Continuación
No pensaba que las asignaturas fueran tan diferentes aquí en Italia. De hecho no es tanto que sean diferentes, porque la información que se da es la misma, sino como estan organizadas en los cursos, eso sí que es un mundo aparte.
Yo tenía que dar asignaturas de cuarto de Medicina en la Universidad de Valencia y para ello tenía que asistir a clases de tercero, cuarto, quinto y sexto de la Universidad de Milán, cada asignatura de cuarto correspondía a un curso diferente, un lío.
La Universidad-hospital estaba bastante lejos de donde yo vivía, así que me informé de cómo podía llegar. En metro se llegaba en 20 minutos, perfecto, pero, ¿cuánto costaba el metro? Una burrada, asi que lo descarté de inmediato. Autobuses y tranvías no me servían porque no llegaban directos...Solo quedó una opción: caminar.
Y caminé, mis piernas se hicieron fuertes y dejé el senderismo aparcado. Caminaba cuarenta y cinco minutos para ir y otros tantos para volver, casi dos horas al día, pero todo fuera por el ahorro...
No puedo decir que me recorría Milán de punta a punta porque eso es ya mucho decir. Milán es una ciudad enooorme, más grande que Londres. Así que en realidad solo me daba un buen paseo por el centro. Corso Buenos Aires, corso Venezia…era una zona bonita. Con edificios antiguos, palacios. Recuerdo que atravesaba siempre una parte del jardín público más grande de la ciudad. En él se encontraba el Museo de Ciencias Naturales, que siempre quería ver por dentro y nunca encontraba la ocasión. Pero ese no me lo perdí, fui con mis amigas cuando vinieron a visitarme...
La visita
Ya estaba yo agobiándome cuando veía que mis compañeras cada vez eran más frias conmigo, cada vez me sentía más sola. Porque tampoco en la Uni conseguía congeniar con nadie. Si bien reconozco que de mi parte ponía bien poco. Pasaba por las clases como si de un fantasma se tratara, pero es que yo ya soy un poco fantasma también en Valencia. Porque me gusta ir a mi bola, no me gusta ser pesada o parecerlo. Detesto ser una molestia para la gente que me rodea.
Y para hacer amistades tienes que empezar molestando, aunque sea una molestia que luego ellos agradecen, puesto que a todo el mundo le gusta servir a los demás para algo.
Yo hacía preguntas sobre las clases, sobre los profesores, las aulas…Pero siempre fui demasiado fría, no sabía cómo romper el hielo. Y me encontré con personas también tímidas, lo que me ponía las cosas más difíciles aún.
En seguida se daban cuenta de que era extranjera, y me preguntaban lo típico. A alguna le conté algunas cosas personales, que había venido aquí para estar más cerca de mi novio etc etc.
Pero aunque muchos fueron los que me preguntaron si me encontraba bien en Milán, no hubo persona que me propusiera ir a tomar algo, ir a comer con él o ella…nada
Bueno, solo en la clase de cuarto había un chico con cierta chispa, regordete, valiente y graciosillo: Stefano. El único que me trataba mejor, de una forma más familiar. Hasta me pidió el Facebook y por allí me avisaba de las cenas que se hacían…No fui a ninguna, pero siempre agradeceré su intento de acercarme al grupo
Y tampoco me voy a olvidar de Marco, que me dejó los slides de muchas asignaturas y luego me saludaba siempre en la biblio. Creo que estaba interesado en ir a Valencia, quizá por eso tuvimos una conversación más larga. Pero era muy amable y quizá le gusté por alguna mirada sospechosa que noté en la biblioteca. Pero a mi no, por supuesto, estoy satisfecha con mi nene torinesse. Además este chico delgadito era de cuarto, por lo que debía de tener veintidós o veintitrés añitos... Soy vieja para él.
Y también me trató bien Francesco, otro interesado en ser Erasmus, igual por eso me ofreció galletas hechas por él mismo como al resto de sus compañeros y me saludaba siempre.
También me hablaron chicas, claro. Pero fueron mucho menos simpáticas conmigo. Igual me preguntaban cosas en clase pero cuando me veían fuera no me saludaban. Por sus miradas me di cuenta que no aceptaban mi forma de vestirme, y eso que yo intentaba ser lo más discreta posible…No sé, me verían como una rival o algo así.
Yo también tengo ese instinto. Cuando veo una chica que se acerca a mi novio quiero saber cuándo, dónde y porqué. Da igual que sea guapa o simpática, aunque si se dan estas características todavía me cae peor…
Me acordé de los Erasmus que estaban en mi clase del curso pasado, en la Universidad de Valencia.
Alguno de ellos, italiano por cierto, me había preguntado alguna vez qué significaba tal cosa durante la clase. Yo le había contestado bien, educada y todo correcto, pero también había sido fría.
Entonces me di cuenta de lo importante que es que te traten con hospitalidad allá donde vas. Y de que la hospitalidad no consiste solo en ser educado, ser correcto y amable con la gente de fuera.
De hecho, la gente de fuera lo que espera es que le trates como a un igual, con confianza, y la confianza, como bien dicen, da asco.
Se trata de molestar al de fuera, hacerle preguntas de todo tipo, siendo indiscreto, preguntarle cosas íntimas sobre todo y mostrar mucho interés. Invitarle a cualquier cosa, sea lo que sea que tenga que hacer, por muy ocupado que esté.
A menudo la educación es deprimente, es fría. El de fuera no es tonto, no quiere toda esa falsa cortesía, quiere cercanía, quiere sentirse como en casa.
Ojalá me hubieran molestado más mis compañeros de clase, ojalá hubieran sido más cotillas. Pero se juntó el hambre con las ganas de comer. Yo tímida y ellos también…yo sin motivación suficiente para buscar amistades ni salir de cena porque quería ir con mi novio…así que nada de Milano night.
Pero un fin de semana vinieron dos amigas de Valencia a rescatarme de mi hastío y pasearme un poco por la ciudad. Para hacer al menos un poco de turismo.
Si no fuera por ellas no habría visto ni la mitad de Milán. Eso sí, cuando acabé los exámenes no me quise perder la calle tan famosa que se encuentra en el cuadrilátero de la Moda, corso Monte Napoleone, que está lleno de tiendas carísimas y preciosas. Obviamente solo para mirar y no tocar. Fue increíble, y me gustaría volver porque siempre hay detalles que te pierdes
Mis “simpatiquísimas” compañeras de piso verían este hecho despreciable y maleducado. Supondría finalmente un punto de inflexión en nuestra relación ya de por sí deteriorada.
Yo había avisado, quizá con poca antelación ( dos o tres días antes) a Cristina, de que ese fin de semanaestarían mis amigas y, como cada findesemanaque se quedaba mi novio, solo le pedía que me dejara la habitación entera y ella fuera a dormir a la de Silvia, que tenía una cama grande.
Por aquel entonces Silvia y Smart ya habían llegado. Cuando ella no estaba suponía menos esfuerzo para Cristina irse a su cama cuando llegaba mi novio, porque no dormía con ella, pero no obstante, cuando dormían juntas tampoco era una cosa grave, puesto que eran amiguísimas.
Conforme le fui cayendo peor me iba poniendo escusas cuando venía mi novio y me tenía que dejar la habitación. Parece ser que molestaba a Silvia cuando se levantaba pronto o llegaba a casa tarde...Claro, como Silvia tenía que hacer tantas cosas en el día, yo entendía perfectamente que debiese respetar sus horas de sueño...
En fin, vinieron mis amigas y por fin hice un poco de turismo por la ciudad. Fuimos al Museo de Ciencias Naturales, que siempre veía por fuera y nunca llegaba a entrar. Es precioso, me encantó la exposición de minerales. Quería volver para verlo con mas detenimiento, ya que nos falto tiempo para ver el piso de arriba. Pero no creo que vuelva, de todas formas me alegro de haberle dado un vistazo.
También fuimos al castillo Sforzesco, muy chulo. Enorme, y vimos una exposición de escultura lombarda que me encantó. La escultura más famosa que estaba allí era la Pietà de Miguel Angel.
Pero casi más que las esculturas lo que me gustó fueron los techos de las salas del castillo, llenos de frescos preciosos y bien conservados y restaurados. Recuerdo que el que más me impresionó fue el que había pintado Leonardo Davinci. Había hecho el efecto de un bosque, con los troncos de los arboles que disfrazaban las columnas de la sala, y las copas que se fundían arriba en el techo, con un fondo azul del cielo, era realmente original.
Parece ser que este fresco había sido cubierto por una capa de pintura muy normal en un momento que se había restaurado, en una época donde Leonardo Da vincin o era así de importante, imagino. Sin embargo hacía pocos años se descubrió esta capa anterior y se desveló toda esta gran obra de arte.
También me habría gustado volver allí, pero es que sin mis amigas no encontré la ocasión jamás. Ellas aún fueron a ver más cosas que yo, un mercadillo típico de antiguedades que hay cerca del Navigli y también el cuadro de la ultima cena de Leonardo Da vinci, que yo quiero ir de alguna forma allí, así que obligatoriamente encontrare la ocasión...
Por la noche fuimos a un bar que hacían un aperitivo muy bueno, en la zona de i Navigli, y estuvo muy bien, comimos como animales.
El aperitivo es típico en toda Italia, consiste en un buffet libre a buen precio, suelen ser siete euros, y que sirve como una cena. Solo te dan un vaso de bebida pero suele ser suficiente.
Fuimos a otro bar con música y buen ambiente donde mis amigas se tomaron un vaso de vino, y esa fue toda la movida que tuve en Milan...Luego a casita y a dormir.
Mis amigas durmieron en el postoletto que usaba yo las dos juntas, que ya era pequeño para una persona. Ellas se metieron ahí que parecían dos sardinas enlatadas, pero menos mal que tienen sentido del humor y aguantan lo que les echen...Es que no tenía nada mejor que ofrecerles...Bueno, si, estaba la habitación de aquella chica que no vino nunca al piso, Vanessa. Pero cuando se lo pedimos a las compañeras nos dijeron un NO rotundo, como si se nos hubieraocurrido una idea perversa, mirándonos como si fuéramos el demonio en persona.
Bueno, bueno, perdonad hermana Cristina y hermana Silvia, pero creíamos que esto era un piso compartido y no un monasterio de monjas.
Igual si usábamos una noche la cama de Vanessa aún nos lo tendría que agradecer, pues le hacíamos el favor de quitarle las capas de polvo que habrían sobre las sábanas.
Además ese fin de semana vino también mi novio, así que la cama de Cristina la usó él y yo tuve que dormir en el sofá. Un sofá que no era del tamaño normal de una persona, no podías extenderte totalmente en él. Tuve que dormir encojida como un feto. En realidad no dormí, directamente. Pero ¿a que no adivináis quién fue el que más se quejó de haber dormido mal esa noche? Exactamente, el nene, que era el único que tenía una cama en condiciones para él solo.
El único que nos acompañó en la cena fue Smart, que estuvo encantado de rodearse de personas cariñosas que no le reñían todo el tiempo y que le colmaban de mimos. Se enamoró de una de mis amigas y por la mañana la despertó subiéndose encima de la cama y dándole un lametón en toda la cara. La pobre se llevó un susto...Por un momento pensó que seria la otra que dormía con ella en la misma cama, que igual se había confundido y estaba soñando con su novio...Fue muy gracioso.
El caso es que cuando ellas se fueron todo fueron duras acusaciones contra mí. Que si mis amigas habían usado las sombras y el gloss de Cristina…Que si había robado alguna cucharilla de la cocina…Que si el sofá no tenía que usarse para dormir… que la cama de Cristina no tenía que moverse de su sitio…Y todo eran caras de entierro, Silvia vestía aún más de negro. Miradas acusadoras…Un infierno, realmente. Así que valoré la idea de cambiar de piso.
Por su parte ya no recibía más que antipatía e indeferencia, bueno, solo para algo no les era indiferente: tenía que pagar la “spesa comune” como todas. Esta especie de tasa correspondía al precio del papel higiénico, servilletas, sal y azúcar, productos de limpieza, lavavajillas, detergente…Nunca tuve el gusto de hacer yo esa compra. Pero si la hubiera hecho yo no llegaría en ninguna manera a esas cantidades exorbitantes.
Me costaba más eso que los gastos de luz, agua e internet. Así que esta spesa me tocaba los mismísimos cada vez más. Todo tenían que comprarlo de marca cara, parecía que no conocían las ofertas. Las servilletas no las usaba, el azúcar no me enteré hasta el final que era para todas…El detergente lo usaba poquísimo en comparación con ellas. Si lavaba mi ropa una vez a la semana, llenando la lavadora cada vez. Ellas se lavaban cada dos días, y eran capaces de meter solo unas bragas y una camiseta.
En un momento tuvieron la genial idea de comprar una aspiradora, aunque por ese precio debía de ser una chacha robot…Silvia un día me dijo que si quería participar en la compra de este aparato, que solo serían 100 euros cada una. Ella no iba a estar más que un mes pero iba a participar igualmente…Yo estaba realizando la limpieza semanal que me tocaba y tenía una escoba en la mano. Le dije a mí esto me funciona perfectamente, gracias igualmente por la propuesta. Espero que sean felices usando esasuper-aspiradora. Espero que Silvia haya tenido al menos oportunidad de verla, después de pagar ese dinerillo.
De manera que busqué otro piso, llegué a visitar uno que era inhumano. Eso sí que era una caja de zapatos. Qué claustrofobia la cocina... Era un cubo. Allí te sentabas para comer y desde la silla podías cocinar, coger cosas de la nevera, fregar los platos, abrir la ventana…Ideal para vagos.
La habitación por supuesto compartida con otra chica, que además no aceptaba a novios los fines de semana, por lo que era simplemente inviable.
El precio era un poco mejor de aquel del piso donde estaba, pero me resultaba muy extraño la cuestión de la fianza. Tenía que entregar una fianza de 600 euros no al propietario, si no a la chica que me dejaba el postoletto libre. Una chica que no conocía de nada y que se iba a vivir a otra ciudad, que me podía dar los datos que quisiera…fatal, no llegué a entender el porqué. Igual ella cuando llegó tuvo que pagar esa fianza a la persona anterior…Pero no es posible que esa cama hubiese estado siempre ocupada, tuvo que haber una primera persona en algún momento de la historia…
La fuga
En fin, no era tarea fácil encontrarla a buen precio en Milán sin tener que pagar fianzas raras exageradas, así que mi novio me dio la idea de alquilar en Torino y para ir a clase coger el tren regional que une Torino con Milán. Parecía una idea descabellada, pero me interesó bastante sobre todo al comprobar que los precios de los pisos compartidos en Torino eran mucho más razonables, casi casi como los precios de Valencia. No tan indignamente tirados, pero más normales digamos.
Así que me propuse visitar algunos pisos cercanos a la estación de trenes. Pero antes de visitar alguno la madre de mi novio ya había encontrado una solución. Resulta que una amiga suya, que vivía por la misma zona que ellos tenía una casa grande, de dos pisos. El piso de arriba era un ático que normalmente no utilizaban prácticamente. Vivía sola con su hijo, se había separado recientemente.
Ella había pensado en aprovechar ese espacio para alquilarlo a algún estudiante, pero no se animaba a meter en casa a un desconocido.
Fuimos a verlo y me pareció espectacular. Por doscientos euros con gastos incluidos tendría un ático solo para mi, con baño, habitación no compartida, salón con sofá y televisión gigante, DVD, un montón de cds de música, con un escritorio, pequeña biblioteca, armario espacioso, un minigimnasio con bici estática y pesas. Y al mirar por la ventana tenías la colina de Torino y, un poco más lejos, los Alpes.
¿Qué más podía pedir? Solo tenía que compartir con ellos la cocina.
Encima tendría a mi novio de vecino. Acepté de inmediato la propuesta, nos acordamos de palabra cuándo llegaría y todo pintaba a las mil maravillas. Ahora solo tenía que hacer una cosa en el piso de Milán: darme a la fuga.
Por supuesto que al principio valoré la idea de explicarle a la señora P. personalmente que tenía que irme por problemas personales.
Pero me daba miedo que me obligara a pagar aquella fianza famosa o me obligara a pagar pese a no estar presente hasta que encontrara a otra chica.
De todas formas puse anuncios en internetde que se liberaba unpostoletto, y me contestaron muchísimas. A pesar de ser un postoletto matado, en un piso con chicas que parecían monjas, que costaba un ojo de la cara sobre todo si contabas con el gasto común se encontraba en una buena zona y puede comprobar que estaba solicitadísimo.
Al día siguiente de poner el anuncio ya recibí llamadas y llegué a quedar con una chica que quería ver el piso. Era una chica española, alicantina, que casualmente también tenía un novio italiano. El novio era el que podía pasarse a ver el piso, porque ella no estaba en Milán temporalmente, hasta que no empezara el curso que tenía que hacer allí.
Yo entendía que iba a ser dificilísimo el plan de fuga sin que se diesen cuanta las otras chicas. Y sobre todo llevar a este chico allí para que viera el piso y que ellas no se dieran cuenta del hecho. Por eso me preparé a escapar con todas mi ropa en una superbolsa que pesaba un muerto (ya que al ser enero encima tenía allí toda la ropa de invierno que pesaba muchísimo). Como en la maleta no me cabía más que un quinto de todas las cosas, tuve que comprarme una bolsa de viaje enorme en los chinos. Los restos de comida por supuesto me los llevé también y todos los libros. En total mi equipaje constaba de la bolsa de viaje llena hasta los topes, el troler, y tres bolsas más.
Yo por esos días no estaba en Milán de normal porque era la época de exámenes así que soloibalos días que tenía un examen. En viajes anteriores a Torino ya me había llevado bastantes cosas pero aún me quedaban un montón en el piso.
Así que aparecí un día por el piso, cuando pensaba que solo Silvia estaría allí. Me llevé un susto enorme cuando vi que Cristina aún no se había ido a trabajar. Pero menos mal que ella no había notado que yo estaba empezando a recoger mis cosas. Nos dijimos el último “ciao” aunque ella no supiera que iba a serlo, y en cuanto salió de casa ya tuve mayor libertad para vaciar el armario, los cajones, la nevera de todas mis cosas.Esperaba que Silvia saliera de casa aquel día por un milagro divino, pero no sucedió. Estuve todo el día inquieta, con la adrenalina por las nubes.
Había quedado con el novio de la chica interesada en elpostolettopor la tarde y empecé a visionar la situación: si Silvia no salía me iba a pillar, descubriendo mis intenciones de irme e impidiéndome escapara de esa cárcel. Quizá llamaría a la señora P. y me podían hacer pagar por el resto de mis días. Si bien jugaba a mi favor que no había firmado ningún contrato.
Por fin llegó el chico y le enseñé el piso en cuestión, le expliqué las cosas con la voz más baja que pude, rezando por que Silvia estuviera en su habitación durmiendo.
A él le gustó mucho, se le veía realmente interesado. Yo creo que se lo habría quedado si todo hubiera ido bien. Pero mi peor pesadilla comenzó cuando Silvia salió de la habitación y comenzó a reñirnos a los dos. En voz baja, con mucha educación, pero con un tono que helaba la sangre.
-No puedes hacer las cosas por tu cuenta, tesoro. ¿Has avisado a la señora de que te vas?
Me ponía problemas de todo tipo, decía que la persona que iba a ir a vivir al piso tenía que pasar el visto bueno de todas y por eso tendría que venir a la hora en que todas se encontraban en el piso. Pero esa era imposible, las que hacían algo en su vida llegaban muy tarde. Además le dije que en mi caso yo había ido a ver el piso cuando solo la portorriqueña y Smart estaban en el piso.
-Si, claro, pero lo tuyo fue un caso aislado- me dijo
Ya lo creo que fue aislado, y tan aislado. Me aislaron y marginaron todo lo que quisieron y más. Hasta la desesperación. No podía seguir viviendo con ese ardor en las venas, esa angustia vital continua. Tenía que irme y ser libre. Y al mismo tiempo no quería pagar si no estaba presente, era una cosa estúpida e injusta, a la ricachona del séptimo, encima.
En ese momento me habría encantado desahogarme y gritar fortísimo, pero tenía que conseguir mi objetivo así que me controlé y le hablé en el mismo tono, haciéndome la inocente, como si no supiera las normas del juego. Diciendo “ok, ok” “ahora voy a ver si está la señora en su casa para hablar con ella y tal y cual”
El chico se asustó rápidamente al ver ese ambientazo y esa tensión, y no queriendo entrar en malos rollos se despidió a la velocidad de la luz. Pensaba que no tendría más noticias de su novia. Sin embargo agradecí que me escribiera unos días después diciéndome que ya había encontrado otro piso y que gracias igualmente.
Al menos yo había intentado conseguir a gente. Y si no me hubieran puesto tantos problemas en una semana ya tenían el postoletto ocupado.
Silvia se puso a fumar en la cocina, yo fui disimuladamente a coger el resto de comida que me quedaba en la nevera. Pero siempre poniendo cara de buena y de tonta. Aprovechó para preguntarme dónde había puesto el anuncio del postoletto y pedirme que le escribiera mi número de móvil. Le escribí un número falso y le dije que iba a hablar ahora mismo con la señora P.
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Comentarios (1 comentarios)
Luca A. hace 12 años
Me encanta!!!!cuantos recuerdos! tienes razon,el erasmus deberia ser obligatorio para todos los estudiantes..