Viaje a Laponia organizado por la ESN con Timetravels - 3º parte
¡Hola, amigos! Bueno, aquí tenéis la tercera y última parte de nuestro viaje a Laponia. En el último post os conté lo que hicimos el tercer y cuarto día allí, ahora continuaré con el quinto día; hicimos una de las mejores excursiones que ofrece Timetravel.
Día 5: jueves
El jueves nos despertamos muy pronto, a las 7:00 tuvimos que coger un bus para así poder empezar el increíble tour a través de las tierras de Laponia. Comenzamos nuestra ruta hacia el norte de Laponia, y en el camino, hicimos varias paradas en distintos lugares para poder hacer fotos de los maravillosos paisajes. Al norte de Laponia, los campos llanos cubiertos de pinos desaparecían para dar paso a zonas más montañosas. En el camino, nos paramos en un precioso lugar situado entre montañas y junto a un gran lago para tomar algunas fotos, el paisaje era espectacular y además, hacía buen tiempo. Un cielo azul intenso y un sol precioso, aunque al principio, solo pensábamos en que nos dirigíamos a la cima del mundo. También hicimos una parada en un río que fluía sobre un canal de hielo, fue increíble ver como todo estaba totalmente congelado, excepto el agua.
Más tarde, hicimos una parada en un supermercado, donde nuestro guía nos recomendó que probáramos algo muy típico de Laponia. Creo que eran costillas calientes o algo así... Y nos lo comimos, según la tradición de Laponia, al aire libre sintiendo el frío. También compramos por recomendación de nuestro guía una bebida fría (no recuerdo el nombre) que bebimos más tarde en la sauna; es también una costumbre típica de Laponia, bebértelo mientras disfrutas pasando el rato en la sauna.
Por fin, llegamos a la frontera entre Laponia y Noruega para cruzarla. Desde el autobús, pudimos ver como el paisaje cambiaba y también pudimos ver muchos renos corriendo libres en la naturaleza.
A las 14:00 más o menos, llegamos a nuestra última parada: un pequeño pueblo de 200 habitantes llamado Bugoynes. El pueblo era muy bonito, con un montón de casitas de colores repartidas por todo el paisaje cubierto de nieve. Estaba claro que era un pueblo de pescadores, pero resulta sorprendente ver cómo la gente puede vivir en lugares tan altos. De hecho, antes de ir, no te imaginabas que la gente viviera aquí.
Cuando llegamos a Bugoynes, fuimos a un restaurante para probar una sopa de pescado típica de Noruega. Mientras estábamos sentados en nuestros puestos, un hombre muy peculiar que parecía salido de una novela, empezó a contarnos historias y curiosidades sobre la vida en Bugoynes. Se emocionó mucho al contar su historia y todos nos adentramos en ella, en silencio, simplemente escuchando.
La gente de Bugoynes es como una gran familia, apenas hay 200 personas, por lo que todos se conocen muy bien. El hecho de ser una gran familia tiene ventajas y desventajas. A veces, tienen algunas discusiones sobre cómo resolver algunos problemas, pero al final siempre encuentran alguna solución juntos. Como he dicho antes, Bugoynes es un pueblo de pescadores, y su economía se basa en la pesca y el cultivo del cangrejo rojo. Nos contó historias sobre lo felices que se sintieron cuando un día fueron a pescar con las tormentas marinas y consiguieron llegar sanos y salvos a casa. Además, mencionó lo importante que es el hecho de estar todos juntos cuando son una comunidad tan pequeñita; para poder cuidar y conservar el pueblo para que no desaparezca con el paso de los años. Nos contó también que una de las tradiciones más importantes de Bugoynes proviene de la gente de Finlandia, cuya tradición es la sauna. En Bugoynes la sauna es el corazón del hogar, las familias no discuten en la mesa como otras familias europeas, sino que prefieren discutir dentro de la sauna, porque así no tienen límites entre ellos, ni barreras; el señor nos dijo que esa era la mejor manera de encontrar una solución pacífica a los problemas.
Después de escuchar al señor, lo cual fue muy interesante, nos comimos la deliciosa sopa de pescado caliente con una taza de café. A los pocos minutos nos dirigimos al lugar de la sauna para comenzar la actividad en el océano Ártico. Primero, nos cambiamos de ropa y luego entramos a la sauna, éramos como unas 20 personas o más dentro de la sauna, era un poco agobiante para todos, porque la gente estaba sudando allí. Por suerte, para pasar el rato, decidimos tomar las bebidas frías que habíamos comprado antes. Cuando teníamos mucho calor, era el momento perfecto para empezar a correr hacia el agua, teniendo en cuenta que estábamos a -7 grados más o menos, y con los bañadores. Entonces salimos corriendo muy, muy rápido al agua y nos metimos al mar apenas por unos segundos, (algunos locos y valientes se quedaron más, pero yo no).
Fue muy impactante, podías sentir como si unos cuchillos entraran dentro de tu piel. Luego, corrimos rápidamente hacia la sauna (bueno, solo corrieron algunos, porque yo no podía, estaba tan congelada que ni siquiera podía correr). Lo hicimos como tres veces más o menos (los más valientes) porque está claro que no estabas obligado a hacerlo, algunos se pueden marear un poco porque el cambio entre el calor de la sauna y el agua fría se hace muy difícil. Pero ya sabéis, nadar en el océano Ártico es algo muy interesante, luego podéis decirle a todo el mundo que estuvisteis nadando en el océano Ártico, ¡en el océano Ártico! E incluso podéis hacer fotos para el Instagram y enseñar lo simpáticos que sois con todo el mundo.
Al finalizar el baño, iniciamos nuestro camino de regreso en el autobús a Saariselkä. También hicimos algunas paradas durante el trayecto... Desde el autobús, podíamos ver las luces del norte muy intensas, por lo que también nos paramos para verlas y disfrutarlas. Fue muy bonito, y también triste porque no teníamos mucho tiempo para verlas porque teníamos que volver a nuestro pueblo. Nos esperaba una bonita fiesta en un bar de hielo.
Llegamos a Saariselkä a las 21:00 y a las 22:00 teníamos que prepararnos para ir a la fiesta, un autobús nos llevó al lugar. Estuvo muy la fiesta, era al aire libre en un bar de hielo en Laponia, algo único, la verdad. Luego lanzaron fuegos artificiales para nosotros, y la mezcla de todo, hizo de este momento algo muy especial.
Bebimos y bailamos hasta que no podíamos más, ya que estábamos muy cansados de haber estado todo el día por ahí. Al día siguiente teníamos un duro viaje de regreso a Helsinki.
Día 6: viernes
El viernes tuvimos bastante tiempo libre toda la mañana, nuestro autobús salía a las 17:00. Así que, no nos levantamos muy temprano para poder descansar. De todas formas, nos despertamos sobre las 10:00 porque teníamos que limpiar nuestras cabañas antes de irnos. Los guías vendrían a comprobar si todo estaba en orden. Dejamos la cabaña a las 11:30 y cogimos el autobús, que nos llevó al centro del pueblo. Dejamos todas nuestras cosas en el autobús para disfrutar mejor de nuestro último día en Saariselkä.
Fuimos a un restaurante chino porque era el lugar más barato que encontramos, el resto de los sitios eran bastante caros y Muossi Grilli estaba cerrado. Así que fuimos allí y comimos todos juntos, porque fuera hacía un poco de frío.
Después de esto, decidí ir a una pista de nieve que estaba a dos kilómetros del pueblo y utilizar los trineos. Para subir a la cima de la montaña tenías que comprar un ticket para el telesilla, costaba unos siete euros por viaje, aunque si dices que viajas con Timetravel tienes un descuento y creo que es solo de tres o cuatro euros. En el telesilla, hay que subir la montaña con el trineo; mi novio y yo nos olvidamos de cerrar la protección de seguridad de la silla, pasamos un poco de miedo porque la silla tenía diez metros de altura. Una vez en la cima, tienes que encontrar el camino de los trineos y lanzarte hacia abajo. Debo reconocer que estaba un poco asustada, estaba muy inclinada y el trineo iba demasiado rápido, me caí como 10 veces durante el descenso. Aunque también sentí mucha adrenalina y lo disfruté muchísimo. Si vais a Saariselkä, tenéis que probarlo, porque sinceramente, fue una de las cosas más divertidas que he hecho nunca.
Esta fue la última actividad que hice en Saariselkä, a las 17:00 cogimos el autobús y no nos paramos hasta llegar a Helsinki (quiero decir, hicimos algunas paradas por el camino, pero muy cortas).
Día 7: sábado
Llegamos a Helsinki al día siguiente, a eso de las 9:00. Lo mejor del camino de vuelta fue que pudimos dormir mejor que cuando fuimos, porque estábamos más cansados. Después todo fue igual, subimos al ferry hacia Helsinki (dos horas) y a las 16:00 más o menos, cogimos el último autobús de Tallin a Riga. Finalmente, llegamos aquí alrededor de las 20:00, aunque con una sensación extraña, un poco tristes porque el viaje, que había sido increíble, había terminado, pero también felices porque todos habíamos vivido una experiencia única.
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