Primer (espero) viaje a París (II)

Publicado por flag-es Héctor Vera — hace 7 años

Blog: La importancia del camino
Etiquetas: flag-fr Blog Erasmus París, París, Francia

El segundo día en París fue el del concierto por el que surgió la idea de este viaje, por lo que por la tarde dejaría solos a mis amigos para desplazarme hasta el recinto en el que fue el concierto para ver a Noel Gallagher. Por la mañana estuvimos todos juntos y aprovechamos para hacer las visitas que teníamos planeadas. Fue el día más soleado de todos los que estuvimos, por lo que pudimos disfrutar de una mañana agradable.

Notre Dame y la tienda de libros

Nuestra primera visita fue a la catedral de Notre Dame. Madrugamos bastante para ir justo antes de que abriesen las puertas y que las visitas pudiesen subir a la parte más alta de la catedral, por lo cual no te cobran si eres ciudadano de la Unión Europea entre 18 y 25 años.

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Antes de ello, pasamos al interior de la catedral. Como en todo edificio religioso, la entrada es gratuita (con libre donación) y hay que guardar silencio y restringir el uso de las cámaras con flash. Al tratarse de una catedral tan masificada por el turismo, por momentos da la sensación de que hay un rumor continuo de la cantidad de gente que hay visitándola.

Cuando pasamos se estaba oficiando una misa en ese mismo instante, por lo que el respeto que intentamos guardar al entrar aumentó bastante más. Esto no es cuestión de creencias, sea lo que sea, un museo, por ejemplo, también merece guardar un respeto porque puedes molestar a la gente que esté allí con otro objetivo. Pero como he dicho, la gente no es demasiado silenciosa, y también se suele dar el caso de familias que viajan con niños pequeños y se ponen a llorar... lo cual no es ninguna novedad.

Es un lugar enorme, dar una vuelta entera a la catedral puede llevar fácilmente una media hora si te paras a mirar cada uno de los detalles de las diferentes estancias. También hay un panel informativo muy interesante que cuenta la historia de cómo fue siendo construida la catedral época a época. La información aparece escrita en español (entre otros tantos idiomas) por lo que es de agradecer y merece la pena leerlo. A mí, personalmente, me sirvió porque meses después tenía que presentar un trabajo en la universidad sobre la historia de la catedral de Notre Dame en concreto, por lo que estos carteles, a los que hice fotos, me sirvieron de gran ayuda.

También hay una maqueta con todo lujo de detalles de la catedral de Notre Dame. Cualquier amante de las maquetas se sentirá especialmente gratificado al verla.

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A mí no me enamoran especialmente los edificios religiosos, pero este, quizás debido a su monumentalidad, me resultó impresionante. En España tenemos muchos edificios de este tipo y quizás muy a la altura de monumentalidad, pero Notre Dame tiene esa importancia en la cultura popular que hace que entrar sea más especial (todos hemos visto el Jorobado de Notre Dame de pequeños)

Al acabar salimos para esperar a poder subir a la parte más alta de la catedral que es una de las torres. Esto se realiza andando por unas escaleras bastante estrechas y agobiante que marean por la forma en la que están colocadas, no hay otra opción, por lo que hay que prepararse para hacer un poco de ejercicio. Aun así, merece la pena el resultado, porque las vistas panorámicas de la ciudad de París sólo son superadas por las que ofrece la parte de arriba de la torre Eiffel. Quizás también por las que debe de ofrecer el Arco de Triunfo, pero esto ya no lo puedo corroborar.

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Se puede, además, observar con detalle las famosas gárgolas de la catedral de Notre Dame (cada una de ellas diferente) en la primera parada de la subida, ya que hay dos. En la parte más alta, a la que se llega después, es donde se puede observar la panorámica de la ciudad, y, además, la forma en la que está estructurada la nave del edificio desde una zona privilegiada. Se supone que aquí sólo se puede estar 5 minutos como máximo, lo cual nosotros hicimos poco caso y estuvimos un buen rato haciendo fotos y fijándonos en todos los detalles que el estar allí ofrecía. Nadie nos llamó la atención ni se enfadó con nosotros, así que sin duda animo a hacer lo mismo a todo el que vaya. No es nada ilegal y no hace daño a nadie al fin y al cabo.

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Después de la visita a Notre Dame les recomendé (al igual que recomiendo a cualquier persona que esté leyendo esto) que fuésemos a visitar una librería que se encuentra muy cerca de la catedral, la cual se llama Shakespeare and Company. Una librería con mucho encanto, de la que he escrito en un post anterior, y cuyas paredes recogen la historia de personas como Ernest Hemingway. Un sitio en el que merece la pena perderse si te gusta la literatura, el cual además tiene una estética caótica muy cuidada. Eso sí, la mayoría de los libros son en inglés.

Es una librería muy famosa. Ha salido en bastantes películas a lo largo de la historia, como Midnight in Paris o la segunda parte de la sega de Antes de el Atardecer. Un lugar muy especial en todo los sentidos del que si se quiere saber más recomiendo visitar la publicación específica sobre el lugar que he adjuntado en el enlace del párrafo anterior.

La Sainte Chapelle

Antes he dicho que los edificios religiosos no me enamoran especialmente, pero por lo visto en París pude comprobar que no siempre es así. Y este es el mejor ejemplo, la Sainte Chapelle, un templo de estilo gótico que se caracteriza, básicamente, por tener vidrieras en vez de paredes.

Para entrar tuvimos que hacer bastante cola, unos 20 minutos. Después se puede estar dentro el tiempo que quieras. Y una vez más, gracias a ser joven y ciudadano de la Unión Europea, se puede entrar de forma gratuita.

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Cuando estuvimos la parte negativa fue que en esos momentos estaban realizando labores de restauración en las vidrieras del edificio, por lo que deslucía bastante ver un andamio puesto en mitad de la Sainte Chapelle. Pero nada que no permitiese disfrutar de la majestuosidad de un edificio que parece imposible que pueda sustentarse cuando apenas se pueden ver los pilares entre las vidrieras.

Sin duda el mejor momento del día en el que entrar debe de ser por la tarde, cuando el sol da directamente en las vidrieras y proyecta su luz en el interior. Si puedo volver en un futuro a París es muy probable que una parte de mi estancia allí la pase comprobando como de impresionante puede ser este efecto a dicha hora del día.

Excursión yo solo a La Villette

Después de comer a mí me tocaba ir con mis entradas hasta el Teatro Zénith, situado en el parque de La Villete, en uno de los distritos más alejados de la zona centro. Por lo tanto me tocaba ir en metro, el cual tenía que coger desde la estación de Republique, lo cual me permitió antes de ir dar un paseo por la gigantesca plaza que tantas veces había visto en la televisión cada vez que ocurría cualquier movilización en París. De hecho, en el centro de la plaza aún estaban conservadas todas las dedicatorias dejadas por la gente tras el atentado de Charlie Hebdo.

El metro de París está bastante alejado de la elegancia que caracteriza al resto de la ciudad. No parece que tenga un cuidado especial, y los trenes además de anticuados son peligrosos, ya que se pueden abrir las puertas de los mismos antes de que se detengan por completo en el andén.

Pero ese día, el metro cumplió su función (que era lo único que necesitaba) y pude llegar hasta el parque de La Villette, un enorme sitio en el que se encuentran multitud de edificios multiusos en los que se organizan eventos de todo tipo. Es un parque muy moderno tal y como se puede ver en sus instalaciones y con muchas explanadas verdes.

Yo tenía que llegar hasta el teatro Zénith, que era donde se daba el concierto. Di con él sin problemas gracias a las indicaciones que hay dentro del parque, no tuve que preguntar a ningún francés.

Cuando llegué me llamaron la atención dos cosas: la primera, lo moderno que parecía el edificio por fuera (cosa que también me sorprendió en el interior) y lo bien que organizan los eventos los franceses en comparación con España. Diferentes colas equitativas, gran orden para entrar una vez abiertas las puertas… Envidiable.

El concierto mereció muchísimo la pena, aunque he de admitir que aun hoy siento cierta envidia de que mis amigos, mientras yo estaba allí, visitaron el museo de Orsay, el cual era uno de los que más ganas tenía de visitar. Quizás desde ese momento tenga la filosofía de que hay que dejarse algunas cosas por ver cuando visitas una ciudad para así tener una excusa y poder volver.


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