La ciudad de Nikkō, sus templos y bosques
A una hora de Tokio se localiza la ciudad de Nikkō, famosa por su complejo de templos que se pueden visitar, llamado Togoshu. El sitio pertenece a la UNESCO (Patrimonio de la Humanidad).
Para llegar hasta allí debemos coger el metro y luego un pequeño tren. A continuación, nos dirigimos a la ciudad después de asegurarnos de que tenemos un tren para volver a Tokio. Viajamos "gratis" con nuestro pase de tren (que nos costó doscientos euros, para poder viajar siete días a donde quisiéramos). Luego fuimos hasta el complejo del templo (me parece que en algún momento cogimos un autobús, de hecho creo que fuimos andando y volvimos en autobús).
El tren de Nikkō y la estación:
El sitio es maravilloso. Hay estatuas de todo tipo (incluidos los tres monos que se tapan los ojos, la boca y las orejas) y también dragones; altos e impresionantes árboles característicos por su tamaño, color, anchura (finos y muy altos); y los templos por supuesto, largas e imponentes escaleras; columnas;...
Se podía entrar a algunos templos pero no a todos. Antes de entrar, hay que quitarse los zapatos. El silencio es severo, pero uno no se siente como en una iglesia. Las iglesias dan una sensación de espiritualidad pero también de frialdad y rigor. Mientras que los templos budistas, sintoísmo (religión nativa de Japón), los imponen pero de una manera mucho más suave. Es difícil de explicar. Quizás se deba al hecho de que los japoneses son muy supersticiosos y creen al final un poco en todo.
En Nikkō, probamos la cerveza local, la cerveza Nikkō. Por desgracia no recuerdo el sabor, excepto que me recordó al orval belga (medicamento). ¡Pero guardé la etiqueta!
Más tarde, planeamos coger un autobús y luego el teleférico para ir a lo alto de la ciudad. ¡Pero sin contar que no fuimos capaces de leer el horario! Lo tengo justo enfrente de mí y es verdad que no es fácil de leer... Por lo general no tuvimos muchos problemas con el transporte público porque todo está escrito en inglés. De la misma manera, rara vez nos equivocamos con el metro o el tren. ¡Pero con este autobús en particular fue difícil! Finalmente, llegamos muy tarde a lo alto de Nikkō. Y por desgracia, el teleférico estaba cerrado porque había niebla. En lo alto, había un gran lago donde nos hicimos fotos. Luego empezó a chispear y nos refugiamos bajo los techos de las casas...
¡Unos minutos más tarde de las primeras gotas de este chisperío, vivimos en directo una verdadera tempestad! Aprovechamos para hacer algunos vídeos curiosos y simulados como si nos llevara la tormenta, pero al final pensamos que de verdad podía llevarnos, ya que el viento era fuerte. Nos refugiamos bajo los techos, las tiendas y bares estaban cerrados, intentamos entrar en todos los sitios.
Finalmente corrimos hasta el hotel donde decidimos descansar en un onsen (aguas termales de origen volcánico que se encuentran en Japón). Un onsen es el equivalente de baño/spa. Primero pagamos la entrada de mil yens y nos dieron una toalla blanca. Después, nos separamos de los hombres, había dos onsen, uno para las mujeres y otro para los hombres. A veces los hay mixtos. Luego nos cambiamos en el vestuario y por último había que desnudarse, tenía que decirlo porque tienes que entrar desnudo al onsen. A continuación, llegamos al lugar propiamente dicho. A los lados hay grifos con agua fría o caliente (es un pequeño termostato que permite regular la temperatura del agua); con una pequeña piscina en el centro (el equivalente a cuatro bañeras grandes, diría yo) frente a un ventanal con vistas a la naturaleza y... a la famosa tempestad. Fue muy exclusivo tener esa atmósfera relajante en el interior cuando a la vez estás viendo la tormenta, el viento, la lluvia y el frío que desolaban el exterior. Las paredes están hechas de madera y tipos de bambú. Son materiales naturales, preciosos y refinados.
El baño estaba ardiendo. A mí me costó quedarme allí más de cinco o diez minutos. Mi piel se puso muy roja. Es bueno tener una toalla pequeña, al principio sirve para taparnos porque, como occidentales pudorosos que somos, estábamos pasando un poco de vergüenza. Pero después nos liberamos, y la gente usa sus toallas para lavarse, recogerse el pelo... Nosotros nos "equivocamos" y la metimos en agua fría para ponérnosla en la cabeza una vez en el baño porque teníamos muchísimo calor. Fue muy tranquilo y relajante. Por otro lado, yo soy de las que rápidamente se aburre en estos lugares de relajación. Al cabo de una hora ya me había salido.
Luego cogimos un autobús de vuelta a la estación y volvimos a coger el tren a Tokio. Es obvio pensar que estábamos agotados y nos dormimos un poco en el transporte público. Al final nos pasó como a los japoneses, ¡que se duermen todos en el transporte público!
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