Preludio de despedida

Las campanas de Santa Caterina tañen en el santuario mientras los estorninos, espantados, salen de los árboles que hay frente a mi ventana. La suave brisa que entra por mi ventana acaricia mi cara, como acaricia las banderas que, en el patio del convento, dos 'ocaioli' agitan con unos movimientos gráciles y flexibles. A su vez, completando esta orgía de sonidos, los tambores de 'Il Palio' marcan el ritmo de los últimos segundos de nuestro tiempo, que se acercan al cadalso para su apoteósica ejecución. Y mientras, en Siena, la euforia, el cansancio y las lágrimas preceden la inevitable partida, el desfile de los recuerdos. Preparaos pues, condenados, piratas y desleales, apurad vuestra última cena, formulad vuestras voluntades, pues tal vez mañana sea demasiado tarde. Cesa el sonido de las campanas, los pájaros duermen, ya no suenan los tambores. La ciudad está en calma, la cena humea sobre la mesa. Esta noche, los recuerdos condenados no están inquietos. Es el preludio de la despedida.