Sevilla, una historia de amor

El pasado mes de septiembre, siguiendo el consejo de uno de mis profesores que veneraba Sevilla, decidí probar la experiencia Erasmus en esta ciudad, hasta la fecha totalmente desconocida para mí.

Aterricé en esta tierra que sería mi casa durante 10 meses un caluroso día de verano. Mi pie apenas había rozado el suelo andaluz y ya sabía que me iba a gustar esta tierra, su capital, sus costumbres y sus gentes. Me enamoré de Sevilla con solo una mirada.

Vengo de una familia del norte de Francia, así que no estamos acostumbrados al buen tiempo y el calor. Cuando llegué a Sevilla era otro mundo. En esta ciudad hace buen tiempo siempre; en los 10 meses que he estado allí ha debido llover unos 30 días. La capital de Andalucía te envuelve con su calor, ¡con su sol radiante y su cielo azul! Levantarse todos los días y ver que afuera hace un tiempo magnífico te pone automáticamente de buen humor y te entran ganas de deambular por sus calles.

Sevilla también es eso, un capital que se puede cruzara pie. No tiene nada de las grandes ciudades saturadas y contaminadas por la ciculación. Es una ciudad que se puede cruzar a pie; muchas calles tienen prohibido el paso de vehículos, solo los peatones y los coches de caballos pueden circlar por ellas.

Hablemos de paso de los coches de caballos. Es una de las particularidades que da ese encanto a la ciudad. El ruido de los pasos de los caballos resuena y dan ritmo a la vida sevillana En el centro, cerca de la catedral, se pueden encontrar por decenas. Os proponen hacer una pequeña visita de los lugares claves de la capital. Es perfecto para un momento romántico o en familia.

Sevilla me sedujo por la cantidad de pequeñas calles estrechas y adoquinadas. Prácticamente todo el centro es así; es bastante difícil orientarse al principio pero con un poco de tiempo uno se adapta y es muy apreciable. Su lado florido y exótico influye también en el encanto de esta ciudad. A pesar de ser una gran ciudad, Sevilla tiene bonitos espacios verdes: magníficos parques, avenidas llenas de arbustos y árboles en flor así como sus famosos naranjos.

Sevilla está repleto de lugares magníficos, pero mi preferido es el parque de María Luisa, justo al lado de la Plaza de España. Este parque es simplemente perfecto, ya sea para quedar con amigos, hacer un pic-nic, pasear por un lugar sombreado o incluso leer mientras escuchas el canto de los pájaros. Y la Plaza de España, grandiosa, parada obligatoria para las jóvenes parejas y sus fotos de boda.

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Por supuesto, Sevilla no se resume en estos lugares, ¡hay mucho más que visitar! La catedral, por ejemplo, inmensa, majestuosa, espléndida.

Los Jardines del Real Alcázar, alucinantes con su arquitectura única, su estilo árabe; porque Sevilla también es eso, una ciudad marcada por la cultura musulmana, una cultura que podemos observar en la arquitectura de algunos monumentos.

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Las Setas, monumento insólito, no se sabe muy bien para qué sirve pero forma parte del paisaje sevillano. Algunos dicen que es una estructura que recuerda a champiñones gigantes, cada uno tiene su punto de vista. Esto no impide que, una vez arriba, puedas disfrutar de una vista de toda la ciudad, perfecto para admirar el atardecer y, por la noche, el edificio se ilumina para dejarte con la boca abierta.

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No hay que olvidar que en España, la religión ocupa un lugar muy importante. En Sevilla encontramos mayoritariamente la religión católica, aunque la musulmana se puede apreciar también en algunos edificios. Es imposible ir a Sevilla sin tener tiempo para visitar algunas iglesias. El único incordio es elegir; una de mis favoritas, la Basílica de la Macarena, situada evidentemente en el barrio homónimo. Tiene una decoración abundante y su interior es simplemente magnífico.

Finalmente, para terminar esta pequeña visita de lugares imprescindibles, tómate un tiempo para detenerte a orillas del Guadalquivir, para admiraar el atardecer o bien para tomarse una cerveza entre amigos. En primera línea para observar los numerosos puentes que lo cruzan.

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Sevilla, ciudad de lo insólito

Aquí hablaré de tres cosas: la Feria, la Semana Santa y el Garlochi.

La Feria: es la fiesta más esperada del año por los sevillanos. Es un acontecimiento tan importante que, durante una semana, la vida se suspende. Por supuesto no hay clases en toda la semana.

En un lugar casi desierto en el barrio de Los Remedios, se levantan cientos de casetas así como una gran cantidad de atracciones durante una semana. En este período, la gente se da a la fiesta, a compartir momentos, al flamenco y al buen humor. Un ambiente único en una escena fuera del tiempo. Los caballos tienen las crines trenzadas y el pelo brillante, los coches de caballos están adornados con flores, las mujeres vestidas con su traje de gitana y los hombres de corto. La Feria es una tradición, es algo único y muy apreciado por los sevillanos; lo mejor es conocer a alguien que tenga acceso a una caseta privada para poder comprender de veras y disfrutar de esta fiesta.

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La Semana Santa: ya seas creyente o totalmente ateo, es imposible quedarse impasible ante este segundo acontecimiento mayor que marca el ritmo del año de los sevillanos. Si como yo, vienes de un país laico donde la religión está poco presente, la Semana Santa te dejará sin habla.

La primera vez que vi una procesión simple -porque hay que saber que hay todo el tiempo, a lo largo del año- fue tres días después de mi llegada a Sevilla y, os confieso que llegué a preguntarme ¡dónde me había metido! Una procesión, por ejemplo, es un conjunto de personas que desfilan transportando una figura religiosa (imagen), la Virgen o Cristo (pero sobre todo la Virgen). Lo llevan de una iglesia a otra. Las procesiones pueden ser pequeñas o grandes, acompañadas o no de una banda musical. Cada procesión tiene un código que respetar, hay procesiones silenciosas, tristes o alegres y, en función de esto, hay que llevar una u otra indumentaria. La Semana Santa es eso, una semana entera en la que las procesiones desfilan por toda la ciudad, día y noche. Por mucho quese diga, algunas te dejan sin palabras. Te estremece y emociona al mismo tiempo. Fui a una procesión: centenares de personas agolpadas en la calle hablando y bebiendo esperando a que la Virgen, llevada a hombros, haga su entrada. Cuando la Virgen llega, un gran silencio se expande, todos aguantan la respiración, todos se callan y, después, los tambores retumban y todos vuelven a respirar y retomar su vida. Fue mágico. Las procesiones dan una pequeña descarga de emoción, algunos lloran ante ellas.

Hay que verlo, pero una vez en la vida es suficiente. Las procesiones no son solo emoción, sino que toda la ciudad está bloqueada; a veces hace falta una hora para recorrer 100m si te encuentras en todo el medio de una de ellas. Y atención, aunque no seas creyente y todo esto te dé igual, hay que ser respetuoso.

Los sevillanos se toman esta semana muy en serio, incluso si no son creyentes. Como dato, durante la Semana Santa se puede asistir a unos palcos previa reserva de una silla en la que nadie te tapará la vista, sin embargo, habrá que rascarse el bolsillo, ¡pues la reserva de uno de estos asientos puede costarte cientos de euros!

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El Garlochi: es un bar situado en el barrio de la Alfalfa, paso obligatorio si vas a Sevilla. Descubrí este bar gracias a un amigo queme habló de él. Fui una noche con unos amigos por curiosidad y no me decepcionó en absoluto. Es abrir las puertas de este bar y entrar en otro mundo, un poco sórdido, ciertamente. Figuras religiosas por todas partes, pinturas, cuadros, no hay ningún hueco libre. En cuanto a la bebida, puedes probar la sangre de Cristo, sí, es una bebida alcohólica. Es un ambiente particular e incómodo. Apreciado o no, no volví muchas veces más.

Y si la Semana Santa sevillana es tan impresionante, ¡imaginad el ambiente que hay en Navidad! ¡Dicen que su mercado navideño es uno de los mejores mercados de Navidad de Europa!

Y esto es todo en este primer acercamiento a Sevilla. Esta ciudad es realmente un amor a primera vista; es única y maravillosa, uno se siente enseguida de ahí, es muy agradable vivir allí. Ya sueño con volver a ir.


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