Viena, la belleza de Sisí en la ciudad (3/3)
1 de febrero de 2016
Día 3: Schönbrunn como si Stéphane Bern estuviera allí
Aquel 1 de febrero, el castillo de Schönbrunn estaba casi desierto. Solo una turista, que parece minúscula delante del ala principal, hace una foto al arco de triunfo de la Glorieta, delante del castillo.
Reservé para el último día el castillo de Schönbrunn, el monumento más visitado de Austria. Es como la versión austriaca de Versalles, pero la fachada longuilínea presenta más motivos en ocre y amarillo. Creía que vería a mucha gente en el bebé de Maria Teresa, construido en el siglo XVII. No tuve que hacer cola para la entrada. No había. El recepcionista hablaba francés y se jactaba de haberlo aprendido de manera "autodidacta", como para excusarse de todos los fallos que hacía. ¡Qué raro escuchar francés en estos sitios! Hice la única visita guiada en inglés que había, a las 11:30. Solo estaba esa porque estábamos en temporada baja y además era lunes (me lo explicó el recepcionista).
Con hora y media por delante, me pude pasear por las 200 hectáreas del jardín de estilo francés. Creo que Stéphane Bern podría haber rodado aquí un programa de "Secretos de Historia" sin problemas. Hoy el aparcamiento se veía enorme, en la entrada, demasiado grande para los pocos buses aparcados. Bueno, había gente que hacía footing, grupos de chinos o de franceses (¡sí, sí! ), algunos jardineros, pero nada que ver con la cantidad de gente que va en verano. Como ayer por las calles de Viena, estaba prácticamente solo. Subí a la colina de la Glorieta, de donde surge un arco de triunfo y las vistas del castillo permiten hacerse una idea de sus dimensiones imperiales.
De las 1441 habitaciones del castillo, solo podían visitarse 40. El tráfico era fluido. ¿Atascos? No había casi nadie. Sobre las doce del mediodía, aparecen las señoras de la limpieza, interrumpiendo la calma del lugar. Pude ver tranquilamente el despacho de Francisco José, penúltimo emperador del imperio austro-húngaro, quien reinó 68 años hasta que murió en 1916. Esclavo de su trabajo, se levantaba todas las mañanas a las cuatro de la mañana. En otra habitación, me impresionó muchísimo (al guía también) los retratos de la radiante emperatriz Elizabeth (alias Sisí), ajena a la vejez, a los 40 parecía de 20.
Solo nos faltaría rompernos el cuello en las galerías, en las que los techos pintados y recubiertos de oro representan a los ilustres esposos Francisco José y Sisí reinando en el cielo. Semejante lujo debe quedarse solo en el recuerdo, estaba prohibido hacer fotos. Saliendo, como una especie de consuelo, pude ver un arco-iris dibujado en el cielo, tan grande como la ala principal del castillo.
Como para despedirme de Viena, visité con el aliento contenido el espeluznante Flakturm, una torre normal de hormigón construida por Hitler en 1942 para combatir los ataques aéreos. Un "bulto" indestructible con "orejas de Mickey", recuerda que esta ciudad (que está entre las más bonitas de Europa) fue víctima de los horrores y fealdad de la guerra. Hitler ha conseguido dejar su huella aquí, por desgracia. Aunque esta última parada no tenga nada de bonito o agradable, quería verlo. Acordarme de que la historia puede ser muy bonita (caso de Sisí) y horrible a la vez (crímenes nazis).
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