Cinco días en París

¡Hola de nuevo!

He vuelto para contaros mi último viaje, ¡aunque esta vez es algo más chic que los anteriores! Se trata de la ciudad del amor, de la alta cocina y de la arquitectura.

Aunque estaba en Ámsterdam, no me imaginaba poder ir a París porque, en mi opinión, en los Países Bajos ya había demasiados sitios que debía explorar. Ese pensamiento solo duró hasta que la empresa holandesa de trenes NS.nl decidió poner ofertas en noviembre en las que cada viernes ponían billetes a un precio determinado para visitar capitales europeas cercanas. París fue el primer destino que ofertaron y, por supuesto, ¡aprovechamos la ocasión! Compramos billetes de ida y vuelta por solo 25 € cada uno.

Yo siempre hepreferido coger el tren antes que el avión aunque el avión pueda ser más barato a veces, pero solo de pensar en el camino de ida y vuelta hacia el aeropuerto... ¡Qué horror! En especial, odio cuando hay que esperar haciendo cola y cuando se viaja muy pronto, por no mencionar que los vuelos pueden tener retrasos y que todo depende del tiempo que haga. Además, hay restricciones respecto a lo que puedes llevar en el equipaje. Por todo ello, para nosotros las razones para viajar en el tren Thalys de alta velocidad para recorrer los 450 km (unas 3 h) que separaban Ámsterdam de París eran más que obvias.

También reservamos alojamiento por medio de AirBnb. Cogimos un estudio pequeño cerca de République, algunos supermercados y tiendas porque queríamos utilizar la cocina de la vivienda para ahorrar algo de dinero. Preparaos, París es extremadamente caro. A pesar de todo, después de llevar viviendo tanto tiempo en Ámsterdam, no sé de qué me sorprendí. Los esfuerzos que hay que hacer para "no salirse del presupuesto" son casi los mismos en ambas ciudades.

Una vez que compramos los billetes, hicimos las maletas para cinco días y recibimos un mensaje de confirmación de nuestro casero parisino... ¡Empezaba la aventura!

Primer día

Nada más llegar, fuimos al alojamiento para dejar nuestras cosas y empezamos a caminar hacia la zona norte de París para descubrir...

Basílica del Sacré Cœur

Estaba a tan solo 40 minutos de nuestra casa. Esta "gran iglesia blanca" nos encantó a todos, fuéramos o no creyentes. Las vistas que hay desde allí de toda la ciudad nos ofrecieron una de las mejores panorámicas (también la torre Eiffel, por supuesto).

Está en lo alto de una colina, así que tendréis que subir mucho. Preparaos para ello (al menos, mentalmente). Recuerda que el viaje es más importante que el destino final. En el Boulevard de Clichy hay muchas cafeterías y kebabs, justo al principio de las escaleras que te llevarán a la basílica, así que puedes hacer un descanso antes de empezar a subir.

Este edificio se construyó hace tan solo 100 años y se dice que no sufrió ningún daño durante la Segunda Guerra Mundial a pesar de que le cayeran 13 bombas. Actualmente, es muy famosa. no es de extrañar, ya que es uno de los puntos más altos de París y es un lugar mágico. Solo hace falta mirar las fotos para darse cuenta de ello:

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El barrio de Montmartre

El barrio de Montmartre está a tan solo cinco minutos del Sacré Cœur. Es, sin ninguna duda, uno de los barrios más animados en los que he estado.

Sus calles están llenas de artistas que muestran su arte, cafeterías que invitan a adentrarse en ellos y donde sirven vino caliente y comida deliciosa y músicos que alegran el ambiente con preciosas canciones de amor. Además, desde allí se puede ver el resto de la ciudad completamente iluminado, así que entenderás por qué llaman a parís "la ciudad de las luces".

El suelo está cubierto de adoquines, así que dar un paseo por Montmartre es muy cómodo. Además, cuanto más estrechas son las calles, más increíble es la experiencia, sobre todo cuando llegamos a la place du Tertre, una pequeña plaza donde se venden dibujos hechos con acuarelas, retratos y caricaturistas que recuerdan la cantidad de artistas que vivían y trabajaban allí en el pasado, como fue el caso de Picasso o Van Gogh.

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Aunque el ambiente era muy agradable para ser principios de enero, todo era extremadamente caro, así que decidimos darnos la vuelta e ir hacia unos pequeños jardines. En la actualidad, los parisinos consideran que Montmartre es un pueblo aparte porque está en lo que antes eran las afueras de la ciudad.

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También somos muy fans de Amélie, pero, por desgracia, no tanto como para acordarnos de buscar la famosa cafetería de la película. Sigo pensando que pasamos al lado porque está muy cerca del Moulin Rouge, que fue nuestra siguiente parada.

Se dice que Les Deux Moulins es una cafetería muy agradable, llena de artistas y turistas que quieren disfrutar del mismo ambiente que se respira en la película. Si consigues un sitio, podrás ver pasar a la gente como si fueras un parisino de verdad. Nosotros lo visitaremos la próxima vez que vengamos. A pesar de todo, París siempre es buena opción.

Moulin Rouge

Tras andar diez minutos más, llegamos a la place Blanche, que recibe ese nombre por las carretillas de yeso que utilizaban para distribuir este material por todas las calles. Justo ahí estaba el Moulin Rouge. Quisimos hacerlos la foto "obligatoria" como muchos otros turistas, pero por desgracia, en esta plaza hay mucho tráfico por las noches y los autobuses pasan y paran allí cada cinco minutos. A veces, hacer la "foto obligatoria" puede llegar a convertirse en una verdadera pesadilla.

Galerías Printemps

Están a tan solo 15-20 minutos del Moulin Rouge, pero cuando llegamos ya había oscurecido. A pesar de ello, sigo pensando que son más bonitas por la noche porque los escaparates cobran vida gracias a los osos polares y a las muñecas que se mueven y que se utilizan como decoración en algunas de las tiendas más famosas: Louis Vuitton, Saint Laurent, Dior, Chanel, Longchamps, Hermès, L’Occitane y muchos otros más. Dejaré que las fotos hablen por sí solas. Es un auténtico espectáculo:

Galerías Lafayette

En el interior de estas galerías hay más cosas para ver. Tiene una gran bóveda circular y hay un árbol de Navidad enorme en el medio del edificio. Como podréis imaginar, podíamos comprar prácticamente todo de lo que había allí. No nos faltaba dinero ni íbamos con el presupuesto ajustado, Simplemente no necesitábamos nada.

Bromas aparte, el interior de este edificio es sobrecogedor y el ambiente comercial que se respira es increíble. Al fin y al cabo, París es la capital de la moda. Nosotros solo pasamos por allí para dar un paseo y ver el árbol de Navidad, que cada año tiene una forma diferente. Una curiosidad: casi todos los vendedores eran asiáticos, aunque quizá era porque la mayoría de compradores también lo eran.

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Segundo día

Pont Neuf (puente Nuevo)

De los 37 puentes que tiene París, este es el más antiguo. Se construyó en el s. XVI y su nombre significa "puente nuevo". Está en el centro de la ciudad, sobre el río Sena, que pasa al lado de la catedral de Notre Dame.

Lo que nos resultó más interesante de este puente es que tiene esculturas talladas en la piedra, pero, por desgracia, no pueden verse desde el propio puente,. Es necesario coger un barco y dar un paseo por el Sena para verlas de cerca, pero nosotros preferimos no hacerlo. Creímos más conveniente visitar otros lugares famosos de esta ciudad.

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La catedral de Notre Dame

Empezamos el segundo día visitando la famosa catedral francesa por la que París es tan famosa: Notre Dame. Hicimos cola durante más de 1 h 30 min. Venid preparados mentalmente para esperar durante mucho rato si queréis disfrutar de las vistas desde la catedral más famosa del mundo.

A pesar de todo, de lo que más disfrutamos fue de la terraza del piso superior. Hay una vista de 360 grados que te ofrecerá la mejor de las vistas de Sena y de la plaza que está frente a la catedral. Es, sin duda, sobrecogedora.

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Museo del Louvre

Tras caminar 20 minutos desde Notre Dame, llegamos al museo del Louvre.

No importa el tiempo que haga. El Louvre siempre es el mejor lugar para pasar, al menos, tres o cuatro horas (nosotros estuvimos cinco). Antiguamente era una fortaleza y en el sótano aún pueden verse los muros originales de 1190. Después, en el s. XVI, fue un palacio de estilo renacentista y, tras esto, fue la residencia del rey Luis XIV antes de que se mudara a Versalles. Tras la Revolución, sus puertas abrieron para que todo el mundo pudiera disfrutar de las más de 2500 obras de arte que alberga: Mona Lisa, Venus de Milo, etc.

Nosotros accedimos por la pirámide de cristal, que está en la plaza de Napoleón. Tuvimos que hacer cola durante 30 minutos porque en Francia seguía habiendo alerta roja y cacheaban a todo el mundo antes de entrar en prácticamente cualquier edificio importante. Entramos por aquella pirámide y fuimos hacia las taquillas. Es otro de los monumentos que pudimos visitar gratuitamente porque éramos menores de 26 años.

Como en todos los museos a los que fuimos, cogimos un mapa y empezamos nuestra visita, siempre intentando ver todo lo que habíamos planeado antes de venir. La Mona Lisa entraba en nuestros planes, por supuesto, pero nunca imaginé ver a tanta gente en una sala tan grande luchando por verla. Este cuadro es el único que hay en esa pared. Me impresionó el poder de su "popularidad", sobre todo porque la gente solo quería llegar lo más cerca posible, sacarse una foto e irse.

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Es imposible ver todos los detalles del cuadro porque hay que guardar una distancia de seguridad. Además, hay, al menos, cuatro guardias de seguridad que lo vigilan constantemente. No era la situación que me imaginaba. Creí que podría disfrutar de esta increíble obra de arte en paz.

Se dice que es imposible visitar todo el museo en un solo día, pero en algunas plantas aprendimos muchas cosas porque nos perdimos tratando de encontrar la residencia de Napoleón. Al final decidimos irnos a casa.

Tercer día

El Panteón

El tercer día visitamos el Panteón, que es fácilmente reconocible por las altas columnas que tiene a la entrada y la gran cúpula que hay en medio de la estructura del edificio.

La entrada era gratuita y en su interior pudimos ver mosaicos preciosos y pinturas en las paredes y en los techos. Además, allí está el péndulo de Foucault que se utilizó para demostrar la rotación de la Tierra. Si pasas aquí mucho tiempo, podrás ver con tus propios ojos cómo la bola se mueve de un lado a otro. Así se demostró por primera vez la rotación de nuestro planeta.

Si bajas las escaleras, podrás ver las tumbas de personalidades francesas como: Braille, Voltaire, Victor Hugo, Emile Zola, Jean-Jacques Rousseau y Marie Curie.

Jardines de Luxemburgo

Cuando terminamos de visitar el Panteón, continuamos nuestra ruta y fuimos hasta los jardines de Luxemburgo, que no están muy lejos (a unos 10 minutos andando). Es uno de los mejores lugares en los que he estado últimamente, sobre todo porque, después de dos días de mucho frío, pudimos encontrar unas sillas de metal para sentarnos y tomar el sol justo en frente de una fuente. Fue el primer día que pudimos disfrutar del buen tiempo en París.

Los jardines de Luxemburgo y los de las Tullerías son dos de los más famosos entre los 450 que tiene París. Nosotros aprovechamos las sillas que conseguimos y recargamos fuerzas en aquel jardín durante más de 1 h. Qué puedo decir... Ver a la gente ir y venir o simplemente disfrutando de una copa de vino cerca de ti es una de esas experiencias que solo podrás vivir en París.

Jardín de las Tullerías

Caminamos otros 40 minutos y llegamos hasta los famosos jardines de las Tullerías. Están justo en frente de la pirámide del Louvre Se parecen mucho a los jardines de Luxemburgo. Tiene las mismas sillas de metal y una fuente con patos, pero, en mi opinión, las vistas son más impresionantes. No es un lugar tan tranquilo porque está muy cerca de las zonas más concurridas y bulliciosas de la ciudad.

Aquí había muchos vendedores que ofrecían miniaturas de la torre Eiffel o llaveros como recuerdo. Después de cinco minutos de negociaciones, conseguimos dos de cada por solo 5 €. ¡Muy barato para ser París!

Además de esto, no hay mucho más que decir sobre este lugar. Solo hay que disfrutar del sol y del jardín, pero también está la Galería Nacional del Juego de Palma, un edificio dedicado a la fotografía y el museo de la Orangerie, que se utilizó para cultivar naranjos (de ahí el nombre). Además, Monet eligió este museo para dejar allí su cuadro "Nenúfares".

Plaza de la Concordia

Es el lugar que debes visitar si quieres tener una "vista completa de París", ya que desde aquí puedes ver el Arco de Triunfo en todo su esplendor al final de los Campos Elíseos. Además, es un lugar de mucho dolor, ya que hay un monumento en honor a la gente que fue asesinada en el centro de aquella plaza durante la Revolución. El obelisco fue un regalo de Egipto, como os podéis imaginar por los jeroglíficos que tiene grabados.

Los Campos Elíseos

Esta recta avenida empieza en el Louvre y termina en el Arco de Triunfo. Es la más famosa del mundo y, por supuesto, teníamos que visitarla. Actualmente es una calle llena de tiendas caras de marca que siempre están abarrotadas.

Aunque siempre hay mucha gente y es bastante difícil disfrutar de un paseo tranquilo, pudimos disfrutar de las elegantes fachadas y árboles que están colocados en líneas rectas por toda la avenida, justo hasta llegar al Arco de Triunfo. En ese momento entendimos por qué a la alta sociedad parisina le gustaba frecuentar aquel lugar incluso en el pasado. Pero, ¿a quién no le gustaría?

El Arco de Triunfo

Desde la plaza de la Concordia hasta el Arco hay que andar, más o menos, una media hora. Tras un agradable paseo por la famosa avenida parisina, evitamos todo el tráfico y fuimos por un pasaje de metro que nos llevó hasta el Arco, al que pudimos entrar gratuitamente porque éramos menores de 26 años.

Hora de una pequeña clase de historia: Napoleón dio la orden de construirlo para su nueva mujer, María Luisa de Austria, pero, irónicamente, terminaron de construirlo cuando volvió a Francia del exilio y le enterraron.

Visitamos el museo que hay en su interior y subimos hasta la terraza superior para observar las increíbles vistas. Hay doce calles que se unen en el arco y, desde arriba, parece una estrella (por eso se le llama "L'Étoile").

Desde allí también puede verse la torre Eiffel y, además, justo cuando haya acabado tu visita, tendrás que pararte en la parte baja del monumento para presentar tus respetos ante la tumba del soldado desconocido.

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Cuarto día

Palacio y jardines de Versalles

Dedicamos nuestro cuarto día de viaje a ir a Versalles. Compramos un billete de ida por la mañana porque intentamos evitar las horribles colas que nos habíamos encontrado en otros lugares de París, así que llegamos a Versalles a las 10:00 h, justo cuando abrían. Hacedme caso: si queréis evitar perder una o dos horas de vuestro tiempo esperando, id justo cuando abran. Cuando acabamos la visita, sobre las 12, la cola era de unos 200 m. Y lo digo en serio. Además, la cola estaba formada por pequeños grupos de unas cinco personas.

Nosotros cogimos el RER C desde la estación central de París y después el VITY hacia Versailles Rive Gauche, que es la última parada del trayecto.

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Cuando llegamos, descubrimos que tenía muchos parecidos con IKEA. Cuando entras, no hay vuelta atrás (a no ser que encuentres la salida), pero, ¡buenas noticias! En una hora puedes visitar prácticamente todo para dedicar el resto del tiempo a ver los jardines.

Fuimos a París a principios de enero, así que os podréis imaginar que los jardines no eran tan impresionantes como las fotos que veréis en Pinterest, con todo lleno de flores. Esta fue una de las razones por las que me prometí a mí misma que la próxima vez que viniera a París sería en verano, o, al menos, primavera.

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La torre Eiffel

Se supone que la famosa obra de Gustave Eiffel solo estaría en pie 20 años para celebrar el 100º aniversario de la Revolución Francesa, pero actualmente es el principal monumento que configura el famoso horizonte de París y permite reconocer esta ciudad en todo el mundo.

Fuimos un día por la tarde y, tras hacer cola una o dos horas, tuvimos que pagar 5 € para poder subir hasta la segunda planta (viajábamos con el dinero justo, así que... ). Preparaos para subir muchas escaleras. Para llegar al primer piso hay algo más de 600 y después hay algunas más hasta llegar al segundo.

Pasamos unas 2 h en el primer piso. Hicimos fotos desde cada rincón y en todas direcciones antes de subir a la segunda planta. Disfrutamos de unos macarons y seguimos subiendo mientras disfrutábamos de las vistas y veíamos que en las paredes había fotos de personas famosas que habían visitado la torre alguna vez.

En el segundo piso hay un restaurante y una pista de patinaje que podrás utilizar si vas en invierno, como fue nuestro caso. Además, desde arriba se puede ver un dibujo que hay bajo la torre y que solo se puede ver con claridad desde una plataforma de cristal que se construyó especialmente para ello.

Museo de Orsay

Visitar este museo no entraba en nuestros planes, pero como nos lo encontramos de frente, decidimos entrar y descubrir por qué es tan famoso. Tras esperar en una cola interminable para que nos cachearan de nuevo, entramos gratis y descubrimos las maravillas que esconde este museo. Yo diría que, en términos de belleza, compite con el mismísimo Louvre.

Lo más interesante del interior de este museo es que antiguamente, a mediados de 1800, era una estación de tren. Actualmente alberga las obras de muchos de los artistas más elogiados del mundo: Van Gogh, Renoir, Matisse, Monet etc. En 1930 casi lo demuelen porque las autoridades decidieron que los andenes eran muy pequeños, pero finalmente decidieron renovarlo y lo declararon Monumento Nacional. A día de hoy alberga una colección de arte de artistas impresionistas.

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Quinto día

Palacio Nacional de los Inválidos y museo del Ejército

En nuestro último día el tiempo no nos acompañó, así que decidimos visitar lugares cubiertos de nuevo. Decidimos que la tumba de Napoleón era buena opción y, tras diez minutos de espera, comenzamos nuestra visita por el museo del Ejército de Francia. Aquí no tuvimos que hacer mucha cola como nos había ocurrido los demás días.

Después de dar un paseo por el museo, llegamos hasta la capilla y a la tumba donde está el sarcófago de Napoleón, en una gran sala circular. Para poder verlo más de cerca, subimos unas escaleras que nos llevaron hasta el piso superior y al centro de la cúpula. Había muchos mosaicos coloridos y, por fin, pudimos ver la tumba de Napoleón, que estaba en un gran pedestal.

Más tarde descubrimos que su cuerpo está dentro de seis ataúdes de hierro, madera de caoba, plomo, ébano y madera de roble. Quien quiera robarlo, tendrá que hacer mucho esfuerzo para llegar hasta la última capa.

Museo Picasso

Tras visitar el Palacio Nacional de los Inválidos, cogimos el metro para ir al museo Picasso. Allí quedamos con un amigo francés que también quería visitarlo con nosotros y que nunca había estado allí.

Entré en el museo pensando en una cita de Picasso, que dijo: "Dame un museo y lo llenaré". Sentimos que estábamos asistiendo a clases de arte mientras paseábamos por aquel lugar porque todos los bocetos y obras maestras están expuestas siguiendo un orden cronológico de su vida. Es normal que dijera lo que dijo. Cuando murió, había pintado más de 13. 000 cuadros.

Aunque no era un sitio impresionante, si tienes el tiempo suficiente para ir, visítalo porque la entrada también es gratis.

Centro Pompidou

Lo último que visitamos antes de coger nuestro tren de vuelta a Ámsterdam fue el Centro Pompidou. Está a tan solo doce minutos andando del museo Picasso y entrar es gratis.

No os lo vais a creer, pero los amantes del arte han hecho que este lugar sea el tercer sitio más visitado de París. Quizá es porque cambian las exposiciones periódicamente, así que a la gente le apetece volver a visitarlo.

El edificio como tal es una obra de arte moderno, así que pasamos más o menos una hora tratando de ver las cosas más importantes antes de irnos. Podríamos habernos quedado un rato más, pero solo vimos: "El violinista en la ventana", de Matisse, "La fuente" de Duchamp o "La Blouse Roumaine", también de Matisse.

Había otro museo justo enfrente dedicado a Constantin Brâncuși. Nos lo encontramos de casualidad y nos sorprendimos mucho porque es un artista rumano muy famoso y del que estamos muy orgullosos en mi país. Como todos los rumanos sabemos, pasó gran parte de su vida en París. Aun así, nos sorprendió mucho encontrar un museo entero dedicado a su obra y aún más de que estuviera situado en un lugar tan céntrico y cercano al Centro Pompidou. No tuvimos tiempo de verlo, pero, de nuevo, confirmamos que volveríamos a París.

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Tras esta experiencia puedo asegurar que cinco días en París no fueron suficientes para ver y hacer todo lo que queríamos. Hay muchas experiencias y lugares que visitar. Un amigo con el que viajé ya había estado en París otras diez veces y nos dijo que ni siquiera un mes sería suficiente para verlo todo, así que... Ahorra porque hay muchas cosas que hacer antes de cumplir los 26. Sería una pena no aprovechar todas las entradas gratuitas, ¿no?

No sé si he dicho ya que solo utilizamos el metro/tren para ir a Versalles y volver y la última noche porque estábamos muy cansados, pero nada más. Caminamos por París para ahorrar dinero y para disfrutar de lo acogedoras que son sus calles. Todavía me acuerdo de mirar el móvil y ver que una aplicación que tengo marcaba que uno de aquellos días habíamos andado 40 km. Me dolieron las piernas durante días, pero es uno de los mejores recuerdos que me llevo de París.

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