Consejos para no morir de nostalgia

Ayer me dí cuenta de que tengo más de cuatro meses viviendo sola, en un país extraño y que, extrañamente, he sobrevivido. No solo he sobrevivido, sino que me la he pasado genial. Antes de venir, específicamente la noche antes del viaje hubo sangre, sudor y lágrimas en mi casa, y trataba de encontrarle sentido al hecho de que pasaría casi un año sin mi familia y no veía manera en la que pudiera acostumbrarme a eso. Estuve hablando de esto con Lucija, y de lo mal que se sentía por no estar emocionada por su vuelta a casa, como si fuera una mala hija o mala amiga -lo normal sería sentir al menos un poco de alegría de saber que volverás a ver a tus seres queridos-. La entendí. A veces me siento igual: yo pasándomela en grande aquí, comiendo salmón y viajando, mientras mi familia no tiene leche ni café ni azúcar -sí, cosas de Venezuela-.

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Llegué a la conclusión de que hasta los más consentidos pueden sobrevivir acostúmbrandose al sentimiento de extrañar, hasta el punto en que te olvidas de echar de menos. Incluso "las niñas de su casa", como yo, somos egoístas, podemos vivir sin todo eso que constituye nuestra vida. Nos adaptamos a cualquier ambiente y a cualquier circunstancia. No sé si esto aplica todo el tiempo, pero estando de Erasmus, simplemente pasan tantas cosas que no tienes tiempo de lamentarte por lo que dejas atrás. Estando aquí descubro cosas nuevas de mí cada día. ¿Cuándo me iba a imaginar que, con lo torpe que soy, viajaría sola y me cocinaría y haría diligencias y saldría de fiesta con grupos distintos? Nunca pensé que estaría tan cómoda fuera de mi zona de comfort. Evidentemente, no es porque yo sea especial: Erasmus tiene ese efecto en la gente. Tan ocupada estoy conociendo y asimilando lo que aprendo, que han pasado más de 130 días desde que estoy aquí y no me he convertido en una lágrima gigante o desintegrado en moléculas de polvo. Es un mecanismo de defensa de los seres humanos: no podemos estar tristes por mucho tiempo, nos movemos hacia adelante incluso cuando nuestras raíces nos llamen.

No es que no extrañemos a nuestra familia: hablar por skype con ellos, y ver la casa y la comida y discutir de las cosas que discutiríamos si yo estuviera allá son cosas que me sacan lágrimas sin importar la frecuencia con que lo repita; pero al colgar, al hablar con Julia y Sonia, al ir su cuarto comienzo a distraerme y dejo de sentir que la única vida posible está en Venezuela. Somos ambiguos; en un momento daríamos cualquier cosa por regresar un par de días y ver a nuestra gente y luego nos horrorizamos ante la idea de que quedan pocos días para que acabe todo. Son las contradicciones de Erasmus.

Yo creo que es la gente. Sentirte querido, sentir que tienes un lugar, es lo que te hace pertenecer; no el idioma ni el pasaporte. Es el cariño.

Por supuesto, en mi caso, el desapego se facilita por el hecho de que no extraño la inseguridad y las injusticias sociales de Venezuela. No extraño la mediocridad del gobierno ni los posters con los ojos de Chávez en cada esquina. No me hacen nada de falta la escasez y la inflación. No extraño hacer horas de cola en un supermercado para comprar harina.

Pero familia y amigos, cuando lean esto no quiero que armen un drama diciendo que no los extraño, que no los quiero; pienso tanto en ustedes que me parecía inexplicable poder estar feliz y triste al mismo tiempo y tenía que dedicarle unas líneas a esta cuestión. Y ahora que lo hago me pongo a pensar en todo lo que extraño y que ni el cariño de mis amigos ni las ciudades preciosas de Europa podrán borrar de mi mente. Sólo por si lo dudan, les cuento lo que es estar lejos, lo que es querer algo que no puedes tener. Extraño las arepas de mi mami, por supuesto. Es increíble la manera en que la comida nunca deja mi mente. Quiero un buen aguacate y unas tajadas del el mango y las cachapas y el queso blanco y los jugos naturales y las empanadas y últimamente tengo antojo de mamón; incluso extraño cosas que no sabía que me gustaran como el dulce de lechoza. Y pienso en el pisto y la tortilla española y las quesadillas y los pierogi y el salmón y entonces una arepita frita me parece un plato gourmet. Cambiaría todos los frapucchinos de Starbucks por un café con galletas de mi casa.

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Extraño las canciones de la misa en español y el olor de El Placer cuando voy a clases por la mañana. Extraño ver series con mi hermana y reírme de ella y poder consultarles mis dudas a mis padres en el momento en que surgen. Por muy geniales y cultos que sean mis amigos europeo... cómo extraño el sentido del humor venezolano. Incluso cuando nunca he sido de groserías, extraño las palabras: los "marico", "la vaina esa", "que arrechera". Los "joder! " y los "de puta madre" de los españoles no se comparan con el amplio léxico venezolano. Extraño el exceso de confianza, la picardía, la viveza. Extraño poder estar en camisetas y shorts todo el año. Exraño las largas conversaciones con mi mamá y mi tía y mi hermana y mi prima, donde criticábamos a todo el mundo; donde nunca nos cansábamos de ciertos temas de conversación y que siempre estaban acompañadas de un nuevo invento de mi prima -comida, de nuevo-.

Extraño las caminerías de mi universidad, los edificios y los salones y el desafío que supone estudiar en ellos. Extraño estar ahí para explicarle a Nani cuando lo necesita. Extraño el San Ignacio y Paseo el Hatillo y Las Mercedes y Las Américas y el Hyper Jumbo y las salidas a beber algo con mi gente.. ¡Cómo extraño el Ávila y mi Cordillera de la Costa!, levantar la vista y ver una montaña. Extraño el caos de Caracas, las publicidades, los edificios altos, las autopistas, la vorágine de gente, especialmente cuando en Cracovia el edificio más alto tiene 15 pisos -que, por cierto, son los dormitorios de la AGH; el mío, entre ellos-. Todavía no conozco a mi nueva prima, Antonella, y no estoy ahí para ver a Sarah con su nuevo teléfono y a Ana Valeria hablando como una lorita. Extraño los colores, los olores, los sabores y los sonidos de Venezuela.

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A pesar de que suena muy deprimente, no lo es. Es genial tener algo que extrañar, hace la vida más compleja. Saber que tienes todo eso esperándote hace que la perspectiva de volver no sea tan mala. Es tener los pies en el paraíso y la cabeza... también en el paraíso. Extrañar cosas que sólo tu conoces -tristemente, por ahora soy la única venezolana de Erasmus en Cracovia- te hace interesante.

Parece una contradicción, y lo es. Es querer que toda tu vida sea un Erasmus y al mismo tiempo incluirle el sabor de tu país. Supongo que ese será la gran meta de mi vida luego de que mi tiempo aquí termine... y de todos lo que hemos vivido esta experiencia. Es sentir que sigues adelante al mismo tiempo en que sientes todos los síntomas del despecho.

Pero bueno, luego de marearlos con mi propia nostalgia les cuento unas cositas que me han ayudado a superarlo en los pocos momentos en que ha sido insoportable; incluso si parece muy evidente, las cosas sencillas son precisamente las que nos ayudan más:

  1. Rodéate de amigos. Especialmente un grupo constante y cercano, pues son ellos los que suplen ese amor de familia que tanto necesitamos. Pero también trata de salir con gente distinta,. En Erasmus la gente no es celosa, tus amigos entenderán si un día te vas con otro grupo. La variedad te mantendrá en vilo y evitará que pienses en cosas que te pongan triste.
  2. Evita la rutina: Hay un momento en el Erasmus en que todo te da flojera. Crees que conoces todos los clubes y todos los sitios de interés, así que te quedas en casa todo el día. ¡No lo hagas! No conoces todos los sitios de tu ciudad, siempre hay algo nuevo: algún bar, algún café, algún parque o incluso Centro Comercial ¡Descúbrelos!
  3. Sal de día: Los erasmus tenemos una vida nocturna muy activa, lo que quiere decir que pasamos la noche de fiesta y nos despertamos a las 2 de la tarde y si estás en Cracovia, la luz del sol se va a las 4 o antes. Para mi fue muy impresionante la primera -y única vez- que me salté la luz del sol y no saben lo triste que fue. La luz del sol da alegría y es buena para la salud. ¡A despertar temprano y salir a pasear!
  4. No dejes de hacer las cosas que te gustan: El ritmo de Erasmus es una corriente tan fuerte que luego de tanto salir y viajar, llega un momento en que te das cuenta de que tienes tres meses sin leer, sin ver pelis, sin escribir o sin ver tus series favoritas. Son pequeñas cosas que te conectan de alguna manera con tu vida en tu país natal y que te distraen en esos momentos en que la nostalgia ataca. Los hobbies son buenos para la mente ¡No los pierdas!
  5. Cocínate tus platos: Una de las cosas que más extrañamos es la comida de nuestros países; pero esto es remediable. Por supuesto, las cosas nunca nos quedarán como a nuestras madres, tías y abuelas pero podemos intentarlo y hay muchos beneficios en esto. Te distraes buscando los ingredientes que no se consiguen o pensando en cosas para sustituirlos, matas el antojo y mejoras tus habilidades culinarias.
  6. Habla diariamente con tu gente: aunque sea un par de mensajes al día. Trata de no perder el contacto completamente, no te quita mucho tiempo mandar un mensaje de buenos días o buenas noches, no tienes que skypear durante dos horas. Ese contacto leve te ayudará a no extrañar demasiado, sentirás que de alguna manera estás ahí y harás muy feliz a la gente que te quiere. Esto es importante. No olvides que lo que para tí es una aventura, para ellos significa tu ausencia. Mientras tu viajas y te diviertes ellos siguen con su vida pero sin tí en ella. No digo que sean infelices ni nada, pero los que dejas atrás no están de Erasmus y te extrañan lo mismo que tú a ellos. Ayúdate tú mismo y alegra a los que se preocupan por tí.
  7. Limpia tu cuarto: Si, como suena. Pon música muy alta y ten una cita de limpieza con tu roomate. Tienes que hacerlo de todas maneras así que hazlo divertido y distráete haciendo algo necesario. Lo mismo aplica con todas esas cosas molestas que tenemos que hacer.

Tal vez seas de esos afortunados que no tienen ataques de nostalgia y si es así, espero con ansias leer una entrada diciendo como lo logras. Aunque aún pudiendo evitarlo, prefiero extrañar que olvidar.

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Comentarios (1 comentarios)

  • flag-ve Ana Silva hace 8 años

    ¿Hola como estas? Me imagino como debe sentirte, no he viajado fuera de vzla pero si he llegado a pensar de como me sentiría estar en otro país, un lugar diferente. De solo imaginarmelo como sería me da crima xD
    Bueno, me alegra encontrar a alguien de vzla que viajó con Erasmus. Yo estoy interesada pero ¿por donde puedo solicitar la solicitud? me podrías ayudar por favor. Es que me meto en inter y me sale muchas páginas de erasmus :/
    -Saludos desde acarigua. :)

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