París en 7 horas II
Buenas a todos :)
Continúo aquí con mi anterior entrada París en menos de 7 horas.
Como iba diciendo, tras ver el museo Louvre, los Jardínes de Tullerías, la Plaza de la Concordía y el puente de las Artes con sus candados de enamorados, decidimos descansar nuestros fatigados pies sentadas en un café.
Tras el breve descanso, nos pusimos nuevamente en marcha y nos dirigimos a los Campos Elíseos.
Recorrimos sus glamurosas calles llenas de tiendas super lujosas como Dior, Chanel, Dolce & Gabbana, etc; y mirábamos embobadas los escaparates, pensando lo loca que estaba la gente que se podía permitir pagar más de 100€ en un bolso que normalmente costaría unos 20 euros.
Pero, en fin, que cada uno haga lo que quiera con su dinero, que para algo es suyo.
Después de hacernos un par de fotitos en mitad de la avenida de los campos elíseos con el arco del triunfo a lo lejos a nuestras espaldas, caminamos en línea recta hasta situarnos justo delante del Arco del Triunfo.
Recuerdo que cuando vine cuando era pequeña me parecía mucho más grande y elegante, pero no sé por qué había empequeñecido (o yo habría crecido demasiado).
Y tras volverlo a ver, tantísimos años después, no me pareció para tanto.
Quiero decir que, a ver, es bonito, y su arquitectura me gusta mucho, pero no sé, después de haber visto algo como la Catedral de Notre Dame de Amiens, todo te parece diminuto y muy simple.
Pero aun así le hice un par de fotitos como buena turista.
Tampoco nos quedamos mucho tiempo a verlo, aunque tampoco había mucho que ver. Así que después de las fotos, tomamos el camino hacia la Torre Eiffel, que ya desde ahí podíamos ver la punta de la torre desde lejos.
Fuimos por “detrás” de la torre, pasando primero por el Trocadero, que es donde normalmente se sacan las mejores fotos de la torre y cachos de la ciudad.
En el Trocadero está el Castillo de Chaillot, cuyas columnas en forma de semi círculo me recuerdo, no sé por qué, al Altare de la Patria en Roma. Supongo que será justamente por las columnas formando un semi círculo.
Tras caminar por los pequeños jardines del Trocadero, llegamos a la Torre Eiffel. Cada vez que nos acercábamos más y más me sentía cada vez más diminuta ante tan impotente obra de arquitectura.
Ahora sí, puedo decir que esto supera en creces la catedral de Amiens, y no me extraña, ¡con lo grande que es!
Mide unos 300 metros de altura (324 metros si contamos con la antena que está situada en la punta de la torre).
Desgraciadamente, creo que nunca he tenido la oportunidad de subir a lo alto de la torre. Y digo no creo porque no le recuerdo bien.
No recuerdo si cuando era pequeña subimos a la torre o no. Tengo imágenes borrosas que me incitan a pensar que así fue, pero cuando pienso en esas imágenes, las veo desde una perspectiva externa en la que me veo a mi subiendo a la torre pero desde fuera.
Eso me hace pensar que a lo mejor confundo los recuerdos de algún episodio de Españoles por el Mundo en París subiendo a la torre y me creo que yo también lo hice.
Pero en fin, eso da igual. Ahora estoy hablando de la última vez que fui, no de cuando era pequeña.
Total que esta vez no subimos por tres razones:
- Presupuesto (como siempre. La entrada si no recuerdo mal costaba unos 15 euros para subirla por las escaleras).
- Tiempo (íbamos bastante justas porque cada vez nos quedaba menos tiempo para coger el tren).
- Cansancio.
Así que eso, decidimos no subir y nos quedamos haciendo fotitos alrededor y debajo de la torre.
También me di cuenta de que había un carrusel a los pies de la torre, algo que me pareció una buena idea y super cliché francés.
No sé, cada vez que pienso en carruseles y acordeones me viene a la mente Francia, y sobre todo París.
Tras darnos un paseo al rededor de la Torre Eiffel, nos subimos al puente que atravesaba el río Senna y desde ahí mi amiga hizo un super fotón de revista.
Después, decidimos coger el metro para ir directos al Montmartre, donde encontraríamos el Moulin Rouge y el Sacré Coeur.
Como podréis ver en el mapa, está al otro lado de la Torre Eiffel, al Noreste, y yo la verdad estaba super agotada.
Además que los zapatos que me había traído me di cuenta de que eran super incómodos para caminar.
Pensé que al ser unas creepers, de esas que son planas pero altas, me iría bien para andar y que no me dolerían los pies, pero todo lo contrario, las había utilizado tanto que podía sentir incluso la forma de la suela del zapato. Era super incómodo y casi no podía seguir andando.
Por suerte, tengo una mejor amiga increíblemente buena y dispuesta a ayudarme siempre que pueda que me cedió sus zapatos.
Seguramente muchos pensarán que fue algo asqueroso, ya que tras tantas horas andando los zapatos estarán un poco sucios, y con sucios me refiero a que estarán sudados por dentro o lo que sea, pero a mi me daba exactamente igual.
A puesto a que muchos lo habrían hecho si de verdad hubieran sentido el dolor que tenía en esos momentos en los pies.
De verdad que estaba reventada y casi llegué a pensar en irme directamente a la estación para coger el tren a Amiens y así poder descansar; pero mi buena amiga me cedió sus zapatos y ella se puso los míos.
A pesar de ese buen gesto, sus zapatos me resultaron un tanto incómodos. No tantísimo como los míos, pero creo que era porque ya había empezado a salirme ampollas y el hecho de cambiar de zapatos me producía más dolor.
Pero en fin, dejé de quejarme y le pedí a mi amiga que por favor cogiéramos el metro para ir a Montmartre porque me veía incapaz de andar durante más de 30 minutos hasta llegar ahí.
Ella me dijo que también estaba muy cansada y que le parecía bien que cogiéramos el metro. Y eso hicimos.
He de deciros que el metro, comparado con el metro de Madrid, es asqeuroso.
Está todo sucísimo y viejo y en todas partes huele a pís. A penas podía respirar...
Una vez que llegamos al metro y nos dispusimos a comprar los tickets, había un hombre ahí que revendía los tickets.
Normalmente para un trayecto corto te cuesta el billete 1, 20 euros. Este señor los vendía por 1 euro.
Y era porque él tenía la tarjeta de transporte mensual, que un viaje le salía a menos de 0, 60 céntimos de euro, así que os podéis imaginar el gran margen de beneficio que conseguía con esa reventa.
Yo estaba un poco reacia en comprar esos billetes, más que nada porque me daba cosa que el tío nos estuviera timando y que llegado el momento de pasar los billetes no nos lo cogiera. Pero mi amiga insistió y finalmente lo compramos.
Esto es algo que no deberías hacer, pero si vais justitas como nosotras, pues bueno, habrá que arriesgarse de vez en cuando. Y por suerte esa vez nos fue bien.
Cuando tuvimos que picar el billete no hubo ningún problema y pudimos pasar sin problemas.
Si no recuerdo mal, hay una línea directa desde la Torre Eiffel hasta Montmartre, que tardaba unos 15 minutos.
Esos 15 minutos me parecieron gloriosos, porque desde que salimos de la casa de nuestro amigo a penas habíamos descansado menos de 10 minutos cada vez que parábamos a tomar un respiro.
Durante esos 15 minutos aprovechamos para intercambiar fotos y ver los caretos que habíamos puesto en la mayoría de ellas. Y además compartimos cómo nos sentíamos acerca de esta pequeña excursión por París.
Ella nunca había hecho un recorrido a la ciudad tan rápido, así que me contaba un poco por encima lo que nos estábamos perdiendo y lo que podríamos hacer la próxima vez que fuera.
Dado que en este pequeño viaje habíamos visto casi todo lo más importante y emblemático de la ciudad, la próxima vez podríamos ver las pocas cosas que nos habíamos saltado e ir más con la calma para disfrutar bien de la ciudad y del viaje.
Total, que cuando llegamos a Montmartre, salimos del metro y nos dirigimos al Moulin Rouge. Creo que sólo tuvimos que andar unos 10 minutos desde que salimos del metro hasta llegar all típico molino rojo iluminado.
Tuvimos la suerte de que ya estaba anocheciendo así que pudimos ver las luces de las calles, que estaban llenas de clubes para adultos (you know what I mean), sexoshops y cines x.
Nunca en mi vida había visto algo así, y de pequeña obviamente jamás pisé estas calles. Así que creo que os podéis imaginar lo flipandísimo que estaba en esos momentos.
A ver, tampoco es que fuera una inculta y que no supiera que existía ese tipo de establecimientos, es más, sabía que en la zona de Moulin Rouge podías encontrar establecimientos así. Pero lo que no podía imaginar es que toda la avenida y las callejuelas paralelas y perpendiculares a la avenida estaban llenas de este tipo de garitos.
Supongo que se debe a que desde hace décadas estas calles eran conocidas, precisamente, por este tipo de locales.
Así que bueno, me llevé una sorpresa interesante.
Mi cara al salir del metro y al fijarme en las tiendas fue algo así como cara de sorpresa, después de incomprensión, después de duda, después de aceptación, seguido de incredulidad, y por último de indiferencia. Y cuando por fin abrí la boca para decir algo a mi amiga que me miraba con precaución dije algo así como “anda mira, qué interesantes son estos gabachos”.
La verdad que me lo pasé bien viendo los diferentes juguetitos que podías ver en cada tienda, haciendo fotos chorras con mi amiga e incluso a veces preguntando a los dependientes cómo se utilizaban algunas cosas que no conseguíamos adivinar su uso.
Todo un espectáculo, de verdad.
Finalmente, después de tanta chorrada, nos acercamos al Moulin Rouge y entramos dentro para ver lo que era.
Al parecer era un salón de espectáculos de cancan o cabaret, aun desconozco la diferencia. Fue un tanto decepcionante porque me lo imaginé un poco como la película Moulin Rouge en la que sale Nicole Kidman, pero en fin, supongo que en el fondo vivo en una fantasía y tengo demasiadas expectativas.
Las entradas para ver un show de cabaret estaban todas agotadas, y no habría entradas disponibles hasta dentro de 10 días que aun así, ya quedaban pocas para que se agotaran, y además eran carísimas, así que lo tachamos directamente de nuestra lista de qué hacer la próxima vez que viniéramos a la ciudad.
Después, salimos y nos cruzamos la calle para ir a ese ventilador de aire para hacernos las fotos delante del edificio a lo Marylin Monroe bajándonos las faldas por el viento que salía de abajo.
En realidad no llevábamos faldas, pero era divertido hacerse fotos como que sí mientras poníamos caras picaronas.
Lo más gracioso es que había bastante gente haciendo fotos ahí pero todos lo hacían en plan muy normal. Se subían a la cosa está de donde sale el aire (lo siento, pero no sé cómo se llama) y se hacían una foto y ya.
Las chicas como mucho movían el pelo para que se les levantará con el aire y ya está.
Pero después de vernos a nosotras sacando fotos con esas poses tan peculiares, nos dimos cuenta que la gente empezó a copiarnos y a bajarse la falda para que no se les subiera con el viento mientras ponían caras de pillines.
Todo muy gracioso, de verdad.
En fin, cuando ya nos aburrimos de hacer tantas fotos nos pusimos de camino a Sacré Bleu, que está como el monte de Mordor, que significa que tuvimos que subir unas cuestas enormes para llegar hasta la basílica Sacre Coeur.
Pero bueno, valió la pena la subida, porque había calles pequeñitas con terrazas de cafés super monas que nos apuntamos a la lista de imprescindibles para la próxima visita a la ciudad.
Además había varios pintores paisajistas y retratistas en cada fase de la subida al monte.
Una vez que llegamos a la cima, no pudimos sacar fotos porque ya se había hecho de noche y la cámara que teníamos tampoco es que fuese muy buena para hacer fotos oscuras, así que nos tuvimos que contentar con grabar las vistas en nuestra mente y en apuntar la basílica en nuestra lista, porque además se supone que había buenas vistas de la ciudad desde las escaleras de la basílica pero a penas podíamos ver algo.
De todas formas, nos dimos cuenta de la hora que era y vimos que apenas nos quedaban amenos de 20 minutos para que nuestro tren saliera.
Nuestro tren salía de la estación de tren la Gare du Nord, así que fuimos corriendo como si tuviéramos atado un torpedo en la espalda.
Casi pensé que acabaría pegándome la hostia del siglo al bajar las escaleras a toda velocidad. No lo aconsejo en absoluto.
Cuando por fin llegamos a la estación de tren vimos que nos habíamos equivocado de hora que en realidad nuestro tren salía dentro de 15 minutos, así que decidimos salir de la estación para ver si podíamos comprar algo baratillo para comer.
Yo me compré (en realidad me lo compró mi amiga) un macaron enorme de fresa, que me costó un poco caro, creo que unos 5 euros, pero que estaba bastante bueno. No me arrepiento de haber gastado ese dinero.
De lo que sí me arrepiento es de lo otro que comimos.
Tras comprar el macaron y dirigirnos nuevamente a la estación, vimos un pequeño restaurante de comida rápida vietnamita. Mi amiga me dijo que la comida vietnamita normalmente está muy buena, y yo como nunca la había probado pues consiguió convencerme y al final entramos.
Ella eligió lo que íbamos a comer y luego nos fuimos corriendo nuevamente a la estación porque esta vez sí que llegábamos tarde.
Nos subimos al tren justo a tiempo. En plan, cuando yo entraba justo las puertas se cerraron a mis espaldas. Menuda suerte.
Luego nos fuimos a sentarnos en la primera clase porque era lo más cómodo.
Una cosa que solemos hacer en los trenes es ir a sentarnos en la primera clase porque normalmente está vacío y es más cómodo.
Lo bueno de ser estudiantes extranjeras es que cuando viene el revisor para ver nuestros billetes, les hablamos en español o en inglés para hacerles pensar que no sabemos francés y que no habíamos leído que la zona en la que estábamos sentadas era lo zona vip.
Lo sé, no está bien hacer eso, pero es que a veces me da rabia que el tren esté petadísimo de gente, tanto que a veces no encuentras ni sitio para sentarte, y sin embargo la zona de primera clase está totalmente vacía.
Pues yo lo siento mucho pero prefiero sentarme ahí hasta que alguien me eche antes que quedarme de pie durante 2 horas.
Cuando por fin encontramos un sitio para sentarnos, nos pusimos a comer y madre mía lo que me tocó. Yo creo que la carne que habíamos comprado era de perro o de gato o de algo que no fuese pollo.
Tenía buena pinta desde la vitrina del restaurante, pero cuando la miramos de cerca me dio un repelús tremendo, casi me dan arcadas y me pongo a vomitar en el tren.
Era algo muy extraño, y al dar el primer bocado lo escupí inmediatamente. En fin, no me vuelvo a fiar de la comida rápida. Y mira que es algo que siempre me digo pero que al final nunca cumplo….
Mi amiga sin embargo se comió la comida y yo mientras tanto me quedé pensando en el pedazo de kebab que me compraría cuando llegáramos a Amiens.
Durante el trayecto nos pusimos a escribir la lista de los lugares imprescindibles que deberíamos visitar la próxima vez que fuesemos a la ciudad, que consistía en:
- Los jardines de Luxemburgo, supuestamente los jardines más bonitos de París.
- La Galería de Lafayette, donde en la parte superior, justo en la última planta había una gran terraza en la que podías ver toda la ciudad.
- La Catedral de Notre Dame.
- La Opera.
- Esplanada de los inválidos.
- El Panteón.
Además de esos lugares que no habíamos visto, también queríamos repasar:
- Sacré coeur y la zona de Montmartre.
- Los jardines de Tullerías.
Y bueno, eso fue todo de nuestro pequeño e intenso viaje.
He de deciros, que un mes después más o menos de nuestro viajecito a París, volvimos a ir y pudimos ver las cosas que nos saltamos la otra vez.
Desgraciadamente, esa última vez el tiempo no acompañaba y llovía de vez en cuando, así que no pudimos disfrutar mucho de la ciudad.
Pero bueno, luego unos cuantos meses después, volví a ir pero esta vez con otro grupo de amigas y además de ver París también tuvimos la oportunidad de poder ir al parque Disneyland (gratis) :D
Pero eso lo dejo para otra entrada, que también tiene su historia.
Así que bueno, espero que con esta pequeña “guía” podías ver la ciudad aquellos que vais cortos de tiempo.
Galería de fotos
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- Italiano: Parigi in 7 ore II
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