Linda Barinas
Hace ya seis meses varias de mis mejores amigas se graduaron. Una de ellas es del "interior del país" aka "cualquier cosa que no sea Caracas". En Venezuela, una de las cosas que nos hace sentir orgullosos es que tenemos sabana, desierto, océano, páramo y selva y los caraqueños, que alardean de eso igual que todos los demás venezolanos, se llenan la boca diciendo que "Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra". El punto es que mi amiga es de Barinas y, al quedar tan lejos de Caracas, nunca fuimos a su casa, así que decidió que para celebrar su graduación nos llevaría a su tierra para vivir la experiencia llanera venezolana.
Los llanos de Venezuela son parecidos al sur de España: planos y calientes. Son estados muy extensos que tienen una población más bien pequeña. Allí predominan las fincas ganaderas, los caballos, los llaneros con botas y sombreros, ríos turbulentos y un sol inclemente. Los llaneros tienen fama, y bien ganada, de ser gente dura, de estar al aire libre, de levantarse y acostarse temprano, de beber mucho y de comer más -carne en vara, cachapas y sopa- y de no preocuparse demasiado por eso de la cultura y la sofisticación. Barinas, en particular, es un estado llanero con todas las de la ley pero que se encuentra muy cerquita de los Andes -Mérida, específicamente-, y por lo tanto tiene un cierto aire elitesco, que les viene de la cercanía con ese estado andino famoso por su universidad y su intelectualidad. Barinas es la ciudad donde nació Chávez, así que muchos la consideran la cuna de todos nuestros males, pero la verdad es que es una ciudad próspera, que si la Situación de Venezuela -así, con S mayúscula- no hubiese hecho su entrada, habría devenido casi en cosmopólita. Es una ciudad que, al contrario de muchos pueblos llaneros, tiene franquicias, centros comerciales, avenidas, clubes sociales, buenos colegios... y todo lo demás que caracteriza a una ciudad; yo croe que es una de las ciudades llaneras más desarrollada porque el resto de ellas se quedaron un poco en el pasado -este atraso se debe a que en el momento en que el petróleo hizo su entrada, la gente se movilizó del campo a Caracas y a las nuevas ciudades petroleras (Maracaibo, Anaco, El Tigre) dejando estos extensos llanos llenos de casas muertas, estancados en una agricultura y ganadería que ya habían pasado de moda ante la sombra siempre presente del oro negro-.
Esta no puede ser una entrada de tips útiles para un viaje si llegan a visitar Venezuela por dos cosas: Primero, porque es muy poco probable que nunca vayan a visitar este país hermoso por múltiples razones, y segundo porque en nuestro viaje no paseamos demasiado alrededor de la ciudad, pero como lo prometido es deuda, sí que vivimos la experiencia llanera. Así que ahora lo que quiero es hablar de una ciudad venezolana muy bonita y recordar las pocas cosas buenas que nos quedan. Ya yo habia vivido de primera mano esta parte de la cultura de mi país, siendo mi papá llanero de pura cepa, llanero de Zaraza, un pueblito de esos que se quedaron atrás pero que montan los mejores carnavales del llano -como diría mi papi- y cuyas ferias son famosas por la calidad de sus vacas y toros, por la destreza de sus caballos y la alegría de sus parrandas -o eso dice la gente-. Sin embargo, en Barinas vivimos una experiencia distinta, un poco más elitista pero no menos llanera por eso. Estuvimos casi siempre en la finca de mi amiga, donde su papá nos hizo el recorrido que terminó siendo un rustiqueo divertidísimo por los callos inundados del lugar. Vimos de primera mano como se evalúan las vacas para saber cuáles serán las más aptas para inseminarlas con los embriones mejor pensados, ésos que ganarían todas las ferias. Vimos también a las vaquitas que no tenían tanta suerte, y que estaban destinadas simplemente a la producción de leche -una vida de manoseo matutino, si me preguntan a mí- y peor aún, vimos al ganado que iba directo al matadero, para alimentar a la familia de mi amiga y los trabajadores de la finca. En el paseo, pudimos ver la extensión de esa tierra que constituye un buen pedazo de nuestro país y entendimos plenamente el significado de estas llanuras. Monte y cielo hasta donde alcanzaba la vista y una paz que muchos buscan en los picos de las montañas más altas pero que también se consigue bien cerquita del suelo, como pudimos comprobar. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí cerca de mi país y orgullosísima de él. Esos verdes y azules y esos animales tan mansos y la tranquilidad con que la familia del capaz vivía su día a día, conociendo a cada uno de los animales y cada detalle del terreno, me hizo recordar que algún día en nuestro pasado fuimos felices con eso. Cuando el petróleo no había empezado a llenar nuestras arcas con la renta, cuando no había empezado a ensuciar nuestros lados y ríos... en ese momento, sólo teníamos el monte y el ganado, y todo parecía andar bien. ¡Qué fácil era todo entonces!
Yo soy una niña de ciudad, y la verdad es que nunca me ha llamado mucho la atención la tranquilidad de los pueblos: me encanta el ruido y la gente y los edificios, pero sí que pude reconocer el encanto de ese espacio abierto, de no ver nada en kilómetros a la redonda, de que todo fuera verde y azul, azul y verde, de no escuchar nada... esos son los llanos venezolanos.
En la finca de mi amiga, comimos sopa y cachapa con queso hecho allí mismo, y estuvimos en la piscina y bebimos cervezas bien frías para matar el calor y cuando nos íbamos aba un poco de lástima dejar ese espacio en donde casi parecía que la Situación del país no existía, porque el ganado, el campo y el cielo no entienden de economía... las vacas seguirían produciendo leche sin importar cuánto aumentara el dólar. En la ciudad hablamos de lo cara que está la mantequilla y el queso y los huevos... y en esa finca me dí cuenta de que nada de eso tendría que ser así, que Dios provee a través de los animales y nunca ha dejado de hacerlo, ni siquiera cuando nos olviamos de ellos y nos concentramos en un líquido oscuro y espeso que no podemos ver. Me di cuenta de que no debería haber gente pasando hambre en un país con esos campos y ese cielo y ese clima perfecto, un país que no tiene invierno, donde la comida cae literalmente de los árboles. El dólar no debería estar afecto la alimentación de nuestra gente teniendo el suelo que tenemos... si sólo volviéramos unos meses a nuestros inicios, si le diéramos de nuevo la oportunidad a la agricultura. Y no es que retrocedamos, porque bien sé que la agricultura no puede fomentar el modernismo, porque ninguna cantidad de vacas podrían valer lo que valen los rascacielos de NY, pero cuando hay tanta hambre y tanta necesidad como la hay ahora en Venezuela, la agricultura y la ganadería sí que pueden ayudar y tal vez sean las únicas herramientas que podamos usar para ello.
Estuvimos sólo un par de días pero la ciudad se ganó un pedacito de mi corazón venezolano, incluso cuando yo misma era una de las que no podía controlar un prejuicio absurdo contra la ciudad que vió nacer al "Comandante". Pero para que entiendan mejor de lo que les hablo cuando hablo de Barinas, mejor se lo dejo al el Maestro Simón Diaz que le cantó en sus notas musicales...
Yo traigo un grito llanero
que me nació del "te quiero"
para cantarte Barinas
paisaje de ensoñación
que te ha regalado Dios
frente a las cumbres andinas.
Por eso
cuando te canto
por eso
cuando te canto
traigo el olor del mastranto
y el colorido de tus flores
si bien se que tus mujeres
son las rosas y claveles
del llano de mis amores.
Linda Barinas , tierra llanera,
caminos de palma y sol,
cuando se pone mas bella
siempre la tarde
cuando matiza el paisaje,
pinceles de un arrebol.
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