Praga, ciudad de ensueño

Como parte de mi interrail pudimos parar en Praga para disfrutarla 3 días. 

Ya me habían dicho que me iba a encantar, pero la cosa fue mucho más allá. Praga tiene magia, un algo que la hace diferente y muy especial, y me cautivó por completo. 

Llegamos por la noche y deicidios darnos un paseo su núcleo histórico, "la Ciudad Vieja", en checo Stare Mesto. Ahí fue cuando me di cuenta realmente de que estábamos en una ciudad distinta, como de cuento, y no es para menos pues fue la capital del Reino de Bohemia -y todas su fachadas doradas y la construcción de sus edificios y tejados parecen presumir de ello-. 

En la plaza principal está el Ayuntamiento, con su famoso Reloj Astronómico, y dos Iglesias que dominan por completo la plaza y que están repletas de turistas haciéndose fotos con ellas: Nuestra Señora de Tyn -mi favorita- y la Iglesia de San Nicolas. Puede ser que eso es lo que menos me gustara de Praga, que en verano está masificada (y no me extraña, porque es una preciosidad que se ha abierto al mundo desde hace relativamente pocos años). 

Esa noche intentamos buscar un restaurante de cocina tradicional checa para probar su gastronomía, y preguntando un poco a los lugareños nos señalaron U Modré Kachničky II, donde degustamos una sopa de albóndigas que es muy típica de allí y una ensalada con paté , arándanos y ciruelas riquísima y de postre un apple strudel (tarta de manzana) también típica de Praga. Aunque el precio del restaurante era un pelín más elevado de lo que suele ser Praga (que en general es bastante barata), mereció la pena. 

Por la mañana al levantarnos no pudimos evitar volver a la Ciudad Vieja para contemplarla de día y hacerle unas cuantas fotos, y aunque es igualmente impresionante, me quedo con el paseo nocturno.

Por la tarde fuimos paseando al Puente de Carlos, una preciosidad despampanante de puente de piedra con figuras de santos en color más oscuro y algunas con detalles dorados. En una de ellas había más gente parada de lo habitual -ahora sé que el santo es San Juan- y había un guía turístico explicando en inglés que si tocabas al perro de oro que está grabado debajo de la figura, contaba la leyenda que volverías a Praga alguna vez más en tu vida. Como no era para menos. y aunque no soy nada supersticiosa, todos los allí presentes tocamos al perro con el ánimo de volver a ir. Por supuesto, imposible hacerle una foto al puente entero desde el propio puente con la masa de gente que había cruzándolo a la vez que yo. 

Ya habiendo cruzado el puente nos paramos a comprarnos un Trdelnik, un dulce cilíndrico típico de Praga que se puede o bien comer solo o rellenarlo de nutella, fruta, yogur, helado, nata y todo tipo de toppings. Nosotros lo probamos de varias maneras y la verdad es con todas se hacía la boca agua.

Justo al otro lado del puente hay una calle que te sube directamente al Castillo de Praga. Me desconcertó un poco que en realidad no era un castillo como tal, sino que son un conjunto de palacios conectados por calles pequeñas que tienen entre si plazoletas con ambiente. Las vistas desde arriba eso sí, impresionantes. 

Entre los edificios está la Catedral de Praga -que no pudimos ver porque estaba cerrada- y el Palacio Real -donde ya no viven Reyes pues es una Republica pero donde lo hacían durante el Reino de Bohemia- y su peculiar cambio de guardia -que supuse siguen ahí por tradición-. 

Una vez arriba no te puedes perder la casa de Franz Kafka, una muy pequeñita de color azul en el número 22 del Callejón del Oro.

El tercer día lo aprovechamos para ver el impactante barrio judío, que contiene dos sinagogas y el cementerio judío, hoy un símbolo de recuerdo a los judíos checos exterminados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

En el barrio judío hay también un montón de ejemplos del "Art Nouveau" que mencione en el post de Bruselas. Aunque donde más hay es sin duda en la Ciudad Nueva, más al sur, a orillas del río Moldava. Es una zona preciosa y más moderna, con un puente y muchos barcos con terrazas en su interior para tomarse algo o cenar con vistas al resto de Praga. Su edificio más conocido y mi favorito es "las Casas Danzantes".

Si te quieres llevar algún souvenir, son típicas las marionetas y el Cristal de Bohemia, pero ten cuidado con los precios, que los inflan muchísimo para los turistas.