Phu Quoc
La isla de Phu Quoc es un lugar paradisíaco al que escaparse, cerca de la ciudad de Saigón. ¡Ha sido uno de mis viajes favoritos hasta ahora!
Amplia, carreteras abiertas con apenas tráfico, aire fresco, palmeras y agua azul cristalina. No me podía creer que aún estuviéramos en Vietnam.
Habíamos comprado los billetes de avión con algunos meses de antelación por unos 60 $ cada uno. No obstante, existe la posibilidad de coger un bus nocturno y después un ferry para llegar a la isla por la mañana por un precio más bajo, pero a cambio de un viaje bastante más largo.
Fui con mi novio, Iacopo, quien estaba de visita en la ciudad de Ho Chi Minh; pero queríamos irnos un fin de semana a disfrutar del sol, del mar y de la arena. Los amigos que había hecho en Saigón vinieron el mismo fin de semana, pero finalmente no nos vimos mucho.
Iacopo y yo decidimos quedarnos en un hotel de playa por un precio bastante razonable y me alegro de haberlo hecho. El hotel estaba construido a base de bulgalows o habitaciones más baratas que estaban justo en la blanca arena de la playa. Ofrecían desayuno gratuito en la playa, que consistía en tortillas recién hechas, arroz, noodles, fruta y tortitas y, por supuesto, café vietnamita. Nuestro vecino era el famoso Rory's Bar, un bar de unos australianos que vendían comida occidental y cócteles; era un sitio genial para conocer a otros viajeros. El hotel también ofrecía varias excursiones de un día, un servicio de alquiler de motos y una barbacoa en la playa. Era impresionante y verdaderamente os recomiendo que os alojéis aquí si no queréis quedaros en hoteles elegantes y glamurosos. Nuestros amigos se quedaron en el Mushroom Hostel, el cual nos habían recomendado. Si prefieres quedarte en una residencia para conocer gente nueva, el Mushroom Hostel es una buena idea.
Nuestro vuelo salía a las 5:40, así que llegamos sobre las 7. En cuanto dejamos nuestras maletas, fuimos a que nos informaran sobre las excursiones. Solo íbamos a estar 3 días en la isla, así que teníamos que distribuir bien el tiempo. Había una excursión en barco que salía a las 9 y que nos llevó a una fábrica de perlas, dos destinos para hacer esnórquel, nos dieron la comida y nos llevaron a la famosa Sau Beach. La excursión costaba unas diez libras por persona. Queríamos ir con mis otros amigos, pero optaron por ir más tarde, después de comer. ¡La excursión estuvo genial! Pudimos ver cómo recogían las perlas. También había una tienda donde puedes comprar joyería barata hecha con perlas.
El esnórquel fue genial. ¡El agua tenga era tan cristalina y tranquila! Vi peces de colores y arrecifes de coral; ¡era precioso! Nos quedamos en la bahía y los trabajadores del barco nos prepararon la comida. Teníamos varias opciones para escoger: sopa, pollo, cerdo, arroz y verduras. Después de comer, fuimos a otra bahía diferente para hacer un poco más de esnórquel. También estuvo bien para tumbarnos a tomar el sol un rato. Cuando terminó la excursión en barco, nos llevaron en bus hasta Starfish Bay, o Sau Beach, una playa preciosa de arena blanca. Iacopo y yo compramos un par de cocos para beber mientras paseábamos por la playa. A esta hora, la temperatura era bastante agradable. También comimos un poco de mango fresco y los vendedores nos abrieron los cocos para que pudiésemos comer el relleno. Encontramos un columpio en la playa donde podías sacarte fotos junto a una palmera o con el océano de fondo.
Cogimos el bus de vuelta y nos acicalamos un poco antes de ir a ver a mis amigos a Rory’s Bar. El bar está súper bien; tiene una amplia selección de cócteles y sitio para sentarse afuera, en la arena. Fue una tarde genial y teníamos bastantes papeletas para salir a bailar, pero, entonces, comenzó a llover con fuerza. En Saigón, la lluvia suele durar menos de una hora, pero en Phu Quoc, no parecía que fuese a parar. Iacopo y yo corrimos a nuestra habitación a coger dinero cuando la lluvia comenzó a parar, pero tan pronto como estuvimos listos para marcharnos, comenzó a diluviar otra vez. Al final nos quedamos allí, lo cual no estuvo del todo mal ya que ambos estábamos muy cansados por el vuelo y por haber estado todo el día en el mar.
El domingo, decidimos alquilar una moto del hotel. Escogimos la Nuovo, que es la que tengo yo en Saigón. Hicimos planes para ir a una cascada que estaba en el Parque Natural, pero la lluvia de la noche anterior había convertido la carretera en un camino de barro que resultaba imposible atravesar en moto. Así que decidimos conducir hasta el norte de la isla, a través del Parque Nacional. ¡Fue un viaje largo pero muy agradable! Las carreteras estaban vacías, lo cual supuso un gran cambio comparado con HCMC. Estaba lleno de bosques y árboles, ¡haciendo que el aire fuese puro y limpio! Encontramos una pequeña playa en el norte de la isla, desde donde podíamos distinguir Camboya. Nos sentamos en unas sillas de playa a beber café y cocos. Después, fuimos en dirección a una playa en el noroeste de la isla, en un resort que tenía kayaks. Queríamos montar en ellos, pero nos dijeron que el mar estaba demasiado agitado. Así que nos quedamos en la playa, disfrutando del mar y del sol.
Tras un largo camino de vuelta a casa, los trabajadores de nuestro hotel nos recomendaron ir a un skybar romántico para ver la puesta de sol. Nos costó un poco encontrarlo, pues estaba en lo alto de un sucio camino, pero era el lugar perfecto. Nos pedimos un par de cócteles y un plato de fish and chips para compartir mientras veíamos cómo se ponía el sol. ¡Fue precioso!
Cuando anocheció, volvimos a la carretera principal que conducía al famoso mercadillo nocturno. La calle peatonal estaba repleta de luces y puestos de pescado fresco, joyería, regalos y tiendas. ¡Debimos pasear por allí unas tres veces! Nos sentamos en un pequeño restaurante que estaba lleno de clientes vietnamitas. No se nos da muy bien regatear, pero acabamos con un plato de calamares para compartir. Quizás hubiera sido mejor pedirnos un plato de varios tipos de marisco, pero creo que Iacopo estaba demasiado ocupado intentando regatear. Pero el calamar estaba delicioso y muy fresco. Lo tachamos de la lista de comida que teníamos que probar en Vietman, y aún nos faltaba el plátano frito por tachar. Así que fuimos en su busca. ¡No lo veíamos por ningún lado! Pescado frito, arroz frito, rollitos de primavera fritos, incluso helado frito, pero nada de plátano. Por casualidad, decidimos meternos por una callejuela oscura fuera del mercadillo para ir a por la moto y ¿a que no sabéis lo que encontramos? ¡Un puesto que vendía plátano frito! ¡Era el destino!
Volvimos a casa y dejamos la moto en el hotel para poder descubrir algunos de los otros bares locales de la zona. Mientras caminábamos por la calle, vi un cartel que ponía Happy Hour, cócteles a mitad de precio desde las 6 hasta las 9. Le pregunté a Iacopo qué hora era; eran las 8:50. "¿Te apetece un cóctel?" Nos invitaron a entrar y decidimos pedir dos cócteles cada uno en los 10 minutos que quedaban hasta que terminase la Happy Hour. Era gracioso, los cócteles estaban muy ricos ¡pero pegaron fuerte! No tardamos mucho en ponernos contentillos y, como era de esperar, resbalé y rompí un vaso de cristal... ¡hora de volver a casa! El bar estaba genial y volvimos la noche siguiente por otra ronda. Ojalá hubiésemos sabido de la existencia de ese sitio la noche anterior, cuando nuestros amigos estaban allí, puesto que hubiese sido un lugar ideal para beber antes de salir de fiesta.
En nuestro último día, decidimos alquilar la moto de nuevo, ya que nuestro vuelo no salía hasta las 9. Condujimos hasta el sur de la isla por una gran autopista abierta hasta el campo de prisioneros de guerra. Fue bastante turbio ver cómo trataban a los prisioneros, especialmente cuando los metían en contenedores metálicos en días tan calurosos. Obviamente no fue una excursión agradable, pero merece la pena ir si te interesa conocer la historia de la Guerra de Vietnam.
Después, fuimos hasta un bar que recomendaban en las guías turísticas, The Golden Sand Bar. ¡Fue súper guay! Tenía columpios en el bar, un viejo buggy de playa en la playa y varios columpios hechos con ruedas y casillas de playa. Era precioso y hipster a la vez. Nos sentamos a beber un par de bebidas y a comer rollitos de primavera; vimos a varias personas entrar para simplemente sacarse fotos con toda la decoración playera.
También había restos de obras apilados en carretillas de arena blanca, cubriendo la arena dorada; perjudica un poco el nombre del bar, pero supongo que todo gira alrededor de la estética. Tras haber ido en moto todo el día, pronto descubrimos que ambos estábamos bastante quedamos, así que decidimos quedarnos bajo un toldo y ver la puesta de sol en la sombra. Fue precioso y el cielo estaba muy claro, hasta los últimos 15 minutos antes de que el sol se pusiera detrás del mar. Nunca pudimos ver cómo pasaba esto, puesto que las nubes decidieron ponerse en medio. A pesar de todo, pasamos una buena tarde antes de coger el avión de vuelta en Saigón.
Phu Quoc no se hace llamar la Isla del Paraíso por nada. Se encuentra en ese punto intermedio en el que no está completamente inhabitada, pero tampoco es tan conocida como para que esté llena de extranjeros. Fue el momento idóneo para ir y volvería ya mismo.
Galería de fotos
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