Portugal, Día 6.
El sexto día de Portugal ibamos a hacer muchas cosas: Ibamos a viajar hasta Coimbra, después de ver un parque con un castillo que se encontraba un poco fuera de Lisboa. Ya tenía muchas ganas de seguir nuestra aventura, pero mi salud no me permitió disfrutar del resto de mi viaje al máximo. Ese día me desperté con dolor de garganta, mucho tos y también me sentía como si tuviera fiebre. Lo dije a los demás que se preocuparon bastante, pero intenté de mostrarles que eso no iba a afectuar mi energía. Entramos a los coches para ir hasta el parque. El parque estaba muy grande y el castillo parecía impresionante. Sin embargo, yo solo lo vi desde fuera, porque ya me sentía débil y cuando me di cuenta de la altura en cual estaba construido el castillo, me di cuenta de que no iba a poder caminar tanto, porque tampoco podía respirar bien. Entonces, dije a los demás que yo me iba a sentir fuera para descansar y que les iba a esperar sin problemas. Christophe, que ya había visitado el parque y el castillo hace unos años, durante su primer viaje a Portugal, me dijo que podía quedarse conmigo mientras los demás visitarían el sitio. Yo no le quería obligar estar conmigo, pero él me dijo que en todo caso se acordaba bien del castillo y iba a ir si estaríamos todos, pero como yo no quería ir, podíamos ir en coche hasta un pueblo cercano y tomar un café.
Cuando nos llegamos al pueblo, buscamos una farmacia para que yo pudiese comprar unas medicinas para sentir mejor. La propietaria de la farmacia no hablaba inglés ni español, pero yo le mostré con gestiones lo que me pasaba y ella me entendió y me dió dos tipos diferentes de pastillas. Después de comprar las medicinas, Christophe y yo fuimos a una pastelería pequeña y bonita, bastante tradicional, donde probamos unos dulces con crema (ahora que estoy describiendo mi viaje, me doy cuenta de que en Portugal hay muchas pastelerías y muchos postres típicos y muy ricos!). Nos quedamos ahí hablando y luego nos fuimos a encontrar los demás. Ya estaban muy cansados del camino y yo me sentí muy bien que no les había acompañado al parque, porque seguro que iba a sentir aún peor. También tenía mucha suerte que Christophe era tan cortés de estar conmigo, porque esperando a los demás fuera del parque, seguro que me iba a aburrir mucho -pero ya había pasado un día en un pueblo portugués muy especial, aunque no recuerdo su nombre -que vergüenza!
Pues, ya era tarde y los demás tenían mucha hambre -yo no demasiado, porque cuando estoy enferma como menos que normalmente. Fuimos a un pueblo que encontramos al camino hasta Coimbra (ya estábamos en la mitad, más o menos) y buscamos algún restaurante. Al final encontramos a un lugar tranquilo donde comimos y Christophe y Jonathan -los conductores- descansaron un poco para poder seguir el viaje. Luego volvimos a los coches y seguimos sin paradas hasta Coimbra. Ya era noche y yo me sentía bastante mal. Encontramos nuestro hostel y la chica que trabajaba allí nos ha mostrado nuestra habitación. El hostel era pequeño, pero el ambiente era bueno y eso era más que suficiente para quedarnos allí una noche sin problemas. Los chicos querían ir a cenar y también ver la ciudad, pero yo les dije que me iba a quedar en el hostel, porque ya no tenía fuerza. Ellos entendieron que estaba débil entonces me dijeron de llamarles si iba a necesitar algo y luego ya se fueron. Yo fui a la chica que trabajaba en el hostel, para preguntarle si había té en la cocina. Ella me dijo que sí y me mostró todo lo que iba a necesitar en la cocina. Luego me preparé mucho té y fui a mi habitación. Después de poco ella me ha preguntado si quería alguna medicina -porque tosaba bastante y era evidente que tenía problemas con la garganta. Yo le expliqué que ya tenía mis propias medicinas y le agradecé. Después de beber mi té, tomé mis medicinas, me duché y me preparé a dormir. Sin embargo, eso tampoco era fácil, porque mi garganta todavía me dolía bastante. Dentro de poco, también llegaron los chicos y me preguntaron si quería comer o si necesitaba algo, pero yo no podía comer o beber nada y ya necesitaba dormir. Suerte que cuatro de mis cinco compañeros del viaje eran médicos! Susi puso su mano en mi cabeza y me dijo que tenía fiebre. Todos estaban de acuerdo que tenía que descansar mucho, entonces intenté a dormir. Así pasó mi sexto día en Portugal y, aunque estaba enferma, tengo buenos recuerdos de una visita al pueblo con Christophe y del ambiente bonito de Portugal que me hacía sonreír aunque con fiebre!
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