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Experiencia en Río de Janeiro


¡Hola! En este artículo te voy a hablar de Río de Janeiro, ¡la segunda ciudad más importe de Brasil!

Tiene 16 millones de habitantes, y su gente es el resultado del mestizaje de indígenas, europeos y africanos. Llegó a ser la capital del país de 1763 a 1960, tras Salvador (Bahía) y antes que Brasilia. Río de Janeiro es famosa en el mundo por su carnaval, sus playas y el Cristo Redentor. Es una ciudad que acapara las miradas de la escena internacional. En los últimos años, ha organizado algunos de los eventos más importantes a nivel mundial, como la Copa Mundial de Fútbol en 2014 y la 31. ª edición de los Juegos Olímpicos en 2016.

Aun así, pese a que también sea una de las ciudades más modernas del mundo, no podemos olvidar que es una de las ciudades que mejor distribuye la riqueza; una gran parte de su población vive en la más absoluta miseria. Bien conocidas son las favelas, ¡en las que es mejor no adentrarse!

En el lejano 2011, tuve la oportunidad de conocer la ciudad durante los 6 meses que pasé en Brasil. Obtuve una beca de estudios para Florianópolis, una beca parecida a la Erasmus. Mi ciudad de destino es la capital de Santa Catarina, al sur del país. Mi universidad me pagaba el vuelo de ida y vuelta, pero no me ayudaba económicamente durante mi estancia. Encima, no habían vuelos directos a Floranópolis... Como era necesario hacer escala en São Paulo o en Río de Janeiro, y era la época del carnaval, me decanté por la segunda. ¡Qué acierto! Al llegar a Río de Janeiro, me esperaba una familia superespecial, compuesta por 5 miembros: el padre, la madre, la hija mayor, de 28 años, el hijo pequeño, de 22, y su perrito.

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El señor de la casa era hermano de la señora que iba a limpiar a casa de un amigo de Perugia. Cuando supo que iría a Brasil, le pidió a su hermano que me alojara unos días. Estuve con ellos casi una semana. Vivían en el barrio Jacarepaguà, en la zona oeste de la ciudad. De ahí hice una escapada al Salvador (Bahía), donde me acogieron unos amigos de la familia. Me dijeron que su carnaval también era precioso, así que aproveché la ocasión para verlo. Total, aún me quedaban algunos días antes de empezar las clases en Florianópolis.

Después, volví a Río de Janeiro. Esta vez me quedé en un hostal donde trabajé durante casi un mes. A cambio, me dieron una habitación. Lo mismo estaba en la recepción que limpiaba la cocina común o me ponían detrás de la barra por las noches... Ella, versátil. Aun así, también tenía tiempo libre para salir y visitar la ciudad. Estas eran las vistas desde mi habitación:

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¿Cómo es el clima en Río de Janeiro?

Río de Janeiro tiene un clima tropical de la sabana que se caracteriza por fuertes lluvias de diciembre a marzo. La temperatura media ronda los 25 ºC. Hay que destacar que casi nunca baja de los 10 ºC, pero se dispara fácilmente hasta los 45 ºC. En cualquier caso, depende mucho de la altitud, de la distancia a la costa y del tipo de vegetación que haya en la zona.

Yo que fui en febrero, para el carnaval, recuerdo que llovió ininterrumpidamente durante 3 o 4 días. ¡Fue horrible! Iba en sandalias, me gustaba llevar el pie al aire libre. Y bueno... se me mojaron. Y no contenta del todo, encima se me rompieron. Recorrí las calles de la ciudad con el agua hasta los tobillos. El agua estaba negra, sucia, apestaba... ¡qué asco! Lloraba por miedo a contraer alguna enfermedad.

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¿Cómo es el carnaval en Río de Janerio?

¡Indescriptible! Eso sí, me quedé con las ganas de entrar en el Sambódromo... Había que comprar con anterioridad un billete, y yo no lo sabía. Si tú tampoco, ¡ya lo sabes! Así que, si tienes pensado pasar unas vacaciones en Río de Janeiro para disfrutar del carnaval y quieres asegurarte un sitio en el Sambódromo, ¡compra la entrada con tiempo! ¡Vale la pena ir aunque sea por una vez!

De todas formas, el carnaval de Río de Janeiro abarca toda la ciudad, 24 h durante 7 días. Las personas abarrotan las calles y se visten de forma muy curiosa. Es una fiesta muy loca en la que todos se divierten, bailan, cantan y beben mientras acompañan a las carrozas por toda la ciudad. Gente de todas las nacionalidades, muchísimo alcohol; y en mi caso, ¡mucha lluvia!

Fuimos al centro con el autobús ya que conducir, y qué te voy a decir ya de aparcar, por allí era misión imposible. Antes de salir, todos los miembros de la familia (menos el perro) y sus amigos se tomaban una aspirina sabiendo la borrachera que se iban a coger. Yo no lo hice y una de esas tardes acabé vomitando. Y no porque bebiera mucho, sino por no estar acostumbrada a hacerlo. No me gusta. A mí un par de cervezas me ponen ya enferma. ¡Ay, te voy a contar una cosa horrorosa! ¡Agárrate! Resulta que las mujeres se ponen pantalones negros para mearse encima sin llamar la atención. Te podrás imaginar que las colas de los aseos portátiles y de los locales son interminables y están que se caen de porquería: vómitos, diarreas, basura, pipís... ¡Que te multen si te pillan desahogándote por la calle la verdad es que no ayuda! De ahí que las brasileñas se hayan sacado un truquito de la manga... Asquerosísimo. ¡Yo prefiero que me explote antes la vejiga! La propietaria de la casa donde me alojaba se lo hizo encima incluso mientras bajaba las escaleras de su propia casa...

Pero bueno, guarradas aparte, no pensé que todo el mundo, tanto niños como mayores, se disfraza. ¡Y yo me había llevado nada para ponerme! Por la calle habían puestos que vendían trajes, pero preferí no gastar dinero. Aunque tengo que reconocer que me sentí fuera de lugar. Me encontré con gente disfrazada de cualquier cosa:

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grupos en los que iban todos iguales; de monjas, de jugadores de baloncesto, de la familia Simpson, de los Griffin... Así como de personajes televisivos, de Disney... De todo lo que te puedas imaginar y más. Y todos acompañaban a las carrozas; ¡todos bebían y cantaban! E incluso otros se drogaban sin ningún tipo de pudor. Los vi meterse rayas de cocaínas con papeles enrollados... Y lo que es peor, ¡en Salvador (Bahía) me encontré con niños de 5 o 6 años pidiendo por la calle para luego comprar crac! Es tan triste... No se puede hacer nada.

Un día, el señor de la casa donde me alojaba me compró una camiseta que me servía para entrar en un área reservada donde bailar y cantar, además de comer y beber hasta reventar. Parece ser que aquello funciona así: cada grupo se reúne en un espacio de la calle ya delimitado y al que solo tienen acceso los que llevan una prenda única y distintiva, lo que les da derecho a comer y beber lo que quieran.

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Otro día fuimos a ver el carnaval a la playa de Tijuca. ¡Estaba lleno de transexuales!

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Había carrozas por todas partes. Desde ellas nos tiraban agua, espuma y caramelos. Se creaba una atmósfera muy bonita. Todos de fiesta.

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¡Durante todo el día!

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Se animaban con caipiriña, cerveza y aperitivos como los de las siguientes fotos:

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una especie de magdalenas hechas con hojaldre relleno de carne y verdura;

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y las famosas coxinhas. Es el aperitivo que más consumen los brasileños. Se hacen con patatas y pedacitos de pollo hervido que luego fríen en aceite. Surgió como sustituto económico del pollo tradicional. Estaba tan bueno que se extendió rápidamente por todo el país. También hay quien las hace rellenas de cangrejo o langostino. ¡Riquísimas! Si tienes la oportunidad, ¡pruébalas! Al principio no me llamaban la atención, no quería probarlas, pero cuando lo hice, ¡me volvieron loca! A veces solo comía coxinhas.

¿Cómo es la comida de Río de Janeiro?

¡La cocina brasileña está muy buena! Y en Río de Janeiro se come muy bien por cuatro duros. Yo solía comer fuera de casa. Una de las cosas que más echo de menos de la cocina brasileña es la couve, utilizada de guarnición para la feijoada. Se trata de una especie de col propia de la tierra.

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La feijoada es el plato nacional de Brasil, conocido en todo el mundo. Se asemeja a una sopa, compuesta de muchísimos ingredientes: judías negras, col, carne, costillas de cerdo, salchichas ahumadas, tocino, patas y orejas de cerdo, un poquito de cachaza, cebolla, y un largo etcétera.

También te recomiendo unas bolitas de pan que pueden parecer insignificantes a primera vista pero que, cuando les hincas el diente, acabas salivando. ¡Buenísimas! Se llaman pão de queijo, y llevan también queso. Por fuera están crujientes, pero por dentro blanditas. ¡Es que te van a encantar! Proviene de Minas Gerais, y es un plato muy popular en todo Brasil; lo comen en cualquier momento del día.

Lo mismo ocurre con el açaí, una baya que se encuentra en la selva del Amazonas. Las tribus indígenas la comían por sus múltiples propiedades energéticas. Hoy en día se puede comprar ya líquida o como sorbete. Se suele mezclar con fruta, cereales, crema, chocolate, mermelada, miel, cacahuetes... y hay quien incluso le añade cerveza o vodka.

No te puedes ir de Río de Janeiro sin haber probado un buen churrasco. Para los brasileños, es el el típico plato que se hace los domingos. Es carne hecha a la plancha o generalmente a la brasa a la que se le añade sal gorda. Entre la carne más deliciosa está la picanha, un trozo de carne de vacuno al que se suele acompañar de queijo coalho.

También llamado queijo quente, es un queso típico de noreste de Brasil que pasan por la brasa. Es uno de los alimentos más consumidos en la costa. Por la calle suele haber vendedores ambulantes que recorren las playas cargados con sus pequeñas parrillas donde ponen a calentar el queso. ¡Le da un sabor único!

Otra street food típica del noreste de Brasil que también encontrarás es el acarayé, una especie de bollo con forma de saco, relleno de judías con cebolla y que se fríe con aceite de palma. Se le suele poner por encima camarones y vatapá.

El vatapá es una especie de salsa a la que se le echa muchas especias. El plato lleva camarones, cabezas de pescado, pan, anacardos, cacahuetes, leche de coco, cebolla, tomate, jengibre y cilantro.

A base de pescado encontrarás la moqueca, un caldo de pescado servido en una cazuela de barro que se comparte con el resto de comensales. El pescado y el marisco se estofan junto al tomate, la cebolla y el cilantro. La moqueca se acompaña con arroz blanco, farofa y pirão.

La farofa es otro plato popular de Brasil cuyo origen se remonta a la época colonial. Se trata de harina de yuca condimentada con alimentos grasos: callos, panceta, salchichas, huevo, cebolla, bananas y col...

El pirão es una papilla elaborada con harina de yuca que se mezcla con el agua en el que se ha cocido previamente el pescado o la carne.

¡Mención aparte merece la fruta! En Brasil hay frutos superextraños: la guayaba, la maracuja, la acerola, la ciruela, el kino, la atemoya, el noni, la pitaya, la nanjea... Bueno, en realidad son muy conocidos, pero no en Italia. Además del plátano y la banana, tenemos en común la maracuyá (el fruto de la pasión), la papaya y el mango.

Eso sí, ¡ni se te ocurra comerte una pizza! Los propietarios de la casa donde me alojaba tuvieron la maravillosa (o pésima) idea de llevarme a una pizzería brasileña para que probara sus pizzas, de las que están tan orgullosos. Y maldita la hora. ¡Estaba asquerosa! La masa era doble, tipo focaccia. El queso ya te digo yo que no era mozzarella. Y por si fuera poco, el resto de ingredientes era un batiburrillo. ¡Hacen pizzas con banana y salchichón! ¡O con piña y kiwi! ¡Ver para creer!

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Sin embargo, aunque las pizzas sean una bazofia, ¡los dulces que hacen están que te mueres! Caminando por la ciudad, encontrarás un montón de pastelerías que venden unos pasteles buenísimos.

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De entre todos los dulces brasileños, tienes que probar sí o sí los brigadeiros, unas bolitas de cacao elaboradas con chocolate, leche condensada y mucha mantequilla. Su origen se remonta a 1945, en homenaje al candidato a la presidencia Eduardo Gomes. Su preparación es muy sencilla y no puede faltar en ninguna fiesta. ¡Están buenísimos! ¡Yo me comía una decena al día! No tengo mesura. Espero que vosotros sí.

Otro dulce también muy popular es el quindim, una crema amarilla, ligera y dulce, de un intenso aroma, hecha con huevo, azúcar y coco.

En cuanto a las bebidas, os recomiendo la cachaza; jugo de caña de azúcar destilado, la caipiriña; cachaza, lima, azúcar de caña y hielo picado, el guaraná; una bebida energética sin alcohol a base de extracto de la semilla de guaraná, y el caldo de cana, conocido en otros países como guarapo; zumo de azúcar de caña. Las cervezas brasileñas tienen una graduación alcohólica mucho más baja que en Europa.

¿Dónde es preferible comer en Río de Janeiro?

La ciudad cuenta con todo tipo de restaurantes y locales que se adaptan a todos los gustos y a todos los bolsillos. Los brasileños suelen frecuentar las churrasquerías, donde sirven los típicos churrascos. Cierta fama tienen también los restaurantes que disponen de bufé libre a un precio ya establecido; un tipo de servicio conocido como rodizio. Aun así, los más populares son los restaurantes donde se paga al kilo. En ellos, dispones de un plato y un suntuoso bufé. La gracia está en echar en el plato todo lo que quieras y puedas. Una vez que el plato esté a reventar, lo pesan en la caja y se paga, como acabo de decir, al kilo. Obviamente, en Río de Janeiro hay restaurantes internacionales, pizzerías, chiringuitos, panaderías y lanchonetes (algo sí como los típicos puestos donde preparan comida rápida, sobre todo bocadillos). Eso sí, fíjate bien siempre en la cuenta cuando vayas a pagar, porque a mí, al menos, más de una vez me han inflado el precio con cosas que no había consumido.

Por el centro, encontrarás el Metrô; donde sirven platos tradicionales, el Aipo & Aipim; un restaurante al kilo con una magnífica relación calidad-precio, y la Confeitaria Colombo. En la playa de Ipanema, te recomiendo la Casa da Feijoada, el Zazà Bistrò y la Garota de Ipanema. Si por el contrario eres más de Copacabana, ve a Don Camillo; de atmósfera italiana, el Antiquarìus; donde preparan platos con recetas propias de la cocina portuguesa, la Grill Inn churrascaria y el Sirmi Mole & Cia; más caro que el resto. Otra currasquería a la que volvería a ir es la Estrela do sul, en el barrio Botafogo. Más elegante es el restaurante 00 del barrio Gávea. En el caso de que seas vegetariano, en el barrio de Leblon hay un restaurante verde, el Vegetariano Social Clube. Ya que estás por el barrio, pásate por el Zuka, un restaurante moderno en el que preparan los platos ante la atenta mirada de sus clientes. ¡Prueba el filete de pescado con pistacho o el puré de patatas con miel! Otros de los restaurantes más elegantes son el Sa y el Marius Degustare, mientras que los más económicos son el Estrelas da Babilonia, el Os Ximenes el Braseiro, el Galeto 183. el asador Quick Galetos y el local de comida rápida BB Lanches.

¿Qué se puede ver en Río de Janeiro?

La ciudad es maravillosa, quizá la más bonita que he visto en mi vida. Tiene de todo: mar, montaña, rascacielos, favelas, limusinas, coches hechos una chatarra; personas de todo tipo, de todas las nacionalidades y de todas las clases sociales... Encontrarás muchísimos monumentos, museos, iglesias, playas, atracciones... ¡vamos, miles de cosas que ver!

Empecemos por el símbolo más emblemático de Brasil: el Cristo Redentor, algo que estaba en mi lista de cosas que ver antes de morir.

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Hay una estatua similar en Italia, en Maratea (Potenza). Cuando era pequeña, iba allí a menudo de vacaciones, y siempre que la veía, me entraban unas ganas locas de ver el "verdadero" Cristo. ¡Estaba segura de que me dejaría con la boca abierta! Y no me equivocaba. Me hizo muy mal tiempo, pero no me importó. El Cristo Redentor mide unos 700 m de altura y está situada en la cima del Corcovado, a la que se puede acceder mediante un trenecito. Las vistas sobre la ciudad no tienen parangón. Desde los pies de la estatua, se divisa cualquier barrio y bahía, además del Parque Nacional de la Tijuca, la playa de Botafogo, el Maracaná e incluso el Pan de Azúcar.

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El Pan de Azúcar es un imponente peñón que se asoma al mar. Lo llaman así por la forma que tiene. Las vistas que ofrece solo las supera el Cristo Redentor.

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Si te gustan los deportes extremos, dirígete a la cima de la Pedra da Gávea de São Conrado. Es el pico más alto de la ciudad, tiene 842 metros de altura. ¡Allí podrás practicar el vuelo en ala delta!

¿Eras más de fútbol? Visita el Maracaná, uno de los estadios de fútbol más grandes del mundo.

Si prefieres disfrutar de la naturaleza, ve al Parque Nacional de la Tijuca. Con sus 3000 hectáreas, es el parque urbano más grande del mundo. Por sus caminos, te tropezarás con algunas cascadas, cuevas y varios monumentos como la maravillosa Capela Mayrink, oculta en el verde. La Pedra da Gávea y la colina del Corcovado también forman parte del parque. ¡No te pierdas las cascadas de Taunay y Gabriela!

Volviendo al casco antiguo, te puedo asegurar que está lleno de preciosos edificios que vale la pena visitar: la Cámara Municipal, la Biblioteca Nacional, la iglesia de la Calendalaria, la Catedral Metropolina, el Teatro Municipal y el Museo Nacional de Bellas Artes.

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Tampoco puedes dejar pasar el antiguo acueducto romano que adaptaron para el famoso Bonde, el tranvía amarillo. Si no tienes vértigo, ¡móntate y date una vueltecilla! Pero ándate con ojo, ¡el tranvía no tiene parapetos!

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El Acueducto Carioca, popularmente conocido como Arcos da Lapa, forma parte de las postales de la ciudad.

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Entre el centro y la zona sur de Río de Janeiro, está el barrio de Santa Teresa, que se caracteriza por sus edificios históricos de arquitectura española.

El barrio Carioca, con sus espectaculares rascacielos, también merece una visitilla. Es alucinante. Se trata de una gran zona con tráfico limitado donde se encuentran los mejores bares de la ciudad, así como la sede de Petrobras y la Catedral Metropolitana, que tiene 4 vidrieras de más de 60 metros de altura y bonitos juegos de luces.

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En las playas de Río de Janeiro podrás practicar deporte y hacer amigos o bien beber un buen zumo de coco mientras te torras al sol. Estas son las playas más destacadas de la ciudad: la Vermelha; de arena rojiza, la de la Urca, la del Flamengo, la del Botafogo, la de la Tijuca y la del Leme. Mención aparte merece la de Capocabana (que te dejo en la siguiente foto); está lejos del centro, pero es sin duda la más conocida de la ciudad, seguida de la de Ipanema, a la que va la gente VIP.

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¡Tampoco te vayas de la ciudad sin haber visto una favela! Desde luego, no tienen nada de bonito... pero forman parte de la dura realidad de Río de Janeiro, y quizá, ver de cerca cómo viven sus moradores puede hacer que valoremos todo lo que nosotros tenemos y que a ellos les falta.

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Tuve la oportunidad de pasar una noche en la famosa Ciudad de Dios, en la que se rodó la película que lleva su nombre. Se trata de una favela pacíficada. Con pacificada me refiero a que se puede considerar tranquila gracias a que la policía la controla día y noche. Aún así, no deja de ser una favela: chabolas De ladrillo y cemento como bien viene, sin puertas ni ventanas... Para entrar en una casa, hay que pasar por otra. No tienen camas, solo algún colchón viejo tirado por el suelo. No tienen ni baño ni cocina. En su lugar, un hornillo y un lavabo. Si tienen suerte, quizá encuentren por la calle una radio de las antiguas, de esas que iban con antena y que ocupaban tanto espacio. Por supuesto, ¡todo se comprarte con las otras familias! Yo tuve la oportunidad de dormir allí junto a la familia que me acogió esos días, en casa de su tía. Pasamos la tarde jugando al billar en un barezucho. Mientras que pequeños delincuentes correteaban por la calle, los viejos, borrachos, jugaban a las cartas. De vez en cuando se les iba la lengua y decían improperios. Qué gente más extraña... Un fuerte olor a marihuana embriagaba la zona. En una mano llevaban la cerveza, el cigarrillo en la otra. Me explicaron cómo tirar, ¡y la primera en la frente! : mandé la bola al agujero... Era la primera vez que jugaba al billar, sí, pero no sería la última. En Brasil es un juego muy popular.

Ten mucho cuidado si te adentras en una favela. Y ni mucho menos te fíes de su gente. A mí me pasó lo siguiente: Como no me gustó mucho la Ciudad de Dios, decidí ir a otra favela no pacificada, sola; mi amiga brasileña no quiso acompañarme. Me encontraba en pleno corazón de Río de Janeiro. Fui a una parada de autobús a preguntar. Un señor de unos 50 años me dijo que él vivía en una favela cercana y se ofreció a acompañarme. Me decía que mejor no fuese sola. Y me fie de él. Tonta de mí, soy muy confiada. Ahora ya no tanto. Así que nada, me monté con él en el autobús. Poco a poco, la gente bajaba del autobús y se quedaba más vacío. Caía el sol. Yo iba hablando con el hombre, que empezaba a preguntarme cosas demasiado personales. Finalmente, llegamos a nuestra parada y bajamos del autobús. Antes de entrar en la favela, se detuvo en un bar, y otro hombre se me acercó a dejarme entender que el tío no era de fiar. Yo ya me había dado cuenta, pero no sabía qué hacer. De pronto, me vi en una favela, de noche, sola, con algunos objetos de valor y con 20 años. Mi poca madurez me había llevado a esa situación. Lo que vi me dejó perpleja. Había puestos con todo tipo de droga, etiquetada con nombre y precio. Un precio bajísimo. Cocaína, marihuana, hachís, crac... El hombre con el que iba se compró este último. El vendedor era un niño de unos 10 años que iba armado con una metralleta más grande que él. La mayoría de los comerciantes de la zona rondaban su edad. Y todos iban armados. Me entraron una ganas tremendas de llorar... En ese momento, me entró el pánico y solo quise alejarme de aquel hombre, pero aún no sabía cómo hacerlo. No sé cómo, pero se portaba muy bien conmigo. Decía que me protegería, que sería peligroso para una gringa andar sola por ahí y en una favela como esa. Caminamos. Nos detuvimos en otro bar y nos tomamos una cerveza. Fue entonces cuando empezó a decirme groserías. Y fue entonces cuando, sin pensármelo, salí corriendo. Antes de irme, le grité que podría ser su nieta y que me daba todo el asco. Pregunté cómo pedir un taxi y volví a casa. Afortunadamente, ¡llegué sana y salva!

¿Qué se puede ver en los alrededores de Río de Janeiro?

Río de Janeiro es una ciudad enorme, como el propio Brasil. Por lo que, hablar de alrededores es complicado. Se necesita mucho tiempo para viajar de una ciudad a otra. Aun así, se pueden hacer buenas escapadas.

Yo visité Niterói, un municipio de la zona metropolitana de Río de Janeiro. Está separado de la ciudad por la bahía de Guanabara, pero el largo puente Presidente Costa e Silva lo conecta con la ciudad. También lo conocen como "puente Río-Niterói". Es el sexto puente más larfo del mundo, el más largo del hemisferio meridional.

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En Niterói, podrás ver el Museo de Arte Comtemporáneo, también llamado MAC. Fue diseñado por Oscar Niemeyer e inaugurado en 1996. Es un edificio de cemento, encalado y cubierto por una enorme cúpula que le da la apariencia de platillo volante. El museo tiene tres plantas, a las que se llega por una rampa curva. En su interior, se expone la colección del artista brasileño João Sattamini.

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El museo forma parte del Caminho Niemeyer, un conjunto de edificios de un gran valor arquitectónico, diseñados por Niemeyer, que se extiende por todo el litoral de la ciudad, abarcando unos 11 kilómetros. El objetivo principal era revitalizar la ciudad. El complejo, aún sin terminar, incluye la Fundación Oscar Niemeyer (FON), el memorial Roberto Silveira, el Teatro Popular, la estación hidroviaria de Charitas, el Centro Petrobras de Cine y la plaza JK.

Yo, personalmente, me decanté por ir al mar en vez de dar vueltas por la ciudad en busca de sus monumentos. ¡Así que vi algunas playas! La más bonita es la playa de Itacoatiara. Aunque también son bonitas la de Icaraí, la de Boa Viagem, la de Piratininga y la de Camboinhas.

Otra ciudad que visité es Petrópolis. Está a 70 kilómetros de Río de Janeiro. En Petrópolis podrás ver la antigua residencia de verano del emperador Pedro II, la catedral de São Pedro de Alcântara, la casa de Santos Dumont (el inventor del reloj de pulsera) y el palacio de la princesa Isabella. Fui en taxi junto a la prima del señor que me dio alojamiento y su hijo, de mi edad. En verdad, no tendría que haber ido. Gasté dinero tontamente y no vi nada interesante. También estuve en Teresópolis, la ciudad vecina, famosa por sus calles comerciales.

Tenía programado ir a Angra dos Reis y a Búzios, un sorprendente pueblecito de pescadores, pero al final me faltó tiempo. Mucha gente me habían hablado muy bien de ellos. Están a unos 150 y 185 kilómetros de Río de Janeiro.

¿Aconsejo Río de Janeiro para vivir?

Sintiéndolo mucho... no. Y mira que es la ciudad más bonita que he visto, pero su inseguridad me echa para atrás. Por la calle se ve de todo. Hay muchos vagabundos tirados en cualquier parte y en un estado más que cuestionable, como el de esta foto:

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Además, hay demasiado tráfico, tanto de vehículos como de perosnas. Por no hablar de nuevo de la gran brecha entre ricos y pobres. En cual caso, siempre llevaré esta ciudad en mi corazón... o más bien en la piel.

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Una noche, durante el carnaval, por los alrededores de una favela, conocí a un tatuador. Nos tomamos unas cañas y, poco después, le pedí que hiciera un tatuaje. Eran ya las 3:00, y aun así me lo hizo. Me llevó a su casa, de unos 15 m². Allí le esperaba su mujer. La vivienda no tenía muros. Un niño dormía encima de un colchón que había tirado en el suelo. Mucha gente que pasaba por allí se nos quedaba mirando. Fue una situación superextraña. Créeme. El tatuaje no es que sea muy bonito, la verdad, pero su recuerdo sí. Es el recuerdo de mi maravillosa experiencia en Río de Janeiro, que permanecerá por siempre tanto en mi piel como en mi corazón.

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Así que eso, Río de Janeiro es una ciudad fantástica, pero no para vivir. Sin embargo, ¡como destino turístico es genial!

Viaja, descubre nuevas culturas, come cosas nuevas, conoce a gente, haz amigos, ¡amplía tus horizontes! ¡Siéntete libre! ¡Tocarás la felicidad con los dedos!

Hasta aquí mi experiencia. ¡No me queda más que desearte buen viaje y una estupenda estancia en Río de Janeiro!


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