Sur: Scilla y Reggio Calabria. Dónde comer.

Scilla:

Era nuestro último día por Calabria y queríamos aprovechar para ir a la playa, más tranquilas. Cogimos entonces el primer tren de la mañana y salimos dirección Scilla, un pequeño pueblo costero situado algo más al norte de Regio. En el momento no lo sabía, pero posteriormente, buscando más información sobre los lugares que habíamos visitado, descubrí que el nombre del lugar procede de una antigua historia mitológica. Resulta que Escila era primeramente una ninfa de la cual un pescador se enamoró perdidamente. Este, desesperado, sin saber qué hacer para que Escila se fijase en él, acudió a una diosa hechicera en busca de alguna poción, encanto o conjuro que hiciese a Escila enamorarse perdidamente de él. La hechicera, ni corta ni perezosa, recomendó al chico dejar el tema de lado y centrarse en alguien que mereciese más su amor. Este no le hizo ni caso, llegando incluso a despreciar sus palabras, tan mal le sentó a la hechicera este gesto por parte del muchacho que se enfadó y le dio al muchacho una poción que provocaría un efecto que nada tendría que ver con lo que el chico estaba pidiendo. Él debía arrojarla en el agua donde ella se bañase con frecuencia, este lo hizo, y cuando la ninfa se metió en el agua, inmediatamente se convirtió en una criatura marina horrible, un monstruo de cuyas caderas salían 6 cabezas de perros rabiosos y cuyas piernas se habían convertido en una cola de pez. Obviamente, el muchacho abatido, se fue del lugar desde donde la observaba desde lejos abatido y desolado.

Dicen entonces que Escila vivía en este lugar, en la costa de Calabria, mirando hacia Sicilia, donde se encontraba otro monstruo marino, Caribdis. Y de hecho cuentan que los antiguos dioses griegos la convirtieron en piedra, y que hoy en día, sigue en estado de sueño profundo del que no debe despertar. Se refieren entonces a Escila como el peñón que se encuentra separando la zona de la playa de la zona del puerto y el pueblo, lo que hoy en día forma la base sobre la que se sostiene Castello Ruffo.

Sur: Scilla y Reggio Calabria. Dónde comer.

En fin, volviendo al presente, y sobre todo a la realidad. Teníamos hambre. No habíamos desayunado y era lo primero que queríamos hacer al llegar a Scilla. Por este motivo, dejamos nuestras toallas tiradas en la playa ocupando el máximo espacio posible (contando con que mi toalla me daba para el culo y como mucho un pedazo más de muslo) y nos fuimos a buscar un lugar donde tomar algo.

Zanzibar:

Nos sentamos en un sitio llamado ‘Zanzibar’. Yo me disponía entonces a pedir un café y un bollito, como de costumbre, pero no, aquello no era una cafetería. ¡Era una heladería! Era una cosa que había visto mucho durante los pocos días que habíamos estado por allí, y es que se ve que las personas tienen costumbre de tomar como desayuno un bollo con un granizado. El bollito era una especie de masa horneada que sabía muy similar a la masa del roscón de reyes que se come en navidad, pero este no llevaba relleno. Se tomaba simplemente mojándolo en el granizado del cuál había muchísimos sabores, algunos de los cuales eran nueces, higos, naranja, limón o fresas, el sabor que yo escogí.

Si he de ser sincera totalmente, la verdad es que por separado, ambas cosas no eran de lo mejor que había probado. En mi opinión el granizado estaba demasiado dulce y más o menos lo mismo ocurría con el bollito. Sin embargo, fue al mezclar ambos, cuando ocurrió la magia. ¡Estaba buenísimo! No me lo esperaba y la verdad es que me sorprendió muchísimo, y aunque parezca algo raro o fuera de lo común, si visitáis esta zona yo recomiendo probarlo al cien por cien, y sobre todo en verano, que sienta de lujo con el calorcito de la mañana.

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Volvimos a la arena y la verdad es que la mañana continuó sin mucha más actividad que la de pasar de la toalla al agua y vuelta atrás. No había mucha gente, el agua estaba de miedo, y aunque el sol picase bastante, las temperaturas no eran muy altas, por lo que se estaba de lujo.

Civico 5:

Llegó la hora de comer, y fuimos con nuestra amiga que conocía bien la zona a comer un bocadillo de pez espada. El lugar se llama ‘Cívico 5’, y se encuentra cruzando a través de la carretera el peñón del cuál he hablado anteriormente. Mientras llegábamos al local, no nos quedó otro remedio que parar en diferentes lugares para admirar la belleza de aquel lugar. El agua cristalina y azul permitía ver el fondo en cualquier punto de la costa, y las callecitas estrechas que conformaban el pueblo dejaban en alguna ocasión un pequeño pasillo a través del cual se veía el mar al fondo. Una maravilla.

Sur: Scilla y Reggio Calabria. Dónde comer.

Sur: Scilla y Reggio Calabria. Dónde comer.

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Cuando finalmente llegamos al local, tuvimos que esperar unos diez minutos para conseguir una mesa, pero finalmente nos la dieron y nos fuimos directas a la carta para ver qué podíamos comer en aquel lugar.

Las dos primeras hojas de la carta se encontraban repletas de bocadillos de pez espada con diferentes ingredientes. Todos entre 7 y 10 euros, un precio bastante asequible con respecto a otros restaurantes. Pero en este caso, lo barato no sale caro pues el bocadillo estaba… para morirse literalmente.

El pan crujía a cada bocado y la mezcla de los sabores a pez espada, cebolla, alcaparras y aliño que se producía dentro de la boca era increíble. Pero bueno, voy a dejar de hablar de esto porque me está entrando un hambre voraz al acordarme de aquella comida. Lo último que quiero decir sobre este lugar (por si queda alguna duda) es que yo recomiendo bastante que vayáis si paráis por estas tierras, tanto para comer sentados como para tomar el bocadillo para llevar, ya que tienen ambas opciones.

Sur: Scilla y Reggio Calabria. Dónde comer.

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De nuevo ya en la playa, la tarde, igual que la mañana, seguía su curso con tranquilidad. Marta y yo charlábamos y jugábamos en el agua hasta que de pronto noté algo caer cercano a nosotras, era una piedra. Procedía de un señor que se encontraba en la orilla, justo en frente de donde estábamos nosotras. Lo miramos y seguimos con nuestro juego, pensando (inocentes nosotras) que simplemente lo había hecho sin querer. Hasta que otra vez lo vimos tirar otra piedra. La cosa continuaba y nosotras nos mosqueábamos cada vez más. Además, su intención no era darnos a ninguna, sino seguramente llamar nuestra atención o cualquier cosa así.

Decidimos entonces irnos a la arena un ratito para tomar el sol, y el tío, ni corto ni perezoso coge y se gira mirando entonces hacia donde teníamos nuestras toallas. ¿Casualidad? No lo creo, ya que de nuevo, por ver lo descarado que podía llegar a ser, nos volvemos a meter en el agua, y de nuevo la misma operación. Vamos, parecía una veleta, iba para donde el viento se movía, o en este caso, nosotras.

Tras varios comentarios  entre nosotras sobre su actitud que él seguramente oyó a la perfección, yo ya me sentía algo intimidada y sobre todo muy cansada, lo comentamos con nuestra amiga, y esta ni corta ni perezosa se acercó a él y le dijo: ‘esto no es un espectáculo’.

No respondió, simplemente se limitó a irse hacia otro lugar a hablar con otro hombre. Menos mal que al menos no se hizo el inocente.

Poco después tomamos nosotras el camino hacia el puerto, ya que nuestros amigos venían a recogernos con la zodiac para llevarnos de vuelta a Regio. Aunque ya aquel día recuerdo agarrarme un poco más fuerte a la barca para no revotar tanto porque tenía el culete… hecho pedazos.

Hamburgueria RC:

Llegamos a casa, nos duchamos y nos vestimos para ir a cenar. Esta vez a una hamburguesería que nos habían recomendado llamada ‘Hamburgeria RC’ dentro del centro de Regio. La verdad es que estaba llenísimo, y esto siempre es símbolo de que se come bien, por lo que la primera impresión fue buena. Entramos y de seguida nos dieron una mesita dentro, en una pequeña sala que daba a la cocina y tenía una decoración muy bonita y moderna. La carta constaba de varios apartados, de los cuales, el primero, eran las hamburguesas. Tú elegías tu hamburguesa, y eso me gustó. Te daban a elegir la carne, el pan, y 4 o 5 ingredientes entre verduras, salsas, y otros productos. Aunque no sé qué prefiero, porque con tantas cosas ricas que probar la elección se hizo algo dura, pero nos acabamos decantando. Fuimos a pedir a la barra y en poco más de 15 minutos nuestros platos estaban en la mesa, tenían incluso mejor buena pinta de lo que esperábamos, y ya ni te digo cuando les dimos a nuestras hamburguesas el primer bocado. Era casi para llorar de emoción.

Sur: Scilla y Reggio Calabria. Dónde comer.

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Gelateria Cesare:

Y aunque acabásemos llenísimas, siempre debe quedar hueco para un helado, aunque sea pequeñito. Asique fuimos hasta la ‘Gelateria Cesare’, una de las heladerías más concurridas de la ciudad. Pedimos una tarrina y buscamos unos bancos para sentarnos mientras lo acabábamos. El helado se acabó y el cansancio acabó por derrumbarme de tal forma que me quedé frita en el mismo banco en el que nos habíamos dejado caer. 

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