Hace unos días escribí una entrada en uno de mis blogs hablando sobre la comida lituana, una de las gastronomías más reconocidas de los Países Bálticos. Como cualquier persona que va a viajar a lugares desconocidos, me interesa conocer el sitio lo mejor lo posible, y para eso también suele hacer falta probar su comida. Fue entonces cuando me dispuse a buscar restaurantes y bares en Vilnius donde pudiese probar platos típicos de buena calidad pero que no fuesen excesivamente caros. Fue entonces cuando me di cuenta de que en el 80% de respuestas a mi búsqueda aparecía un mismo sitio, el restaurante Forto Dvaras.
Sinceramente, en un primer momento me sorprendió bastante que lo que parecía claramente un lugar muy turístico en pleno centro del casco histórico tuviese tan buenas opiniones. Supongo que mi sorpresa venía principalmente porque suelo evitar a toda costa los restaurantes turísticos de las ciudades, claro. Pero algo debía tener este para que todas las opiniones de viajeros de tripadvisor (web de la que normalmente suelo fiarme quizás hasta demasiado) fuesen buenas, así que decidí apuntarlo y ya se vería cuando llegásemos allí.
Cuando llegamos allí, aunque ya teníamos este y otro par de sitios apuntados, volvimos a preguntarle a nuestra guía. Y también nos recomendó este. Y para nuestra sorpresa, hasta en los mapas y guías turísticas este era uno de los lugares que ocupaban el trozo más grande de la página. Así que al final nos decidimos a probarlo.
El restaurante, como ya dije en la entrada de la comida, está situado en un lugar muy estratégico hacia turistas, es imposible no verlo mientras paseas por una de las (sino la que más) calles principales de la ciudad, Pilies. Una de las cosas que más nos convenció para entrar es que hay una larga terraza donde puedes ver los platos que va pidiendo la gente que está sentada cada vez que pasas por ahí. Así, antes de entrar puedes saber cosas sobre el lugar que normalmente es imposible saber (el tamaño de los platos, el aspecto, los platos típicos y característicos concretos que tenían...). Esto parece una tontería, pero el aspecto dice mucho de los sitios, y en este todo parecía impecable.
Cuando entras, lo primero que te sorprende es la decoración del lugar. Está decorado como si fuesen unas cuevas o pasadizos antiguos llenos de pintadas por todas las paredes, y la verdad es que parece que estás en el comedor de algún castillo en vez de en un restaurante turístico. Además, algunos de los camareros van vestidos con trajes típicos lituanos, así que todos estos pequeños detalles juntos hacen que te olvides de que vives en el siglo veintiuno y te adentres completamente en la cultura antigua de Lituania.
El servicio de los camareros fue muy bueno desde el minuto uno. La carta estaba traducida al inglés (no tenemos que olvidarnos de que aunque parezca que no es un sitio muy turístico), y había muchísimos platos donde elegir. Pedimos los más típicos sin pensarlo, pero para escoger algún otro tuvimos que pedirle consejo al camarero, que nos dio su opinión sobre cuáles eran los mejores platos.
Al final, nos acabamos decantando primero por una Saltibarsciai, que como expliqué más detalladamente en el otro blog es una sopa fría de remolacha y nata agría mezclada con trozos pequeños de algunas verduras. Para mí, uno de los principales descubrimientos, ya que no pensé que una sopa fría me llegaría a gustar tanto, pero la mezcla de sabores estaba muy rica.
Después pedimos los famosos Cepelinai, que son grandes empanadas (zeppelines) hechas con una masa de batata o patata (según el sitio donde las comas) y rellenas de distintos ingredientes. En la carta de este restaurante había una página llena de rellenos distintos, algunos que casi ni sabíamos traducir al español. Acabamos cogiendo las más típicas, las que vienen rellenas de carne picada y acompañadas por una crema de nata agría (algo que les encanta).
Lo siguiente fue el plato recomendado por el camarero, el llamado Kaimiska kepta menke, que es bacao al horno rústico. Sintiéndolo mucho por él y aunque obviamente no se lo dijimos, es el plato que menos nos gustó. El bacalao queda un poco seco (por eso viene con su salsa de crema) pero la guarnición sí que es muy buena. Venía acompañado de una pequeña ensalada de lechuga, tomate y remolacha y lentejas. La mezcla estaba sorprendentemente rica, pero cuando lo que menos gracia te hace de un plato es el ingrediente principal...Algo falla.
Algo que también tenían pero nos quedamos con ganas de pedir porque ya estábamos hasta arriba de comida, fue el típico pan de centeno denso relleno de una crema o sopa, y la verdad es que tenía buenísima pinta.
Los precios eran muy asequibles. El plato más caro fue el pescado, que costó alrededor de seis euros. Los demás rondaban los tres y cuatro euros, que por un plato típico en pleno centro histórico no está nada mal. Además, las cantidades son tan grandes como se ven en la imagen, y con dos platos pueden comer tres personas perfectamente, aunque siempre está bien pedir varias cosas para así probar más variedad de platos (aunque eso sí, os aviso de que los zeppelines llenan muchísimo, y además vienen dos por plato, así que si los pedís, no pidáis otras cosas demasiado contundentes, porque si no coméis mucho hay muchas posibilidades de que la mitad de la comida quedé en el plato).
En definitiva, que si viajáis a Vilnius y dudáis entre si entrar a este restaurante o no por si la comida no es de calidad o los precios son muy elevados, quitaos esa idea de la cabeza y entrad sin dudarlo, porque sino os estaréis perdiendo un restaurante bastante acogedor y además normalmente muy complicado de encontrar en otro tipo de ciudades turísticas donde la calidad-precio de los sitios deja bastante que desear.
(Dejo aquí las mismas fotos que dejé en la entrada sobre comida lituana para que veáis bien los platos, que ya que eran de este restaurante, no hay mejor sitio para enseñarlos que aquí).
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