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Un año en Praga


Durante mi segundo año en el Instituto de Ciencias Políticas de Grenoble, participé en un programa de movilidad internacional en la ciudad de Praga, en la República Checa. Empecé a organizar el viaje con antelación, porque en ese momento yo tenía 17 años y los procedimientos que hay que seguir a la hora de viajar al extranjero eran más complicados. Tuve que ir al juzgado y emanciparme de mis padres para poder firmar por mi misma todos los contratos y todos los papeles una vez que llegara allí. A continuación hablaré de algunas cuestiones prácticas de mi vida de Erasmus.

Un año en Praga

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En el tema del alojamiento, tenía muchas opciones para elegir, pero encontré a través de una agencia por Internet un apartamento para compartir. Todos mis compañeros de piso eran estudiantes que también estaban de Erasmus o que estaban de prácticas, o que se acababan de graduar. Entre el primer y segundo semestre, unos se fueron y otros entraron, así que pude codearme con diferentes nacionalidades, habían españoles, holandeses, alemanes, un kurdo e incluso otros franceses. Muchos de los Erasmus decidieron vivir en las residencias que ofertaba la Charles University, pero la mayoría acabó mudándose a pisos compartidos. En mi caso, no quise que llegara el 1 de septiembre y no tener un piso asegurado, pero creo que si hubiera buscado en el momento en persona me hubiera ahorrado las agencias y lo hubiera encontrado más barato poniéndome en contacto directamente con los propietarios. A mi me toca pagar 10. 000 coronas checas al mes, lo que equivale más o menos a unos 390 €/mes. En Francia ese precio es lo normal, pero para una ciudad como Praga, era algo caro. Tuve que entregar una fianza, que a día de hoy todavía no me la han devuelto, la agencia que contraté es muy incompetente. Seguramente esa sea lo único negativo de mi año, aunque es algo que carece de importancia. La agencia no se encargaba de nada y si nos surgía algún problema no podíamos contar con ellos. Pero como éramos cinco en el piso, siempre acabábamos encontrando una solución rápidamente. Vivía en el último piso de un edificio del barrio Andel, situado en Praga 5.

Con el tema del dinero, me llevó un tiempo adaptarme porque la República Checa no forma parte de la zona euro. Siempre usan la corona checa, que veintiséis coronas checas equivalen a un euro. Como buena expatriada que era, me pasé mucho tiempo con la calculadora del teléfono en mano en el supermercado o en cualquier tienda. Pese a eso, ese cambio de moneda me hizo sentir que realmente estaba en el extranjero. También había que tener en cuenta el hecho de que en Francia solemos pagar mucho con tarjeta de crédito para todo, y aquí eso no podía hacerlo en cualquier sitio. En Praga, hay muchos bares y demás sitios que no aceptan pagar con tarjeta, por lo que tienes que acordarte de sacar dinero para poder tener suelto encima siempre. La mayoría de estudiantes o expatriados en general se abren una cuenta bancaria en un banco checo para facilitar las transacciones. En mi caso, mi banco francés tiene una opción internacional que me permitía sacar dinero un determinado número de veces sin intereses, así que con eso era feliz.

Un año en Praga

En cuanto a la salud, yo no tuve ningún problema pero amigos míos tuvieron que ir al médico y se necesita tener la tarjeta sanitaria europea. Esto pasa en todos los países, así se facilitan mucho los reembolsos y los papeleos administrativos.

Con las telecomunicaciones, hay una amplia variedad de tarifas. De todas formas, la Charles University tiene un convenio con Vodafone para que oferten tarifas de estudiantes. Sin embargo, tampoco era lo que yo andaba buscando, pero pude contratar otra tarifa de Vodafone por 22 €/mes, donde iba incluido el Internet, llamadas internacionales, etc. Si querías pagar por Internet solo podía hacerse a través de una cuenta bancaria checa, pero tenía una sucursal de Vodafone justo al lado de casa, en el centro comercial Smichov, así que podía ir cada mes a pagar la factura. De todas formas, lo que más utilizaba era Whatsapp y Skype para hablar con mi familia o con mis amigos de otros países.

La vida universitaria era mucho menos intensa que en el Instituto de Ciencias Políticas. Con una clase podías validar muchos más créditos que en Francia, así que tuve muy pocas horas de clase y las pude juntar en dos días a la semana, así tenía fines de semana muy largos para poder organizarme bien. De hecho, os trabajos que tenía que hacer en casa eran igual de importantes, cada semana tenía que leer centenares de páginas, presentaciones, etc. Pero de todas formas, no tuve ningún problema para organizarme el tiempo para aprobar los exámenes y al mismo tiempo sacar el máximo provecho de la vida de estudiante. La relación con los profesores era diferente, ya que no dábamos clases en un aula magna, sino que éramos grupos pequeños de 5 a 20 personas. También depende del profesor. Pero en general, el ambiente era agradable y tranquilo. En la Charles University, todo se hace online, tanto la elección de las clases como consultar los resultados de los exámenes. A mi parecer era un sistema más práctico. Yo escogí clases de ciencias políticas, sociología, antropología y también de introducción en las estrategias de defensa, etc. La diversidad de las clases te permite tocar diferentes temas, y casi todos igual de interesantes. También tuve que entregar muchos trabajos a final del semestre, pero exámenes finales escritos tuve pocos.

Un año en Praga

En cuanto al día a día, voy a empezar por el único que veo negativo. Los checos no son las personas más alegres y amables del mundo. Hay que reconocer que este aspecto que sorprende casi siempre a la mayoría de turistas y expatriados. Esto se debe al pasado comunista del país y a que las nuevas generaciones van cambiando las cosas pero poco a poco. De todas formas, hay muchos eslovacos en la República Checa, porque hace 30 años los dos países formaban parte de la misma nación. Por lo demás, la ciudad está muy bien comunicada, dispone de líneas de metro, autobuses, tranvías e incluso tranvías nocturnos. La ciudad en sí es preciosa, todos los edificios son bonitos, antiguos y majestuosos. Tan solo basta con ir a pasear por el centro de la ciudad para enamorarse por completo de esta ciudad cargada de historia. No os perdáis la Old Town Square, el puente Charles, la Petrin Hill, el antiguo cementerio judío o el castillo. La cultura ocupa un enorme lugar en esa ciudad, como por ejemplo con sus óperas todas ellas igual de grandiosas, y con tarifas para estudiantes muy beneficiosas. La vida nocturna es impresionante, hay bares cada dos metros y para todos los gustos. Algunos son normales, otros son subterráneos, otros en terrazas, en azoteas o incluso en el último piso de un edificio. También hay discotecas, y una de ellas es famosa por ser la discoteca más grande de Europa Central, con cinco pisos de altura. Y es por esto que la cultura checa tiende a pasar la noche en un bar con amigos más que yendo de discoteca, porque en estos bares la pinta suele costar 1, 20 €. La cerveza es la bebida nacional, es incluso más barata que el agua en los restaurantes (no, no es un mito). También tenéis que probar los platos tradicionales como el queso frito, el "goulash", el "trdlnik", etc. Los platos eslovacos son deliciosos y os recomiendo que probéis el "bryndzové halusky".

He viajado mucho tirando de mis ahorros, seguramente más de lo que jamás viajaré en un año. Sobre todo he viajado para ir a ver a mis amigos que se fueron como yo, pero por placer también. He ido a Brno, Bratislava, Londres, Venecia, Budapest, Breslavia, Madrid, Bruselas, Edimburgo, Berlín… Y también me fui tres semanas de viaje a Camboya y a Vietnam.

Resumiendo, este año ha sido el mejor de lo que llevo de vida. He sido una persona independiente y he organizado todo yo sola, pero creo que hace falta prepararlo todo con antelación y también prepararse más psicológicamente, más que sobre los aspectos prácticos. El irse a vivir al extranjero no es algo trivial y no hay que dejar toda la preparación para el último momento. Hay que ponerse en contacto con la gente que ha ido a ese país antes, y sobre todo no dudar en preguntarles sobre todo, ante todo, no te agobies. Relacionarse con gente de todas las nacionalidades es algo de lo más enriquecedor, y sobre todo ayuda a mejorar tu nivel de inglés. Ahora solo puedo pensar en irme de nuevo. Además, espero poder volver a Praga un fin de semana dentro de poco.


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