Las ruinas de Pompeya

Un día en pompeya.

Si algún día todo lo que me rodea se convierte en ruinas, espero que sea como las de Pompeya. Dicen de las ruinas que son algo negativo, que nadie quiere estar allí, pero cambiarás completamente de opinión el día que las veas. El día que todo cambió e hizo de un lugar normal un sitio histórico. Fue una de las visitas que me faltó realizar con el instituto cuando recorrí Italia, siempre queda algo nuevo por hacer, algo nuevo de tachar en la lista. 

Poco os puedo aconsejar de la visita realizada, ya que no soy ningún experto en historia. Pero hay dos cosas que no os pueden faltar si vais a visitar esta ciudad:

  1. Sol
  2. Un buen paragüas (en ausencia de 1)

Está absolutamente todo al descubierto, y, por lo tanto, si llueve (como fue nuestro caso) y vuestro paragüas es de los chinos (como también fue nuestro caso) vas a pasar un precioso día calado de pies a cabeza, eso sí, rodeado de arte. 

¿Ruinas?

Si estás cerca debe de ser una parada obligatoria, nunca ha sido mi estilo estas cosas, no os voy a mentir. La historia era mi talón de Aquiles desde 1 de eso, aún así, esta ciudad llamaba la atención. Me hacía pensar, no hay nada que me guste más que pensar.

Tampoco os voy a decir que fue el mejor sitio donde he estado en toda mi vida, ni nada por el estilo, es un sitio donde hay que ir. Ya me entenderéis el día que estéis por allí. No soy un amante de este tipo de turismo, por lo tanto, no quiero daros prejuicios precipitados sobre lo que os vais a encontrar, más que alguna que otra interpretación.

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En el corazón, cubriendo mi espalda, este donde esté, sean como sean las circunstancias. Siempre he tenido a gente alrededor mio que han estado ahí. Eso era lo que me decía estas obras de arte que rodean Pompeya. El circulo, aquello que nunca falla, sin ruinas o con ellas.

Si en algún momento estás en ruinas, pero tienes estas estatuas contigo, tus ruinas acabarán siendo arte. No hay un momento que no agradezca lo que a día de hoy tengo, y lo que me lo da todo. Mi familia, mis amigos, ninguna ruina deja de ser arte si están allí.

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Aprendiendo chino

Dejando la filosofía a otro lado, este pequeño viaje también ha tenido mil anecdotas. Llegamos a Pompeia, no sabíamos como (esto ya era costumbre). En Nápoles comenzabamos a correr de un lado a otro, preguntando a la gente dónde podíamos encontrar el tren dirección Pompeia. Como en otras ocasiones, Jasna sacó su barita mágica e hizo aparecer una estación de la nada, y un billete de una taquilla que estaba más escondida que el andén 9 y 3/4 de Harry Potter.

Yo era el chico que iba detrás de la gente, no sabía si la dirección era correcta o no, pero pareció ser que si. Finalmente, nada más bajarnos del tren nos ofrecían llevarnos en un taxi hacia las ruinas por 3 euros. ¡Somos jóvenes, podemos andar! (Contestamos) En realidad eramos más pobres que jóvenes, por lo tanto, como todos los demás viajes lowcost tocaba ponerse las botas y andar. Esta vez bajo la lluvia, en Pompeya, de este modo, pudimos demostrar que nuestra ropa no era impermeable, y nos calaríamos hasta los huesos. 

Llegamos al punto clave. En ese momento no sé quien estaba más en ruinas, Pompeya o nosotros, pero queríamos comprobarlo. Entrar costaba unos 11 euros, pero siendo menor de 21 y perteneciendo a la Unión Europea costaría 5.50. Burcu pilló un cabreo monumental al no tener el descuento correspondiente por ser de Turquía, por lo tanto, decidimos poner entre todos un poco y entrar por el mismo precio. Ahora que lo pienso, podríamos haber hecho lo mismo con un paragüas.

Una vez dentro nos encontramos con un mapa enorme y un laberinto, pero otra vez llegó Jasna. A la vez que ibamos encontrando cosas empezaba a leer la historia que había detrás de ellas. Yo, sinceramente, pensé que para mi gusto esto iba a ser un aburrimiento, por lo que decidí tomarmelo a mi manera.

Había un grupo de Chinos haciendo la ruta, nos enganchamos a ellos y empezamos a aprender su idioma. De vez en cuando me miraban y asentia con la cabeza en plan... si si ¿interesantísimo eh? Mis nuevos colegas por lo menos llevaban un orden en ese enorme laberinto. Poco a poco mis ojos se fueron achinando, yo empecé a coger soltura con el idioma, y abandoné Milán y España para cambiar de vida e irme a vivir a china. Allí abrí un restaurante desde donde estoy escribiendo ahora mismo.

¿Qué pasa? ¿No os gusta mi historia? Bueno, os daré vuestra versión aburrida de la misma y os diré que los chinos ni siquieran me miraban y me rompieron el corazón en mil pedazos.

Los paragüas están sobrevalorados.

Si algo dió que hablar este día fue el maldito paragüas. Mar Cel y yo compartiríamos uno que nos había costado 2.50 en Roma. Por ese impresionante precio era de esperar que no aguantara mucho, así fue. Teníamos un trozo de metal que intentaríamos arreglar cada 10 segundos sin mucho éxito. Nuestros amigos chinos tenían un chubasquero azul muy molón, nosotros estabamos más en ruinas que Pompeya, calados hasta los huesos desde primera hora de la mañana.

Burcu, a su bola completamente, y sin importarle lo más mínimo estar mojada de pies a cabeza. Estaba empeñadísima en que quería ver los famosos "Muertos en polvo" . No sabía muy bien a lo que se estaba refiriendo, pero tampoco es que a mi me hiciese especial ilusión ver muertos. Resulta, que cuando erupcionó el Vesubio allá en los años (inserte aquí fecha, soy pésimo para la historia). Las cenizas cubrieron a sus habitantes, dejando de esta manera su figura guardada para siempre.

La verdad es que fue bastante interesante, pero yo estaba aún pensando en las pizzas de Napoles y me helaba de frio en Pomepeya. A mi era muy fácil hacerme feliz en ese momento. 

Pese a los contratiempos, como he dicho anteriormente en mi versión basura de Paulo Coelho. Ni la tormenta, ni la lluvia, pueden convertir un día en malo si estás rodeado de buena gente.

Esta fue nuestra pequeña aventura. Una tarde de risas, agua y anecdotas alrededor de esa historia que hay que ver una vez en la vida, la ciudad de Pompeya.

Un saludo para mis amigos chinos.

学习中国为你


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