Maravillas arquitectónicas de ayer y hoy.
En Gante les gustan las obras. Una de las cosas más interesantes, y que pasan desapercibidas al visitante ocasional es el ayuntamiento. Es un edificio con dos partes. La parte antigua es típica de ayuntamiento antiguo, con sus estatuas de piedra y sus gárgolas y sus cosas medievales. Pero resulta que en la época de Napoleón, poco más o menos, decidieron que como había tantas bodas con tantos invitados, el cortijo se les quedaba pequeño, y proyectaron una ampliación del ayuntamiento. Y le preguntaron a Mesié el arquitecto: ¿debemos respetar las tradiciones clásicas?
“¡Les cullons! ”, dijo Mesié, “aquí se hace comme il sort de mes pelotes”. Y como le salió de las pelotas a Mesié el arquitecto se hizo la ampliación, con absurdas columnas negras que pegan menos en el centro de Gante que un plato de sopa en la comunión de Mafalda.
Sin embargo, esto de no seguir las tradiciones arquitectónicas en Gante se convirtió en una tradición. Y por Korenmarkt, en medio de las maravillosas iglesias de las que está orgullosa esta ciudad, están construyendo un… algo. Los propios belgas no saben lo que es. Se habla de una casa de la cultura barra parque barra aparcamiento. Lo que todos sabemos, porque se ve en el típico cartel con el diseño final, es que es horrendo. Y no pega absolutamente nada con el estilo de la ciudad. Y que han tenido peleas, por aquello de pasarse por el forro de los santísimos todo eso del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Mi humilde opinión es que el arquitecto había bebido demasiadas Westmalle. No le culpo, no.
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