Experiencia cruzando el charco (II)
Una de las cosas que aprendí en viajando a Venezuela es a lo harto que se puede acabar de tomar aviones para ir de un lado a otro. En primer lugar ya llevaba a mis espaldas unas 9 horas de avión aproximadamente para llegar a Caracas, incluyendo una escala de 2 horas en el aeropuerto de Lisboa. Por el momento llevaba tomados dos aviones diferentes para viajar, pero eso sólo era el principio.
Además, estos aviones pertenecían a aerolíneas que más o menos eran aerolíneas decentes, lo que íbamos a sufrir a partir de entonces iban a ser aerolíneas mucho más precarias que las utilizadas hasta el momento.
Los días siguientes se convirtieron en un constante ir y venir de viajes en aviones, aunque, eso sí, haciendo estancia en lugares espectaculares con paisejas de sueño que será difícil de borrar de la cabeza.
De Caracas a Isla Margarita
Este viaje fue relativamente corto, no creo que durase mucho más de una hora. Isla Margarita es una isla del mar Caribe que se encuentra a no demasiados kilómetros de la ciudad de Caracas. Obviamente, la mejor forma de ir hasta allí es en avión, los cuales son aviones de un tamaño considerablemente pequeño. Este avión, como he adelantado, no tenía una pinta demasiado buena.
Y es que lo cierto es que sorprendió bastante ver el avión por dentro, ya que a día de hoy ha sido el avión de línea que por dentro se veía más estropeado que he visto jamás. Los asientos no parecían haber sido cambiados (ni limpiados) desde hace mucho, el aire acondicionado goteaba agua encima de mí y la cabina no parecía estar demasiado bien insonorizada. De hecho, casi todos los que viajamos acabamos ese viaje con un dolor de oídos considerable, ya que nos encontrábamos sentados justo en la parte trasera, donde más cerca estaban los motores en la cabina. En cualquier caso, lo importante funcionaba, por lo que pudimos llegar sin problemas al aeropuerto de Isla Margarita.
Es una isla bastante pequeña en la que parece que se mueve mucho el turismo. Llegamos por la noche y cogimos un taxi que nos dirigió hacia el hotel en el que nos íbamos a alojar. Por el camino pudimos ver el paisaje de la isla por la noche, lo cual en realidad no es nada, ya que por las carreteras hay poca o ninguna iluminación.
En cualquier caso, el taxista resultó bastante amable, pero de una forma ciertamente rara, ya que nos respondía a las preguntas que hacíamos sobre cómo están configurados los distritos de la isla de una manera que culturalmente nos resultó algo chocante debido a la exaltación con la que lo explicaba.
Llegada a un hotel venezolano
Ya entrada algo más la noche llegamos al hotel con todo nuestro equipaje que se encargaron de recoger y subir los encargados del hotel. Resultó ser un hotel muy bueno, pero no salió excesivamente caro debido al cambio favorable entre bolívares y euros.
Sin embargo hubo algún tipo de problema con las habitaciones que teníamos reservadas, ya que éramos un gran grupo de personas las que habíamos reservado para estar allí. Por lo tanto tuvimos que ir a la recepción y esperar que resolvieran de alguna forma el problema. Recepción que estaba encabezada por dos grandes cuadros al óleo de Simón Bolívar y de Hugo Chávez.
Al final no sé cómo pero el problema se solucionó y pudimos subir a nuestras habitaciones. El hotel resultaba bastante bonito, estaba muy bien equipado y tenía muchas piscinas, todas ellas con vistas al mar Caribe. La habitación muy grande y muy bien equipada. Y, por supuesto, con unas vistas increíbles al mar.
El único ‘pero’ que le puedo poner a la estancia en el hotel es que sólamente nos podíamos mover libremente desde el hotel al centro comercial que se encontraba a 200 metros del hotel, ya que moverse andando por cualquier otro lugar no era demasiado seguro. Esto era algo que me resultaba algo extraño, ya que imaginaba que estas restricciones de movimiento las íbamos a tener únicamente en la ciudad de Caracas, pero al final resultó ser prácticamente una constante que duró hasta el final del viaje.
El centro comercial también resultaba bastante chocante con respecto a la idea que tenemos en Europa de centro comercial. La configuración y la forma tenía un estilo más “norte americano” por así decirlo. Pero sin duda las dos cosas más sorprendentes era, en primer lugar, la presencia de carteles que informaban de que estaba prohibido entrar llevando cualquier tipo de arma de fuego y, en segundo lugar, la bajísima temperatura a la que está puesto el aire acondicionado en el interior de estos centros comerciales. Fácilmente pueden estar a 15 grados, casi es necesario entrar con un pequeño abrigo si no estás acostumbrado a esas temperaturas de aire acondicionado.
La playa que había enfrente del hotel no resultaba demasiado atractiva. Tenía un puerto de pescadores al lado y el agua parecía estar algo contaminada, quizás por esto o quizás por lo cercano que estaba el hotel a la costa. En cualquier caso, lo que importaba eran las vistas por la mañana, ya que para visitar playas paradisíacas ya estaban otras por otras partes de la isla.
Lo único que hice en esa playa fue recorrerla de arriba a abajo con mi hermana, más o menos hasta la zona de los pesacadores, algo que más adelante nos dijeron que no fue una idea demasiado segura, la verdad, pero necesitábamos algo de sensación de libertad de movimientos.
Por las playas y visita a Isla de Coche
Como venía diciendo, la principal atracción que tiene la isla es ir visitando cada una de las playas que hay. Para llegar a ellas teníamos un coche alquilado con el que nos íbamos moviendo libremente por la isla. De esta forma, también pudimos ver cómo era la población de la isla y el paisaje de isla Margarita, que es realmente espectacular.
Tal y como mencioné en el otro post sobre este viaje, Venezuela estaba en plena campaña electoral, por lo que era muy habitual ver como había muchos coches y personas haciendo campaña electoral, en este caso, la mayoría a favor del por aquel entonces aún presidente Hugo Chávez.
La visita a las playas fue espectacular. Son tal y como se ven en las imágenes sobre playas del Caribe, con palmeras y aguas de un azul turquesa intenso. Aquí sí se podía recorrer la playa andando perfectamente sin ningún peligro, ya que aquí la gente está pasando el rato o llevando sus negocios playeros. Aunque son zonas en las que vive gente cuyas condiciones ecónomicas son de las más bajas de todo el país, aquí el peligro de sufrir un atraco era algo menor que en el resto de lugares. Debe de ser porque el ambiente de playa invita a la relajación y al buen rollo.
De esta forma, es muy sencillo encontrarse puestos de comida ambulantes por muchos lugares de la playa. Venden comida frita en su mayoría que está muy rica y además es muy barata. También pasan habitualmente personas que ofrecen frutas recién recogidas, como cocos o plátanos.
Como curiosidad, tengo que decir que una de las veces que fui a comprar comida yo sólo acabé hecho un lío con los bolívares y con los euros, de manera que pretendía comprar algo que valía un euro con un billete que al cambio serían aproximadamente 10 céntimos. La persona que me lo vendió me miró sin entender nada y fue una situación bastante incómoda, pero al final volví con el dinero correcto.
Pero sin duda mi mejor experiencia en las playas del Caribe fue la que tuvimos al ir hacia la isla de Coche, una pequeña isla que pertenece a isla Margarita y que se encuentra a muy pocos kilómetros. Para ellos fuimos en una pequeña embarcación con motor en la que cabían unas 15 personas aproximadamente. Hasta entonces jamás había montado en ningún tipo de barco, y la experiencia fue muy divertida. No soy de esas personas que se marean en los barcos descubrí, pero entendí perfectamente que haya personas que se puedan marear.
El viaje en barco duró una media hora, había momentos en los que no se veía costa mirases donde mirases en el barco, pero finalmente llegamos a isla de Coche. Una vez allí fuimos directos a un hotel que nos ofreció poder pasar el día en sus instalaciones (piscinas y demás) y poder disfrutar de una barra libre de cócteles. Como cabe esperar, estos cócteles eran perfectos, jamás he probado cócteles tan buenos. Una lástima que sólo tuviese 16 años y no pudiese beber tanto alcohol. Ahora lo habría aprovechado mucho más sin duda.
Y así pasamos un día entero en esta pequeña isla, fue de los días en los que más cómodo y relajado me sentí. Al final de la tarde, bastante antes de que anocheciera, fuimos de nuevo al embarcadero para volver a nuestro hotel. Aquí nos ocurrió una situación bastante peligrosa, ya que el barco en el que estábamos se cruzó con una moto acuática que estaba circulando por una zona que evidentemente no le correspondía. Peligroso porque pudimos habérnoslo llevado por delante, y lo peor de todo es que viajaban una madre y un padre con su hijo en la moto.
Galería de fotos
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- English: Crossing the pond (II)
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