Estereotipo de funcionario: hay cosas que nunca cambian
Siena, 22 de junio a las 11:00 de la mañana. Llego a una de las oficinas del registro de estudiantes erasmus, donde se realizan las gestiones de los contratos de asignaturas. Mi objetivo no es otro que recoger una copia sellada de la hoja de cambios en el contrato, que había entregado el mes pasado pero que, al sólo abrir dos días a la semana y sólo durante tres horas, me había sido imposible recoger antes.
No hay que decir que, gracias a esa increíble flexibilidad de horario (entiéndase el desborde sardónico de mi afirmación) se forman unas colas que nada tienen que envidiar a la aglomeración de adolescentes ante un concierto de Justin Bieber.
En la oficina había dos personas, una atendiendo uno por uno a los estudiantes erasmus y la otra mirando cómo la primera hacía su trabajo.
Después de unos minutos, toca el turno a la chica que estaba delante de mí, una muchacha que no entendía (y tampoco hablaba) el italiano, pero que llevaba el libreto de asignaturas con todo aprobado. Dicho esto, comprenderéis que no consigo entender el sentido del panorama. Una persona que se comunicaba casi completamente por signos cuando se trataba de entenderse con alguien italiano, había aprobado unas quince asignaturas en la universidad de Siena. Creo que alguien quiere que algunas personas nos sentamos, por lo menos, gilipollas.
El tiempo se me echaba encima, más de un cuarto de hora para que a la chica le explicasen en un idioma que iba desde el italiano al inglés, pasando por un improvisado idioma gesticular, los pasos que tenía que seguir antes de volver a su país de origen. La muchacha no se enteraba de nada, claro, y se quería marchar de allí sin recoger sus documentos firmados, pues según ella (al contrario de lo que la señorita funcionaria trabajadora le había explicado) creía que los documentos se los quedaban en esa oficina.
Durante esta lidia homérica intenté que la funcionaria observadora recogiese mi documento de identidad para entregarme el folio que necesitaba, diciéndome que tenía que esperar a que la chica terminase.
¿Cual era la función de la funcionaria observadora? Pues no la sé muy bien, porque sólo llevaba papeles de un lado a otro y sonreía al aire como si la cosa no fuese con ella.
Lo que pasó en el momento en el que la chica a la que estaban atendiendo finalizó su aventura, fue nada menos que surrealista.
La funcionaria trabajadora me atiende. Le comento que estoy ahí para recoger mi hoja de cambios en el contrato de asignaturas, que la dejé hace casi un mes y que no había podido ir antes. Muy sonriente y sin mirar en ningún sitio, pues sus manos estaban sobre la mesa y sus ojos sobre los míos, me dice que tengo que volver en dos semanas porque es lo que tardan en firmar la hoja. Sin perder la paciencia le digo que la hoja la entregué hace casi un mes, con lo que debería de estar ya firmada. Entonces me pide un documento de identidad y le dice a la funcionaria observadora que busque en el archivador. Entonces baja la mirada y se pone a enredar con unos papeles que tenía debajo del mostrador (los cuales yo no podía ver).
La observadora vuelve con mi DNI y sin ningún papel. Me dicen que no la tienen, que vuelva dentro de dos semanas. Les contesto (sin perder, como no, la calma y la educación) que debe de haber un error, porque esa hoja debería de estar firmada desde hacía unas semanas. Entonces, la funcionaria trabajadora, para mi asombro, vuelve a mirar mi DNI y, sin casi retirar su mirada de la mía, me da uno de los papeles con los que minutos antes había estado trasteando. Ese papel era mi hoja de cambios del contrato, firmada y sellada con fecha de mediados de Mayo.
¿Qué ha sucedido en esa oficina? Todavía no lo tengo muy claro, pero tienen tantas pocas ganas de trabajar que el esfuerzo por no hacer bien el trabajo es mayor al esfuerzo que les supondría hacer bien las cosas desde un principio.
Y también quiero dejar patente, por si no ha quedado claro, la indignación que tengo porque una persona que no sabe el idioma del país en el que pretende estudiar, apruebe unas asignaturas sólo por el mero hecho de presentarse a ellas. Llegados a este punto no insinúo que el caso de esta chica de la oficina sea ese, pero sí es cierto que a muchos erasmus de algunas carreras les aprueban simplemente por presentarse al examen.
Dicho esto, ya me he desahogado. Me retiro a estudiar.
Un saludo:
-F
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