Sur: Día en zodiac, Museo Arqueológico y curiosidades.
Daba la casualidad de que el chico con el que cenamos la noche anterior en Lievito tenía alquilada una zodiac durante un mes, y después de la velada nos invitó a ir con él y algunos amigos más.
Por eso, nada más levantarnos y desayunar contactamos con él para vernos y pasó a recogernos en su coche para ir hasta el puerto de Reggio Calabria.
La verdad es que hacía un día precioso, el mar estaba calmado, no hacía viendo pero la brisa venía suave, el sol estaba radiante y el agua tan azul y cristalina como siempre. Perfecta para darse un chapuzón.
Salimos en dirección Sicilia, paramos a repostar y minutos después nuestro colega tomó rumbo al norte, pudiendo divisar así desde el mar las dos torres de eléctricas y algún que otro barco de pesca de pez espada (de los cuales hablaré a continuación) para echar el ancla en frente de una pequeña playa. El entorno era precioso y el día se ponía cada vez mejor.
Como decía, las torres eléctricas del estrecho de Mesina, son dos enormes titanes de aproximadamente 200 metros de altura que antiguamente sostenían tres enormes cable de acero que permitía el paso de la corriente desde Calabria hasta Sicilia. Nos contaron que las tareas de instalación de los mismos fueron muy complejas ya que el cable obviamente no podía tocar el agua, lo que se vio dificultado por los vientos y las condiciones meteorológicas cambiantes y que se necesitó un periodo de aproximadamente dos meses para completar el proyecto. Fue posteriormente, cuando los avances tecnológicos lo permitieron, el momento en el que el cableado se sustituyó por uno de cobre (mucho más conductor) y se pasó a conectar la península con la isla a través de una instalación submarina. Sin embargo, hoy en día las torres no han sido demolidas, de hecho han sido declaradas como monumento histórico pudiéndose visitar para admirar, sobre todo, las vistas panorámicas que ofrecen desde el punto más alto.
Por otro lado, el estrecho es una zona donde la pesca es una actividad muy importante, ya no solo en el ámbito deportivo, también para la compra-venta de pescado en lonjas y pequeños comercios. Uno de los más pescados y por tanto también consumidos aquí son los peces Espada. Por eso hablaba antes de los barcos que los pescan. Son barcos que realmente no tienen un gran tamaño, sin embargo, si lo tienen las plataformas que contienen, en forma de L, una se encuentra en la cubierta dispuesta como un mástil para poder verlos desde la superficie fijándose en las sombras y movimientos del agua, y otra que sale de la proa y que se utiliza para poder capturarlos. La verdad es que no los había visto nunca y me llamaron bastante la atención.
La siguiente parada de nuestro paseo en zodiac la hacemos volviendo a Calabria, en un lugar muy cercano a Scila nos paramos a bañarnos de nuevo. Esta vez con vistas preciosas hacia una carretera que pasaba rodeando una pequeña montaña que acababa bruscamente en el mar. Buceamos, hicimos fotos, nos bañamos, bromeamos y nos tomamos alguna que otra cerveza escuchando música. La verdad es que lo estábamos pasando genial, pero el sol estaba empezando a caer y debíamos volver al puerto. Y fue una buena idea, pues mientras hacíamos el camino de vuelta con el viento en la cara, el sol cada vez se avecinaba más a las montañas de Sicilia, tiñendo así el cielo de rojos y azules en una de las puestas de sol más bonitas que he tenido la suerte de ver.
Eso sí, al día siguiente me acordé bastante del paseíto pues me dolía hasta el cielo de la boca de los botes que pegaba la zodiac cada vez que cogía una ola. En fin, nada es perfecto, ¿verdad?
Nos llevaron a casa y como aún era relativamente temprano fuimos a visitar el Museo Arqueológico Nacional de la Magna Grecia, situado en Reggio Calabria. Creo recordar que la entrada reducida eran 5 euros, y la verdad es que el museo merece la pena visitarlo. A lo largo de 4 plantas que lo componen se pueden ver restos de cerámicas, utensilios de diario, mosaicos, enseres personales como maquillajes o canicas con las que jugaban los más pequeños, monedas, etc. Es enorme la colección de objetos que contienen, pero no solo eso, en este museo se encuentran Los Guerreros de Riace, dos esculturas de bronce datadas del siglo V antes de Cristo, procedentes de la antigua Grecia. La gente las conoce como ‘el viejo’ y ‘el joven’, aunque no sé si es porque uno representa a un hombre más entrado en años que otro o cuál es el motivo de estos nombres, porque yo a simple vista no sabría decir cuál es cuál.
Los encontró un chico en los años 70, cuando buceaba a unos 10 metros de la costa intentando alcanzar un mero, vio algo que parecía ser una mano. Asustado, pensando que podía ser el cuerpo de un fallecido, avisó a las autoridades que fueron hasta allí para comprobar qué no era una persona de carne y hueso, eran las dos estatuas de las que hablamos. No se sabe muy bien cómo llegaron hasta aquí ya que después de este descubrimiento siguieron peinando la zona en busca de otros objetos o alguna pista que les ayudara a entenderlo, sin ningún resultado.
Estas cosas la verdad es que me crean mucha curiosidad, me gusta imaginar lo que pudo pasar para que dos obras de arte de esta magnitud acabaran en el fondo del mar, la historia del escultor que los hizo, porqué motivo o hacia dónde los transportaban… la verdad es que me creo una sensación un tanto extraña, pensaba en la cantidad de historias que podrían contar ciertos objetos si tuvieran vida, una habitación de hotel, una bici, el banco de un parque, una estatua… me sentí muy pequeña ante la grandeza del paso del tiempo, y sobre todo, del olvido.
En fin, el hambre se hizo paso entre los pensamientos filosóficos y asomó de lleno para decir: ‘¡eh! ¿Qué pasa conmigo?’. Asique fuimos a cenar con nuestra amiga y su padre a un lugar que querían enseñarnos para disfrutar allí de la cena.
La verdad es que el sitio era increíble, nos sentaron en una mesa con vistas a la playa y, por supuesto, a Sicilia, por donde se estaba terminando de poner el sol, lo que creaba una atmósfera aún más bonita. Y la comida… increíble. Pedimos mejillones cocidos, pasta con almejas, parmesana de pez espada y probamos además un tipo de pescado que no había visto nunca: el pez aguja. Es un tipo de pez más o menos pequeño (unos 20 centímetros), que sobre todo en verano buscan las aguas poco profundas y cálidas del mar Mediterráneo, por lo que es frecuente encontrarlos en este estrecho, donde se cumplen perfectamente las características que necesitan. Se cocinan de diversas formas pero como nosotros los probamos fueron rebozados y fritos, como los boquerones, a los cuales tenían un sabor bastante similar pero más intenso. Son muy preciados en esta zona, hasta el punto de llamarte loco si le añades algo más para comerlos, cosa que descubrimos por nosotras mismas cuando Marta se dispuso a ponerles un poquito de limón por encima. ¡Qué haces loca! ¡Qué barbaridad!
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