Viajes Erasmus: Laponia finlandesa (I)

Publicado por flag-es Héctor Vera — hace 6 años

Blog: Vida en Turku
Etiquetas: flag-fi Blog Erasmus Rovaniemi, Rovaniemi, Finlandia

Durante mi estancia como estudiante Erasmus en Turku tuve la oportunidad de realizar un único viaje. Es cierto que me habría gustado tener la oportunidad de poder hacer más, ya que ciudades como San Petersburgo o Estocolmo están a un tiro de piedra teniendo en cuenta la distancia que tienen ambas ciudades con respecto a España. Sin embargo, ni mucho menos me arrepiento de haber elegido el realizar ese único viaje con destino a Laponia, ya que a pesar de que fue tan caro como me habría salido realizar sendos viajes a San Petersburgo y Estocolmo, me parece que es una oportunidad inigualable de descubrir Finlandia de verdad.

Un viaje probablemente irrepetible en el que recorrí Finlandia de norte a sur en autobús, llegando incluso a la frontera con Noruega. Viajes a Estocolmo o a Rusia se pueden hacer en cualquier momento, pero recorrer Finlandia por dentro es una experiencia que no hay que dejar escapar si se tiene la oportunidad de realizarla.

Durante esta serie de post, aprovechando las fechas navideñas, voy a relatar cómo fue esté viaje maratoniano en el que tuve la oportunidad de disfrutar durante cuatro días de la zona geográfica más septentrional del planeta en la que a día de hoy he tenido el lujo de visitar.

Preparativos y viaje:

Este viaje, al igual que otros muchos, está organizado por la ESN de Turku, la cual relega en Timetravels para la contratación del alojamiento, las actividades y a la persona que actuará de guía a lo largo de estas.

Para poder realizar el viaje simplemente hay que inscribirse desde la página de la ESN de Turku una vez esté abierto el plazo de inscripción. Las plazas que ofrece el viaje son bastante amplias, para conviene darse prisa para evitar problemas, aunque en cualquier caso la ESN ofrece dos posibilidades para viajar a Laponia, una se realiza durante las últimas semanas de noviembre y la otra durante las primeras semanas de diciembre.

Es en este momento en el que se deberá realizar el pago y elegir las actividades que se quieren realizar durante la estancia en Laponia. El viaje, sin actividades, cuesta aproximadamente 350 euros. Cuando se seleccionan las actividades que se desean realizar una vez allí el precio puede llegar a superar los 500 euros, cosa que yo no me podía permitir, así que tuve que seleccionar entre las actividades que más me apetecía realizar, las cuales eran: esquí de ruta con posibilidad de visitar otro día un spa, caminata en zapatos de nieve con cena posterior incluida, visitar una granja de renos llevada por locales y probar las salchichas típicas, viaje en trineo tirado por huskys, conducir una moto de nieve o visitar un pueblo de Noruega en el que poder bañarse en el océano Ártico después de una sauna.

Yo elegí únicamente tres: el esquí de ruta, ya que hasta el momento nunca había probado el esquí y quería ver cómo se me daba (grave error), la caminata con zapatos de nieve y el viaje hasta Noruega. Sin duda, lo que más pena me dio no realizar fue el recorrido en trineo tirado por huskys, pero su elevado precio me hizo decantarme por las otras opciones que son más económicas y quizás más divertidas que las demás.

En total mi viaje llegó a los 400 euros, bastante razonable si se tiene en cuenta lo que podría costar un viaje así elaborado por cuenta propia. Este incluye el alojamiento en cabañas de madera totalmente acondicionadas, el viaje en autobús desde Turku hasta la ciudad de Saariselkä, situada a escasos kilómetros de Rovaniemi, donde se realiza una visita rápida el primer día y, por supuesto, donde se va para ver a Papá Noel. Todo esto sin contar el gasto que tuve que hacer en ropa acondicionada para viajar allí, ya que en Turku el frío en noviembre y diciembre se puede sobrellevar con la ropa de invierno, pero cuando empiezas a estar más en el norte y ves que los termómetros marcan -15 grados se hace duro, al menos para nosotros los españoles que apenas estamos acostumbrados a ver -5 grados en nuestros inviernos.

Por lo tanto tuve que comprarme unos buenos calcetines, unos buenos guantes, un gorro (que había perdido el que tenía) y un abrigo que protegiese del frío de verdad, ya que no había traído nada así de España. Tuve suerte y en una tienda de segunda mano encontré un abrigo muy aceptable de la marca JackJones por sólo 20 euros, lo cual hizo que el presupuesto total de mi viaje a Laponia se redujese considerablemente. El tema de la ropa en Finlandia a nivel general ya lo llegué a tratar en una publicación anterior en la que concretamente hablo sobre la ropa que me llevé a Finlandia y la que me compré una vez estando allí.

Una semana antes del viaje, los organizadores abren un enlace desde la página de Timetravels para que todas las personas que viajen apunten su nombre por grupos para decidir en qué cabaña alojarse. Esto es completamente a ciegas, las cabañas varían en cuanto a número de personas que pueden alojar en su interior, pero nadie sabe cómo es cada cabaña.

Sólo puedo decir que hay una notablemente mejor al resto de cabañas, nada más hay que tener suerte y apuntar tu nombre en dicha lista. El objetivo de este método es que puedas apuntar tu nombre junto al del resto de tus amigos y así convivir todos en la misma cabaña durante los días del viaje. Y aunque puede parecer que tener la mejor y más grande cabaña, hay que tener en cuenta de que luego por las noches donde se suelen celebrar las fiestas es en dichas cabañas, con lo que ello conlleva en cuanto a labores de limpieza a la mañana siguiente. Son detalles que hay que analizarlos y pormenorizarlos.

Día del viaje y primeros pasos en Laponia:

A mí, desde el primero momento, lo del viaje en autobús no me hacía mucha gracia, pero al fin y al cabo ya estaba acostumbrado después de haber hecho ya unos cuantos viajes dentro de España en autobús. Pero Finlandia no es España, al menos en cuanto lo que las distancias en el interior del país se refieren. El viaje desde Turku a Rovaniemi dura nada más y nada menos que 13 horas, así que ya puedes tener facilidad para dormir, ya que el viaje se realiza durante la madrugada, por lo que la opción de la lectura no parece muy viable.

Yo en ese sentido sufrí muchísimo, jamás consigo conciliar el sueño en medios de transporte. Puedo echar ligeras cabezadas de como máximo media hora, pero nada más, por lo que el viaje se me hizo eterno. Lo único bueno era que el autobús disponía de WiFi integrado y enchufes, así que al menos no estás totalmente incomunicado del mundo, lo cual se agradece cuando miras por las ventanas y sólo ves bosques nevados que se extienden a lo largo de una infinita oscuridad.

Los conductores parecen muy experimentados y aportan mucha seguridad, ya que siendo carreteras llenas de hielo y nieve en mitad de la nada es muy probable que surja algún susto, y más teniendo en cuenta que un par de veces hubo que dar frenazos debido a la presencia de animales cerca de la calzada. Son situaciones muy peligrosas que por suerte son solventadas sin ninguna complicación en la gran mayoría de los casos.

Cada aproximadamente 4 horas se realizan paradas en gasolineras que a medida que se va llegando al norte se ven más nevadas y con más frío, hasta finalmente llegar al amanecer a Rovaniemi, la capital de la región de Laponia. Es un viaje interminable, de los peores que recuerdo en mi vida, pero una vez allí te sientes satisfecho de haber conseguido llegar.

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Lo primero que se hace es visitar el museo Arktikum, un museo dedicado a la historia y la naturaleza de la región. Su visita no es larga, es un museo moderno y como tal al principio nos proyectaron una pequeña película de introducción y nos dieron la bienvenida.

Todo lo que exponen es bastante didáctico e interesante, como por ejemplo las vestimentas y objetos típicos de las antiguas poblaciones Sami o las imágenes y objetos que se guarden en relación a cómo se desarrolló la Segunda Guerra Mundial en Laponia, pero después de haber realizado un viaje de 13 horas lo último que te apetece es realizar una labor intelectual. Muchas de las personas que viajaban con el grupo se limitaron a sentarse y descansar, que al fin y al cabo es lo que pedía el cuerpo. Pero es una visita rápida, sí se puede hacer. Ya habría tiempo para dormir más adelante.

Aldea de Papá Noel y llegada a nuestro destino:

Nada más salir del museo volvimos a entrar al infernal autobús para dirigirnos a la aldea de Papá Noel, la primera gran visita que incluye el viaje. Visto desde fuera no parece un lugar muy espectacular para ser el alojamiento “oficial” de Papá Noel. Hay cierta disputa entre los países que comparten frontera por la zona del círculo polar ártico por ver quién posee al “verdadero” Papá Noel. Es probable que si viajas a Noruega allí te digan que el auténtico Papá Noel es noruego o si viajas a Suecia te digan más de lo mismo. Pero sin duda el más conocido es el Papá Noel de la Laponia finlandesa, y es algo de lo que se encargan de defender sus gentes casi tanto como a su selección nacional de hockey sobre hielo.

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Dentro del edificio principal lo que hicimos fue guardar cola como grupo para entrar a la sala en la que está sentado Papá Noel. Es una cola bastante larga porque la gente suele estar más o menos cinco minutos dentro de la sala, pero no se hace una espera pesada ya que el interior tiene una decoración muy cuidada. En el centro hay expuesto un enorme péndulo que hace de “reloj mundial” junto a un rollo de papel con cartas a Papá Noelde niños de todo el mundo que a día de hoy ostenta el record mundial a rollo de papel más grande jamás creado.

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Después de un rato entramos todos los que formábamos el grupo de estudiantes llevados por la ESN. Éramos aproximadamente 30 personas o más, así que os podéis hacer una idea del tamaño que tiene la sala de Papá Noel. Aquí uno puede estrechar la mano a Papá Noel y cruzar un par de palabras en el idioma que quieras, ya que la persona que encarna este papel sabe un gran número de idiomas. Eso sí, no puedes sentarte en sus rodillas ni tocarle más de la cuenta, él está ahí sentado para hacerse unas fotos que realiza una fotógrafa de la corte de Papá Noel. Además, toda esta visita es grabada en vídeo y se ofrece en directo por streaming en la misma página web oficial de Papá Noel.

Cuando te echan ya sólo queda ver cómo han quedado las fotos, las cuales te venden por el módico precio de 30 euros. Hay varias opciones de tamaño para elegir y también es posible elegir un pack que incluye un pendrive en el que te meten todas las fotos y los segundos de vídeo que dura la visita. El precio de esto llega a nada menos que 120 euros. Una barbaridad, pero es Papá Noel, se le perdona todo. Nosotros como grupo pagamos una fotografía por 30 euros, que dividido el precio entre todos lo que éramos apenas supero el euro.

Al salir de este edificio tuvimos la oportunidad de recorrer libremente la aldea al completo, la cual durante esas fechas se encuentra en temporada alta. Sobretodo hay familias con sus hijos pequeños jugando con la nieve y tirándose en trineo. Es un lugar básicamente familiar que tiene una atmósfera de gran ilusión.

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Una de las cosas que más llaman la atención se encuentra en el exterior, dónde se encuentra marcado el punto exacto por el que pasa el círculo polar ártico, un sitio de fotografía obligatoria en el que hay que tener cuidado de no resbalar, ya que se encuentra totalmente recubierto de hielo. Además es quizás de los pocos sitios por los que no te cobran por estar o fotografiar.

Los otros edificios adyacentes son lugares en los que se aglomeran tiendas de suvenires que no se venden a un precio especialmente asequible. Pero son muy especiales y al fin y al cabo siempre acabas cayendo y comprando alguno. En esta zona también puedes llevar tu pasaporte para que por 50 céntimos te pongan un sello que indica que has visitado la aldea de Papá Noel. Yo por desgracia olvidé mi pasaporte en casa, pero no tiene mayor misterio, es sólo un sello.

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En el exterior se pueden ver el resto de atracciones que hay, como el resto de decorados o los renos que se encuentran dentro de la granja. Además, otra de las cosas muy especiales y gratuitas que se puede hacer y en la que yo estuve gran parte del tiempo fue tocar a los huskys que tienen atados en el exterior. Son totalmente inofensivos y están acostumbrados a la compañía de los turistas, por lo que son muy cariñosos. Aunque da un poco de pena verlos ahí atados en el exterior pasando frío.

Poco más se puede hacer dentro de la aldea. Lo último que ves antes de salir es la oficina postal, en la que puedes enviar una postal enviada directamente desde la aldea de Papá Noel a la parte del mundo que quieras.

El resto de la tarde la pasamos en la ciudad de Rovaniemi, sobretodo en un centro comercial al que nos llevaron para realizar algunas compras básicas de comida para subsistir los días que estuviésemos en las cabañas. Así que eso hicimos, comprar alimentos básicos para preparar en grupo, o sea pasta, y comer en un restaurante de comida rápida.

Después volvimos a coger el autobús para dirigirnos a la ciudad en la que estaban nuestras cabañas, Saariselkä. Una pequeña ciudad muy acogedora acondicionada para recibir a turistas que se dirigen a Laponia durante estos meses del año. Llegamos a las cabañas aproximadamente a las 8 de la noche y nos dieron las llaves para poder entrar en la que nos correspondían. Después nos explicaron cómo funcionaban las partes básicas de la casa, o sea, la sauna y la chimenea. Era una cabaña pequeña (quizás la más pequeña de todas las que llegue a visitar) pero era más que suficiente para todas las personas que estábamos en ella.

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Esa primera noche únicamente cenamos y preparamos nuestras camas. Los días más intensos estaban aún por llegar. He de decir que esa noche dormí como pocas he dormido en mi vida, pero desafortunadamente a la mañana siguiente había que madrugar bastante, por lo que no pude disfrutar al máximo de las horas de sueño que me correspondían.


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