Nápoles: El orden dentro del caos

Llegas allí un 21 de septiembre y, cuando te bajas de aquel taxi en Via dei Tribunali, te encuentras ante semejante caos. Un caos de motos, coches, personas, etc, un caos que no coincide con nada que hayas visto antes. Algo diferente.

Pasan las semanas, te vas aclimatando, conoces gente, personas con las que compartirás una experiencia que, en algunos casos para bien y, en otros muy remotos, para mal, cambiará tu vida por completo. La empezarás con desconocidos, la vivirás con amigos y la terminarás con una familia. Gran parte de tristeza de que todo termine así, la tiene esta ciudad que, de una forma u otra, digamos que te embruja, ella y su gente. Lo hace hasta hacerte sentir uno más. Formarás parte de este caos antes mencionado y del que te costará la vida desprenderte por mucho que al principio incluso te haya llegado a asustar.

Y es que, Nápoles no es la ciudad más bella en lo que a monumentos respecta, para eso tenemos Roma (muy aconsejable para los turistas. Es espectacular), pero sí lo es en lo que respecta a su esencia, su alma, eso que la hace diferente, esa personalidad que no encontraremos por muchos viajes que hagamos, esa personalidad que enamora, que atrae, que poco a poco nos va llevando a su terreno, hasta que quedamos totalmente hipnotizados, enamorados y no podamos movernos de este lugar.

A veces, puede llegar a fastidiar el simple hecho de que los conductores te hagan un favor al dejarte cruzar la calle (te juegas la vida, literalmente hablando). Te puede sorprender el hecho de que no haya discusiones cuando alguien entra por la calle en sentido contrario y, aquel que circula por el correcto, le deja paso como si lo conociera de toda la vida; la gente hablando en ese dialecto tan característico ….. En definitiva, ya serás una minúscula parte de este desorden tan ordenado.

Hoy por hoy, tengo la sensación de que dejé un trozo de mi vida allí, en esa maldita pero a su vez perfecta ciudad. Con todo esto, también dejé a un grupo de personas con quien compartí las mejores pizzas que uno puede degustar y la peor cerveza que uno puede beber (Peroni). Fue un placer haber sido desconocido, amigo y familia de todos ellos.

"Que se diga, cuente o pinte lo que se desee pero aquí cada espera se supera. Estas orillas, golfos, ensenadas... ¡Estamos perdonados todos aquellos que en Nápoles pierden la cordura! " Johann Wolfgang von Goethe, 1787