Marseille
Érase una vez la ciudad más fea del mundo... ¡habéis acertado, es Marsella! Puede que esta ciudad tenga su encanto en verano, con sus playas, sus calas, la pequeña isla con el castillo, etc. Pero en pleno invierno, lloviendo, con olor a pescado y con la suciedad típica de este lugar, Marsella pierde todas las posibilidades de encabezar la lista de ciudades favoritas de nadie.
Que hayamos ido a Marsella tiene sus razones: en primer lugar, hay que visitarla, por muy fea que sea. Quienes hayan estado allí antes os dirán siempre lo mismo: ¡con lo sucia que está! y ¡está llena de moros, ten cuidado no te roben! Y luego también están los que se preocupan en exceso: ¡cuidado con el contrabando, nada de salir por la noche por el puerto! Las dos primeras son ciertas, la tercera no tanto.
En segundo lugar, escogimos esta ciudad porque es donde está el Consulado Español, y queríamos ir para darnos de alta como transeúntes y para poder votar en el 20N.
Como decía, llegamos el lunes. Esta semana son las vacaciones de la Toussaint, y es por ello que no tenemos clase. Llegamos un lunes gris, lluvioso y ventoso, tanto que parece un cuento de miedo. Llegamos después de un viaje en tren bastante largo y cansado y, francamente, ninguna de las dos teníamos muchas ganas de visitar la ciudad. Comimos, fuimos al consulado para encontrarlo cerrado, y al final decidimos hacer algo de turismo (aunque el clima no parecía querer acompañarnos).
Lo primero que hicimos fue ir a la Oficina de Turismo (que es lo que hay que hacer en cualquier lugar al que vayas). En este caso es muy fácil, porque está al lado del puerto, así que no tiene pérdida alguna. Allí nos dijeron lo que debíamos ir a ver. Cogiendo el autobús 60 (que se coge al lado del puerto), llegas hasta Notre Dame de la Garde, una gran iglesia bizantina situada en lo alto de una colina, desde la cual tienes unas vistas increíbles de Marsella con las montañas al fondo y la costa. Esto en verano tiene que ser la leche en bote, pero con viento, lluvia, etc., pues es imposible hacer ni una foto (de ahí que no haya más que del interior de la iglesia).
Otra opción interesante y bastante entretenida es pasear alrededor del puerto. Puedes mirar los barcos, reflejarte en el agua, mil cosas (usad vuestra imaginación :P).
Después de ver la catedral decidimos volvernos al hostal en el que nos alojábamos. Se llamaba Vertigo Vieux Port (website), y como el nombre indica, estaba bastante cerca del puerto. La verdad es que estaba bastante bien. Se trata, en definitiva, de un hostal para estudiantes. Si tenéis suerte, podéis conseguir una habitación para dos personas, pero si no os arriesgáis a tener que compartir. Las camas no son excesivamente cómodas, pero está bien acondicionado (no pasas ni frío ni calor), y los baños están muy bien. Tienen una sala común con televisión, sofás, ordenadores con acceso a internet, etc. (el único problema es que los teclados son franceses y si no te fijas puedes terminar escribiendo incongruencias... ). El desayuno suele estar incluido en el precio, lo curioso es que al terminar debes fregar los platos que has usado. Lo recomendaría, la verdad, si alguien quisiera visitar Marsella y no gastarse mucho dinero en un hotel. Además, el staff es realmente simpático, no tienen problemas en ayudarte si lo necesitas, ni en indicarte dónde puedes encontrar esto o lo otro.
Al día siguiente nos levantamos y fuimos al Consulado para enterarnos de que el plazo para enviar las solicitudes para votar había terminado hacía como dos días. Así que nos fuimos tal como vinimos.
Durante la mañana estuvimos paseando por el puerto y viendo un poco la zona antigua y el quartier de Le Panier, donde puedes encontrar graffitis muy curiosos, así como edificios con su encanto propio. Después, llegamos a otra catedral muy importante en Marsella (la de la foto de arriba). La verdad, yo no sé si era porque estábamos cansadísimas, o porque no se oía ni un sonido, pero estuvimos cerca de media hora simplemente sentadas dentro de la catedral, sólo escuchando el silencio y dormitando.
Después, y como no sabíamos muy bien qué hacer, decidimos tomar el típico trenecito que te lleva a lo largo de la ciudad. Fue bastante interesante, la verdad, y al final este tren nos llevó hasta Notre Dame de la Garde, y ya pudimos hacer alguna que otra foto más, ya que hacía buen tiempo.
Al día siguiente, por la mañana, fuimos paseando por la calle principal y más turística de Marsella, la Canebière, para llegar hasta una catedral de estilo gótico que, para mi gusto, es la más bonita de las tres que vimos.
La verdad, no sé si me gustó tanto porque a mi las catedrales góticas me encantan o porque realmente es una catedral preciosa. El único problema que tiene es que para hacer una foto de la catedral entera tienes que hacerla desde la perspectiva de la foto de aquí arriba, porque al hacerla de frente no puedes evitar que salgan los cables del tranvía.
Y nada, qué más deciros. Que sí, que es verdad, que hay que visitar Marsella, porque aunque sea un lugar feo y bastante sucio, tiene su encanto, sólo hay que saber encontrarlo. Pero eso pasa con cualquier sitio. :)
¡Ah, por cierto! Para venir, en tren. La vuelta desde Marsella fue increíble, bordeando la Costa Azul en pleno atardecer. Es algo que HAY que ver.
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Comentarios (1 comentarios)
Marialuisa hace 13 años
bienvenu à Marseille