Año Nuevo en Valtelina, 2019

Tras haber pasado los últimos cuatro meses en Almería, en España, lejos de mi familia y amigos y de mi pobre novio en Glasgow, estaba más que emocionada por volver a casa en vacaciones.

Ir a casa:

Acabamos el 21 de diciembre. Después de un mes lleno de libretas de calificaciones, clases abiertas y actuaciones, todos los profesores en Almería estábamos cansadísimos y necesitábamos un descanso. Todos los escoceses cogimos un vuelo desde Málaga hasta Edimburgo la mañana del sábado temprano. A pesar del frío y la lluvia, estaba muy contenta por volver a casa.

New Year in Valtellina, 2019

Navidad:

La Navidad fue genial; mi hermana había venido desde Dubái, todos nos dimos los regalos y comimos y bebimos mucho antes de ir a la cama. Pude ver a muchos de mis amigos durante los seis días que estuve en casa, pero, por desgracia, no los vi a todos.

New Year in Valtellina, 2019

Tendrán que esperar a que vuelva en Semana Santa. Fueron unos días un poco ajetreados pero estaba desesperada por ver a Iacopo, mi novio. Él estaba, como no podía ser de otra forma, en Italia pasando las vacaciones con su propia familia y amigos, pero habíamos acordado que pasaría la mitad del tiempo en Escocia y la otra mitad en Italia con él.

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Había pasado un mes desde la última vez que nos vimos en Málaga y tenía unas ganas tremendas de verlo otra vez. Llegué temprano al aeropuerto de Edimburgo para evitar las prisas de perder el vuelo. Por supuesto que el vuelo se había retrasado, así que tuve que esperar un poco. Por fin estaba en el avión y lista para irme. Iacopo fue al aeropuerto de Bergamo a buscarme antes de ir hasta su pueblo, Ponte in Valtellina.

Llegar a Italia:

Me estaba esperando en la zona de llegadas y nos abrazamos fuertemente antes de comenzar nuestro viaje de dos horas hacia el valle. Encontramos una pizzería mona de camino y paramos a cenar antes de seguir con el viaje. Cuando llegamos a su pueblo ya pasaba de la medianoche, así que su familia estaba dormida.

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Día 1:

A la mañana siguiente, subí las persianas para disfrutar de las vistas del valle, con sus montañas nevadas que nos rodeaban junto con la brillante luz del sol y el aire fresco alpino. Siempre me da la sensación de que Valtelina es un lugar de cuento de hadas. El paisaje es tiene una belleza natural que quita el aliento y aún me pregunto por qué Iacopo se fue para ir a Glasgow.

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Bajamos a ver a sus padres y me duché y cogí los regalos de Navidad antes de comer. Obviamente era un menú de tres platos y me costó hablar cuando lo terminé, ¡estaba tan llena!

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El padre de Iacopo tiene su propio viñedo cerca de la casa. Siempre pasamos el primer día de las vacaciones paseando por las filas de plantas y observando el paisaje tan bonito del valle. Nos sentamos en una pared durante un rato, hablando, cuando un amigo de Iacopo que estaba paseando a sus perros en las montañas le llamó. Fuimos a verle. Condujimos por las serpenteantes carreteras que nos llevaron a un lugar recluido donde nos sentamos a charlar antes de que el sol desapareciese tras las montañas enfrente de nosotros.

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En octubre, hubo una tormenta horrible que destruyó mucha de la vegetación del valle. Subimos en coche por la montaña, observando la destrucción que habían causado el viento y la lluvia. Todo había cambiado mucho desde el año pasado, pero ya habían comenzado las labores de reforestación.

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Volvimos a la casa de sus padres para cenar y, después, nos relajamos en el pub local con algunos de los otros amigos de Iacopo. Esa noche se celebraba el ‘conscriti’. Cada año, en Ponte, existe una tradición donde la clase que cumple 18 años ese año sube a la montaña y cuelga la bandera de Italia con la fecha en la que nacieron. También pintan un mural en la pared para conmemorar su clase. Por ejemplo, esta era 2018, así que la clase del 2000 salió a celebrarlo. Iacopo se reúne con sus compañeros de primaria todos los años en las vacaciones de Navidad por su reencuentro anual. También pude vivir esto. Está genial que continúen con la tradición, pero me costó un poco seguir la conversación en italiano puesto que casi nunca sabía de quién o de qué estaban hablando. Llegamos tarde a casa esa noche y estaba muy cansada del primer día.

Día 2:

El día después, subimos a la casa de su tía, en la alta montaña de Tresivio.

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Normalmente no se puede subir allí en invierno, pero, como hubo nieve este año, no tuvimos problemas. La tía de Iacopo es una cocinera impresionante y la comida siempre está buenísima. Tenía un precioso horno de leña que calentaba la casa entera. Tras un gran menú de guiso, quesos, carne, pastel, fruta y chocolate, Iacopo y yo decidimos ir a dar un paseo para bajar todo lo habíamos comido. Por la tarde, volvimos a merendar té y galletas; después, Iacopo y yo hicimos juntos un crucigrama italiano, lo que estuvo bien ya que estaba demasiado llena como para hacer cualquier otra cosa. Después, comimos aún más para cenar. ¡Nunca me iba a acostumbrar a todo lo que comen los italianos!

Víspera de Año Nuevo:

El día siguiente era la víspera de Año Nuevo. Iacopo y yo teníamos algunas opciones de cómo pasar la noche. Teníamos amigos en Bolonia, en el Lago de Garda y en Milán, pero ninguno sabíamos muy bien qué hacer. Al final, uno de sus amigos nos invitó a una reunión que tenía lugar, de nuevo, en las montañas.

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Había un ‘agri-turismo’ situado a unos 2.000 pies sobre el valle. Era una especie de restaurante, pero también una casa donde el dueño cocinaba y entretenía a los huéspedes. Fue muy guay. Condujimos hasta allí, pero tuvimos que caminar unos 20 minutos para llegar a la cabaña. Había mucha gente allí y ya conocía a muchos.

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Comenzamos con un entrante de jamón serrano, pan y embutidos con prosecco y Aperol Spritz. Había muchos perros corriendo por allí, ¡fue genial! El plato principal constaba de polenta, estofados, carnes, verduras, patatas y queso. ¡Había mucha carne! Luego llegaron los postres y no podía comer más. Durante algunas horas, continuamos bebiendo y escuchando música rara alpina, lo que fue bastante gracioso. En las campanadas, todos nos fuimos afuera a ver los fuegos artificiales en el valle. ¡Parecían tan pequeños desde tan alto! Todos aplaudimos y, después, nos dieron un plato de lentejas que representa las monedas para desear buena suerte en 2019. Sobre las 2, Iacopo y yo decidimos volver por la montaña. Por suerte, otra pareja nos llevó en coche hasta el de Iacopo. ¡Fue una noche increíble y una verdadera experiencia valtelina!

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Día de Año Nuevo:

Pasamos el día de Año Nuevo en la casa de la tía de Iacopo de nuevo.

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¡Aún estaba llena de la noche anterior! Por la tarde, fuimos todos a dar un paseo y vimos el valle, lleno de humo de las hogueras y los fuegos artificiales del Lago Como. Me estuve quejando todo el camino puesto que llevaba botas de tacón y tenía miedo a hacerme daño en el tobillo.

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Cuando volvimos a casa, decidimos preparar ñoquis caseros para cenar, así que comenzamos a hacerlos. Pelamos las patatas y las hervimos, listas para mezclarlas con harina y con alguna otra cosa para hacer la pasta. ¡Todos trabajamos juntos para hacerlos y fue una gran forma de pasar la tarde! ¡Por no decir que estaban riquísimos!

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Il Ponte nel Cielo:

Al día siguiente, después de comer, Iacopo y yo fuimos a Il Ponte nel Cielo, que es el puente más alto de Europa por el que se puede caminar.

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Estaba sobre un pequeño valle sobre Valtelina y pudimos ver el Lago Como al final. Fue muy guay pero hacía muchísimo frío. Me encantaría volver en verano para ver la diferencia en el paisaje y en la luz. Tan solo cuesta 5 € y puedes ir y venir tantas veces como quieras.

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La bodega:

Cuando volvimos a Ponte, Iacopo y yo dimos una vuelta por la bodega de su padre, donde guarda todo el vino. También le hicimos una visita al cerdo que tiene su familia, aunque olía mal y me asustaba un poco, así que no nos quedamos mucho tiempo.

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Esa tarde fuimos a tomar el aperitivo a Sondrio y vimos las luces de Navidad y el casco antiguo antes de volver a casa de su tía a cenar.

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Nos llevó al mejor restaurante de Valtelina, Ristoro Castel Grumello, que estaba debajo de un castillo que dominaba el valle. Fue increíble.

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Como acostumbra, comimos montañas de comida. Comimos un entrante de marisco acompañado de vino blanco; después, un plato principal de lasaña con vino tinto; luego, pastel de chocolate de postre con prosecco y, finalmente, fruta (incluidas las cerezas) y un vino dulce para el postre. Fue una mezcla rara de "alegre" y llena, pero definitivamente confirmo que fue uno de los mejores restaurantes a los que he ido.

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Día de esquí:

Al día siguiente, nos levantamos y decidimos ir a esquiar. Estaba aterrada, ya que no recuerdo la última vez que lo hice. Decidimos ir a Alpe Palù a pasar la tarde. Iacopo ya tenía todo su equipamiento, pero tuvimos que alquilar unos esquís para mí. Fue una tarde divertida, pero me enfadé conmigo misma por estar demasiado asustada para probar las pistas más grandes. ¡Quiero ser buena esquiadora, así que solo necesito seguir practicando!

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El final de las vacaciones:

En nuestra última noche, los padres de Iacopo nos llevaron a probar la famosa pizzoccheri y sciat en un restaurante que tenía el primo de su padre. Fue increíble, como siempre, pero siempre estoy llenísima después de comer esos platos tan grasientos y que llenan tanto.

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Fue una despedida muy triste porque lo habíamos pasado en grande con la familia de Iacopo. Me hacen sentir parte de la familia y me encuentro muy cómoda allí. Me alegraba volver al sol de España, pero siempre echo de menos Italia cuando me voy. No iba a ver a Iacopo hasta febrero, así que iban a ser unas ocho semanas largas antes de reencontrarnos en Almería.

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A pesar de mi tristeza, no puedo evitar sonreír cuando me acuerdo de todas las cosas tan geniales que hicimos la semana pasada. Italia siempre será mi opción número uno.

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