La última semana de trabajo Parte 2

Mi primera experiencia como senderista

El domingo después de nuestro día de compras era el momento de hacer senderismo por primera vez. Incluso cuando las chicas nos habían dicho que iba a ser una ruta corta y simple estaba un poco emocionada, porque me gusta hacer deporte pero no estoy en forma. Después de mi semestre en Francia había perdido forma física, por lo que debería de haber hecho más ejercicio, pero debido a mis nueve horas laborables al día llegaba a casa desmotivada, así que solo salía a correr durante unos veinte minutos o hacia un poco de ejercicio en casa. Además, no sabía qué ponerme, ya que afuera hacía mucho calor y no quería quemarme por todos lados, ya que no sabía dónde íbamos a ir. Así que me puse unas mallas de deporte y una camiseta, algo para poder sobrevivir si hacía calor y si hacía frio. Preparé mi mochila (que pesaba un montón con toda el agua que me había echado) y salí de mi apartamento.

Me reuní con mi amiga vietnamita a las ocho y media de la mañana en frente de mi apartamento, como habíamos acordado el día anterior. Me dijo que también había tenido problemas para elegir la ropa que ponerse, y su ropa era más de invierno que la mía. Empezamos nuestro camino de vente minutos hacia el apartamento de las otras chicas y hacía mucho calor por el camino. Me di cuenta de que hacer senderismo no iba a ser mi pasatiempo preferido, pero en Tenerife era algo necesario si querías ver parajes increíbles. Las llamamos (su timbre estaba roto) y esperamos a que vinieran en un banco de la calle. Nos sentíamos bastante débiles así que compartimos unas galletas y una mandarina mientras esperábamos. Ellas siempre llegaban tarde, incluso cuando habían sido ellas las que habían elegido el sitio donde quedar. Después de un cuarto de hora, llegaros y después de saludarnos todas nos pusimos a hablar sobre los planes que teníamos para el viaje. Mi amiga vietnamita y yo no sabíamos a dónde íbamos a ir, solo sabíamos que había un almacén en ruinas al lado del mar. En realidad, esperaba que pudiéramos parar después de estar diez minutos andando. Pero quería ponerme en forma y ver la belleza de la isla, así que tenía que esforzarme en hacer el recorrido en su totalidad.

The Last

Cuestas y más cuestas

Cuando caminamos por playa Jardín empezaron los problemas: teníamos que subir por la cuesta del Hotel Maritim, un rascacielos que estaba al final de Puerto de la Cruz que era un hotel gigante, que tenía un montón de apartamentos y era hogar de una de las escuelas de submarinismo de la ciudad. La cuesta era bastante empinada y no había ni un centímetro de sombra. Era agotador subir por ahí y ya estaba arrepintiéndome el haber venido. Estaba deseando volver a mi cama o pasar un domingo relajándome en la playa. Pero intente centrarme en las vistas que teníamos y mucho más en las más increíbles vistas que íbamos a tener en un rato. Llegamos al Hotel Maritim y teníamos que bajar la calle para llegar al principio del la ruta de senderismo. Había una pequeña señal que indicaba lo que íbamos a ver al final del camino lleno de piedras. Vi que me iban a doler mucho los pies porque no estaba acostumbrada a ciertos movimientos y tampoco estaba acostumbrada quemarme la piel por culpa del sol. Empezamos el tour pronto para pasar menos calor pero no estaba saliendo muy bien, ya que después de las ocho de la mañana ya nos estábamos abrasando. Después de la señal que decía el nombre de la ruina que íbamos a visitar teníamos que subir otra cuesta de nuevo. Vaya sorpresa. Con todas las piedras y rocas era incluso más agotador andar porque tenías que tener mucho cuidado con dónde ponías el pie para no retorcértelo.

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Continuamos así un poco y después de unos pasos llegamos a un pueblo pequeño llamado Romántica. Era muy pequeño, es más, creo que solo había casas de campo en las que solo vivían alemanes. Casi todo el mundo que tenía una casa grande en la isla era alemán. No se porque había tantos alemanes que amaban este sitio, pero había grupos de Facebook de gente que venían a Tenerife de vacaciones todos los años, durante los mismos días, al mismo hotel a hacer las mismas cosas. Sé que soy joven y que hay muchas diferencias entre la forma de ser de una persona joven y una vieja, pero no podía entender como podían pasar las vacaciones en el mismo sitio todos los años. De vuelta al tema, cruzamos el pequeño pueblo para seguir nuestro camino y llegamos a una casa bastante particular que tenía una verja azul con dibujos de estrellas. Era muy bonita y paramos a echar unas cuantas fotos. Después de que todo el mundo hubiera echado una llegamos al camino que nos llevaba hasta las ruinas que queríamos ver. Ya estaba bastante cansada, pero bastante ilusionada de ver las vistas que nos habían prometido antes de salir a andar. Una vez en el sitio teníamos una vista panorámica del oeste de la vista. Paramos un poco, comimos galletas y un poco de fruta y disfrutamos de la vista. En ese momento no me arrepentía de haber hecho el camino de senderismo, ya que la vista era increíble y me lo estaba pasando muy bien con la chica vietnamita, como siempre.

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Las ruinas prohibidas

Después de un rato strong>ya no habían más cuestas y pudimos relajarnos un poco mientras andábamos. Todavía había piedras por todos lados y la vegetación no nos ayudaba a andar firmemente, pero se estaba mejor que antes, por lo que empezamos a disfrutar de las vistas y del camino. Nos echamos unas fotos de vez en cuánto para pasar el rato hasta que llegáramos a las ruinas. Para las otras era mucho más fácil porque ellas ya se sabían el camino y cuando nos quedaba. Pero no quería preguntar cuánto quedaba como si fuera una niña, así que seguimos adelante. Llevábamos andando más de una hora y solo podía pensar que para volver teníamos que hacer el mismo camino de vuelta. Lo único bueno era que bajaríamos cuestas, y esperaba que eso fuera menos agotador.

Así que continuamos andando y hablando y después de una media hora una de las chicas dijo que por fin habíamos llegado. Cuando nos reunimos con ellas pudimos ver las ruinas. Estaba muy contenta de verlas, pero también podía ver todo el camino hacia la casa, que están al nivel del mar, cuando nosotras estábamos a 300 metros de altura. Además, el camino de vuelta a la casa no parecía muy seguro, porque parecía un camino de arena que llevaba a un abismo. Y de pronto, una chica interrumpió mis pensamientos diciendo que la última vez que bajó, le resultó bastante difícil. Además, en esa casa había vagabundos viviendo y podías ver agujas y preservativos por todos lados, además de que había muy mala olor. También dijeron que volver por ese camino estaba prohibido y que había demasiada gente ese día, así que no seria posible pasear por ahí sin que nadie se diera cuenta. No me puso nada triste enterarme de esas cosas porque parecía un camino muy agotador para bajar, y mucho más para subir. Echamos un par de fotos desde lejos y bajamos un poco hasta que llegamos a un puente de madera desde el cual se tenían unas vistas increíbles de las ruinas. Una vez más estaba contenta de tener la posibilidad de poder pasar medio año en un sitio tan bello y que había accedido a dar un paseo con ellas.

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Nos quedamos un rato más en el puente porque el clima y las vistas eran simplemente impresionantes y todas estábamos muy contentas de estar allí. Finalmente, decidimos volver a Puerto de la Cruz (las ruinas están al lado de un pueblo llamado Los Realejos) y empezamos a bajar por el camino de vuelta. No cansaba tanto porque la gran mayoría de veces tan solo teníamos que bajar cuestas, pero como nuestros pies estaban cansados tampoco había mucha comparación con el camino de ida a las ruinas. No había mucho de lo que hablar, así que bajamos haciendo senderismo en silencio, disfrutando del clima y de las vistas. Cuando llegamos al pequeño pueblo de Romántica y queríamos bajar por el primer camino lleno de piedras hasta el hotel Maritim nos cruzamos con un grupo de gente con tres perros: dos golden retriever y un cachorrito. Nos emocionó mucho ver al pequeño cachorrito y nos quedamos un rato para acariciarlo y echarle fotos. Pero después de un rato, el grupo quería irse, así que tuvimos que despedirnos de nuestro nuevo amigo y seguimos nuestro camino.

Final relajante de un día agotador

No pasó nada especial mientras seguíamos nuestra ruta hacia playa Jardín. Estábamos hambrientas y cansadas así que no hablamos mucho y nos centramos en volver a la ciudad. Cuando llegamos a la playa nos despedimos de las otras tres chicas, ya que llevaban bikinis y querían quedarse un rato a relajarse en la playa. Por desgracia, la chica vietnamita y yo no habíamos pensado en eso así que no podíamos quedarnos con ellas, por lo que continuamos hasta el centro de la ciudad para comer algo. Fuimos a un restaurante de tapas al que no habíamos ido todavía y nos pedimos cinco tapas diferentes. Era bastante relajante el haber vuelto sabiendo que habíamos terminado la parte más agotadora del día y que podíamos tener un domingo de descanso. Disfrutamos de nuestra comida ya que estaba buena aunque no fuera increíblemente deliciosa y nos quedamos un rato más para hablar un poco de que la semana siguiente era mi ultima semana como interna. Tras pagar nos dimos una vuelta por el centro de la ciudad hasta que llegamos a mi apartamento. Nos despedimos y cada una se fue a su casa, cansadas, pero contentas por el día tan genial que habíamos pasado.


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