Buscando vivienda: desafío de viajeros
Las fotos son hermosas y recolectas anécdotas únicas . Muchos te van a escribir diciéndote que ellos desearían estar en esa playa, en esa ciudad y viviendo la aventura que vos estás viviendo. Eso siempre me pasó mucho cuando todos veían que estaba viviendo en Rio para los Juegos Olímpicos 2016 o cuando pasé el mágico año nuevo en Copacabana. Y, claramente, me sigue pasando hoy en día cuando la gente me pregunta cómo llegué a vivir a París y qué estoy haciendo acá.
Sí, era el año 2016 y yo vivía en plena Copacabana, a unas cuadras de la playa y de fiesta en fiesta. Pero lo que no muchos sabían es que detrás de toda esa alegría tuve muchos, muchísimos desafíos. Todo empezó por la falta de dinero. Me fui sin tener idea de nada, sin saber el idioma y con expectativas muy poco realistas. La realidad me pegó un poco duro. El primer mes, si bien todo era playa y no tenía responsabilidades, las cosas no estaban fluyendo mucho para mí.
Primero llegué con el plan de ser voluntaria en un hostel (intercambiar unas horas de trabajo por una cama para dormir) pero mi rumbo cambió ya el primer fin de semana. Llegué al hostel previsto, pero todo parecía indicar que no iba a estar bueno quedarse. Por lo que me mudé a una casita alejadas de la ciudad, en Recreio dos Bandeirantes. Ahí pasé una noche y al otro dia terminé mudandome a Copacabana a un departamento super bien ubicado pero un poco alejado de mi presupuesto donde compartía con otras chicas argentinas.
Primer desafío. La plata se iba gastando y no tenía entrada de dinero alguna. El tiempo siguió pasando y la situación se ponía más tensa. Teníamos problemas de convivencia (éramos cuatro chicas con personalidades muy diferentes viviendo en el departamento. Una amiga de una amiga se había mudado con nosotras también, y realmente nadie estaba focalizando la energía en buscar soluciones a nada, sino que más bien nos sentíamos sumergidas en un mar de limitaciones: no tener plata, no tener empleo, no tener conocimiento del idioma.
Al segundo mes, si bien las complicaciones seguían, comencé a poner el foco en esas soluciones para hacer un giro necesario: me propusimos salir adelante como sea. Pagar un departamento ya estaba fuera de mi alcance y más aún con el hecho de que dos de las chicas se iban a mudar. Decidí volver al plan A y buscar hostel donde hospedarme.
En una tarde entera recorrí Copacabana, Leme y Botafogo buscando hostel. Pagar una habitación mensual era tan caro como alquilar un departamento y los voluntariados eran escasos, ya nadie estaba buscando incluir personas a su staff. Cuando llegué al último hostel, que estaba en una calle en subida, me di por vencida y pensé que si todos nos habían dicho que no en este lugar probablemente sucedería lo mismo.
Volví a casa sin saber qué que hacer pero al otro día una amiga de una de las chicas que vivía conmigo me mandó un mensaje diciendo que sabía de un lugar donde buscaban voluntarios. Me pasó el teléfono de una de las dueñas y coordinamos una entrevista para el día siguiente. Para mi sorpresa era ese último hostel, al cual no subí el día anterior, en donde buscaban voluntarios.
Fui a hablar con Adriana, una de las dueñas, y ella me dijo que necesitaban una persona para trabajar en la recepción a cambio de poder vivir en el hostel sin costos. Sin pensarlo acepté y así empezó mi próximo capítulo: la vida en el hostel.
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