Sur: Palermo y experiencia en City Sightseeing.
Salimos por la mañana temprano hacia el puerto, de nuevo con todas nuestras cosas enganchadas, pues allí nos esperaba el ferry que nos llevaría a Messina, un barco bastante grande al que subir costaba unos 3 euros y pico, vamos, nada. En meda hora estábamos allí, buscamos un lugar para desayunar y fuimos entonces hasta la estación de tren para comprar nuestros billetes Messina - Palermo. Compré además un libro de Sudokus y otros pasatiempos para entretenernos durante el trayecto de tren, el cual duraba aproximadamente unas 4 horas.
Nuestra idea era ver Palermo hasta la noche y tomar desde allí un autobús hacia el aeropuerto para pasar allí la noche ya que nuestro vuelo estaba programado sobre las 8:00h.
Y así hicimos, nada más llegar buscamos un sitio para comer. Encontramos un restaurante de sushi con menú fijo y fuimos hasta allí. Se llamaba ‘Lulu’, allí pudimos dejar nuestras cosas apartadas mientras disfrutábamos de este último festín.
No sabíamos cómo hacerlo, cargar con todo era complicado, llevar las maletas arrestando y sobre todo. De hecho pensamos que sería mejor llevar una maleta que llevar dos, y entonces tuvimos la ‘brillante’ idea de unir las dos maletas con cinta aislante. Aquello sí que era un espectáculo verlo, de hecho la gente nos miraba por donde pasábamos. Imaginad, Marta empujando las maletas por el suelo lleno de agujeros, tropezándose casi a cada paso y yo, llena de mochilas hasta arriba, parecía básicamente un muñeco de Michelin.
En fin, la idea de ver Palermo así no nos acabó de convencer y pensamos hacer uno de esos tours en autobús, la verdad es que nunca me habían llamado la atención y por eso no había hecho uno nunca, sin embargo aquella pensé que sería la oportunidad perfecta para probar esta forma de ver las ciudades. Para informarme fui a una tienda de revistas y periódicos que había en la estación y este me mandó a otra taquilla donde había otro señor que supuestamente debía tener toda la información tanto sobre los buses de línea como sobre aquellos turísticos. Que locura… aquel hombre vivía en otro planeta. A todo lo que le preguntaba a cerca de los autobuses me contestaba que no lo sabía, y yo acabé cabreándome y desesperándome muchísimo por el hecho de no tener información alguna sobre lo que su trabajo concernía. No tenía mapas, no tenía horarios, no tenía precios… ¡no tenía nada!
Al final acabamos buscando como pudimos los horarios y los precios en Tripadvisor y otras páginas que encontramos por ahí ¡bendito internet! Y optamos finalmente por un tour con la compañía City Sightseeing, esos rojos que se encuentran en casi todos los lugares de mundo prácticamente. Preguntamos a la guía que iba abajo si podíamos subir con las maletas, y muy amables nos dijo que claro, que las dejásemos abajo si queríamos, y subiésemos arriba, desde donde se podían ver mejor las vistas. Y así hicimos, pagamos el ticket y subimos. El precio de estos autobuses oscilan según la ciudad y el recorrido, nosotras compramos los billetes por 20 euros por persona con el que podíamos subir y bajar cuantas veces quisiésemos durante todo el día. Y no solo eso, nos incluía además dos rutas, una de ellas, la A es un recorrido por el casco antiguo de la ciudad donde se pueden ver el teatro, algunas calles de las más concurridas y otros monumentos importantes. Por otro lado, la ruta B era un paseo por la zona más externa del centro, también interesante, ya que durante todo el recorrido podías ir escuchando las explicaciones que se daban a través de unos auriculares que te regalaban con la compra de tu billete. Sinceramente si me viese otra vez en la situación de tener poco tiempo para ver el lugar, o la situación de ir cargada con muchas cosas que me dificulten el camino como era el caso de esta vez, volvería a repetir. Sin embargo no es una de mis opciones preferidas ya que prefiero ver las cosas con un poco más de tranquilidad, parando y quizás, pensandolo bien, también prefiero dar el dinero que cuesta este bus a una persona que realmente se ha trabajado el recorrido y que te muestra con toda la atención y la ilusión las pequeñas cosas que normalmente no aparecen en los libros de historia, la curiosidades. Me gustan los freetour y de momento son la forma que prefero sin duda a la hora de viajar y conocer un lugar.
De hecho fue haciendo el tour, cuando me fijé en una bandera siciliana, era peculiar, y me llamó la atención. Es una bandera dividida en la diagonal por los colores rojo y amarillo la cual contiene en el centro un extraño símbolo. Una cabeza rodeada por lo que parecen ser serpientes que salen de la misma, pero no solo eso pues también se aprecian dos alas, tres espigas y tres piernas flexionadas, lo llaman Trinacria. La verdad es que bonita, lo que se dice bonita... no me pareció, sin embargo, al buscar más sobre el significado de estos símbolos aparecieron historias muy curiosas.
Leí que el nombre de Trinacria procedía del griego, y que era referido a las tres puntas que forman la isla. En un primer momento encontré una historia sobre la creación de la isla, según esta, tres ninfas fueron viajando por el mundo recogiendo todas las maravillas que encontraban, llegando finalmente al punto donde hoy se encuentra Sicilia. Las tres tiraron en ese momento al mar lo que llevaban consigo y de las aguas surgió la tierra que hoy conocemos.
Por otro lado, con respecto al símbolo en cuestión, encontramos diferentes elementos, cada uno con su significado concreto, que se han ido uniendo para formar uno con mucha más fuerza.
Las piernas, son representadas por la cultura celta con un símbolo llamado trisquel, tres espirales unidas formando un triángulo que representa la forma de la isla y el equilibrio entre la mente, el cuerpo y el espíritu. Un equilibrio muy importante que era considerado como el estado de bienestar completo, la felicidad.
Por otro lado, en el centro se encuentra la cabeza de medusa, cortada por Perseo y a su alrededor, dos alas que representan la eternidad del tiempo, y finalmente tres espigas que sobresalen como símbolo de la riqueza de las tierras y la calidad de los productos obtenidos de ellos.
En fin, la curiosidad en este caso no mató al gato, y yo aprendí algo nuevo, cosa que también está bien, ¿no?
Con respecto a la ciudad en general, aunque no se puede juzgar un lugar cuando solo has estado un día en él, Palermo no me ha gustado como otras ciudades que he visitado. Las calles estaban bastante sucias y como ya había comentado en alguna otra entrada, las personas iban por las calles en sus coches o motos como locos, como si fuesen solos por la carretera, sin preocuparse por ellos mismos y mucho menos por aquellos que también se encuentran conduciendo o de peatones.. Y realmente esa fue más bien la impresión que se me quedó del lugar, aunque quizás nos faltó tiempo para disfrutar un poco más del sitio y el ambiente.
Además otra cosa que me llamó la atención es que busqué y rebusqué una tienda de suvenires cercana a la estación y no encontré ni una, cosa que me pareció bastante extraña ya que suvenires suelen tener hasta los pequeños kioscos que venden periódicos y revistas por la calle. La cosa es que no me quedó más remedio que darme por vencida e irme al aeropuerto sin comprar la correspondiente postal de este lugar.
Llegó la hora de ir hasta el aeropuerto, eran aproximadamente las nueve de la tarde, nos esperaba una larga noche en el aeropuerto y los ánimos estaban por los suelos,
Era nuestro último día en Italia, estábamos cansadas, tristes y melancólicas porque ya tocaba volver a España, tocaba decir el verdadero adiós a lo que había sido un sueño hecho realidad. Habíamos conocido gente, habíamos cantado, bailado, soñado, reído, llorado, amado… tantas cosas en tan poco tiempo, y tan intensas. Pero la vida es así, ¿no? Etapas que se cierran, porque se tienen que cerrar, y otras que se abren, también porque se tienen que abrir. Está claro que no se puede parar el curso de las cosas, ni el tiempo, asique solo queda disfrutar del momento, aprender de lo que ya fue, y afrontar lo que venga con la cabeza bien alta.
Dormimos como pudimos, echadas en un banco de la segunda planta y los minutos se hacían horas eternas esperando que se llegasen las seis de la mañana para facturar las maletas en el mostrador. Y por fin, cuando llegó el momento, miramos al monitor donde aparecían los datos de nuestro vuelo para ver que la hora de salida se había retrasado… ¡hasta las once y media de la mañana! Un retraso de 3 horas que nos hizo tener ganas de tirarnos de los pelos por la desesperación. Desde la compañía nos dieron una tarjeta con 5 euros para desayunar, pero la verdad es, que después de toda la noche durmiendo de 10 a 15 minutos cada hora, yo no tenía ni ganas de comer. Quería llegar a Málaga y luego a casa, descansar. De hecho, cuando por fin llegamos casi a las tres de la tarde con uno de los aterrizajes más complicados que he vivido en un avión, no besé el suelo de milagro.
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