Este de Eslovaquia, «naturaleza en estado puro»

15 de abril de 2016.

Día 2

Levantarse a las 6 de la mañana es demasiado temprano para mi. Nada más llegar al cañón de Lacnov, a 24 kilómetros del noroeste de Presov, meto el pie en el agua fresca del río para pasar a la otra orilla. No soy el único. Cojo lo que necesito para cambiarme: un calcetín de recambio y una bolsa de plástico para proteger el pie de la humedad de la zapatilla.

En esta excursión cuatrimestral de la Facultad de Geografía de Presov, me acompañan una decena de estudiantes eslovacos que han aceptado participar. Para llegar a la cima, llamada Bachuren (1080 metros), tendremos que ascender 7 kilómetros de recorrido en dos horas, empezando en Lipovce (587 metros), donde nos ha dejado el autobús.

La geografía se vive sobre el terreno

Lo que me sorprende de estas montañas bajas son las enormes praderas, ligeramente empinadas, que dejan respirar a todo el relieve de los alrededores. Siento la libertad que me empuja y me sube hasta el pecho. Viktor, un profesor, me explica que este paisaje "es típico de los Montes de Levoca", como el clima que oscila entre tormentas y claros. Un estudiante se ha traído un paraguas negro atado a la mochila, por si acaso.

De todas formas, no creo que haya "por si acasos". A medida que Viktor y yo vamos viendo las siguientes partes del camino, tenemos claro el clima que tendremos. Le comento que en mi universidad, en Lila, no tenemos este tipo de excursiones, y se sorprende: "Pero si la geografía se vive sobre el terreno. Por eso, cada año, preparamos un viaje por Europa con los alumnos. Ya hemos ido a los Balcanes, a los países bálticos... este año, vamos a intentar ir a Rusia. De todas formas, al contrario que en Ucrania (en la que se puede entrar con un pasaporte), tenemos que solicitar un visado, y es difícil. Espero que lo tengamos listo para junio".

Más adelante, Viktor me cuenta la suerte que tengo de poder circular libremente por Europa como estudiante. "Hace solo 30 años, los desplazamientos entre el este y el oeste eran imposibles. En Eslovaquia, bajo el régimen comunista, nadie salía del país. Solo unos pocos estudiantes podían ir a Polonia o Hungría, pero eran las excepciones.

l-de-slovaquie-pure-nature-23-d11cbe8151Los montes de Levoca desde Bachuren (a 1080 metros de altura), al noroeste de Presov.

En Bachuren, las vistas se recortan con los pinos que recubren el monte. Desvelan los relieves redondeados y verdes de Levoca y los montes Tatras (altos y bajos), que se confunden con los cúmulos que eclosionan en el fondo. Cuando llega el mediodía, nuestro grupo hace una pequeña pausa para un picnic, sentados en el claro que parece hecho expresamente para nosotros. ¡Qué alegría al morder un pan relleno de embutido eslovaco!

De repente me llama la atención una voz femenina que habla con dificultad en francés. Le doy el libro de visitantes de Bachuren, metido en una caja de hojalata. Cada uno escribió su nombre y, después, posamos todos juntos para la tradicional foto en grupo con la bandera de la universidad, como si nuestra presencia en esa altitud fuera una conquista espacial.

Científicos en formación que funcionan a base de malta y lúpulo

La bajada es un camino más salvaje, más improvisado que el de subida. También es más largo: 13 kilómetros. En un claro, me impresiona la atención que le prestan los estudiantes a los escarabajos, a las mariposas y a las campanillas de invierno galanthus nivalis, un auténtico tesoro en miniatura que está protegido a nivel internacional.

Estos jóvenes, como si fueran naturalistas, no dudan en agacharse para conseguir primeros planos. Se quedaban observando los alrededores, sin tener en cuenta el tiempo. No se quejaban de haber recorrido 20 kilómetros en un solo día. Caminaban a buen ritmo, bastón en mano, revitalizados por un trago de Saris, la cerveza local, aunque eso no les impide poder guiarse con sus GPS (sin ayuda del profesor) ni llegar a Krivany.

Una vez llegamos a ese pueblo, nos recogió un bus que nos llevó hasta la estación de Lipany, donde cogimos un tren hasta Presov. Por cierto, nuestro tren era pura tecnología punta, con asientos rojos y una pantalla que indicaba la velocidad de la locomotora y la temperatura exterior.

Mientras esperábamos, el grupo pasó el tiempo muerto gracias a las pintas de cerveza a 1 € en el bar de Krivany. Yo pedí agua con gas. Solo encuentras este tipo de agua por Eslovaquia... ¡aquí no se bebe otra cosa! "Es muy típico en los bares de los pueblos" me repite Viktor una y otra vez con el mismo tono de antes, mientras se bebe su medio litro de cerveza junto con el resto de estudiantes,

como ya he dicho antes. Por la tarde, vuelvo a Presov, pero camino al parque nacional de los Pieniny. Conmigo vienen 14 estudiantes Erasmus a pasar el fin de semana. Afortunadamente para mi, la salida, planeada en un principio para las 4 p. m., se atrasó hasta las 6:30 p. m. ¡Llegamos a Bachuren a las 5 p. m. de la caminata!


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