VENECIA
¡Hola viajeros con o sin sombrero!
La entrada de hoy va dedicada a la famosa y explotada fotográficamente hablando, Venecia. Pónganse cómodos y sigan leyendo:
Llegamos a Venecia sin ninguna expectativa, solo para dejarnos llevar y reencontrarnos con una antigua amistad que había estado viviendo allí durante los últimos meses.
Dentro de lo bonitos que son de por sí los reencuentros, este era especial, un abrazo en uno de los escenarios más singulares del mundo. Un abrazo eterno en Venecia, la ciudad que iba a acogerme durante días pero que iba a acompañarme en el recuerdo de por vida. Un abrazo en un puente construido por el polémico Santiago Calatrava que podía acabar como acabó o acabar de forma inesperada.
En seguida me hice con las calles que en un primer momento me parecieron particulares, es verdaderamente fácil acostumbrarse a vivir con un paisaje de postal siempre de fondo.
De Venecia me sorprendió que toda la ciudad fuera bella y no era una ciudad con solo dos o tres puntos turísticos de visita obligatoria. Era preciso ver toda la ciudad de arriba abajo para poder entender su belleza.
El canal estuvo a punto de llevarse mi sombrero en más de una ocasión ya que el viento y la lluvia nos amenazaron los primeros días. La expresión “acqua alta” retumbaba en mi cabeza, pero no más fuerte que la idea de aparecer en la plaza de San Marcos.
Y ahí estaba, como esperándonos de brazos abiertos, la Basílica de San Marcos. Sus cúpulas se llevaron toda mi atención y, por supuesto sus palomas, ya sabes, nunca te fíes de una paloma.
En un alarde de valentía decidimos que gastarnos dinero en subir a una góndola era una inversión. Una inversión de OCHENTA EUROS por solo cuarenta minutos de paseo. Así que desde que solté el dinero, podría decirse que la conclusión del viaje fue que en mi próxima vida sería gondolera y me pasaría las horas en el Gran Canal visitando el Puente de los Suspiros y el Puente de Rialto.
De Burano aprendí que no es oro todo lo que brilla y que las fotografías no huelen. Detrás de los colores vivos de sus calles, el llamativo contraste entre ellos y su apasionante historia hay un incómodo olor que hace de tu visita un momento de catarsis. Y digo catarsis porque dentro de la incomodidad Burano resulta agradable y acogedor.
De Burano se cuenta que los colores llegaron cuando los pescadores quisieron ponerle remedio a una niebla que imposibilitaba localizar sus casas
La sorpresa arquitectónica en Venecia fue casi tan grande como la decepción gastronómica, y ya sabes, la barriga como la cartera siempre llena. Ante la decepción apareció el bendito Spritz al que nos aficionamos hasta el punto de casi olvidar que la cerveza existía.
Y así fue, con un Spritz en el cuerpo, como conseguimos tener Venecia a nuestros pies, literalmente, desde la azotea de T Fondaco dei Tedeschi en Rialto, además de regalarnos una panorámica que con suerte vivirá en nuestra memoria hasta que dejemos de tener que recordarla porque volvamos a ella.
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