Descubrir Milán en bicicleta

La mejor manera de descubrir una ciudad...

... para mí es recorrerla en bicicleta. Si tienes la suerte de tener una bicicleta y de saber sostenerte en ella, no hay tiempo que perder, ¡pedalea!

Yo he tenido el placer de realizar un semestre de Erasmus en Milán, una ciudad increíble, que ofrece mucho a quien quiera conocerla. Yo vivía a unos 25 minutos de la Università Cattolica, y cada mañana, tenía el placer de montar a mi fiel corcel para recorrer el camino que me separaba de la facultad.

Milán en bicicleta, es toda una aventura. Aprendes a fundirte con el alegre y agradable paisaje de los antiguos tranvías, vespas, coches y otros ciclistas. Una vez pasan los primeros días, dedicados a la búsqueda de los «buenos caminos», acabas despegándote del manillar (no mucho, de todos modos, mantengamos la prudencia), y por dejarte llenar el alma por el paisaje urbano que desfila ante tus ojos.

Cada pedaleo te da un nuevo impulso para abrazar la ciudad. Al cabo de algunas semanas, las calles se vuelven familiares, y nada es más satisfactorio que sentirse un habitante por completo de esta ciudad hasta ahora desconocida.

Luego viene el momento de alejarse de los lugares más transitados, y de lanzarse sin dudarlo al descubrimiento de los muchos barrios que componen Milán. Brera y su pinacoteca, los Navigli y sus pequeños puentes que cruzan los canales, el Corso Emmanuele y sus tiendas...

Aléjate un poco del centro, y podrás adentrarte en Paco Sempione, realmente el pulmón natural de la ciudad, y tratar de recobrar el aliento por unos minutos, o puede que unas horas... Después sal hacia el barrio de Porta Venezia: literalmente la «puerta que conduce a Venecia» (pero para esto, ¡harán falta unos cuanto pedaleos más! ). Aquí, los jardines se encuentran en los balcones, y el verdor se desborda en cada ventana. Cada uno de los elegantes palacetes tiene un pequeño patio privado, donde a veces se pueden entrever fuentes, plantas exóticas o incluso... flamantes rosas.

Pero no dudes en volver por el Duomo, corazón y lugar de encuentro de la ciudad, allí es donde nacen todas las rutas. Majestuosa, la catedral se muestra todavía más espectacular durante el crepúsculo, la figura de piedra contrasta con el cielo anaranjado.

Milán en bicicleta, es garantía de recorridos confusos pero siempre gratificantes. Es la seguridad de sorprenderse a cada esquina, la promesa de transformar un banal trayecto cotidiano en una escapada de la que sabemos dónde empieza, pero nunca dónde acaba...