Francia: Toulouse.
La distancia de Burdeos a Toulouse es de aproximadamente 350 km, es decir, unas 3 horas en coche y unas 3 horas y media en autobús. No encontramos ningún Blablacar que tuviese horarios adecuados para nosotras y, aprovechando que tenía por casualidad unos folletos de descuento de Flixbus en la cartera, decidimos utilizar este método de transporte para desplazarnos hasta allí. Nos salió muy económico pues con los descuentos nos costó cada viaje 4 euros, es decir, unos 8 euros ida y vuelta. Se parecen a los trasportes públicos de España, ¿verdad?
En fin, una vez que llegamos a Toulouse comenzamos a andar hacia una pequeña cafetería que me había gustado mientras buscaba locales interesantes por Tripadvisor. De camino compramos un dulce tipo berlina (con chocolate líquido por dentro) en un lugar del que no recuerdo el nombre, lo que si recuerdo era que estaba para chuparse los dedos. Como teníamos bastante hambre, ya que prácticamente no habíamos comido nada, al llegar a O Délices d'Emilie pedimos, además de un café para cada una y un pedazo de tarta casera que tenía muy buena pinta, de chocolate y avellanas.
Ya con el estómago lleno fuimos a la oficina de turismo, una antigua torre que se encuentra por detrás del Capitolio, donde se encontraban antiguamente los archivos de la ciudad. Allí un chico muy simpático nos indicó en un mapa los lugares fundamentales que ver en Toulouse y nos dio un libro con indicaciones sobre itinerarios o recorridos que contenía también información sobre cada punto de interés turístico, es decir, algo de historia del lugar, otras cosas relacionadas con el sitio. ¡Ah! Y algo muy importante, horarios de apertura/cierre y precio de la entrada.
Comenzamos nuestra ruta por la plaza del Capitolio, donde no solo se encontraban los elementos que residen permanentemente allí sino que también había un pequeño mercado con suvenires, complementos de ropa y otros elementos al que no pudimos evitar acercarnos a echar un vistazo. Por otro lado, en medio de la plaza se puede ver una cruz occitana enorme rodeada por los 12 signos del zodiaco, uno en cada una de sus puntas. En frente, el Capitolio, uno de los edificios más emblemáticos de Toulouse. En él se encuentran hoy día el ayuntamiento, el teatro y una galería de arte preciosa donde la entrada es gratuita.
Nada más entrar al Capitolio lo primero que encontramos es un patio, el patio de Henri IV, donde se encuentra un monumento de mármol en dos colores (blanco y gris) que representa al mismo rey con armadura y una corona de laurel en la cabeza.
Al entrar, la Gran Escalera. Sí, se llama así, y con razón. Es un lugar que te sumerge de lleno en un mundo paralelo lleno de color pero a la vez también de aspecto sereno por el entorno. Las paredes no solo están adornadas con detalles florales de color dorado que contrastan perfectamente con el color blanco roto del fondo, sino que en ellas podemos encontrar numerosas pinturas de Jean-Paul Laurens y sus hijos, donde se representan numerosas escenas relacionadas con torneos y fiestas en la naturaleza.
La primera sala es la Sala Gervais, una sala enorme con suelos de madera, paredes decoradas con pintura y lámparas de araña colgadas en los techos. En los paneles informativos que se encontraban en los diferentes lugares de la galería se podía encontrar información acerca de para qué estaba hecha la sala, qué elementos destacados podemos encontrar en ella o algunos detalles que, a ojos de un inexperto en arte, pueden pasar desapercibidos. En este caso, supimos que la sala estaba dedicada inicialmente a la celebración de bodas por lo que las pinturas que adornan las paredes de esta sala estaban dedicadas al amor. A la derecha, por ejemplo, se pueden ver tres obras que representan el Amor a los 20 años, a los 40 (foto) y a los 60. Y en el centro del techo a Eros, que se encuentra rodeado de 4 ninfas: la Gracia, la Pureza, la Inocencia y la Fidelidad (esta última me gustó especialmente y que estaba representada como una mujer acariciando a un perro, lo que me pareció muy original).
La siguiente sala es la Sala Henri-Martin, donde el artista quiso hacer alusión al ‘’tiempo que pasa’’, representando principalmente dos escenas: una en el campo y otra en la ciudad. En la primera se ven los retratos de su mujer y sus hijas, que juegan agarradas de la mano, además de los retratos de algunos amigos del autor que simplemente están trabajando la tierra. En la segunda, por otra parte, se pueden ver hombres y mujeres que pasean con la mirada hacia el cielo o hacia el suelo (ambas como señal de reflexión) por el muelle de la ciudad. Lo curioso de esta sala es que, aunque no haya un único panel para cada motivo, los paneles tienen continuidad, es decir, las líneas de las montañas (en el caso de la primera) y del horizonte (en el caso de la segunda) hacen que no sean motivos diferentes sino que sean una serie de paneles separados que crean una gran pintura conjunta.
Salimos de esta sala a través de una gran puerta con espejos que nos lleva a la Sala de los Ilustres, decorada a finales del siglo XIX por más de 20 artistas cuyas obras representan diversas temáticas relacionadas con la grandeza de Toulouse. De esta sala destacaría dos obras que, por su descripción en los paneles, fueron las que más me llamaron la atención:
‘La Belle Paule’ de Henri Rachou donde se representa a la musa de los pintores y poetas, vestida con ropas medievales y asomada a un balcón desde donde el pueblo la admira y caen rendidos ante su belleza;
‘La Poesía heroica’, una escultura como alegoría a la poesía, representada por una mujer con gesto de valentía que sujeta un instrumento griego antiguo de cuerda percutida.
Nos dirigimos entonces hacia la Basílica de San Saint-Sernín (o San Saturnino) y de paso paramos en Notre Dame du Taur, una iglesia que, según cuenta la leyenda se construyó sobre el lugar exacto donde murió Saturnino, el primer obispo de Tolouse. Dicen que en la ciudad había un templo construido para Júpiter por los romanos, Saturnino debía pasar por delante de él para llegar hasta otro templo cristiano donde realizaba diversas funciones. La cosa es que los ruegos de aquellos que pedían en el tempo de Júpiter comenzaron a no cumplirse por lo que culparon de este hecho al obispo. Un día la multitud enfurecida le pidió que sacrificase un toro en nombre de Júpiter y este se negó, fue entonces cuando lo ataron al mismo y picaron al toro para que corriese por las calles hasta que muriese arrastrado. Una historia terrible, ¿verdad?
Finalmente llegamos a la Basílica, una construcción románica con acabados góticos (un periodo evidenciado sobe todo en los últimos pisos de la torre del campanario). La verdad es que los folletos informativos que se encuentran dentro el edificio explican muy bien la arquitectura de la fachada. En la parte exterior, lo que más destaca es la torre del campanario con 8 pisos de altura de base octogonal. Además, como he dicho antes, se pueden evidenciar en ella el estilo románico de arcos de media punta de los primeros pisos y el estilo gótico de arcos apuntados de los últimos. Por otro lado, en las diferentes puertas de entrada a la Basílica se pueden ver columnas de estilo romano donde los capiteles (la parte alta y decorada de las mismas) contienen imágenes como una persona a la cual dos monstruos le devoran la cabeza, escenas de Adán y Eva o algunos demonios pequeños y animales.
Ya en el interior, lo que más me llamó la atención fue la semejanza que había entre esta y la Catedral de Santiago de Compostela. Después supe que la razón de esto era que esta Basílica es un lugar de paso de muchos peregrinos que hacen el camino, y que, por eso, tiene una estructura que permite el paso continuado a los peregrinos alrededor del altar mayor donde se encuentra la tumba de este santo. También nos recomendaron entrar en la Cripta (2 euros por persona si tienes descuento por ser estudiante y 2,50 el ingreso normal) donde también nos dieron una guía pequeña sobre donde estaba situada cada cosa. Realmente nosotros no hicimos guía turística porque tampoco sabíamos si había o no (que supongo que sí) y por eso realmente no pudimos apreciar bien todo lo que allí se encontraba, que en su mayoría eran relicarios y piezas de orfebrería que ni siquiera sé si guardaban reliquias.
Para comer la verdad es que no tuvimos mucha opción ya que por el hecho de estar entretenidas viendo cosas no pensamos en ese momento que el horario Francés es diferente del nuestro, y cuando nos dimos cuenta casi todos los lugares para comer habían cerrado. Encontramos un lugar llamado Aligot Bar, donde servían comidas típicas de Toulouse, muy cerca de la Basílica y con buena puntuación en TripAdvisor. Pobamos dos platos: el aligot y el cassoulet.
El primero la verdad es que me gustó algo más que el segundo, pero los dos estaban bastante buenos. El aligot es algo parecido a un puré de patatas y queso que se come solo o acompañado de salchichas y el cassoulet es una especie de guiso que está hecho a base de alubias y carne (el nuestro era de pato).
Seguimos con nuestra ruta, caminando sin más por las calles, simplemente disfrutando del paseo y parando en algún que otro sitio de los que nos íbamos encontrando. Algunos de ellos fueron: Cure de Notre Dame de la Daurade, que se encontraba en obras y solo pudimos ver una parte de la entrada; el Puente de Piedra ; el Puente Neuf; y el convento de los Jacobinos, que me llamó especialmente la atención ya que desde fuera se veía bastante grande pero cuando entramos la impresión fue mucho mayor. Tenía varios lugares con altares e información sobre obras de arte pero no era una iglesia convencional en la que todo gira en torno a un altar central, por eso me resultó original.
Convento de los Jacobinos
Puente Neuf
Puente de Piedra
Se hacía tarde y debíamos volver a la estación para coger el autobús de vuelta a Burdeos así que, para celebrar el bonito día que habíamos pasado lo último que hicimos fue tomarnos un par de cervezas y brindar por ello. Pero realmente el día no había acabado por lo que, cuando llegamos a la estación de Burdeos, aún con todo el cansancio, quisimos acercarnos a la Feria del Vino a darnos un paseo y ver que había por allí. Fue entonces cuando nos encontramos con el espectáculo de fuegos artificiales que mencioné en la primera entrada. Precioso.
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