Athanasia encontró también una habitación en un piso muy grande y muy barato en una esquina de Blasco Ibañez. Nos quedamos en esas casas todo el primer semestre, pero el segundo semestre, mis compañeros de piso encontraron a otro piso, de cuatro habitaciones, grande y bastante nuevo, en el mismo precio con el piso que teníamos hasta ese momento. Así, he propuesto a Athanasia de ir a vivir con nosotros y así seríamos compañeras de piso de nuevo.
Pero nuestra historia no termina en las mudanzas y las habitaciones. Athanasia y yo podíamos entendernos desde muy pronto, a veces con una frase o solo con una palabra, que para nosotros significaba una historia entera de que nos acordamos. Viajamos juntas a Munich y a Milán, fuimos a fiestas y botellones, sacamos incalculables fotos y grabamos vídeos graciosos, cocinamos haciendo experimentos con platos y postres, nos quejamos por nuestros problemas e inquietudes, vimos películas y series de televisión, bebimos demasiado té, bailamos y cantamos en casa o fuera de casa, analizamos todo lo que estaba sucediendo, comentamos sobre cada detalle de las cosas que nos interesaban, pero sobre todo respetamos el hecho de que somos dos personas muy diferentes: nuestra personalidad, nuestra filosofía y nuestras opiniones no son siempre las mismas (o casi nunca). Pero creo que esa fue una de las razones que esa amistad ha sido siempre sincera y real.
Tener que despedirme de Athanasia -ella tenía que volver a Grecia, porque sus prácticas ya se habían acabado, aunque a mi me quedaba un mes más- fue entre los momentos más raros de mi erasmus, porque ella estaba siempre ahí: sea en la misma casa o en otra, igual pasábamos la parte más grande del día juntas. Aún cuando ya habíamos hablado de todo y sólo nos sentabamos en el salón viéndo la tele o con el ordenador -también era suficiente.
Desde el día que volví a Atenas, todavía no he podido ver a Athanasia de nuevo, porque estamos en ciudades diferentes y tenemos horarios distintos. Sin embargo, estamos hablando mucho, sea por facebook, o por skype y teléfono -la distancia no ha podido cambiar nuestra amistad. Pero, sí, tengo ganas de ir a verla de nuevo lo más pronto posible!
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Comentarios (2 comentarios)
Anthony Power hace 11 años
Me encantó la historia, sigue así y ánimo!
Usuario Anónimo hace 11 años
Muchas gracias!