Primer día en Viena
¡Hola a todos! Si habéis leído alguno de los dos blogs que he subido recientemente, sabréis que la semana pasada mis amigos Erasmus y yo estuvimos visitando Praga, Budapest y por último, Viena.
En la capital austríaca nos quedamos dos días, así que en esta publicación y en la siguiente os contaré qué hicimos o estuvimos visitando en esta ciudad, además de aconsejaros sobre algunos bares o restaurantes para comer.
Itinerario
Primer día
Salimos en Flixbus desde la estación de Budapest Kelenföld sobre las siete y media de la mañana, y llegamos a Viena Erdberg (estación central de la ciudad) tres horas más tarde. Cruzando la calle, se encontraba una boca de metro, desde cogimos la línea U3, que nos llevaría hacia StephenPlatz, una de las zonas más céntricas de la ciudad.
Os aconsejo que visitéis Viena andando a ser posible, ya que, a pesar de tratarse de una ciudad grande, cada calle o fachada de sus edificios merecen la pena, es un lugar en el que se respira elegancia y gusto, muy parecido a París, o al menos a mi me lo recordó así. Además, el precio de un billete sencillo en el transporte público es un poco caro, ya que cuesta 2,40 euros, por lo que yo os recomendaría patear y descubrir la ciudad caminando.
Nada más salir del metro en StephenPlatz, nos encontramos de frente con la Catedral de San Esteban, que da nombre a esta plaza, y que se trata además del templo religioso de estilo gótico más grande e importante de la ciudad. Aunque estaban reformando su fachada derecha y no pudimos verla en todo su esplendor, es un edificio espectacular, y su interior también es, cuanto menos, ¡alucinante! Una cosa que nos llamó mucho la atención, fue el hecho de que en el altar de esta catedral hubiera una camiseta gigantesca de color rosa colgando del techo. Buscamos por internet cuál era su significado, pero no encontramos nada, así que si alguno de vosotros sabéis algo sobre esto no dudéis en escribirme.
Como era temprano y no podíamos entrar a nuestro apartamento hasta las 3 de la tarde, optamos por dejar todas las maletas en una consigna, para no tener que ir cargados y para aprovechar el tiempo. Como esta consigna de maletas se encontraba bastante próxima al centro, empezamos a descubrir la capital austríaca.
En primer lugar, vimos la fachada de La Albertina, uno de los museos más famosos de la ciudad, situado justo al lado de la Ópera Estatal de Viena. Dejando atrás el museo, a escasos pasos se encuentra la Biblioteca Nacional.
Si su exterior ya es fascinante, tras haber visto varias fotos del interior, puedo decir con seguridad que es el triple de espectacular, ya que más que una biblioteca parece un palacio debido a su recargada ornamentación. La entrada a este edificio cuesta 6 euros, y aunque finalmente no accedimos a su interior, sé que solo volveré a Viena para perderme entre las galerías y las altas estanterías de madera que conforman esta biblioteca.
A unos minutos, llegamos al Palacio Imperial de Hofburg, una de las tantas residencias reales que podemos encontrar por Viena. Este enorme edificio ocupa una plaza entera, y el blanco puro de su fachada hace que le de un aspecto señorial y elegante. Entrar a uno de los patios interiores de este palacio es gratis, pero si queréis ver otros departamentos, como el Museo Sissi, en el que se expone la vida y el reinado de esta emperatriz, o las habitaciones donde vivieron los miembros de la realeza, deberéis pagar un precio de 14 euros, eso en el caso de ser estudiantes y tener menos de 25 años.
En la misma plaza donde se encuentra este palacio, podemos ver también otros monumentos de interés, como la Iglesia de San Miguel, una pequeña capilla de libre acceso, cuyo altar me pareció alucinante, a pesar de que esta iglesia no tenga apenas elementos decorativos u ornamentación.
A continuación, seguimos por la avenida Kohlmarkt, la principal arteria comercial de la ciudad, donde podemos ver los escaparates de famosas marcas internacionales, como Michael Kors o Gucci. En pleno centro, vimos también la Iglesia de San Pedro, escondida entre dos edificios, cuya cúpula en color verde agua me fascinó, o la Pestsäule, una gran columna situada en el centro de la avenida, que conmemora a todas las víctimas de la peste, la epidemia que la ciudad sufrió hace unos siglos.
Desde aquí, nos fuimos hacia Stradpark, uno de los parques más famosos de la ciudad, que a pesar de habérmelo imaginado más grande de lo que en realidad era, se trata de un sitio precioso lleno de vegetación, con un pequeño lago en su centro donde habitan patos o cisnes. Después, volvimos al centro de la ciudad para comer en un restaurante italiano llamado Vapiano, sobre el cual os detallaré más adelante en la siguiente publicación.
Una vez habíamos comido, recogimos de consigna nuestras maletas, y nos fuimos al apartamento, que se encontraba nada más y nada menos que justo enfrente de la Biblioteca Nacional, ¡en pleno centro de la ciudad! Estuvimos descansando un rato, hasta que de nuevo nos pusimos las pilas para seguir descubriendo Viena.
Nuestro próximo punto de interés turístico a tachar de la lista fue el Monumento a los Héroes del Ejército Rojo, una gran plaza en la que se alza una columna, y en su parte superior una figura que simboliza a un soldado que perteneció al Ejército Rojo. Para saber más, buscamos en internet y descubrimos que esta plaza se construyó para honrar a todos los soviéticos que murieron durante la Segunda Guerra Mundial, concretamente en la batalla de Viena.
Desde aquí, seguimos andando hacia la Iglesia de San Carlos Borromeo, un edificio religioso espectacular, con dos columnas a cada lado, y con una cúpula enorme de color verde agua, que para mí es uno de los elementos que más resaltan de la fachada.
Entrar al interior de esta iglesia cuesta cuatro euros si sois estudiantes, y en mi opinión, realmente merece la pena acceder, ya que su altar repleto de elementos decorativos y ornamentación, así como los frescos que podemos admirar en el techo de esta iglesia, invitan a entrar sí o sí.
Ya estaba a punto de empezar a anochecer, así que nos fuimos pitando hacia el Palacio Beldevere, otra residencia real de Viena que no deja indiferente a nadie. Entrar a sus jardines y ver la suntuosa fachada de este gigante edificio es totalmente gratuito, aunque para disfrutar de sus salones interiores habrá que pagar 19 euros, en el caso de ser estudiante. Para nosotros, nos pareció un poco caro, así que optamos por no entrar, y quedarnos admirando la belleza de este palacio desde fuera.
Cuando salimos del recinto del Palacio Beldevere ya se había hecho de noche por completo, pero antes de volver a casa queríamos aprovechar para hacer una última parada. El Ayuntamiento de Viena, que lo conoceréis en la ciudad como Rathaus que así es como lo llaman allí, es un precioso edificio gótico, situado en una gran plaza y al lado de un pequeño parque, el Rathauspark. En la plaza del Ayuntamiento, se encuentra una pista de patinaje al aire libre de dimensiones gigantescas, la más grande que he visto en mi vida, ya que incluso tiene dos plantas, y varias pistas dentro de la misma. Además, venir a patinar aquí de noche es fascinante, puesto que muchos de los árboles del Rathauspark están iluminados con luces, y también la fachada del Ayuntamiento, por lo que es un entorno de fantasía.
Esta atracción, llamada Sueño sobre hielo, está abierta para todos los públicos, y podemos ver desde familias patinando con los más pequeños, hasta parejas o amigos que dan un paseo sobre ruedas mientras disfrutan de la música que suena desde los grandes altavoces que hay repartidos por toda la pista.
Además, el precio del billete y del alquiler de los patines no es para nada caro en mi opinión, ya que solo es de 15,50€ por una hora, y tratándose de una de las pistas de patinaje más grandes del mundo, no considero para nada que sea un precio desorbitado, ni mucho menos.
Un consejo que os propongo para ahorrar dinero si queréis patinar en Viena, es que lo hagáis a partir de las 9 y media de la noche, ya que a partir de esta hora el precio se reduce muchísimo. Esto es lo que hicimos nosotros, y por 4 euros más un suplemento de 0,75€ por el alquiler de los patines pudimos estar dando una vuelta en patines hasta las 22:00, el momento en el que cierran la pista de patinaje.
Sin embargo, considero que media hora es más que suficiente para echaros unas risas con los amigos que no hayan montado nunca en patines, o para disfrutar a tope aquellos profesionales de los patines.
Aunque para algunos patinar a las 9 y media pueda parecer un poco tarde, tratándose de lo pronto que anochece en Viena en invierno o del frío que hace, os recomiendo que hagáis algo de tiempo cenando en algún bar cerca, o en algunos de los puestos de comida que hay repartidos por la plaza del Ayuntamiento, que parecen pequeñas cabañas de madera y tienen varias mesas altas donde podéis comer tranquilamente platos típicos austríacos como la rindsuppe, que es una sopa hecha con carne o verduras, o la wiener schnitzel, un empanado de ternera, entre muchos otros.
Tras haber pasado todo el día recorriendo parte del centro de Viena, estábamos agotados, así que nos fuimos de vuelta al apartamento, para ducharnos y descansar, ya que este viaje tan increíble llegaba a su fin, y teníamos que aprovechar el último día por Viena antes de volver a Amiens, nuestra ciudad Erasmus.
En la próxima publicación de este post, os cuento todo lo que hicimos o visitamos durante nuestro segundo día por Viena. Además, os aconsejo también algunos sitios donde comer por Viena sin que os salga por un ojo de la cara.
Muchas gracias a todos los que me leáis, ¡hasta la próxima publicación!
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