Mi segundo mes: por fin, ¡Nueva York!

Seguramente os estaréis preguntando que por qué, a pesar de estar tan cerca, todavía no había visitado Nueva York. La respuesta es muy simple: estaba esperando a mis padres. Vinieron a visitarme la segunda semana de agosto, así que me reservé unos días libres para cuando vinieran y poder pasar una semana entera con ellos.

¿Qué puedo decir sobre Nueva York que no se haya dicho ya? Esta ciudad tiene todo lo que puedas soñar. Para explorarla, reservamos una habitación en un hotel cercano al Empire State. Me encanta la arquitectura y el simple hecho de pensar en que iba a pasear por la Quinta Avenida me ponía los pelos de punta.

Orientarse en Nueva York es muy fácil. Como el plano urbanístico de la ciudad fue premeditado, se basa en calles perpendiculares que se cruzan y todas ellas están numeradas. Solo hay que saber ubicar Uptown y Downtown, tomando alguna referencia como el Central Park o el Empire State y empezar a contar avenidas. La isla de Manhattan era muy especial para mí. ¿Cómo un fragmento tan pequeño de tierra puede albergar tanto valor?

Subimos a los principales rascacielos: el World Trade Center, recientemente abierto; el Empire State y el Top of the Rock. El último es mi favorito, al menos en lo referente a las vistas, ya que se ubica en el centro de Manhattan, al lado de Central Park, y es lo suficientemente alto para poder avistarlo todo desde una cierta distancia pero con precisión en los detalles. En comparación, las vistas del World Trade sobrecogen mucho más, pero la altura es tanta que no se puede apreciar bien la vida de la ciudad. En cuanto al Empire State, sin duda, esta es una joya de la arquitectura de estilo Art Déco y vale la pena visitarlo.

En lo referente a los museos, todo el mundo debería, sin duda, visitar el MoMA. Yo no me quería ir. Me podía haber pasado meses en la misma sala. Siempre me ha encantado Van Gogh y La noche estrellada me robó el corazón, aunque la sala estuviera abarrotada de turistas tomando fotos torpes y borrosas. No me podía creer que estuviera, de hecho, en frente de una obra de arte de tal calibre. Por no hablar de los cuadros de Edward Hopper, Andy Warhol, Picasso o Basquiat. Incluso La Danza de Matisse estaba ahí.

También entramos al Museo de Arte Metropolitano pero, la verdad, mis padres no prestaron mucha atención, ya que querían irse a hacer algunas compras. Así que volví más tarde el mismo día con el acceso que me dieron. Estuve dos horas ahí dentro yo sola. Sin duda alguna deberíais ir con una lista de todo lo que es imprescindible de ver antes de empezar, ya que es enorme y probablemente no tengáis mucho tiempo de verlo todo si tenéis otros planes después.

Si alguna vez tenéis la oportunidad de ir a Nueva York, tienes que aprovecharla e ir al Museo Guggenheim, cuya arquitectura la firma el magnífico Frank Lloyd Wright. Estoy segura de que su forma te sorprenderá muchísimo. Además, intenta encontrar el Seagrim, del visionario Mies Van der Rohe, ya que no está muy lejos del MoMA.

El Central Park era exactamente como lo esperaba, como lo retratan en las películas. Nos pasamos toda la mañana caminando y visitamos el Memorial Strawberry Fields de John Lennon y el edificio Dakota, justo en frente, que me sorprendió muchísimo.

Si hubo algo de la ciudad que no me gustó mucho fue Times Square, ya que era casi imposible caminar dos pasos sin chocarse con alguien. Me sentí muy agobiada, pero claro, era obvio. En este lugar ocurre todo: las series de televisión, los musicales de Broadway y las tiendas y los anuncios publicitarios más importantes. Las estatuas humanas pidiendo limosna no me llamaron mucho la atención, pero lo cierto es que la plaza es inconcebible sin ellas.

Comer en Nueva York es algo caro, sobre todo por las propinas que hay que pagar pero probé una de las mejores hamburguesas que jamás he probado. Fuimos a un restaurante inspirado en el Lejano Oeste y casi no podía sujetar con las manos la hamburguesa que pedí. Increíble.

En una ocasión fuimos a cenar al Shake Shack, que estaba en una plaza muy bonita cerca del edificio Flatiron. ¿Adivináis lo que pedí? No, en esa ocasión no fue una hamburguesa, ¡fue un perrito caliente y estaba buenísimo!

Otro lugar que me encantó fue el Chelsea Market y todo el barrio en general, sobre todo el High Line, el parque elevado de la ciudad. Antes era una línea de metro abandonada pero se ha reconstruido para hacer de ella un largo paseo de atmósfera algo hipster y elegante a la vez, lleno de vida y con tiendecitas donde sentarse y disfrutar de un almuerzo o un helado. Si te fijas, encontrarás varios murales de Banksy.

El Soho fue probablemente uno de los barrios más interesantes que visité. Nos perdimos un poco buscando algún sitio donde comer y un chico muy agradable y de estiloso aspecto bohemio se nos acercó con amabilidad y nos recomendó varios locales. Debo decir que la gente en Nueva York es muy amable y servicial en lo que a esto se refiere. Después compré algunos artículos de papelería en Muji, una tienda de diseño de la que había oído hablar pero que no había encontrado en ningún sitio antes.

Durante uno de los últimos días fuimos a Harlem para participar en una misa de Gospel. No tuvimos mucha suerte porque no encontramos una misa real a la que asistir, pero al menos nos hicimos una idea de cómo es. Ya que estábamos cerca, aproveché la oportunidad y fui a visitar la Universidad de Columbia. Me resultaba muy interesante ir allí ya que uno de mis poetas favoritos, Lorca, estudió en Columbia durante el tiempo en el que escribió "Poeta en Nueva York".

Wall Street no era como la esperaba, ya que, la verdad, no es muy grande. Está en la parte sur de Manhattan, en el distrito financiero y al lado del Battery Park, desde donde se puede disfrutar del impresionante paisaje que forma la Estatua de la Libertad, uno de los iconos de Nueva York. También desde ahí se puede tomar un ferri que va a Staten Island (no para en Liberty Island pero pasa muy cerca de ahí). Yo pensaba que la Estatua de la Libertad se vería más grande, incluso desde lejos, ¡pero es bastante pequeña! Aún así, no me pareció necesario tener que acercarnos más.

Y esa fue básicamente mi semana en Nueva York con mis padres. Antes de volverme a España volví en octubre durante otra semana para disfrutar de la ciudad yo sola. Reservé una cama en una habitación compartida de un hotel que se llama Jazz at Columbus Circle, lo cual es una buena opción si lo que quieres es gastar poco dinero y conocer gente a la vez. Tuve la oportunidad de volver a visitar aquello que me gustó mucho, como el Centro Rockefeller, el Bryant Park (hay wifi casi en todas partes y en esta plaza detrás de la biblioteca pública puedes sentarte a comprobar tu correo mientras te sientas a tomar algo), Brooklyn (donde también me hospedé en una habitación compartida de un hostal llamado NY Moore Hostel y conocí a dos chicos colombianos geniales que me ayudaron con mi maleta), el Chelsea Market y el Soho, el edificio Chrysler, el edificio Woolworth e incluso asistí a un musical de Broadway: ¡El Rey León! Fue una de las mejores experiencias de mi vida, os recomiendo de veras que lo hagáis.

Si te sobra algo de tiempo y también puedes visitar el Jardín Botánico de Brooklyn o pasearte por el Williamsburg (donde hay tiendecitas y mercados muy bonitos y algo hipsters).

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