Presov, visita a domicilio (2/4) - la ciudad

30 de mayo de 2016

Episodio 2: una vida tranquila entre los gigantes de cemento de la ciudad

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Calle principal de Presov. A la derecha se puede ver la catedral de San Nicolás.

Cuando estaba en Presov no vivía en pleno centro, aunque era bastante mono. Al igual que en Kosice y en Kezmarok, las calles estaban plagadas de edificios apelotonados (de no más de tres pisos) de colores como rosa salmón, verde mazana, beige o azul cielo que alegran hasta el día más triste día de invierno. En Hlavna ulica (la calle principal) la única construcción que se atreve a alzarse al cielo es la catedral de San Nicolás (Dóm svätého Mikuláša, siglo XIV), cuyo reloj está acompañado de cuatro campanarios.

¿Qué más cosas curiosas podría decir de Presov? Por ejemplo, el paralelo 49 de latitud norte pasa justo por la calle principal de la ciudad. De hecho hay un cartel que fanfarronea sobre eso: "Tan solo unos pocos mortales han podido ver este paralelo y tenéis la suerte de ser uno de ellos". Este paralelo forma parte de un conjunto de 90 líneas imaginarias que rodean la tierra en sentido horizontal desde el Ártico hasta el Ecuador. Esto sirve por ejemplo para que los marineros puedan orientarse en el mar. ¡A nosotros el paralelo 49 nos sirve para saber que estamos a la misma altura que Normandía!

Otro lugar importante es el Banco Bosak. Lo curioso no se centra en la obra arquitectónica de estilo modernista sino en su nombre, "Bosak". Fue un banquero eslovaco (llamado Michal) que fue expatriado a los Estados Unidos. Acabó teniendo éxito en la vida y compró varios establecimientos bancarios y tuvo el privilegio de que su firma apareciera en los billetes de 10 dólares.

presov-visite-a-domicile-14-ville-d400f0Estas son las afueras de Presov, desde donde se pueden ver los edificios de más de 10 pisos.

Para llegar hasta donde vivía yo en Presov tenemos que alejarnos un poco más. Para ello no nos queda otra que subir el Calvario. Al igual que en Banska Stiavnica hay un camino en el que nos encontramos capillas que conmemoran con un estilo barroco de los siglos XVIII y XIX el mártir de Cristo.

Basta con echar un vistazo desde allí arriba y ya has visto Presov. Pero bueno tampoco hay que exagerar. La gran cantidad de edificios de estilo contemporáneo se come el reloj de la catedral de San Nicolás. Vamos a ser realistas: en la época comunista los poderes públicos se dedicaron a levantar torres y bloques de apartamentos que a veces llegaban hasta 12 pisos para poder ofrecer alquileres dignos y a un buen precio, por eso la mayoría de los habitantes de Presov vive en apartamentos, en "ratoneras" como dicen algunos.

Como íbamos viendo, Presov está compuesto por un centro bastante apretado, que es lo que estábamos comentando, y de una amplia campo de cemento (los alrededores). Este campo se divide en tres "sectores" o distritos como dicen en Francia: Sidlisko duklianskych Hrdinov, pegado al oeste del centro; también al oeste está Sidlisko II, pegado al distrito que hemos mencionado antes; y finalmente al norte está Sidlisko III, pegado a Sidlisko II. Yo vivía en Sidlisko III, en la frontera con la zona norte de la ciudad, en un bloque rosa de cuatro pisos.

Y cuando digo frontera no me estoy excediendo. Al acabar los edificios se abre paso el bosque y el río Torysa, que recorre entre las hierbas altas y los jardines. No hay ni rastro de aglomeraciones ni de la periferia. Pasamos de la ciudad directamente al campo de Presov.

Para nosotros los franceses hay otra cosa que nos resulta inconcebible. El barrio en el que vivía estaba rodeado de torres, bloques de edificios y no había nada de violencia ni nada de tensión en las calles. No había ni en los supermercados, ni en las manzanas de casas (de apartamentos perdón), ni a la entrada del colegio (skola), de hecho siempre se respira ese aire de convivencia y de tranquilidad entre familias. La gente vive en paz y en calma. Parece que son felices viviendo en ese mar de cemento, embriagados de tantos colores en las fachadas del centro.

Aquí todas las generaciones conviven sin problemas. No podría decir lo mismo de las culturas porque todos los habitantes de esta ciudad son de tez blanca. Es muy raro ver aquí a marroquíes, senegaleses, indios o japoneses. Es como si la cortina de hierro que hace treinta años separaba Eslovaquia del resto del mundo siguiera en pie. No se ve pero sigue existiendo esa pared que impide que la gente circule libremente. ¡Al fin y al cabo es como un techo de cristal!


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