Mi gran bautizo (ortodoxo) griego

Al día siguiente del Día de Pascua, gracias a los tíos de nuestro amigo griego, tuvimos el honor de asistir a un bautizo ortodoxo. Toda su familia, tanto paterna como materna, nos acogió desde el primer día y nos introdujeron en su cultura, pero sobre todo, en sus corazones; nos cuidaron como si nos conociesen de toda la vida, ¡a pesar de que no entendiésemos ni hablásemos casi nada de griego! Qué maravilla, cuanto más lo pienso, más me doy cuenta de lo afortunadas que fuimos de habérnoslos cruzado en el camino, de verdad.

Mi gran bautizo (ortodoxo) griego

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Bautizo ortodoxo: la triple inmersión.

Como os decía, la inesperada invitación nos pillo de improvisto, así que nos pusimos manos a la obra enseguida para buscar un regalo simbólico para los tíos, lo que fue complicado ya que la mayoría de las tiendas cerraban por Pascua. Al final encontramos en una tiendecita de souvenirs preciosa de Makrinitsa, otro pueblo de Pelión (mi favorito), unos marcos muy bonitos para imprimir y exponer las fotos del feliz evento.

Me alegré de poder retrasar mi salida a Atenas y quedarme un día más con ellos porque no tenía ningún atuendo elegante apto para la ocasión.

La ceremonia fue en la iglesia de la familia paterna, en Paliòkastro. El padre de mi amigo, durante la ceremonia, fue partícipe del ritual, dio voz a los cantos salmodias típicos de la liturgia ortodoxa.

Mi amiga y yo pudimos asistir a la ceremonia sentadas en las gradas laterales, en los típicos tronos de madera que hay en todas las iglesias ortodoxas. Parecían los sitios de honor, aunque no es que sean muy cómodos la verdad.

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Padres y padrinos en un bautizo en iglesia ortodoxa.

La niña, en comparación con la edad media de los bebés de los bautizos católicos a los que he ido, era un poco más grande. Pensé que podría ser una consecuencia del hecho de que el bautizo solo se pueda celebrar en un momento determinado, después de Pascua, pero no estoy segura.

En cualquier caso, el rito es muy pintoresco. Si lo ves con ojos profanos, hay momentos en los que parece un poco ridículo y raro. Imaginaos lo que tiene que ser para una niña que no llega al año que un desconocido barbudo la tire al agua y una y otra vez.

Pero vayamos en orden: el ritual empieza incensando en la pila bautismal y diciendo las oraciones correspondientes. Posiblemente hayáis visto en alguna película cómo sumergen al niño por completo en la pila bautismal, así que es un bastante más grande que la nuestra.

Antes de sumergir a los bebés, los desnudan y los untan bien de aceite bendito, una tradición ligada a la necesidad de protegerlos del agua fría y del clima, y al simbolismo de protección del mal. Afortunadamente, el aceite no se echa en todo el cuerpo, sino solo en la frente, en el pecho, en la espalda, en las orejas, en las manos y en los pies.

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Bautizo ortodoxo: momento de la inmersión.

El sacerdote, con movimientos magistrales, de pronto sumergió tres veces a la niña, que ya parecía estar algo impaciente y tal vez sospechaba algo, en la pila bautismal. Os dejo que imaginéis los berreos que dio la pobre, estaba más irritada que nunca.

Aunque no termina aquí: el ritual concluye con el corte de tres mechones de su pelo por parte del sacerdote. Se ponen en forma de cruz y representa al primer niño que creó nuestro Señor.

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Bautizo ortodoxo: momento en el que le cortan los mechones de pelo.

Lo peor ya había pasado, y como era por una buena causa, en unos minutos la niña ya se había calmado. Dejó que los padres y los padrinos la secasen y la vistiesen con el clásico trajecito blanco y le colgaron una cruz en el cuello.

Además de lo grande que era la niña y a la inmersión total que tuvo durante la ceremonia, lo que más me sorprendió durante el día fue la cantidad y variedad de regalitos que distribuyeron a los presentes a la salida de la iglesia. A nosotros nos dieron una pulserita con una cruz, un sobre con confetti, una libreta de los Peanuts (¡me encanta! ) con un bolígrafo y un soporte para colgarlo, decoraciones de madera para colgarlas en las paredes y unas copas deliciosas de un dulce cremoso, parecido a la panna cotta, que había que comerse en el momento.

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Algunos de los regalitos que nos dieron al terminar la ceremonia.

Después de la ceremonia y del reparto de regalitos, nos vimos obligadas, claramente, ir al banquete para celebrarlo todos juntos. Fuimos todos en coche hasta una bonita taberna en la playa cerca de Agria, una localidad marina llena de locales preciosos. Algunos son "mezedolopeias", es decir, más bien tabernas que ofrecen platos de pescado buenísimos. Ya habíamos comido por la zona algún día antes con Sotiris y su adorable y simpático hermanito. De todas formas el banquete del bautizo no fue a base de pescado sino uno tradicional con una gran variedad de quesos, ensaladas y carne.


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