En resumen
Hace casi dos años me fui de Erasmus con la discutible convicción de que, el tiempo que no paso eufórica/atemorizada, es tiempo perdido.
Me volaban tres conceptos en la cabeza:
- Salud (mental)
- Estabilidad
- Felicidad
Siempre he oído que existe una relación entre ellos. Y siempre he salido mal parada de las relaciones. Quizás es por eso que tampoco en ese trío me encontré.
Así que me busqué un novio raro, de esos que tu abuela jamás aceptaría. Algo así como una insana pasión por la felicidad, o más bien una fobia al sufrimiento/aburrimiento innecesario.
Así empezó el problema más bonito de mi vida
Elegí Nápoles porque nadie la quería, porque era rara, caótica y, decían, peligrosa.
Congeniamos desde el principio, fue un amor adolescente, los límites hasta entonces insalvables con los que llevaba una vida conviviendo, se fueron sin que yo me diera cuenta y todo empezó a rodar en todas direcciones.
Es irónico cómo perder el control te hace sentir segura. Cómo con la exposición al peligro, disminuye el miedo
Esta es la historia de una erasmus que se extralimitó en sus funciones, de un secuestro y, supongo, de mi síndrome de Estocolmo
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