Como un Gran Hotel se convirtió en una gran tristeza
Esta es una historia sobre un viaje, experiencias divertidas y un encuentro fortuito. Esta es mi telenovela.
Episodio 1: piloto
¿Alguna vez has visto un programa de televisión grabado en un lugar espectacular y has pensado que te encantaría ir allí?
¡Yo sí! En realidad, mi principal inspiración para hacer un viaje es ir a sitios que he visto en la televisión. Me ha inspirado todo: desde documentales de geografía, programas de telerrealidad, hasta directamente las noticias. Nada se puede comparar a mi pasión por las telenovelas españolas: son cursis, exageradas y te llevan a un mundo completamente diferente.
Además, ver telenovelas es una forma fantástica de practicar el escuchar español. He estado estudiando español durante unos pocos años y nada me engancha tanto como ver historias locas de amor. El Gran Hotel es una telenovela que me enganchó desde el principio, trata de una chica rica que se enamora de un empleado a principios de 1900 en España. También hay asesinatos, misterio y paisajes preciosos para añadir más gusto a este drama. El Gran Hotel se convirtió en mi obsesión durante los meses previos a mi intercambio en el extranjero, me gustó tanto, que en cuanto tuve mi residencia en Barcelona, comencé a verla de nuevo.
Me encantaba el escenario de la serie y la ubicación era absolutamente impresionante, así que sabía que tendría que ir a visitar ese lugar. Por suerte, se grabó en el norte de España, pude ir desde Barcelona en un viaje de avión que no duró nada. Durante las primeras grandes vacaciones en los estudios, cogí mi cámara, guardé todo en mi maleta morada y comencé mi primer viaje en solitario hacia Santander, España.
Mi visita a Santander
Santander es una pequeña, pero adorable ciudad, enclavada en la bahía de Santander en la región de Cantabria. El día que llegué estaba lloviendo y yo estaba cansada, pero ni nada ni nadie podía quitarme la emoción. Eran las 10 a. m. cuando llegué en un autobús, que venía desde Francia, (esta historia la dejo para otro momento), así que quería aprovechar todo el día que tenía por delante. Caminé hacia el hostal (soy una estudiante, por lo que no me puedo permitir un hotel), que estaba justo cruzando la calle de la estación de autobús, llegué y dejé mi equipaje en la habitación. Cogí la cámara y me dirigí a la ciudad a pasar lo que sería el día en el que cambió mi vida.
Estaba cerca de la zona centro, por tanto, muy cerca de algunos de los lugares principales. Como la mayoría de ciudades españolas, Santander tiene un centro histórico, una catedral preciosa (visita obligada del Camino de Santiago) y una calle de tiendas principal, todo ello lo visité durante mi primer paseo por la ciudad. Después, paré en el Centro Botín, que se trata de un edificio moderno justo al lado del agua y es una galería de arte. El edificio como tal es muy chulo (creo que se parece a la cola de una ballena, algunos dicen que se parece a la cubierta de una embarcación), si subes por las escaleras que hay en medio, tendrás unas vistas realmente bonitas de la bahía de Santander.
Centro Botín
Si te suena Santander por algún motivo, seguro que es por el Banco Santander, que es el quinto más grande de Europa. También, tiene un edificio impresionante justo en la calle principal. Recuerdo que algunos chicos, que estaban de excursión, me preguntaron si era un edificio importante (estaban haciendo un juego de búsqueda del tesoro y esa era su pista) y les contesté: “sí, creo que es un banco muy importante”. El edificio está cruzando el Centro Botín y en medio hay un pequeño parque, que es un lugar muy agradable para sentarte y relajarte. Santander también tiene unas playas muy bonitas, parques agradables y unas estatuas de sirenas que parece que fuesen a saltar al agua. Si todo esto no es suficiente para que te llame la atención, ahora la cosa mejora mucho más.
Banco Santander
La península de la Magdalena es un punto que sobre sale en el enorme golfo de Vizcaya y donde se encuentra la principal atracción de la ciudad, el Palacio de la Magdalena. Este era el motivo literal de mi visita. Era la casa de verano para la familia real y se construyó con estilo británico para la reina Victoria de España. Como veis, el paisaje de los alrededores de Santander le hacía recordar su hogar en el Reino Unido a la reina Victoria.
Para ir hasta allí, cogí uno de esos autobuses turísticos, algo que nunca hago, pero era la forma más rápida de llegar. Debo admitir que me sentí conmovida desde el momento que me bajé del autobús y anduve por las inmediaciones en las que se hospedaba la realeza española. La península es un parque donde puedes acceder a la playa, dar un agradable paseo e incluso, visitar un zoo. En general, es totalmente recomendable para familias. Pero repito de nuevo, yo lo que quería era visitar el palacio, así que sin prisa, pero sin pausa, subí hasta el palacio. En serio, casi subí corriendo.
Palacio de la Magdalena
El palacio cumplió con todas mis expectativas como admiradora. Di un paseo para interiorizar el sitio y otro solo para hacerme fotos. Sí, soy de esas que hacen miles de fotos. Aunque, estoy segura de que aquí nadie se puede resistir a hacer fotos. El palacio no es solo un lugar para visitar, también las zonas colindantes son tan dramáticas como las mejores telenovelas. Acantilados pintorescos, las olas que se rompían contra ellos y un cielo que no tenía fin. No me importó esperar bajo la lluvia hasta que la visita guiada comenzase, ya que estaba ensimismada con el lugar.
El interior es precioso. Tenía todo lo propio de la realeza. Obviamente, no tenía el mismo aspecto que el que aparecía en la telenovela (en el Gran Hotel, el interior era un hotel), pero así estaba mucho más bonito. La familia real española ya no utiliza este palacio, así que se emplea para conferencias, bodas y muchos eventos de la ciudad. Y, por supuesto, para rodar telenovelas.
Ahora es cuando comienza realmente el drama
Hablando de telenovelas, mi vida también se ha convertido literalmente en una. Como dije, fue un día en el que me cambió la vida y el palacio fue parte de ello, pero solo una parte de la historia.
Después de visitar el Palacio, probé algo de delicioso marisco, que es una especialidad en Santander. Si eres un amante de la comida, Santander tiene una gran variedad de restaurantes excelentes y gran cantidad de tapas españolas en cada rincón. En el restaurante, también tuve una experiencia divertida. Como estaba tan emocionada por ver la ciudad, no comí hasta las 4 p. m., que incluso para los horarios españoles era un poco tarde para comenzar a comer. No había nadie en el restaurante, solo estábamos un hombre que claramente estaba borracho y yo. De todas formas, decidió que le apetecía fastidiarme con preguntas, pero a mí no me importó. Quería saber por qué estaba allí de visita, qué estaba estudiando en Barcelona, por qué no parecía española, pero hablaba español. Finalmente, averiguó que era extranjera y de ahí, siguió y siguió, hasta que se convirtió en una situación totalmente cómica. La camarera y yo nos mirábamos y sonreíamos. No paró hasta que terminé de comer. Me salvé cuando entró otro estudiante extranjero y el hombre se fue para hacerle a él todas las preguntas. A muchos les habría resultado molesto, pero decidí que todo esto era parte de la experiencia de viajar sola.
Tras unas buenas risas y con el estómago lleno, me encontraba cansada y decidí ir de vuelta al hostal. En los hostales compartes la habitación con otros cuantos, es decir, te ahorras un dinero y puedes conocer a gente. Pero ese día, llegué y me sentía apagada, porque no me apetecía hablar con nadie. Mis zapatos estaban mojados por la lluvia, estaba cansada y era la primera vez que viajaba sola. Entré en la habitación, fui directa a por mi maleta morada y comencé a sacar el equipaje y a acomodar mi espacio.
Creo que mi maleta morada llamó la atención de la persona que estaba en la cama de enfrente. En un determinado momento, entró un chico a la habitación y pude sentir como me estaba mirando. Todavía estaba sola, me sentía increíblemente rara y pensé que esta situación era rara. Todo lo que quería hacer era evitar una conversación. Finalmente, salió de la habitación y me pude relajar al pensar que estaba a salvo de cualquier interacción social. ¡Me equivocaba! Cuando vas a un hostal, es complicado no entablar una conversación.
Entra en escena el interés amoroso
Me metí en la cama y entra un chico bastante guapo, inmediatamente me doy cuenta de que era el chico que me había mirado antes. Me sonrió y dijo: "hola", yo asomé la cabeza, enseñé los dientes y él me sonrió. Dije: "hola... " Y aquí es cuando mis años de español salieron disparados por la ventana, porque no estaba segura de si estábamos siendo formales y mis dudas de si hablaríamos en español se esfumaron. Me preguntó si hablaba inglés o francés (más tarde supe que ni siquiera hablaba francés), así que saqué a relucir mi acento canadiense y dije: "ambos, soy de Canadá". Resulta que era estadounidense y también era un estudiante de intercambio en otro lugar de España. La conversación fue buena y él me seguía resultando terriblemente mono, pero me deshice de todos los pensamientos sobre una relación amorosa internacional, sería todo un tópico. Sí, ya sé lo que estás pensando: eso lo dice la que decide hacer turismo por una telenovela.
Después de que le dijese que estaba allí para ver el Palacio, parecía un poco desconcertado por haber ido hasta allí por una serie de televisión. Después, dijo que no había ido a visitar el Palacio y al rato se fue. Creo que le di miedo, pero me dio igual y decidí echarme una siesta.
Horas más tarde, él estaba de vuelta, yo ya me había despertado y se respiraba un ambiente tranquilo en el hostal. Cada uno estaba tumbado en su cama, pero ambos estábamos despiertos, ya que estábamos con nuestros móviles. Estaba empezando a tener sed y él se había levantado para ir al baño, así que le pregunté si sabía dónde había una fuente o algo para coger agua. Era la única persona que conocía en el hostal y me sentía más cómoda una vez habíamos mantenido nuestra primera conversación. Me dijo que no había ninguna fuente, pero me pasó su botella de agua. No me convencía del todo, pero acepté su ofrecimiento y se la devolví. Unos minutos después, él me preguntó sigiloso: "Marie, ¿estás despierta?" "Sí", le contesté. "No puedo dormir, ¿tú?" "No, la siesta que me he echado no me ha venido bien". A continuación, me propuso levantarnos y hablar un rato. Todavía no me sentía muy segura con él, estaba alerta por todo, puesto que estaba sola, pero me parecía bastante inocente.
Al momento, le contesté que sí y se acercó. Hubo un silencio incómodo.
Rompí el hielo preguntándole si tenía mascotas o hermanos, pero sinceramente no recuerdo muy bien cual. Solo recuerdo que me respondió y que la conversación duró el resto de la noche. Reímos, debatimos e incluso, planeamos una escapada fantástica desde hostal, pero decidimos no hacerla. Acordamos buscarnos, si viviésemos más de 100 años para volver a tener una maravillosa conversación sobre cómo nos había ido la vida. Me parecía como si le conociese casi por completo, y cuando el sol esta saliendo, hice un repaso y me di cuenta de que este extraño me había llegado al corazón. Me alegro que me decidiese por socializarme cuando me dijo hola. Al contrario de los estereotipos que se tienen de los jóvenes en los hostales, apenas tuvimos contacto físico. Fuimos muy claros en ese aspecto.
Puedes imaginarte lo que quieras con todas las ideas que tengas en la cabeza sobre las típicas telenovelas, pero te digo que la verdad es que nunca me había sentido así. Sí, no me crees porque seguramente esta historia parece sacada de un libro. Puedes creerlo o no, pero eso fue lo que sucedió.
Había venido a Santander para ver un palacio y ahora he saltado al vacío desde el acantilado, (eso también sucedió en el Gran Hotel) y me he metido en un mundo de emociones que no comprendo. Había planeado un viaje de un día y acabó siendo una tristeza interminable. Sé que no tiene sentido y que a pesar de mi pasión por el amor verdadero en las telenovelas, no me imaginaba que fuese posible en la vida real. Así que, ¿por qué me siento así ahora?
Al rato, todos comenzaron a despertarse. Debía hacer la maleta, porque en unas horas volvía a Barcelona y todavía tenía pendiente alguna visita. Pensé por un momento invitarle, pero creí que solo empeoraría el asunto. Ya siento cierto apego profundo, así que sería mejor dejarlo estar. Él preparó el desayuno y nos sentamos en la mesa con más gente. Hablamos con todo el mundo, pero no dejábamos de mirarnos.
Ya en ese momento, no me lo podía quitar de la cabeza. Me tenía que ir. Pregunté en recepción si podía dejar mi equipaje allí. Mi maleta morada y la bolsa de mi cámara. Cogí la cámara en la mano y le busqué una vez más. Salía del baño, me dirigí hacia él y le dije: “me voy”. Me miró con una expresión que no podía descifrar. Llegué a pensar que quizá también sentía algo por mí. Nos abrazamos durante un momento y después, salí por la puerta.
Vuelta a la realidad
Cogí el autobús para ir hacia el faro de Cabo Mayor, que está en la cima de un acantilado impresionante. De camino me caí en el barro pero, ¡eh!, estaba tan enamorada que caerme en el barro era el menor de mis problemas. Las olas, que chocaban contra los acantilados, sonaban tan fuerte que acallaban los latidos de mi corazón. Caminé por el borde del acantilado, llevé la mirada hacia el enorme océano y empecé a darme cuenta de que tenía miedo. Estaba tan aterrada que quizá necesitase mi propio faro para que me guiase con la solución del lío en mi corazón.
El faro de Cabo Mayor
Las vistas desde el faro eran extraordinarias, además era un día muy bonito. Decidí que en vez de volver en autobús, prefería disfrutar de las pocas horas que me quedaban y volver andando hacia el hostal. Tardé casi dos horas, pero mereció la pena. Caminé por la playa, por algunos parques y pasé por todos los lugares con encanto y monumentos. Tuve la oportunidad de ejercitar cuerpo y mente durante este paseo. Llegué a la conclusión de que si estábamos destinados a estar juntos, entonces habría percibido algún tipo de señal. Estaba feliz de estar sola durante este paseo. A veces, es muy fácil distraerse al estar rodeada de gente, pero este viaje sola me había ayudado a sentirme más cómoda conmigo misma.
Llegué al hostal para coger mis cosas y dirigirme al aeropuerto. Él no estaba allí. Cuando fui a guardar mi cámara en la bolsa, había un papel doblado en el fondo.
Decía: "me ha encantado conocerte... ".
Creo que era una señal.
¿Es el final o el principio de algo?
P. D. : sí, todavía estamos juntos.
Galería de fotos
Contenido disponible en otros idiomas
- English: A Gran Hotel turned into a grand heartache
- Italiano: Gran Hotel e grandi avventure
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