Mi opinión sobre PUCP

Estudié en la Pontificia Universidad Católica del Perú entre agosto y diciembre de 2014, la primera mitad de mi curso en el extranjero. El primer semestre, di Etnicidad y Población en Perú, Literatura Contemporánea Española, Historia del Arte, e Historia del Perú: el Virreinato en los Siglos XVI y XVII. La universidad no cuenta con alojamiento, pero ayuda a los estudiantes internacionales a encontrar dónde quedarse; este es uno de los aspectos que comentaré a continuación.

Mi opinión sobre PUCP

(Yo bajo uno de los estandartes de la universidad en mi primer visita al campus)

Alojamiento

Como ya he dicho, no hay residencias de estudiantes en el campus. Esto nos deja con tres opciones: vivir con una familia, vivir con otros estudiantes, o buscar a alguien que alquile una habitación. La última opción me parecía algo arriesgada, pero como quería que mi estancia en Lima fuese lo más auténtica posible, me quedé con la primera opción. Muchos de mis amigos prefirieron vivir con otros estudiantes con más o menos éxito, aunque la mayoría tuvieron experiencias positivas. Hay varios grupos de Facebook para estudiantes internacionales que se muden a Lima, y así es como mis amigos encontraron piso.

Si decides vivir con una familia de acogida, la universidad te ayuda bastante; el coordinador internacional te envía un correo con una lista de familias aprobadas por la universidad y algunos detalles. Entre los detalles aparecen el distrito, el precio, los servicios (si te lavan la ropa, el número de baños, etc. ), la información de contacto y si solo aceptan chicas. En mi caso, yo buscaba un sitio cerca de la universidad y con mi propio baño a ser posible.

Me puse en contacto con siete personas; un par no me contestaron, otras sí pero no me convencieron (había una señora mayor con un hijo de 40 años que seguía viviendo con ella y que no paraba de llamarme Julia). Al final, hubo una que me gustó. Pedí que me enviaran fotos del piso y de la habitación y también les pregunté qué incluía el precio del alquiler (si incluía gastos y desayuno, ya que algunas veces entra en el precio y otras no). Hablé con la casera por teléfono desde la otra punta del mundo y... ¡por fin tenía dónde vivir!

Vivía con mi casera, su marido, su hijo de 22 años y su gato en el último piso de un edificio de 17 plantas. Mi habitación tenía acceso directo a la terraza y un baño semiprivado (no era privado oficialmente pero solo lo usaba yo). El edificio estaba a una media hora a pie de la universidad todo recto por la Avenida Simón Bolívar.

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(En la terraza de mi piso ese semestre, ¡aprovechando el sol! )

No siempre me llevaba bien con mi casera y su hijo, pero no tuve problemas ni con su marido ni con el gato. Y aunque uno de los motivos eran las diferencias culturales, me di cuenta de que había una razón mayor: cada familia tiene sus manías y peculiaridades. Cuando es tu familia no te das cuenta porque es con lo que has crecido. Pero cuando entras en otra familia, estas manías se hacen muy evidentes y a veces cuesta acostumbrarse a ellas. Por su parte, también es posible que a la familia le cueste adaptarse a que alguien nuevo viva con ellos, sobre todo si esa persona no se ha criado del mismo modo y no sabe qué actitudes y costumbres son normales.

Lo que aprendí es que si tengo que vivir en familia, tiene que ser con la mía, porque es a lo que estoy acostumbrada. Y aunque a veces no estuviéramos de acuerdo, mi casera era muy amable y atenta: el día de mi vigésimo primer cumpleaños, cuando yo no conocía prácticamente a nadie allí y mi familia estaba a miles de kilómetros de distancia, me llevó a cenar a La Leña y me invitó a un cóctel; cuando seis semanas después de mi cumpleaños no me había llegado ninguna felicitación, me acompañó a la oficina de correos en el distrito de al lado y les pidió que las buscasen; y cuando me fui de Perú, me llevó al aeropuerto para despedirse de mí. No tenía por qué hacer nada de eso, pero lo hizo y se lo agradezco muchísimo.

Pueblo Libre, como ya he mencionado en alguna otra publicación, no es de las mejores zonas de la ciudad pero está cerca de la universidad. Tengo algunos amigos que vivían en mejores zonas, como San Isidro o Miraflores, pero que tenían que ir en combi (que son como autobuses, pero más pequeños y sin rutas ni horarios fijos) hasta el campus. Tardaban entre 30 minutos y hora y media en llegar a la universidad. Al fin y al cabo, depende de qué priorices: vivir en un buen barrio o en uno cerca de la PUCP.

Si quieres vivir con una familia, te aconsejo que hables con ellos, les hagas tantas preguntas como puedas y que les pidas fotos.

Matrícula

A diferencia de la UAB, matricularse en la PUCP es un proceso bastante fácil. Los estudiantes internacionales tienen que matricularse de manera presencial (creo que los estudiantes nacionales se pueden matricular por Internet). Tras una semana de probar clases y de decidir cuáles me gustaban y cómo podía cuadrar los horarios (y de ver si todavía quedaban plazas), llegó el día de matrícula. Mi casera fue precavida y me pidió un taxi para las 5:00 de la mañana, lo que significaba que me tenía que levantar a las 4:30. Al principio me pareció que exageraba, pero tenía razón. Llegué la primera, cuando todavía no había ni salido el sol, pero a los pocos minutos empezó a llegar más gente. En total, seríamos unas 200 personas que venían a matricularse desde otras partes de Perú y desde otros países.

Así que allí estaba, la primera en la fila. Esperé desde las 5:00 hasta las 8:00 de la mañana; a las 8:00 abrieron el campus y nos pusimos a hacer cola hasta el mediodía delante del edificio MacGregor. Era invierno, y aunque los inviernos peruanos no son tan fríos como los británicos, tampoco es que hiciese calor y me empezaba a cansar. Lo bueno es que aproveché para conocer a otros futuros alumnos internacionales y hacer amigos.

Al mediodía, nos dieron un papelito con un número y nos dijeron que podíamos ir a almorzar y volver a la 1:00. Así que eso hicimos. Luego volvimos a la cola y de allí pasamos por varias aulas para firmar formularios y que nos hicieran fotos. Después, fuimos a otra sala para que cada departamento (humanidades, letras, ciencias, etc. ) nos aprobara los horarios. Y de ahí tuvimos que hacer cola otra vez para conseguir el aprobado definitivo.

A media tarde acabó todo el proceso y por fin pude ir a comer para celebrarlo. Las colas eran larguísimas, pero una vez las hice no me pareció para tanto; y, a decir verdad, no me agobié demasiado. Eso sí, ven con todo listo: ten claras las asignaturas que quieres hacer, si quedan plazas, y trae toda la documentación necesaria (te dirán cuál en tu primera semana) y algo para picar.

Mi opinión sobre PUCP

(¡La primera en la cola para matricularme! )

Los estudios

La PUCP se considera una de las mejores universidades de Latinoamérica, y estoy de acuerdo. El campus es un paraíso en comparación con el caos de Pueblo Libre, aislado de la ciudad por sus muros de piedra; es grande, está limpio y se ve muy despejado. Hay muchísimas zonas verdes, árboles e incluso fauna en el campus, como ciervos y conejos. Además de la fauna y la vegetación, en la universidad también hay un fragmento del Camino Inca. Las ruinas del muro construido por los incas se encuentran dentro de los terrenos de la universidad, cerca de las pistas de baloncesto.

Hay también muchas cafeterías y restaurantes; mi preferida era Ático PUCP. Está en la primera planta de uno de los edificios. Es muy acogedora, con sus sillones y mesas. En la cafetería servían café, emoliente (bebida caliente hecha con hierbas y que se considera buena para los resfriados) y también varios tipos de frapuccino, incluso de algarrobina. Servían además varias clases de empanadas, pastel de acelga y postres como el esponjoso pastel de tres leches. A mi parecer, era un buen lugar donde ir a leer, tomar algo calentito y comer entre clases cuando no me apetecía volver a casa. El campus está cerca del centro comercial Plaza San Miguel, que también tiene restaurantes y cafeterías donde relajarse y comer, Tanta incluido.

Mi asignatura favorita era Literatura Contemporánea Española, y se notaba en mis notas. Los textos eran interesantes, mis compañeros de clase eran muy simpáticos y el profesor explicaba muy bien el contexto histórico. Además, se me da mucho mejor analizar poesía que memorizar fechas, nombres y eventos, lo que tenía que hacer en mi clase de Historia de Perú de los siglos XVI y XVII... y no se me dio muy bien. Puede que en parte fuera porque no entendía muy bien al profesor, que podía pasarse dos horas hablando sin parar. No era mal profesor, pero al ser mi primera vez en el extranjero, mi español no daba como para seguir tanta información sin perderme.

Tampoco supe lo que era un control de lectura hasta que tuve uno. Yo creía que el control de lectura que tenía que hacer sobre "El Mundo Hispanoperuano" del profesor James Lockhart era una charla sobre Perú a la que tenía que asistir... Pero me equivocaba. Dos horas antes de clase, me enteré de que "El Mundo Hispanoperuano" era un libro escrito por James Lockhart y que me lo tendría que haber leído para hacer un examen. Si el examen hubiese sido un análisis o una opinión sobre una cita, podría haber improvisado algo; por desgracia, era de los de "¿Cuál es la posición del autor sobre este evento/tema? " o "Según el autor, ¿qué evento causó esto? ", es decir, de memorizar. Me salió bastante mal.

Una vez le cogí el truco, me las apañé para raspar el aprobado, pero tuve que esforzarme mucho y aprenderme algunas normas mnemotécnicas. También ayudó que me presentase a mi exposición final cubierta de picaduras de mosquito. Tenía unas cuatro en la cara y estaba más pálida que un muerto después de haber dormido tres horas (por culpa de los mosquitos). Traía conmigo material de sobra para defender mis argumentos. Y creo que al final el profesor me aprobó por pena.

La clase de Historia del Arte era muy interesante, más que nada porque cuando empecé no tenia ni idea de arte. El profesor tenía mucho encanto y una buena voz (por mucho que me gustase la clase de literatura de los martes y los jueves, la voz del profesor tenía el mismo efecto que un vasito de leche o un té de lavanda - me resultaba imposible no dormirme). Aprobé todas las asignaturas (algo que en principio me parecía imposible) y, por lo general, me gustó mucho estudiar allí y pasar tiempo en el campus.

Aficiones

La universidad organizaba varias actividades y tenía un gran gimnasio. Mi actividad favorita, que ya he comentado en otra entrada que hice sobre bailar, eran los Jueves Saludables, una clase de gimnasia y baile que se hacía al mediodía. Solía ir con otra estudiante internacional de la que me hice amiga. En mi opinión, bailar une mucho a la gente. La universidad también daba clases de salsa a las que yo no podía ir, pero que le gustaban mucho a mi amiga. Aunque mis otros pasatiempos no tenían que ver con la universidad, sé que existía la posibilidad de dar clases curriculares de yoga y de baile; es decir, que puedes hacer ejercicio, pasarlo bien y conseguir créditos universitarios a la vez.

Otra cosa que me gustaba era ir a ver a los ciervos, pero no sé si esto cuenta como afición. Y hablando de animales, cerca de la universidad está el Parque de Leyendas, un zoológico en el que también hay ruinas antiguas. No me suelen gustar los zoos, y de normal no voy a ninguno; una vez, fui al zoo de Pequín con el colegio y me horrorizaron las condiciones en las que tenían a los animales y lo enfermos que parecían. Todavía lo recuerdo a día de hoy. Pero en el Parque de Leyendas, la mayoría de los animales (aunque quizás no todos) tenían suficiente espacio y el recinto estaba bastante limpio. También vi un tipo de animal que no había visto nunca pero que me pareció una cobaya gigante. Como habrás comprobado, no soy zoóloga.

Mi opinión sobre PUCP (¿Qué animal es este? )

Mi opinión sobre PUCP (Pavos reales en el Parque de Leyendas)

Mi opinión sobre PUCP Mi opinión sobre PUCP Mi opinión sobre PUCP

(Algunos de los animales en Parque de Leyendas)

Conclusión

PUCP fue la primera universidad en la que estudié durante mi curso en el extranjero, y me gustó mucho. El campus y sus instalaciones estaban limpios, los terrenos eran enormes y las cafeterías, espaciosas, y la mayoría de las clases eran interesantes. El Departamento de Relaciones Internacionales siempre estaba dispuesto a ayudar, en especial su coordinadora (Natali Maravi Zavala en aquel entonces). Tenía muchas preguntas y siempre encontraba un ratito para responderlas y explicarme lo que necesitase. Agradecí mucho el apoyo, sobre todo al estar tan lejos de casa.


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