La ciudad, el campo y yo

La ciudad, el campo y yo

Este artículo va a ser largo (lo aviso por si no te gustan las entradas largas, pero no sé hacerlo de otra manera) porque voy a intentar contaros cómo fue la visita que hice a la ciudad de Nueva York el pasado fin de semana. Me han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que me va a costar contarlo todo. Como ya he dicho en otros artículos, Nueva York está a unas dos horas de Eldred, el pueblecito en el que está la granja de Rhio y Leigh.

La ciudad, el campo y yo

Vamos a Nueva York

Me fui el viernes por la noche con Jake, el otro voluntario de la granja. Nos llevó Aris, una empleada de Rhio que nos ofreció muy amablemente su casa para dormir y para lo que hiciera falta. Llegamos tarde porque Aris paró muchas veces durante el trayecto. Por eso al final no nos dio tiempo a hacer nada el viernes por la noche. El sábado por la mañana cuando me desperté me encontré con una nota de Jake en su cama diciendo que había salido a correr.

Así que me puse a desayunar tranquilamente lo que me ofreció Aris mientras espero un tanto impaciente a Jake, estaba deseando salir a ver la ciudad. El tiempo pasaba lentísimo, la verdad es que estaba muy emocionada, quizás demasiado. En cualquier caso, me aguanté y esperé a Jake hasta el final. Aris nos llevó a la boca del metro y una vez dentro, tomé las riendas de la situación gracias a mi súper aplicación "Citymapper" para saber a dónde teníamos que ir. Ya la había utilizado al llegar y ya controlaba a la perfección el metro neoyorquino. Decidimos ver el Brooklyn Bridge desde la orilla de Manhattan. En el metro me aseguré de que íbamos en la dirección y en el vagón correctos. Jake, sentado a mi lado, me decía que me sentara y que me tranquilizara un poco.

Se me tenía que notar mucho la emoción. Jake, al contrario, parecía mucho más tranquilo. Demasiado tranquilo. Me dice que lo mejor es que bajemos en otra parada más cercana. Le dije que confiase en mí, que solo son 7 minutitos andando hasta llegar al puente. Sin preocuparse de las paradas que dejábamos atrás, le digo que tenemos que bajarnos en la siguiente parada pero él sigue creyendo que aún estábamos lejos. Le repito que confíe en mi, ya había aprendido la lección. Creo que todo empezó aquí. La tensión de tener que lidiar con alguien. Hasta entonces siempre había viajado sola y tomado mis propias decisiones. Así que tenía que acostumbrarme a la nueva experiencia. Cuando salimos del metro, cerca del World Trace Center, el calor de la ciudad resultaba casi asfixiante. No pasa nada, hay que poder con él y andar a buen paso.

Visita en pareja... cuando se vuelve un compromiso

La ville, la campagne et moi

Jake caminaba detrás de mi con miedo a perderme. Quería pararse a comer. Eran casi las 10:30 ya y yo quería seguir. Empiezo a frustrarme un poco. Jake intenta convencerme de que hace demasiado calor y que deberíamos ir a Central Park. Yo le explico que solo nos faltan 5 minutos para llegar al Brooklyn Bridge y que me apetecía mucho verlo. Cerca del puente nos encontramos con muchísima gente. Todos se hacían fotos.

Había incluso un supermodelo, que como el nombre de su trabajo indica, modelaba para la cámara de fotos, forzando poses que me parecían fuera de lugar. Yo también quise ponerme guapa para hacerme fotos, Jake estaba deseando hacerme una. Nos fuimos del puente después de hacernos un millón de selfies, al final se me hizo eterno. Entendí rápidamente que no iba a hacer muchas más visitas turísticas. O al menos en esas circunstancias. Jake se moría de calor y quería sentarse en la hierba.

No me imaginaba para nada la visita así. Aproveché el descanso para pillar wifi y contactar con una persona con la que había quedado para pasar un poquito esa tarde por la ciudad. Como habréis podido adivinar, una parte de mí quería dejar plantado a Jake. No íbamos al mismo ritmo y tampoco quería el tener que imponernos cosas que no queríamos hacer. Quizás este tipo de comportamiento os parezca un poco individualista. En ese punto del viaje no me di cuenta de que me estaba dejando llevar por la frustración y que iba ganando a mi capacidad de adaptación.

Sin embargo, decidí un poco más tarde que tendría que aceptar mi decisión, fuera buena o mala. Las dos son justificables. Quedarme con Jake para hacer el tour a su modo o decidir por mi misma lo que quería hacer. "Follow the flow" (que significa déjate llevar), como decía Jake. Aunque me adapto bastante bien a las circunstancias, por aquel entonces quería imponerme y no quedarme mirando sin hacer nada. No voy a entrar en detalles, pero la mañana ha sido larga y dura, por lo menos bajo un punto de vista emocional. Me daba la impresión de estar con alguien que no funciona como yo y tenía que aguantarme la rabia. Jake no me escuchaba cuando intentaba hablar inglés, lo que me provocaba aún más inseguridad cada vez que quería abrir la boca. Además, se pasaba casi todo el rato con el móvil en Instagram, Snapchat y Tinder.

Me daba la impresión de que para él era solo una presencia, una pantalla de televisión que han encendido para oír algo cuando estás solo. Al final quedamos con Joel, la persona con la que había quedado aunque llegamos un poco tarde porque hacía mucho calor y las calles eran muy largas. A Jake no le apetecía nada andar, quería quedarse al fresco por los bares. Y yo no me hice de rogar cuando Joel mencionó unos cuantos lugares a los que podríamos ir. Así que dejé a Jake y acordarnos en vernos más tarde. Me dolían los pies pero estaba muy contenta de estar al final con un neoyorquino, que por desgracia no pudo quedarse mucho tiempo. Así que tuve que aprovechar. Joel es fotógrafo, así que me hizo unas cuantas tomas por la ciudad. Fuimos al High Line Park juntos, es un paseo bastante agradable si vas con la familia o con tus amigos.

High Line Park

La ville, la campagne et moi

High Line Park ha sido construido en una antigua vía férrea aérea del Lower West Side. Puedes descansar en el césped a la sombra, tienes fuentes de agua para refrescarte o para que jueguen los niños y unas vistas muy bonitas del río Hudson. A unos cuantos pasos, está el Chelsea Market, un mercado bastante caro en el que puedes restaurar y comprar productos de buena calidad. Es un sitio abovedado, muy bonito y hace fresquito dentro. Parece que Les Halles de la Major, junto al MuCem en Marsella se inspiraron en esto. Acabamos nuestra visita en el Flatiron Building, que según Joel es como si fuera la Torre Eiffel de Nueva York. Ignorante de mi, pido perdón al no saber el nombre del edificio. Joel me llevó con los ojos tapados para que pueda apreciar mejor la belleza de la construcción. Tenía razón, el tamaño y la forma son incluso más impresionantes cuando los ves por sorpresa. Nos sentamos un rato y Joel me dijo que se tenía que ir. Hasta ahora todas las conversaciones que tuvimos fueron bastante banales, acabábamos de conocernos. Y, no sé si sería por el cansancio, la mañana con Jake o el sentirme muy sola en una ciudad llena de grupos de amigos o familias reunidas, o todo a la vez... pero me puse a llorar.

Morriña

Fue el primer día en el que eché de menos Francia, a mi familia, mi novio y a mis amigos. Joel me secó las lágrimas y se quedó un poquito más. Al haberme abierto de esta manera he podido conocerle un poquito más y saber que él también pasó momentos duros aquí, como pasar el 24 de diciembre o el 31 de diciembre solo en su apartamento. Aunque cinco minutos antes me daba vergüenza mostrar mi debilidad, al final me alegré de poder "conocer" de verdad a alguien y no simplemente "cruzarme" con él. Antes de que Joel se fuera, intento contactar con Jake para juntarnos. Le llamo con un hilo de voz (madre mía, está a mi lado mientras escribo el artículo y está haciéndose otra seflie, os prometo que este hombre es un adicto a las redes sociales), quiere que vaya al bar en el que está y no me apetecía para nada. Le digo que nos veremos más tarde, que quiero tomar un poco el aire.

Una afortunada visita en solitario

Me siento un momento en la hierba para pensar en todas las emociones que llevo dentro. Luego me acerco a un bar para pillar wifi y contactar con otro couchsurfer para que me acoja por la noche pero no vivía en la misma Nueva York (Joel al final no pudo alojarme). Esto fue lo mejor que me pudo pasar ese finde. Cuando rechacé la invitación de Daniel, el segundo couchsurfer, me dijo que al final si que tenía sitio. ¡Qué suerte que no haya acogido a nadie al final! Daniel y yo quedamos una hora más tarde, por lo que puedo disfrutar de unos momentos sola en Nueva York... y poder conocer a gente con la que solo podrías hablar estando sola. Como aquel turista chino que quería ver las fotos que hacía o el americano-canadiense que escribía en el asfalto un texto cortito sobre una nueva aplicación, Squire, el "Uber for haircuts".

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Al ser una de las pocas personas que se para un momento a leer lo que escribe, se pone a hablarme en inglés y francés porque su madre es canadiense. Me dice que incluso puedo escribir mi nombre en el suelo neoyorquino y hacerme una foto. Al cruzar el parque (Union square) donde hay un mercado de verduras, músicos y menos gente, empiezo a recobrar el ánimo y las ganas de estar aquí, en esta ciudad en la que solo tienes que levantar la vista para ver los edificios gigantescos y desproporcionados. La felicidad de andar sola, conocer a gente, encuentros furtivos conmigo misma y el mundo.

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Un encuentro sorprendente... y agradable

Al no poder ni llamar ni enviar mensajes quedamos con Daniel a una hora y lugar concretos. Cuando llega, me pongo contentísima. Nos sentamos y le cuento todo lo que he sentido desde que estoy aquí, me escucha con atención y casi parece que hablo bien inglés, de golpe. Paso del inglés al español fácilmente. Como Daniel es en parte cubano por sus padres puedo hablarle en español. Me doy cuenta de que no paro de conocer a gente bilingüe y con doble nacionalidad. De repente los debates sobre la inmigración me parecen divertidos. Uno tendría que tener el derecho a vivir donde quisiera. Tuve un momento utópico en mi cabeza con la canción de John Lenon de banda sonora: « imagine there’s no countries, it isn’t hard to do, nothing to kill or die for »... aparentemente es un poco más "hard to do" de lo que Lenon pensaba.

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Me encantó pasear por la ciudad con Daniel. Por fin podía aprovechar la oportunidad de estar con un neoyorquino que había nacido aquí y que pudiera contarme los detalles interesantes de la ciudad. Podría visitar lo que quería visitar y dejarme llevar por los consejos que me diera. Cuando conocí a Daniel ya era tarde. Pero ver la ciudad que nunca duerme por la noche me parecía una buena idea, además así podría visitarlo todo bien, sin el sofoco del sol.

Little Italy, Chinatown, Washington Square Park, Bryant Park, el pequeño arco de Triunfo (una monada), Times Square (por si queréis ver la personificación del capitalismo, es impresionante a la par que indecente), Columbus Circle y la Estación Central. Luego tumbarse en la fuente cerca del Metropolitan Opera, pensar en la traducción de la palabra "relieved" y luego darme cuenta de que tendría que saberlo porque es exactamente el estado en el que me encuentro ahora: relieved, tranquila, en paz, las nubes de mi cabeza se disipan.

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Vistas de Manhattan desde el barrio Hokoben

Y para acabar fuimos a Nueva Jersey, concretamente a Hokoben que está justo enfrente de Manhattan con unas vistas magníficas de toda Nueva York. Por fin merece la pena de alejarse un poco del centro...Desde el parque del que podíamos ver todo el panorama, Daniel me enseña todo lo que he andado durante el día con mis tacones, destrozando mis pobres pies. Daniel ha sido, durante el tiempo que hemos pasado juntos, un compañero perfecto, enseñándome lo que quería ver, al tener los mismos gustos y la misma forma de percibir el mundo. Es tan agradable sentir que puedes hablar libremente de todo con alguien que acabas de conocer y con quien te sientes tan cercano a la vez por su manera de ser e incluso de respirar. Con Daniel podía dejarme llevar, cosa que no me pasaba con Jake, me guiaba haciendo que no me preocupara por la dirección y solo preguntando de vez en cuando dónde estábamos para mejorar mi sentido de la orientación.

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Aprender a sacar lo mejor del otro

La vuelta con Jake al día siguiente después de todo lo que vivimos ayer fue difícil, pero como estaba tranquila, dejé de preocuparme por nuestras diferencias para que los nervios no me dominaran. Sin embargo, sigue sin escucharme durante el camino y tiene un sentido de la orientación horrible. En la vida, suelo ser bastante insegura de lo que creo saber, pero os puedo asegurar que en este momento sí que sabía a dónde íbamos y de que tenía razón. Me entra la impaciencia porque va en dirección contraria. Es que me da la impresión de pasear a un niño pero de 26 años que se sube al metro sin saber si es el que hay que coger.

Habíamos quedado con el famoso Aris, quien muy amablemente nos había invitado a una barbacoa en casa de su hermano. ¡Ah, sí! Se me había olvidado decir que era el fin de semana del Memorial Day, por lo que todo el mundo hacía puente hasta el lunes para poder hacer una barbacoa, ver a la familia... Barbacoa que al final no probé porque Aris nos llevó un momento a casa de su madre, es increíble ver hasta qué punto nos abre las puertas de su casa. Al final nos quedamos tres horas allí, yo pensaba que estaríamos una hora como mucho. Me da un poco de rabia porque voy a llegar tarde para ver a Daniel por la noche para ver el Manhattanhenge, un fenómeno que se produce solamente dos veces al año: puedes ver el atardecer del sol bien redondo alineándose con las calles principales de Manhattan.

Al final tenemos una conversación interesante con Jake y relativizo las cosas, aprendo a adaptarme a la situación y a aprovechar que la familia de Aris viene de la República Dominicana para hablar un poco de español, me encanta este idioma. Aris tiene una familia enorme. Era un encuentro de todos los primos, da gusto verlo. Algunos no se han visto nunca porque no viven en el mismo sitio. Me acuerdo de que no tenemos la misma concepción del tiempo que Aris, me acuerdo de Togo cuando nos decían: "¡Sí, sí, llegamos enseguida! " y pasaban tres horas. Intento ser un poco más tolerante.

Pero como soy la eterna insatisfecha, espero siempre más y no quiero seguir el flow sino crearlo, paso rápido por casa de su hermano para coger mis cosas, me olvido de la barbacoa y me voy al metro para ver a Daniel. Después de todo, Jake me ha enseñado algo: si quieres algo, hazlo, no te lamentes por lo que podrías haber hecho o si no, asume las consecuencias de tus actos. Así que estoy aprendiendo a calmar mis emociones, a no ser impulsiva. Al mismo tiempo, me cuesta aceptar todo esto cuando parece que no sé manejar la situación de estar en un continente y país diferentes. Sin dinero, sin coche, dependes de los demás sí o sí. Así que tienes que aceptar la vida de los demás. Saco el teléfono y me pongo a releer un párrafo que había escrito estando en Cádiz, cuando volví en enero. Me sorprendo al volver a ver esas líneas que ya traicionaban mi odio a quedarme en un sitio, las ganas de moverme todo el rato. Aquí también me apetecía vivir a muerte la vida neoyorquina. Después de perdonarme a mí misma, me sereno y me digo "ok, vamos a empezar otra vez".

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Demasiado tarde para el Manhattanhenge, bueno, no pasa nada, cenamos en un restaurante barato y nos juntamos con sus amigos en un bar porque una de sus amigas se iba a otro estado. Me di cuenta de que lo más seguro es que no fuera a entender nada. Pero así es como se aprende mejor, con los habitantes locales, estar en medio de un grupo de amigos que se toman algo (una copa o dos, tres... cuidado, abusar del alcohol es malo para la salud). Al final conseguí desenvolverme un poquito. De vuelta a casa de Daniel, nos ponemos a hablar sin mirar la hora mientras nos tomamos un excelente vino francés y compartimos diferentes momentos de nuestras vidas.

Al día siguiente estoy reventada, no siento las piernas en esta ciudad inmensa en la que no te das cuenta de lo lejos que está todo. Se me hizo el día bastante difícil porque necesitaba dormir. A pesar de todo, aprovechamos el último día en esta apasionante ciudad: la excelentísima pizza a dos dólares (99 Cents Fresh Pizza), los parques de Nueva York, una cafetería tranquila (Stumptown Coffee), la tienda de segunda mano, las calles, los edificios, el río, la vida neoyorquina en estado puro.

Vuelta a la granja

La ville, la campagne et moi

La última noche en Nueva York, vuelvo a casa de Aris y me despierto por la mañana poco antes de las cinco para volver a la granja, lista para un día de trabajo. La verdad es que estoy contenta de volver a la tranquilidad de estos lugares aunque la ciudad haya despertado el movimiento que me anima. La vida está hecha de movimientos y pausas, de ruido y silencio. Soy una chica de campo que vive en la ciudad y que necesita su dosis de naturaleza.


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