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Zoo Zürich


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Un zoo muy grande que debe mejorar en algunos aspectos

Publicado por flag-es Laura Muñoz Fernandez — hace 6 años

Uno de los lugares destacados que te aparecerá si buscas: “¿qué hacer en Zürich?” es su Zoo.

No es que yo sea muy fan de los zoos, pero en nuestra visita a Zürich tampoco teníamos muchas cosas planeadas así que decidimos pasarnos por el zoo una mañana.

¿Cómo llegar?

Para llegar al zoo, nosotros cogimos el tranvía. Tuvimos que coger dos porque íbamos desde una zona que no tenía conexión directa, pero el tranvía que te deja en el zoo es el de la línea número 6, de color naranja. La parada es la última (creo), y se llama Zoo, así que no hay manera de confundirse.

Horarios

El zoo abre todos los días de la semana desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tarde.

Precio

El precio de las entradas varía en función de la edad. Para los mayores de veintiún año cuesta veintiséis francos suizos (26 CHF), para los jóvenes entre dieciséis y veinte años cuesta veintiún francos suizos (21 CHF), y para los más pequeños cuesta trece francos suizos (13 CHF). Los menores de seis años entran gratis, y como siempre, creo que hay otro tipo de ofertas y precios especiales que se pueden consultar en la página web.

Experiencia

El zoo es gigantesco, o por lo menos a mí me dio esa sensación. Nada más entrar a la izquierda había un lago con pingüinos, fue super gracioso verlos. Lo cierto es que nunca antes había visto un pingüino y me hizo mucha gracia la manera en la que se desplazaban todos a la vez y mirando hacia arriba, como si se tratara de un pelotón. A continuación, llegamos al estanque de los patos, y otras aves bastante parecidas a estos (perdonad la ignorancia). Además, se podía ver a alguna cigüeña, en lo alto de un árbol, sentada en un nido enorme. También había algún que otro pavo real paseando por ahí, y a pesar de su belleza, no me sorprendió tanto ya que estoy demasiado acostumbrada a verlos bien de cerca.

Después de contemplar en el estanque a las mismas aves que, en realidad, se pueden ver en el gran lago del centro de la ciudad, seguimos nuestro recorrido por el zoo que también hay que decirlo, es un poco un laberinto. No estoy muy segura de qué fue lo que vimos después, pero sí se me quedó grabada en la cabeza la imagen del tigre que vimos. Ya se que los zoos encierran a los animales, pero me dio mucha pena ver las condiciones en las que tenían a aquel pobre tigre. Por lo menos cuando yo fui, estaba solo encerrado en un terreno bastante pequeño que no le permitía ni echarse unas carreras. Además, el pobre no paraba de dar vueltas alrededor de su “jaula” y no sé, a mí me dio la sensación de que ese no era lugar para que un tigre viviera. 

Un zoo muy grande que debe mejorar en algunos aspectos

Con los osos, sin embargo, no tuve esa sensación. Tenían muchísimos árboles y juguetes en los que tirarse todo el día, y además, no era solo un pobre oso aburrido todo el día, sino que había muchos: dos más grandes y otros cuatro o cinco que eran al parecer sus crías. Ver a los osos sí que fue más divertido, observar como jugaban y se acariciaban entre ellos, me recordó un poco a Baloo en el libro de la selva.

Luego fuimos al terrario de las tortugas y yo aluciné. Era perfectamente consciente de que las tortugas viven muchos años y de que hay tortugas muy grandes. De hecho, he visto tortugas bastante grandes a lo largo de mi vida, pero nunca había visto algo del tamaño de aquel animal. Aquí os dejo una foto:

Un zoo muy grande que debe mejorar en algunos aspectos

¿Enorme eh? Cuando la veía abrir la boca para morder la comida, pensé en que me sentiría más expuesta y más en peligro encerrada con una tortuga como esa, que con el osito gordo bebé que acabábamos de ver jugando con sus hermanos.

Mi parte favorita no pudo haber sido otra que la zona de los simios. Me parecen unos animales tan inteligentes, tan ágiles y sobre todo, tan tan parecidos a nosotros, que a veces me da miedo. Los primeros que vimos eran más juguetones y graciosos, parece que les gustase llamar la atención a todo el curiosos que se asome al cristal. Estaban todo el rato moviéndose de un lado para otro, haciendo volteretas y enseñando el culo.

Un zoo muy grande que debe mejorar en algunos aspectos

Junto a estos, había otros mucho más tranquilos, que no se movían ni aunque se les cayese el techo encima, y justo a continuación los chimpancés. Ay, lo que me gustan a mí los chimpancés. En la pared se podía leer el nombre de todos los miembros de la familia y me resultó muy interesante la manera en la que se relacionaban entre ellos.

Lo bueno de los chimpancés, es que normalmente interactúan con los visitantes del zoo. En esta ocasión, no lo hacían tanto como en otros zoos que he visitado, pero aun así, te podías sentar junto al cristal y alguno se sentaba junto a ti, te miraba e incluso te ponía la mano en el cristal. Siempre me ha fascinado tanto la manera en la que intentan relacionarse con nosotros… si es que en el fondo somos muy iguales.

También vimos como una mamá cuidaba de su hijo, y eso también me gustó mucho verlo, ya que nunca antes había tenido la oportunidad de ver algo parecido.

Pues bien, la madre se iba al suelo, cogía toda la paja (u otro tipo de hojas) que podía con los pies, y la subía hasta una especie de cama/columpio que había más arriba colgada de un tronco. Una vez que había colocado toda la paja en la cama, para que fuera bien cómoda, buscó al hijo, le empujó para el culo y lo obligó a agarrarse a su cuerpo para poder transportarlo hasta la cama que había preparado previamente. En fin, una escena que perfectamente podría haber estado protagonizada por humanos.

Después de ver a los simios, entramos en otra zona donde había pájaros de colores muy llamativos. En la puerta había tarritos de comida para darles a los pájaros. Cada tarro costaba dos francos suizos y yo, que no me pude resistir, compré uno. Al principio muy bien, los pájaros muy simpáticos, hasta que uno tuvo que picarme. 

La verdad es que parece que los tuvieran hambrientos, porque en cuanto entré con el tarrito de comida todos vinieron volando a mi brazo, a picotearse unos a otros y a lanzarse como locos a por la comida.

Los últimos animales que vimos en nuestra visita fueron los elefantes. Tampoco me gustó mucho la idea de que estuvieran en un sitio cubierto, pero bueno, al menos eran muchos. Aquí también había una mamá y un hijo, y de nuevo, presencié una escena muy pero que muy tierna.

Resulta que el elefantito pequeño bajó como una especie de escalera, pues bien, cuando este decidió que ya era la hora de volver con mamá, no podía subir por donde había bajado. Ay, si llegáis a ver al pobre animal dando todo de sí para subir sin éxito, rodando su panza por toda la tierra y manchándose entero… ¡un verdadero espectáculo! Así que mamá elefante tuvo que ir en busca de su pobre hijo que andaba metido en problemas. La mamá bajó adonde estaba el pequeño y lo empujó con fuerza para que este pudiera alcanzar la altura a la que tenía que subir. Aun así le costó bastante, pero finalmente lo consiguió. Lo gracioso es que parece que no es la primera vez que hace algo así, porque buscando en youtube encontré un video en el que el mismo elefante se cae al mismo sitio, y tuvieron que ir dos elefantes más grandes en su ayuda.

Evidentemente, no he nombrado a todos los animales que vimos porque la lista se haría interminable, pero por supuesto, había otros como búhos, panteras, camellos (o algo parecido), ciervos, mapaches, tejones, etc.

Además, en el zoo están construyendo una nueva zona en la que va a haber jirafas próximamente. Si no recuerdo mal, creo que ponía en el cartel que esta iba a ser la primera vez que venían las jirafas a Zürich o Suiza desde hace sesenta años o algo así.

Galería de fotos


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