Los jardines sevillanos
Los jardines sevillanos
Los jardines de recreo público, ciudadanos y palaciegos que existían en Sevilla en la segunda mitad del siglo XIX se encontraban en el estado que brevemente vamos a expresar.
En las plazas públicas donde se encontraban dominaba el trazo geométrico, la simetría, la regularidad, el sentido romano que inspiró principalmente al estilo francés del siglo XVII. En las Delicias y en San Telmo abundó lo apaisado, lo pintoresco, lo diverso, el aspecto de la naturaleza variada que preside al llamado estilo inglés desde el siglo XVIII. En el Alcázar, con lo apaisado se destacaba el carácter mudéjar; aquellos jardines conservaron “los encantos del género pintoresco que comenzó en Córdoba embalsamando los palacios de Medina Azahara, conmoviendo en los melancólicos del Alcázar de Sevilla y excediendo en poesía y sensualidad en los encantados jardines del Generalife y la alambra de Granada; y tantos otros, sobre todo en la bella Andalucía, que son elocuente testimonio del genio, esplendidez e inspiración de los árabes en sus deliciosos jardines”, como repite en su libro de jardinería el ingeniero Don Pedro Julian Muñoz y Rubio.
Más, en el florecimiento actual de las artes decorativas, correspondió también el progreso y la transformación a la jardinería sevillana, a partir de 1915: se acudió al antecedente mudéjar y al abolengo árabe, se agregó el elemento original del presente, policromía en colorido, gracia en formas, ligereza en masas, variedad en ornamentación; y nuestros jardines tienen una construcción local, un aspecto peculiar, forman ya un estilo propio y constituyen una atractiva belleza de la ciudad, comenzando a ser imitados y a extenderse por otras localidades. Un articulista anónimo, en “la estética del jardín”, que publicó la rebista “Bética” en enero de 1916, escribe “Nuestros jardines, los que son herederos de los árabes, tienen el doble encanto de armonizar las teorías- de los estilos francés e inglés, sustituyendo los caracteres de ambos- por alegría, por mucho sol, por mucha luz, por azulejos que den metálicos reflejos del astro del día y de la noche, por muchas fuentes y muchos surtidores que acompañan los cantos de los pájaros, por la ausencia de negras y profundas espesuras y por la imprescindible presencia del azahar y de los naranjos y las palmeras, ese árbol que en el desierto parece nacer de la muerte para simbolizar la vida, a cuya sombra han dormido las mujeres más hermosas del planeta, al que desde las edades más remotas han consagrado sus más tiernas endechas y madrigales los poetas de todas las naciones”.
Hoy tenemos en Sevilla ejemplos de jardinería suntuosa, como veremos ahora con los principales jardines palaciegos y ciudadanos.
Jardín del Real Alcázar
Estos jardines majestuosos, los más antiguos que conserva Sevilla proceden de abolengo árabe y mudéjar. En su esplendor del siglo XVI “ofrecerían notable aspecto, sin duda alguna- dice Don José Gestoso, - con sus pabellones y cenadores, sus jardines subterráneos, sus pinturas y alicatados, y sus magníficos estanques, en cuyas aguas cristalinas se movían los cisnes y una gran variedad de peces que alegraban y entretenían la vista, junto con los raros árboles y plantas, cuyas semillas trídas del nuevo continente, por expreso mandato de Don Felipe II, presto arraigaron en esta tierra, siendo copiados por el pincel de Juan de Campaña, hijo del pintor bruxelense Pedro de Kempeneer”. Perdidos con el tiempo muchas de aquellas bellezas fueron restaurados y algo variados en las grandes obras que se hicieron en el Alcázar en 1857; pero todavía revelan los jardines su antiguo carácter con sus diversos niveles y escalinatas, trazados geométricos de patios y de paseos entre cuadros sembrados, terrazas y fuentes, sorpresas de agua en finos surtidores a ras del suelo, cordones de arrayanes y de bojes, grupos de naranjos y de palmeras.
Pasadas las verjas de entrada, el primero de lso jardines es el del Estanque, en cuyo centro hay una copa de bronce con relieves y sobre ella una estatua de Mercurio, que fueron modelados por Diego de Pesquera y fundidos por Bartolomé Morel en el último tercio del siglo XVI; a la izquierda del estanque comienza la galería llamada de los grutescos y tiene partes de la construcción de gruta, aracada con algunso frescos sin valor, y utilizados algunso notables capiteles árabes corriendo sobre ella una azotea con antepecho, y distribuidos en su longitud unos castillejos que rematan en pirámides de azulejos.
-Por escaleras dobles se baaj al primer patio de los jardines de la Danza, nombre que procede de dos esculturas de plomo sonbre columnas de mármol blanco, representando una ninfa con pandero y un sátiro con platillos en actitud de danzar. A la derecha de este patio un arco abierto en el muro para entrar en los llamados Baños de Doña María de Padilla, que fue un estanque subterráneo del jardín de Crucero con bóveda ojival, y que tiene a los lados unas galerías subterráneas estimadas del siglo XVI por los eruditos. Volviendo a los patiso del jardín de la Danza hay que recrearse con los cercados y cordones de bojes, los arcos de ciprés, las elegantes palmeras, la fuente con sus sorpresas de agua. – De estos patios a la derecha se va a otros tres más bajos llamados de la Gruta, con sus cuadros geométricos de plantas y sus arbolados; en el arco del segundo de ellos se encuentra un escudo en barro codido de la época de los Reyes Católicos, y en el tercero un estanque, cuyo brocal está revestido de azulejos polícromos planos con bichas y figuras de costumbres de la labor trianera endeble del siglo XVIII y en el muro restos de trabajo de gruta, de donde viene el nombre de los patios.
De este tercer patio de la gruta, a la derecha hay una escalera con reja para subir al jardín del Príncipe, que antes se llamó también de los Plátanos, que ya no existen, a cuyo jardín se abren los ajimeces del salón del techo de Felipe II en la planta baja del Alcázar; y a la izquierda otra cancela para subir por una rampa al jardín Rústico, que tiene un cenador aislado, con invernaderos para plantas. – Por otra cancela se pasa al patio donde estuvo el antiguo Laberinto, llamado así por los elevados arrayanes o mirtos que continuaban un laberinto de sendas y entre ellas grandes figuras grotescas de madera, con rostros y manos pintados y cuerpos revestidos de arrayanes; la traza del Laberinto está hecha con línas de azulejos blancos y negros en el pavimento al pie de la ventana izquierda de la entrada al pabellón de Carlos V. El Laberinto fue deshecho, quedando solamente una alberca rodeada de palmeras y en el centro de la alberca una gruta abovedada de cuatro arcos, con cabezas de monstruos de barros cocidos y saltaderos de agua de sorpresa; siendo hoy el comienzo, emparejado con el sitio donde estuvo la antigua Puerta de Jerez, en al muralla de la ciudad, del extenso jardín al estilo inglés, que se hizo a principios del siglo XX y del que hablaremos después.
Volviendo a los patiso de la Danza se pasa a los primeros jardines de Carlos V, en cuyas calles enladrilladas existen en los suelos fijos surtidores para sorpresas de agua. Ene l centro de uno de los jardines se eleva una gran fuente de mármol con una estatua dorada de Neptuno; y entre los cuadros sembrados de bojes que forman dibujos, uno de ellos tiene las cruces de las órdenes militares, Montesa, Calatrava, Santiago, Alcántara, y ene el centro, al de Malta.
Por uan portada del siglo XVII, con retrato del Emperador pintado al fresco, y con larga verja de separación a ambos lados de ella, se pasa a los segundos jardines de Carlos V, que otros llaman el jardín Grande, viéndose en primer término el Pabellón del mismo Emperador, de 1543, único que resta de los muchos que hubo en los jardines, que tiene planta cuadrada, galería de arcos, asientos y altos zócalos alicatados, frido de yesería mudéjar como en el interior, y bóveda semiesférica con ricos casetones entallados. La buena colección de azulejos del XVI que tiene el pabellón se aumenta con el alicatado de los asientos que limitan la terraza alrededor del pabellón. Junto a éste se distinguen naranjos tradicionales y la fuente y trozo del jardín del León, figura surtidor de la alberca que da nombre. Detrás del pabellón atrae el cuadrado llamado Laberinto moderno, hecho con arcos y columnas aisladas de ciprés y borduras de arrayán, y ene l interior paseítos laberínticos limitados por arrayanes.
Los juegos de aguas de sorpresas en el suelo, aunque ya muy reducidos y sin surtidores de bronce de cómo estuvieron en el siglo XVI, las fuentes y albercas cristalinas, las portadas y bellos accidentes de las divisiones, la profusión de bojes y de mirtos aromáticos, naranjos y limoneros de olorosos azahares, palmeras gallardas y vistosas, perspectivas de edificios y de remates, dan a los antiguos jardines atractivos y encantos con su placidez, su tonalidad de verde apagado, su carácter recogido y su aspecto melancólico.
A principios del siglo XX se hizo, en la parte de Poniente y del sur del jardín Grande, una gran trasnformación, dándole un estilo inglés, sin accidentes, naturalita, nada más que bosquetes y praderas, a partir del punto emparejado con el sitio donde estuvo la antigua Puerta de Jerez, en la muralla de la Ciudad, como antes dijimos, y continuando detrás de la acera de casas de la calle San Fernando y la antigua huerta de la Alcoba hasta la que fue Puerta de San Fernando, cerca de cuya esquina se abrió, en el muro en 1922, una comunicación al exterior con la rotonda de entrada al Paseo de Catalina de Ribera, y se restauró el torreón con su escalera de la muralla histórica que allí se conserva. Desde esta esquina o puerta, continuando por la que fue la huerta del Retiro y tapia almenada que separa de dicho paseo, están sembrados cuadros de naranjal, bordeándose con rosales las sendas entre ellos. Termina el naranjal un camino longitudinal, que parte de la puerta llamada del Privilegio, frontera al Pabellón de Carlos V y en el muro de los Grutescos, comenzando en una rotonda con columnas y capiteles modernos, y llegando rectamente hasta la puerta en el muro exterior que se halla entre los jardines de Catalina de Ribera y de Murillo.
Desde dicho camino hasta la tapia almenada que separa de los jardines de Murillo se hicieron los nuevos jardines de carácter mudéjar. Un entrelazado de calles rectas paralelas y perpendiculares entre sí, fileteados de azulejos los cuadros en la palnta, con borduras de arrayanes y columnas o arcos de ciprés en todos los cercos y dibujos de bojes en los interiores de los cuadros; en todos los cruces hay glorietas con fuentes de diversso trazados geométricos y asientos de ladrillos y azulejos.
Un cenador emparrado y con fuente, y dominado de rampa circular domina la proyección de aquellos jardines y glorietas. – Por el llamado muro del agua, límite y separación con el barrio de Santa Cruz, corre una ancha zona de tierra elevada sobre el plano de los jardines modernos mudéjares. en su comienzo junto al restaurado torreón del Alcázar por el Este, bajo la dirección del arquitecto don Vicente Traver y Tomás, se colocó en 1913, una alhaja arqueológica que iba a desaparecer; era a puerta que tenía el palacio ducal de Arcos en Marchena, de finales del siglo XV, con la particularidad de tener arco adintelado, decoración gótica en su mayor parte y algunos elementos del Renacimiento, que pasó a propiedad del Duque de Osuna en el siglo XVII; el precioso ejemplar fue traído en despiezo desde Marchena y montado de igual modo en donde hoy se halla. Adosados al ya mencionado muro del agua, continúan emparrados y galerías de arcos cubiertas y con zócalos y asientos; la zona elevada o paseo alto está bordeado de barandillas de hierro entre pilastras con bolas que indican las escalinatas para bajar a los jardines inferiores; las barandillas y las pilastras están bellamente cubiertas de jazmines enredados en ellas. Al final del paseo del muro del agua se halla la entrada a un huerto, que crece entre el muro almenado que separa de los jardines de Murillo y una división de espeso transparente de hojas de pitosporos que separa de los jardines mudéjares.
Jardines de San Telmo
Cuando en 1850, los duques de Montpensier e Infantes de España compraron al Estado el Palacio de San Telmo, y realizaron en el mismo importantes obras de adornos, y adquirieron de particulares la huerta del Naranjal y los terrenos del convento de San Diego, en ellos hicieron unos jardines maravillosos y costosos por su extensión y su exorno, a continuación de las fachadas Sur y Oriente del Palacio, con ornamentación barroca ambas, teneindo delante la primera en la planta una arcada de orden dórico, columnas de mármol blanco y antepecho de barandillas caladas de hierro con pedestales y remates de jarras y vasos de cerámica azul, y la segunda está antecedida por una terraza de pedestales y jarras iguales.
Los decoradores dieron a los jardines marcado carácter apaisado y pintoresco, irregular, hasta con partes agrestes y restos arqueológicos, del estilo inglés. Innumerables cuadros de naranjal, bosquetes de muchos árboles, gran abundancia de palmeras en filas y en grupos, plantíos de arbustos, entre caminos y sendas, constituyendo un laberinto de cruces y de direcciones con calles enarenadas; macizos en figuras geométricas, praderas, montañas, rías, saltos de agua, puentes; muchas cestas de flores, cofres o cajoneros acristalados, invernaderos, estufas, terrazas, albercas, fuentes, kioscos, cenadores; cabañas, pajareras, jaulas zoológicas, juegos y deportes; columnas y bustos, vasos y jarras, ruínas imitadas, bancos rústicos.
En 1893 la Infanta viuda cedió a Sevilla la mitad de los jardines, que hoy constituyen el magnífico Parque de María Luisa; se hizo un hermoso arrecife-paseo entre ducha parte y la que quedó unida al Palacio, atravesando los jardines en toda su anchura, desde la glorieta de San Diego, en la esquina de la Fábrica de Tabacos, hasta el paseo de la orilla del río.
En la extensión de los jardines unidos a San Telmo nada se ha hecho de mejoras ni cuidados en los años transcurridos: ligera limpieza de huerta, escaso cultivo de flores en macetas, restos casi abandonados de las variadas construcciones, en espera de la proyectada transformación semejante a la realizada en el parque que existe bajo la dirección y custodia del Comité de la Exposición Ibero-Americana.
Al centro del lindero de estos jardines frontero al Parque se hizo una glorieta con estatuas, comienzo del camino principal que llega a la fachada Sur del Palacio; en la glorieta, después de haber ocpuado varios sitios en el tiempo de apogeo de estos jardines, se colocó el pedestalde seillería y la estatua en bronce, representando a Fernando VII, vistiendo traje real con manto y corona de laurel, una estatua moderna hecha en París, procedente en 1861 de un palacio que allí tuvo la regente doña María Cristina, viuda de Fernando VII, padres de la Infanta doña María Luísa, duquesa de Montpensier.
A la izquierda de dicho camino principal de los actuales jardines de San Telmo, bajo arcos construidos de ladrillos y sobre muros de sepulturas, existen tres estatuas yacentes ojivales, de mármol blanco, vestidas al estilo del siglo XV, procedentes del exmonasterio de San Francisco, que fueron allí colocadas en 1850 para su conservación, y como nota del arte apaisado inglés de los jardines.
Jardín de las Delicias
El asistente de Sevilla don José Manuel de Arjona dispuso la urbanización de los terrenos que había entre la Torre del Oro y la actual rotonda de Eritaña, siguiendo la margen del Río, y fue en 1830 cuando se hizo el Salón de Cristina, frente a la portada de San Telmo, el Paseo del Río, y los jardines denominados las Delicias, a la derecha del paseo, teniendo en frente y a la izquierda el Huerto de Mariana, hoy jardines del Parque y Plaza de América. A los jardines de las Delicias, que el pueblo llamó de Arjona también se les dio carácter apaisado e irregular, aunque sencillo, construyéndose en 1830 una gruta, escalinatas, fuentes, casetas; y en 1864 fueron trasladados a ellos los bustos de mármol y pedestales barrocos de piedra que decoraban la Plaza del Museo, procedentes del palacio arzobispal de Umbrete. – Por los años 1880, al lado derecho de la entarda norte de las Delicias, que se halla en la primera rotonda del Paseo del Río, llamada en su origen del Abanico se hizo y continúa una praderita de cesped, rodeada de palmeras, que tiene en el centro una fuente ahuecada en la tierra y de alto pedestal-surtidor exornado de mosaico de caracolitos y alrededor plantados rosales y arbolitos de Júpiter, y rerpartidos por la praderita macizos circulares de arbustos en los que sobresalen los tallos de cinnas argenteas con sus elevados y blancos plumeros.
Reducidos los jardines en la primera década del siglo XX, porque se destinó parte de ellos a las obras y arrecifes que convergían hacia el puente giratorio sobre el canal de Alfonso XIII, vulgo la corta de Tablada, la parte que resta de las Delicias Viejas, como e pueblo la llama, conserva sus macizos de arbustos y grupos de árboles, enredaderas suspendidas en los troncos que bordeanlas sendas, fuentes con estatuas, terraza con escalinata, asientos de mampostería y respaldos de rejas, bustos y pedestales, casetas, y admiramos un lugar de tranquilidad en el colorido y de sencillez en la forma frente al paisaje espléndido y la rica construcción de la Plaza de América.
En el lado izquierdo de la mencionada entrada norte de las Delicias se halla un busto en homenaje al pintor Sorolla.
Paseo de Catalina de Ribera
En 1860, por concesión del Real Patrimonio y para ensanche del campo de la Feria en el antiguo Prado de San Sebastián, quedó unida a los terrenos del municipio una ancha faja de la huerta del Retiro, desde la que fue Puerta de San Fernando hasta la Puerta de la Carne, para lo cual se derribó la tapia que cercaba dicha huerta unida al Alcázar Real, y se levantó otra almenada en el lugar en que hoy la vemos limitando los nuevos jardines del Alcázar. En 1898 se hizo en aquella faja el Paseo de Catalina de Ribera, dividiéndolo en bandas paralelas con hileras de árboles y dotando a la banda central de cuadros de jardines y asientos de mampostería y otros de cemento. Se le dio entonces el nombre de Paseo de los lutos, porque retirado del de recreo de al orilla del Río y sin adornos, ofrecía un lugar adecuado a las familias dolientes que daban un paseo. La costumbre se terminó cuando se planto en estos jardines la jardinería amena y decorativa, constituyendo una prolongación o un antecedente, según se venga del Sur o el Norte, del Parque de María Luísa.
Tras esto, se le hicieron notables reformas en 1920, mejorando sus macizos de jardín, canastillos de plantas y de flores, asientos alicatas, y en las hileras de los elevados árboles que separan los jardines de los paseos laterales, grandes arriates de mampostería fileteados de azulejos con pilastras en los pasos; y resultaron unos jardines pintorescos y geométricos, con atractivas perspectivas longitudinales en su calle central, enarenada como todas, según se va paseando por ella, a partir de la glorieta de entrada, y rodeada de palmeras en mayor extensión, perspectivas que serían completas si no hubieran colocado los postes de la luz eléctrica enfilados en la línea media del paseíto, interrumpiéndolas y quebrándolas.
Transportados los pedestales y vasos de un semicírculo que existía junto al Salón de Cristian y frente a San Telmo, fueron adornados con ellos los asientos circulares y la pila con escalinata inferior al nivel del piso y surtidor en el centro de gran ruedo de estilo sevillano: a la izquierda del observador está el muro almenado de los nuevos jardines del Alcázar, cuyo exterior se ha cubierto con plantas trepadoras y se le han adosado bancos con altos respaldos de azulejos. Continuando el paseo, que a ambos lados tiene cuadros guarnecidos de cesped y sembrados de arbustos y palmeras, aparece ene l muro el monumento dedicado a doña Catalina de Ribera en 1921.
En el centro del paseo está la glorieta y el monumento terminado aquel mimso año en conmemoración a Colón. Se descubren contiguas y a la izquierda cuando termina el muro de los Jardines del Alcázar, las calles y la arboleda de los Jardines de Murillo; y al final del Paseo de Catalina de Ribera, el pabellón de estilo sevillano y atrio alicatado, que se hizo en 1921 para estafeta de Correos y Telégrafos.
Jardines de Murillo
Por cesión del Rey don Alfonso XIII a la Ciudad, en 1911 fueron derribados los trozos de muralla y de tapia de la huerta del Retiro, que convergían en ángulo desde la Plaza de Alfaro a la de Refinadores, con lo que se comunicaron parte del típico barrio de Santa Cruz y los jardines y la ronda del Este de la población.
En aquel espacio se hicieron jardines llamados de Murillo, nombre que fue propuesto por el director del diaro “El Liberal”; jardines pequeños y bellos, pintorescos y apaisados, de marcado sabor sevillano, que comienzan en las espaldas de las casas desde Alfaro a Refinadores, cubiertas de jazmines y rosales de arriates hechos al pie de ellas, y un paseíto de terraplén con tres emparrados de asientos y de columnas sobre escalinatas para bajar a la planta de los jardines.
La planta está formada con tres calles, que parten de las escalinatas y llegan a Catalina de Ribera, y tres paseítos transversales, que forman con las calles cuadros y macizos rodeados de evónimos y llenos de plantas y flores, de árboles y palmeras-
- La primera calle, en la Plaza de Alfaro, bordea la tapia del ángulo del huerto nuevo del Alcázar, cubriéndose el paramento con enredaderas y trepadoras y tres bancos de respaldos de azulejos fronteros a los paseítos transversales.
- La segunda calle con tres glorietas, fuentes de mármol y de azulejos, y asientos con respaldos alicatados también, de diferentes dibujos y escudos heráldicos. En la primera glorieta, junto a los bancos, que tienen la particulariedad de huecos en sus extremos alicatados llenos de tierra y con pita real sembrada, hay unos pilares bajos con capiteles árabes expuestos y macetas sobre ellos, también adornan las travesías dos arcos formados de tuyas.
- En la glorieta del centro, hay en los cruces cuatro pórticos de verduras, sobre pilares de mampostería y remates de azulejos se elevan arcos de hierro labrado cubiertos de follaje, y entre los pilares y detrás de los bancos hay columnas encadenadas.
- En la tercera glorieta, adornada como la primera con dos arcos de tuyas, también hay pilarillos bajos adornados con macetas y capiteles visigodos.
- La tercera calle es Arrecife que parte de la Plaza de Santa Cruz, bordeado de altas palmeras, entre cuyos troncos hay suspensiones de arcos de rosales.
En el extremo que llega a Refinaderos se hizo la glorieta al pintor García Ramos en 1923, y más elevada hacia el terraplén una caseta sevillana con emparrado, entre macetas de flores, con jazmines y trepadoras cubriendo las paredes y enredados en las rejas de las ventanas.
Jardines del Parque de María Luísa
La Infanta doña María Luisa Fernanda de Borbón, duquesa viuda de Montpensier cedió a al ciudad en 1893 la mitad de los suntuosos jardines de San Telmo, desde el arrecife y paseos que se hicieron de la glorieta de San Diego en la esquina de la Fábrica de Tabacos al paseo de la orilla del Río hasta el antiguo huerto de Mariana, hoy convertido en Plaza de América. Se le dio el nombre de Parque de María Luísa a esta mitad cedida, fue cuidada con esmero por el Municipio, y se formuló el proyecto de hacer unos jardines ideales, como complemento y asiendo principal del plan de exposición Hispano-Americana en 1912, ampliado a Ibero-Americana en 1923. Para realizar el deseo de aquellos jardines se encomendó el estudio y la obra al ingeniero parisien don J. C. N. Forestier, cuya labor comenzó en 1913.
Cuando don Adolfo Fernández Casanova escribía acerca de los monumentos y las artes de la provincia sevillana pensaba que “cielo espléndido, brillantes, astros, tierra feraz y de relieve variado, clima benigno, primavera deliciosa, amenos paisajes, campos matizados con flores…una naturaleza tan llena de vida, de luz y colorido han de impresionar fuertemente al artista que la contempla y sugerirle en su consecuencia vivas y luminosas fuentes de inspiración. ” Estos pensamientos pueden ser aplicados a la obra del señor Forestier.
El señor Forestier estudió el medio natural, se inspiró en los jardines del Generalife de Granaday del Alcázar de Sevilla y creó en su mente el precioso verjel que hoy es gala hispalense, ejemplo andaluz y modelo admirado por todos los visitantes y los viajeros. En el proyecto que el Parque de María Luísa publicó en 1915, el mencionado ingeniero dijo: “ En los jardines de países de sed, de estío reseco, el agua es el elemento más preciado y esencial…Para hacerla más deseable aun se la multiplica en surtidores, se la recoje en mármoles y lozas deslumbrantes para que así sean más sensibles su frescura y su limpieza. De los pozos se esparce en fuentes azules, en pequeños canales brillantemente coloreados como estuches de piedras preciosas. ” “Setos, murallas, sea de bojes que crecen lentamente, sea de mirtos perfumados, sea de arbustos de vegetación fácil y rápida, y negros cipreses, son el oscuro fondo de belleza en estos jardines asoleados y azules”.
Podemso considerar que el Parque de María Luísa está dividido en dos grandes zonas. La zona norte y poniente, de aspecto majestuoso, tranquilo, con predominio de las manchas verdes y tonos apagados, lindante con el arrecife de San Diego y paseo de la orilla del río, en la que se conserva la vegetación y los accesorios que existían cuando perteneció a San Telmo, habiendo hecho de nuevo algunso detalles y solamente variado el trazado de calles y de arrecifes generales. En esta zona los follajes sombríos, los bosquetes nutridos, los cuadros de naranjos, los macizos de elevados árboles, cubren el horizonte los álamos, los eucaliptos, las acacias, los almeces, las pacanas, los madroñeros, las palmeras, los plátanos orientales, los castaños de Indias y otros árboles de variadas especies, extensas copas y altas ramas, que forman una intrincada red transparente de troncos, vástagos y hojas. Quedan entre praderitas de césped algunas cabañas y bancos rústicos, y pedestales con estatuas rodeados de flores al lado de setos, de los antiguos que pertenecieron a San Telmo; en los nuevos paseos se han distribuido bancos de azulejos y de ladrillos, en las glorietas algunas fuentes inferiores de alicatados, y en el paseo de los rosales se elevó el monumento al poeta Mas y Prat. En esta zona, al norte y contigua al bosquete, límite con el arrecife de San Diego al Paseo del Río, se halla el que denominamos Sector de paisaje, cuyo vértice es un robusto y gran banco semicircular de ladrillo, con alto respaldo de tuyas, desde el cual se contempla una atrayente perspectiva, comenzada por praderitas regulares de césped, ensanchando por ambos lados setos de pitosporos, de evónimos y de tuyas, paseos variados, calles con emparrados de pilares blancos y asientos de ladrillo, un geométrico y hermoso estanque en el centro, con isleta cuajada de macetas de flores en graderías y presidida por una alta y esbelta fuente de mármol, al fondo los muretes oscuros de otras calles curvas y el elevado arbolado del primer arrecife general del Parque.
La zona central y oriental del parque, pintoresca, risueña, con predominio del color y de alegría, lindante con el palacio del Colegio Mayor, la Barriava Porvenir y la Plaza de América, es la trasnformada con los nuevos elementos exornativos y la que presenta toda la gala y toda la riqueza de los modernos jardines de gusto y carácter sevillano. Entre grupos y macizos, dominados por acacias, eucaliptos, álamos y madroñeros, almeces y plátanos, castaños y palmeras, acariciados por latanias y chameropses, bordeado de cordones y setos de bojes, de evónimo, de mirto o arrayán, como en la nombrada plaza los hay de mejorana y de brótano, entre cuadros guarnecidos de flores y paseos bordeados de céspedes, enredaderas de rosas y pórticos de verduras, combinaciones de flores brillantes y graciosos grupos de flores olorosas, follajes perspectivos y calles variadas y deliciosas, constituyendo una deslumbradora continuidad de bellas y sucesivas visiones; rugen encantadores emparrados cubiertos de bugamvillas, de rosales trepadores, de pasionarias, de bignonias, asientos de azulejos polícromos y respaldos de enredaderas y trepadoras, surtidores de agua entre deslumbrantes esmaltes, pilastras con estatuas y con vasos, con macetones y con figuras cerámicas, gradas y terrazas horizontales en distintos niveles, glorietas con asientos y cenadores de verduras, innumerables accidentes de armónica variedad y de feliz combinación.
De esta segunda zona, en cuyo principio se halla el monumento al poeta Becquer, destacaremos principalmente tres lugares. La avenida del Este, se halla entre el Palacio del colegio Mayor y los bosquetes de arbolados a la derecha: enrejados de rosales se enlazan con los troncos de los árboles enfilados, y si a la izquierda se recrea la vista con la perspectiva de la balaustrada de cerámica, la ría semi-elíptica, la plaza de España y el magno palacio, a la derecha los fondos verdes de macizos de tuyas bordeadas de bojes, cenadores cubiertos de follajes, grupos con transparentes de pitosporos, paseos perpendiculares con bancos de alicatados, y otro paseo de castaños de Indias con suspensiones de rosales en los troncos y canalillos al pie bordeados de césped. Continúa la rotonda de los cuatro grupos escultóricos, representativos del Arte, la Ciencia, el Trabajo y el Genio, cercada de transparentes de pitosporos; y sigue el camino con bolas de la misma planta entre acacias, almeces y palmeras alternadas.
- Iniciándose al fondo, a la derecha, pasando macizos con borduras de rosales y distinguiéndose muretes de tuyas que ornan paseos transversales, que llega a al glorieta de la “fuente de los toreros”, de cuatro gradas inferiores cubiertas de azulejos polícromos, y cuatro bancos circulares con pilastras en los extremos, también alicatados: los azulejos de las pilastras reproducen trozos de cuadros goyescos de costumbres, y los que decoran los asientos son de escenas de toros, retratos de toreros célebres, generales y tipos sociales del siglo XVIII, tipos populares sevillanso de los siglos XIX y XX, como flamenca tocada con mantilla blanca, flamenco con sombrero calañés, bravucones, caballistas, cantadores, guitarristas, gitanos, armados, nazarenos, seises.
La zona de los estanques, en el centro y a corta distancia de la Plaza de América, pasando por el paseo de las catalpas, de cacias soforas y otros árboles, por setos de tuyas, arcadas de cipreses y emparrados con trepadoras, se sube a la terraza con el banco de azulejos y coronamiento de ladrillo, desde la cual se divisa una perspectiva ideal e inolvidable: los jardines bajos, decorados con vistosas flores y artísticos grupos de macetas, pedestales con vasos, graderías, los estanques de formas poligonales y con nenúfares flotantes, el de los leones con grandes figuras en pilares alicatados, nuevas gradas y nuevos estanques y la terraza de la “fuente de las ranas”, hechas de cerámica, con juegos de surtidores; desde aquí, mirando al sitio del que se ha partido, tenemos otra perspectiva, viendo al fondo los fragantes bosquetes y detrás de la terraza del banco semicircular el alto macizo de pinos, que el vulgo llama montaña Gurugú. Continúa el paseo desde la fuente de las ranas a la ría, con su isleta bordeada de piedras rústicas, con un kiosko de arcos y columnas y un puente de comunicación, procedente del antiguo jardín de San Telmo: campanillas y otras trepadoras cubren los tronos de las palmeras y demás árboles del contorno de la ría, cruzan sus aguas los cisnes y patos, gansos y ocas; pasean por la isleta los pavos reales; vuelan en múltiples direcciones los negros mirlos, los constantes gorriones, jilgueros, ruiseñores y cien pintados pajarillos; numerosas palomas blancas y azuladas evoluionan entre los follajes, se posan en las altas copas y descienden al piso de la isleta.
Atravesando la calle abovedada con las hojas de los cuadros de bambúes, que es perpendicular a la glorieta de la caseta del minarete y restaurante, se entra en la reposada y solitaria plaza azul, cuyos cuatro vértices de ángulos rectos están marcados con sendas palmeras, impiden las vistas del horizonte las copas de los castaños de Indias, de los álamos negros, de las moreras, de los arces, y en los bajso se tocan las latanias, los chameropses y las adelfas, dando sombra a lso bancos azules y a los pilares con jarras de cerámica: continúa el aspecto plácido y tranquilo con la pequeña glorieta cubierta por la copa de un taxo tejo que se levanta en el centro, rodeado de bacos y pilastras; y sigue la rotonda de la Fuente de la Concha, con asientos alicatados, canastillos de flores de borduras, y cuatro pedestales con esculturas de mármol simbólicas de las cuatro estaciones del año. Cerca y a la derecha de estos apacibles lugares está la glorieta señalada para el monumento al pensador Izquierdo y Martínez.
Jardines de las plazas principales
Las plazas que existían en Sevilla, urbanizaciones con bancos y árboles a mediados del siglo XIX, fueron adornadas con jardincitos en el periodo de 1885 a 1895, siguiendo el sistema de elevar cuadros y tableros de tierra, rodeados y como protegidos por barandillas caladas de hierro fundido, resultando las flores y los macizos como sembrados en cestos de diferentes figuras. Después se suspendió este sistema, y desde 1915, se aplicó el que actualmente rige, de estilo sevillano, con asientos y arriates, fuentes y columnas, alternando la decoración de plantas y flores con el exorno de alicatados, de mármoles, de hierros artísticos, de estatuas y de miembros arquitectónicos.
-La plaza de Santa Cruz: Transformada en 1918, con la de Doña Elvira son las dos plazas del barrio típico por sus calle estrechas y antiguo sabor de muchas de sus casitas, emplazadas en los lugares de parte de la Judería medieval. Exosrnadas las fachadas de las casas al estilo sevillano y abierta la calle de comunicación con los jardines de Murillo, pavimentado el andén de la plaza con ladrillo y olambrilla de azulejos, y sembrados arbustos y flores en cuadros que forman entre sí radios solados para el tránsito, en el centro, y sobre galería de ladrillo cubierta con macetas de flores, se eleva la Cruz de la Cerrajería, magnífica obra de forja, de elegante ornamentación barroca, hecha en 1692 para la plazuela de la Cerrajería, hoy cruce de la calle Sierpes con las de Rioja y Pi Margal.
La cruz fue quitada varias veces para facilitar el tránsito con motivo de visitas y fiestas reales, y otras tantas fue colocada, hasta que en 1840 se trasladó definitivamente al compás del exmonasterio de las Mínimas en espera de ser concluído el adjunto Museo Provincial: en dicho museo estuvo la cruz hasta 1918, que fue llevada a la plaza donde hoy la podemos ver.
- La Plaza del Triunfo: Reformada en 1918, es la plaza de los grandes monumentos, como el Real Alcázar, la Catedral, la Casa Lonja, existiendo además en ella el templete conmemorativo que se elevó en 1757; y el monumento a la Concepción, de 1918.
- La Plaza del Conde de Casa Galindo: Sobre la parte de noviciado del exconvento de la Merced, comenzaron en 1840 las obras de la plaza, llamada entonces del Museo. En 1846 se innauguró con bancos y cestas de flores, una fuente en su centro, y en el contorno bustos de mármol y pedestales de piedra traídos del palacio arzobispal de la villa de Umbrete. En 1852 se hizo la fachada del edificio destinado a Museo. En 1864 fue reemplazada la fuente por el pedestal y la estatua de Murillo, trasladándose la fuente y los bustos a los jardines de las Delicias de Arjona. Y en 1921 se exornó el andén de la plaza con arriates y banccos de estilo sevillano.
- Plaza de doña Elvira: Reformada en 1924, su nombre deriva del antiguo Corral o Teatro del siglo XVI, que estuvo en el terreno del actual adjunto Hospital de los Venerables. Las fachadas de las casas que forman el recinto han sido exornadas al gusto sevillano moderno, los arrecifes fueron pavimentados con cuadrícula de adoquines y rellenos de chinas, el andén tiene en el centro una fuente-surtidor, y en los bordes de la plaza hay arriates con asientos de ladrillos y azulejos. Constituye uno de los extremos del típico barrio de Santa Cruz, parte de la Judería Medieval, y en ella desembocan las calles de Rodrigo Caro, Vida, Susona y Gloria, y contiguan se hallan las de Agua, Pimienta, Justino de Neve, Venerables, en todas las cuales han sido restauradas algunas de sus casitas para el recreo o la hospedería del turismo.
- Plaza del Duque de la Victoria: Reformada en 1924, con cuarterones y tableros de jardín, arriates y pavimentación de mármol y arboleda de ailantos y fresnos y dos palmeras.
- Plaza de San Fernando: Es la principal del circuito antiguo de Sevilla, comenzada en 1852, en el solar del exconvento de San Francisco, con el nombre de Palaza Nueva, o de Isabel segunda, hasta el año 1877 que se llamó de San Fernando. La reforma actual fue empezada en 1921 y terminada en 1924. – Elevado el amplio andén sobre el plano de los arrecifes embaldosados, sembradas filas de ailantos y de altas acacias y palmeras que forman bóvedas de ramas y hojas alrededor del mismo, y el cuadrilátero marcado con balaustradas y asientos de piedra blanca; terminando el exorno con la distribución de doce farolas de forja de estilo sevillano sobre pedestales de jaspes y asientos circulares de mármol. Frente a la plaza se halla la fachada de Poniente del Ayuntamiento; y en el centro de la plaza el monumento a San Fernando.
Finalmente, mencionaré las tres plazas en el ámbito que se marcaron para la Exposición Ibero-Americana.
- Plaza de América. Innaugurada en 1916, está rodeada de los palacios de Arte antiguo, de Bellas Artes y Pabellón Real, con bellos jardines y columnata, fuente central de exornos sevillanos, glorieta del reloj de sol, rotonda del Quijote y atrio del pabellón.
- Plaza de la Virgen de los Reyes. Terminada en 1921, tiene asientos y decoración sevillanos y fuentes con símbolos históricos locales.
- Plaza de España. Concluída en 1929, limitada por ría y magna edificación semielíptica para el Colegio Mayor Hispano-Americano.
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- Italiano: I giardini di Siviglia
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