Cuando te vienen a ver

Publicado por flag-es Kathia Cooper — hace 8 años

Blog: Shef-Field of Dreams
Etiquetas: Consejos Erasmus

Hace mucho que no escribo por aquí pero la ocasión lo requiere.

Cuando nos vamos de Erasmus, especialmente si nos vamos con la intención de estar fuera de nuestra casa durante más de cuatro meses, tenemos la expectativa de que alguien de la terreta se preste a hacerte una visita. Exactamente eso me sucedió la semana pasada, cuando mi mejor amiga decidió de improvisto pasarse por Inglaterra para encontrarnos por primera vez desde Navidad. No teníamos nada planeado pero Inglaterra tiene una compañía de autobuses llamada Megabus con la que es realmente fácil y barato viajar por todo el país (y si me apuras también por casi toda Europa, tiene viajes a París, Amsterdam e incluso Barcelona, y probablemente no te salga por más de treinta libras). Siendo así, decidimos irnos un par de días a Londres, entre otros motivos porque mi amiga, gran y fiel fan de Amy Winehouse, insistió en ver la casa en la que esta vivió antes de fallecer en 2011.

Como las vacaciones de Pascua empiezan aquí el 19 de marzo y terminan el 11 de abril, yo ya había ido a visitar Londres mi primera semana de vacaciones, ya que nunca había estado ahí. Me fui cinco días y, la verdad, si bien Londres es estupenda, no podría vivir ahí. Para una persona a la que una ciudad pequeña como es Valencia puede parecerle agobiante, Londres es el colmo de la exasperación. Evidentemente lo recomiendo si vas menos de una semana, aunque recomendaría también hacer menos turismo del que hice yo, porque acabas exhausto. No hay rincón londinense en el que no haya puesto los pies, y eso solo fue en cinco días. Trafalgar Square, Piccadilly Circus, Skygarden, London Eye, Covent Garden, Chinatown, Pub Crawl tour e incluso el de Jack the Ripper, que te pasean por todos los sitios en los que supuestamente encontraron a las víctimas. Una experiencia tan estupenda como exhaustiva. A raíz, pues, de mis cinco días de turismo intensivo a mí lo último que me apetecía era volver a Londres nada más y nada menos que una semana después, pero mi amiga insistió así que allí que nos fuimos. Por cierto, si vais a ir a visitar Londres, tened en cuenta que no podéis pagar en efectivo el transporte público, así que aseguraos de tener siempre cargada la Oyster card, que es el sistema de pago en Londres (incluso si vas de visita un día, te hacen comprarla, que son cinco libras, y cuando dejas la ciudad puedes ir a devolverla y te devuelven el dinero). Mi amiga y yo subimos a un bus y, si bien mi Oyster tenía suficiente dinero para el viaje, la suya no, así que tuvimos que bajarnos, buscar la parada de metro más cercana, recargar la Oyster y volver a la parada. Si esto ya es un agobio per se, imaginad ir con prisas para coger el autobús de vuelta a Sheffield. Lo mínimo que puedes hacer es cogerle algo de tirria a la ciudad de Sherlock Holmes.

Gracias a Dios todo salió bien, y cuando llegué a Sheffield vi la luz al final del túnel. Qué decir cuando ya le has cogido cariño a una ciudad que si bien no es la tuya se ha convertido en tal. Cuando estoy fuera de aquí y pienso en volver a casa no pienso en España sino en mi habitación en Walkley, y sienta tan bien volver a esas cuatro paredes que a veces se me olvida que es una residencia temporal. Después de pasar cinco días de turismo intensivo en Londres, y luego otros dos gratuitos con agobios incluidos, pensé: oh, qué maravilla, no tengo por qué volver a esa ciudad. Pero el destino es incierto y la vida es ironía, así que nunca os confiéis con hechos así. Guardad siempre la Oyster de recuerdo, aunque penséis que la vais a usar nunca más, porque el eterno retorno de Nietzsche es real, al menos, y al parecer, si hablamos de Londres.

Volvimos un miércoles y decidimos ir a Nottingham el jueves, porque uno de mis compañeros de piso es de allí, tiene coche, y yo me había agenciado un par de CDs de twenty one pilots, desde que mi obsesión con esa banda alcanzó su cúspide (y no la ha abandonado). Así que, con música, otros dos compañeros de piso y mi amiga, nos fuimos a la ciudad de Robin Hood. La ironía quiso que fuese allí, en la tierra del que robaba a los ricos para alimentar a los pobres, que a mi amiga, con aparentes pintas de burguesa, le afanasen la cartera que contenía la documentación para volver a España. De esto no nos daríamos cuenta hasta dos días más tarde, cuando intentando pagar online los billetes de tren a Liverpool, pues su vuelo era el domingo por la tarde desde allí, mi tarjeta no funcionaba y le pedí la suya. Fue en ese momento cuando nos catamos del hurto.

Bien, os voy a explicar qué tenéis que hacer si perdéis la documentación que necesitáis para volver a España en un país extranjero:

En primer lugar, no perdáis los nervios. O perdedlos pero al más estilo Jack Shepard: cinco segundos y ya. Todo tiene solución y si bien va a ser aparatoso cuando todo se solucione vais a tener una historia que contar. Como la que tengo yo ahora mismo. Lo primero que tenéis que hacer es denunciar el robo. Busqué en Internet cuál era la comisaría más cercana a mi casa, y cuando llegamos allí (en tranvía, en mitad de la nada, al lado de un estadio de fútbol y un polígono industrial), nos encontramos con que la comisaría no tiene atención al público. Así que tuvimos que volver a la ciudad y encontramos una bastante más cerca. Esto es un dato importante porque fiarse de Internet es, al parecer, un error el 50% de las veces. Una vez en la comisaría pones la denuncia explicitando que has perdido el DNI, el pasaporte o lo que sea que necesites para volver a tu país (es una faena, pero probablemente si tenías dinero o tarjetas de crédito tendrás que decir adiós), y ellos te dan una especie de resguardo de la denuncia con la que tienes que ir al consulado español para pedir un nuevo DNI (si es que te sobra el tiempo) o, más probablemente, un salvoconducto temporal que te permita volver. No queremos convertirnos en Tom Hanks. 

Buscando en Internet vemos que había un consulado en Liverpool, lo cual nos venía estupendamente porque su vuelo era desde ahí. Menos mal que el sábado por la noche a la madre de mi amiga se le ocurrió la posibilidad de que no abriese los domingos, así que a fuerza de buscar el horario y de llamar nos enteramos de que no era un consulado, sino una especie de bufete de abogados españoles o alguna movida igual de extraña. Exijo desde aquí que eliminéis Liverpool como ciudad con consulado español porque es engañar a la gente, y vi que la ciudad de los Beatles era una opción en un mínimo de cinco websites. Llamamos al consulado de Londres y nos dijeron que por localización, el consulado que más cerca nos quedaba era Edimburgo, ya que Sheffield se encuentra en el norte de Inglaterra, pero se ve que el señor le notó el nerviosismo histriónico a mi amiga y le dijo que se fuese a Londres. Cuando digo nerviosismo histriónico digo que le llegó a llamar tres veces en media hora. Así que nada, adivinad quién tuvo que volver a Londres.

Esta vez, gracias a Dios, íbamos un poco más relajadas, ya que no íbamos a hacer turismo sino a hacer frente a la burocracia. Además, en el consulado todo el mundo habla español, y como mi amiga no se defiende especialmente bien con el inglés fue un enorme alivio para ella poder expresarse con normalidad. Salimos desde Sheffield a las 3 de la mañana en un autobús que poco más y es Arendelle, y llegamos a Londres a las 8. El consulado quedaba a menos de quince minutos andando desde la estación de buses, en Victoria, y cuando llegamos allí nos hicimos amigas del guardia de seguridad. Nivel mi amiga tiene su número de teléfono. Un encanto de persona, la verdad. Se hicieron tan colegas que cuando volvimos a por el salvoconducto (porque tienes que entrar, rellenar papeles, y luego esperar un par de horas a que la policía de España responda), se tomó la libertad de meterle el miedo en el cuerpo haciéndole pensar que habían rechazado su demanda porque salía con cara de terrorista en la foto de carnet. Que esa es otra, por cierto: para pedir el salvoconducto debes llevar la denuncia del robo o pérdida, el resguardo del vuelo y dos fotos de carnet. Mi amiga tuvo que hacérselas en Sheffield y aquello parecía el mugshot de Lindsay Lohan.

Alquilamos una habitación con Airbnb en East Croydon, a veinte minutos de Gatwick (ya que su vuelo salía desde allí), y como lo de visitar la ciudad quedaba descartado dada nuestra ya asentada tirria al lugar y por no haber dormido nada, nos fuimos directamente ahí y dormimos hasta el día siguiente, cuando nos levantamos a las siete para ir al aeropuerto con tiempo de sobra, ya que su vuelo salía a las 11.45. No hubo ningún problema a partir de ahí; desayunamos en el aeropuerto y me despedí de ella cuando ya no podía acompañarla más allá del control de seguridad.

A decir verdad, esta última vez fue la vez que más disfruté Londres. Mi autobús de vuelta era a las 13.30 así que todavía tenía tres horas por mi cuenta. Cogí el tren de vuelta a Victoria, me puse mi música y me paseé por las tiendas de la estación hasta sentarme en un café a cargar el móvil. Café en el que, por cierto, conocí a un chaval de Birmingham haciendo lo mismo que yo porque el ticket de bus es una captura de pantalla del e-mail de confirmación, así que es necesario tener el móvil con suficiente batería. Si bien la ciudad es exhaustiva, y hay quien da a entender que la gente de Londres es impersonal, tengo que decir que conocimos a mucha, mucha gente, y toda esa gente fue increíblemente amable con nosotras (y cuando digo mucha gente quiero decir que en cuatro días igual conocimos a veinte personas). 

Así que bueno, qué decir. Ha sido un Easter break cuanto menos movidito. Si venís de Erasmus a Inglaterra cataos del tema de Megabus, porque visitar el país nunca está de más. Si bien la experiencia fue agridulce no dejo de recomendar Nottingham (tiene parques grandes y preciosos, una cafetería en la que puedes jugar con gatos, y ciervos a puntapala) e incluso Londres, aunque esta última hay que tomársela con calma.

Dejo algunas fotos de la estadía de mi amiga en tierras británicas.

¡Gracias por leerme!


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