Košice, capital del este, enclave de Francia

25 de febrero de 2016

Para los eslovacos del este, Košice, es la gran ciudad (la segunda del país pese a sus 250 000 habitantes). A los jóvenes de aquí les gusta tanto Košice como a los franceses de pueblos cerrados la prefectura de su departamento.

Hoy vuelvo a esta metrópolis regional, diez días más tarde, tras haber visto furtivamente un concierto de piano de Valdo, jefe de la ESN (la asociación Erasmus). Fue en un bar, Bistro Tabacka, asentado en las instalaciones en desuso de una fábrica de ladrillos rojos, como las del norte de Francia. A Daniela (una supervisora) le gustó mucho el ambiente, al igual que a mí. Tenía muebles reutilizados (toneles que hacían de sillas y cajas de madera como farolas). Me confió: « Si viviera en Košice, vendría mucho por aquí, incluso todos los días si tuviera tiempo». No por nada nombraron a Košice capital europea de la Cultura el mismo año que Marsella (2013).

Una catedral digna de la capital

kosice-capitale-de-lest-enclave-de-francLa catedral de Santa-Elisabeth y su torre Sigismond de cúpula rococó, desde la avenida Mlynska.

Košice está solamente a 30 kilómetros al sur desde Presov, mi domicilio, En tren, sin embargo, necesitaría una hora de trayecto agotadora. Los eslovacos que nos acompañaban el día del concierto, se quejaban con razón. Por ejemplo: « ¡Aquí los trenes son un desastre! » fulmina Simi, mientras que el vehículo se paraba por tercera vez en medio de la calle.

Es una mañana de febrero en la avenida Mlynska (que une la estación al casco antiguo). El cielo lleno de nubes deja pasar a duras penas los rayos de Sol. Para soportar el frío, me he ido poniendo capas y capas de abrigo.

La catedral de Santa-Elisabeth (siglo XIV), me pareció desteñida en comparación con la otra tarde, en la que la fachada tintineaba, iluminada de rojo y barnizada por la lluvia. Sin haber visto todas las iglesias del país, no me extrañaría que fuera la más bonita y la más grande, como ya adelantaba mi guía turística. La catedral de Bratislava (ya la había visitado) me pareció hasta modesta en comparación. Dando la vuelta alrededor de este mastodonte gótico flamígero de 1200m ², me dejó huella el techo de tejas policromadas barnizadas y el pórtico con el bajorrelieve del Juicio Final.

El interior se equilibraba con el blanco de los muros y la riqueza del mobiliario. La estrecha escalera de caracol o la tarima parecían encajes de piedra. Me quedo igualmente varios minutos delante de la cara de virgen aletargada, con los ojos esmeralda en el vacío celeste, labios finos, nariz aguileña, rasgos pomposos a la par que delicados. Saliendo al pie de la torre Urban, como en Bardejov, suena una campana de cinco toneladas de fragmentos reunidos. Era la campana de la catedral desde 1557, antes de que se destrozara en 1966 al descolgarse por un incendio que hubo en el campanario.

La place Hlavna, en el corazón de la ciudad, se parece como dos gotas de agua a la de Presov, aunque la primera es un poco más extensa. Las columnas, desde Peste a aquí, desde la Immaculée a Presov, se elevan en la misma dirección. Son las mismas fachadas, con sus matices ocres, blanco crema, verde menta, rosa caramelo. Tanto en Košice como en Presov, las casas son de la misma época (Renacimiento, siglos XVIII, XIX), a la imagen y semejanza del Hotel Slavia de decoración modernista.

kosice-capitale-de-lest-enclave-de-francRestauración de la parte de detrás del Teatro nacional de Košice (1899), en la plaza Hlavna.

Detrás del teatro (1899), justo en el medio, los trabajadores vestidos de naranja se activan como hormigas obreras. Resaltan por la extrema palidez de la gran plaza, como en un entorno pantanoso que se desdibujaría por la niebla de sus estanques. Después, torciendo la cabeza hacia una calle adyacente, me doy cuenta de que ¡los bloques de la época comunista no quedan tan lejos!

Aunque apenas sean las 12:00, como (gastronomía tradicional) en un albergue de la plaza Hlavna, en el 82. Es un ambiente campestre, con sus mesas semicilíndricas, bancos de piedra y objetos de campesinos colgados por doquier en los muros de colores cálidos.

Un trocito de Francia

Para el postre me voy (sigo en la plaza) al café de Paris, que Simi me había enseñado porque "los dueños hablan francés". Así que entro en este trocito de Francia y elijo en la vitrina engalanada un pepito de frambuesa. Me siento con mi café en una mesa redonda, en ese salón decorado con buen gusto. Pregunto por Jean-Charles, el jefe, que viene inmediatamente.

Se asoma por la vitrina, me escrutiña a través de sus gafas rectangulares. Empiezo: "Habla francés, entonces". Al segundo: « Pues claro que hablo francés, ¡vengo de Picardía! Llegué a Košice hace cuatro años para abrir esta confitería francesa. Lo hago todo yo mismo. Ya era panadero en Francia". Se acaba de sentar en mi mesa y me ofrece un segundo café. Me sorprende que haya sido tan locuaz como para venir a un sitio así a su edad. Su cabello sigue siendo denso y moreno, buen físico.

"Non je ne regrette rien" suena. "Pongo un poco de Piaf en la cafetería y la calle para darle un poco de vida. A veces, la gente se para, intrigada". Me deja unos segundos para poner un plato de macarrones (dulce típico francés) en la mesa de estudiantes extranjeros. Es la primera vez que lo prueban. "Te das cuenta, ni siquiera conocen los macarrones".

kosice-capitale-de-lest-enclave-de-franc Le café de Paris, 75 plaza Hlavna, llevado por el picardo Jean-Charles y su mujer Monika.

Charlamos; le comento que estoy de Erasmus en Presov, que he visitado Košice « Ah, ¡no hay nada! Ah, no ves ¡te la miras en nada! La plaza y luego, … Presov, pfft… ¡es lo mismo! Bratislava, un poco igual, eh»! Y como un rayo: "Nah, espera, mira, si quieres salir, te voy a decir dónde están los centros comerciales". Me enseña en su Smartphone el Max de Presov, el Tesco del centro.

Monika, su mujer, llega ahora con su hija de 7 años. La niña habla francés. "Bueno, ¡entonces es bilingüe"–dije maravillado. "Sí, responde Jean-Charles, habla eslovaco, francés ¡y si pudiera saber un poco de inglés sería estupendo! Le pregunto si conoce a otros franceses en Eslovaquia. Tiene que haber unos 2 000 en todo el país. "No, les dejo a lo suyo".

No obstante, me dirijo a la Alianza Francesa, en la segunda planta de un edificio rosa caramelo, delante de la cafetería. "Allí podrás hablar francés". Y diles que vienes de parte de Jean-Charles. Como lo necesitaban en el trabajo, nos intercambiamos los correos para otra posible pausa azucarada. Pero, aún alterado por haber hablado con semejante personaje, olvidé el papel... Menos mal que conozco la dirección.

Junto a Bratislava y Banska Bystrica, Košice es la única ciudad del país que tiene un edificio de promoción de la lengua y cultura francesa. En la Alianza francesa, conocí a una joven estudiante eslovaca. Habla un francés casi perfecto en el local de madera clara. Me cuenta que lo ha trabajado yéndose un año a estudiar en Estrasburgo. Para que pueda conocer a francófonos, me imprime una hoja de eventos de internet (en marzo y abril). Hay de todo: exposición de fotos en París, cenas francesas, películas, concursos de escritura, búsqueda del tesoro...Espero participar en alguno.

En un muro amarillo, al sur de la gran plaza, cuando me vuelvo a la estación, me doy cuenta de una placa en el 9. A priori, el nombre de Bela Gerster, que nació en esa casa, no me dice nada. Al seguir leyendo, me digo que es injusto: " Arquitectto del canal de Corintia (Grecia) y coarquitecto del canal de Panamá". Vuelvo a pensar en la respuesta de Jean-Claude Brialy: «Cuando no se conoce a un artista, hay que decir que es famoso para que lo conozcan».


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