Viernes noche
Ayer comenzó como un día de lo más tranquilo. Por la mañana tuve una reunión con la vicepresidenta de ESN (Red de Estudiantes Erasmus, os sonará) para comprar un regalo de Navidad para otra sección de REE. Algo tipo amigo invisible, cada sección le compra un regalo de Navidad a otra, pero esa sección no sabe quién le hace el regalo. Así que compramos bombones y souvenirs en Zadar.
Luego volví a casa y en lo que quedaba de día apenas me moví del sofá. Estuve traduciendo un texto que tenía de deberes, perdiendo el tiempo en Facebook, escribiendo correos, etc. Después de tanto trabajar y estar en Facebook, al fin tuve que levantarme para hacer la cena para mi compañera de piso y para mí. Fui a la tienda y entre otras cosas compré palomitas porque pensé que sería una noche tranquila viendo una película o una serie. Qué equivocada estaba.
Mi compañera y yo estábamos sentadas en el sofá sin hacer nada cuando me mira y me dice: «Dice Ante que en una hora viene para acá y que trae vino». Ante es el amigo de mi compañera, yo solo lo había visto una vez (bueno, dos, pero la primera vez fue que se asomó a mi habitación mientras yo dormía, así que no cuenta). Pensaba que estaba de broma, pero iba en serio, que venía con alcohol y un amigo. No teníamos pensado salir porque estábamos peladas de pasta, pero bueno, hay que adaptarse a las circunstancias. Está muy feo decir que no a un invitado, especialmente si trae vino.
Nos cambiamos a algo más apropiado que el pijama y los chicos llegaron con un par de botellas de vino y otra de medica (un licor de miel croata muy fuerte). Entonces empezó la fiesta.
Alcohol, música en YouTube, una guitarra, risas, cantar a pleno pulmón (estoy esperando las quejas del casero) y luego salir de fiesta. Había un concierto de música folk en el bar Hitch, así que por supuesto allá que fuimos. Ivana y yo estuvimos bailando como locas, no porque nos gustara especialmente la música, sino más bien porque estábamos en plan «hemos venido a hacer el tonto». No sabíamos ni quién cantaba, con nosotras mismas teníamos suficiente diversión.
Después fuimos al bar Maraschino y allí Ivana y yo fingimos (otra vez) no ser croatas. Ella era Sofia de Rusia y yo Brigitte de Francia. La última vez que salimos hicimos lo mismo y fue graciosísimo. Al parecer a los chicos de Zadar les encantan las extranjeras, se nos pegaron como lapas. Lo más gracioso es que solo estábamos quedándonos con la gente, así que nos inventábamos historias y cada vez las contábamos de manera distinta. A veces somos como niñas pequeñas.
La cosa es que cuando fuimos a Maraschino anoche, estaban poniendo canciones croatas, así que nos acercamos al DJ y le preguntamos en un inglés horrible si podía poner algo de electro house, o al menos algo en inglés, que no entendíamos las canciones croatas. El DJ no estaba muy por la labor y siguió a lo suyo. No sé si fue porque las canciones eran muy buenas o porque estábamos de buen humor, pero se nos hacía difícil fingir ser extranjeras y no ponernos a cantar.
Cuando Maraschino cerró, fuimos a casa de Ante a por Nutella porque lo más normal del mundo es que te apetezca Nutella y seguir bebiendo a las seis de la mañana. En el coche la Nutella empezó a desaparecer, pero conseguimos que aguantara hasta volver a casa. Allí, a esas horas de la mañana, estuvimos en la mesa comiendo pan con Nutella, bebiéndonos lo que quedaba de medica y hablando de cosas de las que solo pueden hablar los que llevan toda la noche de fiesta. Ante se sintió lo bastante cómodo como para ducharse y pasearse en calzoncillos, se había tomado lo de sentirse como en casa bastante literal. Mi querida Ivana se duchó después y se tiró horas ahí dentro porque, como nos contó más tarde, se quedó durmiendo. Además, supongo que se cayó en la ducha porque esta tarde tenía un moratón en la pierna. Ay, Ivana, Ivana...
Por fin, una o dos horas más tarde, nos fuimos a dormir. Ivan (el otro chico, el amigo de Ante) se tenía que levantar en dos horas para ir a recoger olivas con su familia. Yo también me tenía que levantar en dos horas para ir a la oficina de correos y mandar el regalo de Navidad. Y lo que es peor, había quedado con Marija, la vicepresidenta, frente a la oficina de correos. ¿Y qué pasó? Pues que puse la alarma, pero mi móvil se quedó sin batería y no sonó. Cuando me desperté ya eran las 10:20, cuando había quedado con Marija a las 10:00. Me sentí fatal. La pobre llevaba 20 minutos esperándome. Así que le dije que estaba en un atasco y que no se lo había podido decir porque me había quedado sin batería. No se enfadó, aunque querría que lo hubiera hecho porque estaba en todo su derecho. Me sentí y me siento fatal por eso, se lo tengo que compensar de algún modo.
La siguiente cosa maravillosa que me pasó es que mi portátil murió. Bueno, no murió, pero casi. Durante nuestra noche feliz le pasó algo y la pantalla se volvió loca. Como estábamos a punto de salir, lo apagué y ya. Pero ahora, al tratar de encenderlo, Windows intentaba reparar algo (el sistema o no sé qué), pero no podía. No sabía qué hacer (y no, Ivan, ¡no tengo el ordenador lleno de virus! ), así que lo apagué otra vez y me volví a dormir. Ivan también se quedó durmiendo porque su teléfono tampoco tenía batería y a su hermana, que tenía que recogerlo, no le hizo ni pizca de gracia. Me pregunto qué tal le fue recogiendo olivas todo el día después de haberse pasado la noche bebiendo y haber dormido dos horas.
Y hoy... hoy tuve el día que pensé que tendría ayer. Nos levantamos sobre las 14:00, nos tomamos un café y un desayuno ligero y fuimos a casa de Ante a hacer la comida porque tiene una barbacoa. De camino compramos un billete de lotería, convencidas de que ganaríamos. El día ha sido muy tranquilo, hemos hecho pescado en la barbacoa y en el horno y ensalada de patatas, estábamos cansados... La comida se volvió cena porque cuando terminamos ya eran las seis o las siete de la tarde. ¡Pero menuda cena!
Vuelvo a tener hambre al escribir esto. Igual debería hacer las palomitas que compré ayer.
No nos tocó la lotería. Qué tongo. Nos han engañado, han sacado los números que no eran. Bueno, solo cinco, había dos que estaban bien. Ivana y yo quedamos en que no es que fuera un timo, es que ese bote no era bastante para nosotras. Así que el miércoles jugaremos otra vez porque hoy no ganó nadie. Hasta entonces, hemos decidido ir a los bares de la zona a preguntar si necesitaban a alguien para trabajar de vez en cuando, los fines de semana, cuando otro empleado tenga un día libre, etc. Bromeamos con decirles que éramos un tándem de camarera y barista, pero que podíamos intercambiarlo porque ambas sabíamos hacer las dos cosas y se nos daba muy bien preparar cócteles. Creo que es una oferta que nadie podría rechazar, sobre todo si les decimos que trabajaremos las dos por un solo sueldo (porque el sueldo no va a ser nada comparado con las propinas que nos dejarán). Cuántas ideas. Por supuesto, eso solo hasta que nos toque la lotería. Para eso tenemos otras cosas en mente.
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