Altos Tatras: paseo aéreo (2/3)
7 de mayo de 2016
Día 2: de cara a la "cara" de Slavkovsky
Tal y como soñé en mi noche inquieta fue un día de puro senderismo: alpino, duradero, largo y campestre. Habiendo desayunado una salchicha (parky) con mostaza salgo del Zamkovsheko chata (refugio) alrededor de las 8:00 a 1475 metros con poca personas como de costumbre a través del camino de piedra que me lleva de vuelta a Hrebienok. Vuelvo sobre mis pasos, porque la curva que había imaginado inicialmente alrededor de Stary Smokovec se bloqueó ayer por la abundancia de nieve en la altitud. Así que me pongo en modo plan de emergencia.
Es mi responsabilidad subir al Slavkovsky Stit, es un pico muy alto (2452 metros) y el camino para llegar va por la solana. Así que espero poder llegar sin (demasiada) nieve. El tiempo previsto por la alerta amarilla es de cuatro horas y quince minutos.
El macizo Lomnicky Stit, de 2634 metros, está considerado desde hace tiempo como el punto culminante de los Altos Tatras, aunque sea el segundo. De ahí que se haya construido el único teleférico de la cadena montañosa en 1930.
A 1600 metros de altitud, los pinos silvestres y cembros dan paso a los pinos fornidos con aguja de gancho, mientras que el paisaje, se vuelve cada vez más tornado de minerales y más ventoso. No hay nieve todavía pero, para mi sorpresa, un letrero indica en francés aproximado (sic): "Durand ce chemin touristiqe est couvert avec la nége l’utiliser est défendu" ("mientras que este sendero turístico esté cubierto por la nieve, el usuario no puede pasar").
Ante mis ojos pude ver con gran asombro, , el pico de Lomnica cubierto de hielo (Lomnicky Stit, 2634 metros), la gente creyó durante mucho tiempo que era el pico más alto del Tatras, sin embargo es el tercero. Podría haber subido en teleférico que estaba a sólo una hora y media a pie de mi refugio, por el panorama sin duda sublime de toda la cadena... ¡pero no hay nada que se aprecie más que el esfuerzo de alcanzar semejantes vistas con la fuerza de tus piernas!
Finalmente, después de tres horas de cabalgar en medio de un enorme caos rocoso avanzando por la línea de la cresta, me detuve en el hermano pequeño de Slavkovsky Stit, la nariz de Slavkovsky a 2273 metros. No es que quisiera aguar el momento en el que llegué y pude contemplar esa vista panorámica sobre el valle del río Vah y los Bajos Tatras. No eran las ganas de disfrutar de todo eso lo que me faltaba... Lo que me faltaban eran los bastones y los ganchos para poder abrirme paso por los cascotes de nieve de la cima. Mucho antes de acabar la caminata del día, tuve que pasar por ventisqueros, a veces tenía que ir delicadeza y muerto de miedo.
En este extremo occidental del macizo de los Cárpatos, incluso en mayo, quedan recuerdos inmaculados procedentes de la dureza del frío invierno. Esto supone una ventaja ya que siguen llegando hordas de turistas. En el ascenso de los Slavkovsky me encontré con un puñado de excursionistas aunque dado el equipo específico que llevaban podríamos decir que eran expertos en el tema. Me crucé con un eslovaco que reconoció mi procedencia tricolor sólo con mi acento francés. Se quedó desconcertado al ver que venía a los Tatras a disfrutar de las montañas: "Sin embargo, en Francia, tienes los Alpes que son mucho más grandes, mucho más diverso e igual de hermoso".
La gamuza de los Altos Tatras en el macizo de Slavkovsky, a unos 2000 metros. Se estima que hay cerca de un millón en la cadena montañosa.
Sin embargo, aquí recibí un regalo que los Alpes franceses no me han hecho nunca. Cuando pasa algo así, te sientes como si hubieras ganado la lotería. Algo increíble, fue algo así como una manifestación cabalística.
Mientras bajaba hacia el valle, cabalgando por la línea de la cresta, cuando todos los demás excursionistas me habían pasado, miré hacia arriba y vi... ¡una gamuza! Ahí, muy cerca, a treinta metros de mí! En cuanto me vio pensé que se asustaría y huiría por el otro lado. ¡Ojalá que no! Pero en vez de eso siguió pastando en el césped magro unos cuantos minutos más. De vez en cuando, se detiene para mirarme tranquilamente mientras asiente con la cabeza blanca con una mancha beige. Puedo decir "él" y no "ella", porque los dos cuernos de ébano en la parte superior de su cráneo terminan en un gancho cerrado (y no abierto, como pasa con las hembras).
Pero, en pocos saltos, este símbolo viviente de los Tatras (tanto eslovacos como polacos) sube a la cima rocosa y desaparece de mi campo de visión.
Son las cinco de la madrugada cuando vuelvo a Hrebienok, a 1255 metros. Las nubes son tan oscuras que parecen amenazar con colapsar en las cumbres. Se ha levantado un viento frío y azotador. Toca pedir comida y alojamiento en el refugio de Bilikova para pasar la noche.
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- Italiano: Alti Tatra: un'escursione aerea (2/3)
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